¿Tienen algún sentido las huelgas universitarias?

1393492505379Ayer había convocada una «huelga» de estudiantes de secundaria y Universidad que, en mi Universidad (y especialmente en el campus donde se encuentra el centro donde yo trabajo, la Facultat de Dret de València), derivó en incidentes varios que abocaron al cierre de los aularios donde se imparten la mayoría de las clases. Aunque en otros centros, o incluso en el mío, hubo quien pudo dar clase con normalidad (es, por ejemplo, mi caso, tenía una clase por la tarde y transcurrió sin incidentes aunque con menos afluencia de la normal), es éste un suceso que sistemáticamente (aunque no necesariamente de forma generalizada) se repite cada vez que hay una huelga de estudiantes. Y, más allá de la ritual condena que merece que haya quien considere que su «derecho» a no ir a clase (derecho que, por cierto, y por lo general, se tiene todos los días del año excepto si te topas con determinados talibanes boloñísticos) ha de ir acompañado del de privar a los demás de tomar la decisión por sí mismos (y digo ritual porque de tan obvio que es afirmarlo da la sensación de que tiene poco sentido reiterarlo), a mí los sucesos de ayer me mueven a preguntarme algo más sencillo y directamente de base en torno a este asunto: ¿tienen algún sentido estas «huelgas»?, ¿sirven para algo?, los convocantes, ¿qué es lo que buscan con ello?, ¿lo consiguen?

Vaya por delante que siempre he considerado con cierto escepticismo que se califique de «huelga» lo que no tiene nada que ver con las huelgas de trabajadores que definen el término. Los trabajadores que dejan de ir a trabajar lo hacen, en el marco de un conflicto, asumiendo un coste (y un coste no menor) como es la pérdida de su salario. Ir a la huelga es, pues, no sólo costoso sino muy costoso si el conflicto se prolonga en el tiempo (lo que suele ser el caso cuando la huelga no es mero acompañamiento simbólico de otro tipo de protestas). Esta actuación es por ello es especialmente encomiable y, en parte por esta razón (aunque también por otras) muy digna de mucha protección jurídica. Cuando un grupo de trabajadores decide plantear un conflicto laboral por esta vía es, sí o sí, porque ha agotado todas las demás menos lesivas para sus intereses y porque, jugándose mucho en el envite, decide poner a alguien que tiene capacidad de decisión efectiva para llegar a un acuerdo en una situación también compleja. Mientras dure la huelga, ambos pierden (aunque quizás unos más que otros), fomentando en cierta medida que, caso de que haya una solución posible y no óptima pero sí asumible para ambas partes, se pueda llegar a un acuerdo.

Como a nadie se le escapa, nada de esto tiene sentido con una huelga de estudiantes. Los estudiantes no reciben un salario que dejen de perder y, de hecho, ni siquiera hacen algo demasiado excepcional dejando de asistir a clase (dado que las tasas de asistencia en la Universidad española son bastante lastimosas -lo que, por cierto, quizás debiera hacernos reflexionar a los profesores sobre cómo tenemos montado el tinglado, pero eso es un tema del que mejor hablar otro día-). En el peor de los casos, pierden la clase que sea impartida ese día, aunque hay una costumbre muy extendida que entiende que si hay «huelga» no se puede avanzar en el temario (y, por supuesto, no se pueden hacer exámenes) para evitar perjuicios a los estudiantes que se movilizan. Como puede verse, nada que ver con una huelga de verdad. Hasta tal punto de que nunca he entendido por qué se hace uso del término (aunque en el fondo la respuesta es obvia, para vestir con un ropaje muy digno lo que, como reivindicación, a veces lo es… y a veces no).

Las llamadas «huelgas de estudiantes» en la Universidad tienen más que ver, sencillamente, con una jornada reivindicativa que institucionalmente se entiende como digna de respeto (lo que no me parece necesariamente mal), por lo que, en consecuencia, se decide también «protegerla» paternalistamente desde la institución (esto es, desde la propia Universidad) evitando cualquier consecuencia negativa, o al menos las más lesivas (a diferencia de lo que pasa con una huelga de verdad, donde los trabajadores pierden su salario del día) para quienes forman parte de ella. En el fondo, probablemente no puede ser de otra manera. Porque los estudiantes, sencillamente, reciben una prestación y tiene poca lógica emparentar esa actividad con la de trabajar. Prescindir de la misma como mecanismo de protesta radical podría tener, quizás, su sentido en momentos y circunstancias extremas (relacionadas con una enseñanza muy deficiente o sesgada, por ejemplo), pero da la sensación de que nadie,en este mundo de hoy, se plantea hacerlo para protestar contra los recortes o cosas equivalentes. Bien está.

La cuestión es que, planteado el asunto en estos términos, me queda la duda, la verdad, de para qué sirven entonces estas reivindicaciones organizadas como si fueran huelgas y consistentes en no ir un día a clase. ¿Se logra algo con ellas? ¿Son un mecanismo eficaz de protesta? Sinceramente, tengo la sensación de que no. Son un modelo ritual de movilización, cómoda (porque no tiene costes para quienes participan de ella) pero que no  tiene capacidad real de condicionar ninguna decisión (ni de la Universidad, contra quién además no suelen ir las protestas; ni del Gobierno, a quien le da un poco igual, la verdad, que haya clase o no). El único (y magro) efecto que se puede lograr es salir un poco en prensa. Y como para ello es más útil que se tenga que cerrar un aulario porque ha habido piquetes violentos que simplemente lograr un movimiento de protesta más sólido y generalizado a partir de otros mecanismos de movilización, pues es lo que tenemos. Tampoco es que se logre nada así, más allá de extender una imagen que no sé si es muy beneficiosa para quienes protestan (en todo caso, ése es su problema, no el mío), pero quizás este estado de cosas debería llevarles (y llevarnos) a cierta reflexión.

Por ejemplo, en clave interna, que es la que más me interesa, hay que cuestionar si hacen bien las Universidades españolas optando demasiado rápidamente  por soluciones fáciles y expeditivas (como cerrar aularios) que demuestran no querer líos incluso a costa de suspender (institucionalmente, de facto) las clases en lugar de otras, quizás más complicadas de instrumentar, que pudieran garantizar que se impartieran efectivamente todas las clases que fuera posible impartir para los alumnos que lo deseen. No hay que ser tolerante con cierto tipo de acciones (no, al menos, en el sentido de dejar de cumplir con tus obligaciones para alentarlas), por mucho que haya una supuesta «tradición» en este sentido. Máxime cuando, al menos desde mi óptica, asistimos cada vez más a supuestas «huelgas» que casi ya no buscan más imagen reivindicatoria que esa violencia de baja intensidad que supone el pequño, magro y ridículo éxito de «lograr que hoy no haya clase». ¿De verdad eso es el gran éxito? ¿Sólo eso? La verdad, a tan poca cosa, y conseguida de esa manera, habría que dejar de llamarla «huelga» de una vez porque, lamento decirlo, degrada un término que se refiere a un esfuerzo muy meritorio de unos trabajadores que se juegan su salario para luchar por lo que creen justo y no por participar en batallitas estéticas asociadas más a cierto narcisismo supuestamente rebelde que a una reivindicación seria.

Hay maneras mucho más inteligentes y adaptadas a los tiempos de activismo político. Es patente que en nuestras Universidades, a día de hoy, están mayoritariamente ausentes. La preocupación de los estudiantes y sus asociaciones por los problemas internos de la Universidad o algo tan obvio e importante como la calidad de la docencia que reciben está bajo mínimos. Recientemente en las elecciones a rector de la Universitat de València se ha vuelto a poner de manifiesto (junto a la legendaria tendencia del profesorado a verlas como unas elecciones para lograr reivindicaciones respecto de las mejora de las condiciones de trabajo) que lo importante para cierto activismo de nuestros días es el día de la paella y no la cantidad de profesores que van a clase a leer unos apuntes, libro y power point (y eso, claro, si van). Que este estado de cosas quede maquillado por cuatro contenedores cruzados en la calle y aularios rociados de espuma de extintor para impedir las clases no hace la cosa más digna sino, la verdad, mucho menos.

¿Hay algo más? Pues sí, hay algo más. Ayer mismo, por la tarde, se presentaban libros y debatía sobre cuestiones de mucho interés en el casal que los estudiantes han montado usando el espacio ahora vacío de la antigua cafetería de Filosofía. Ocupa menos espacio en los medios, pero probablemente de ahí saldrán cosas más útiles para el futuro. El problema es que de esto tenemos poco y, en cambio, de otras cosas, demasiado.



4 comentarios en ¿Tienen algún sentido las huelgas universitarias?
  1. 1

    El sentido que tiene es aumentar la desigualdad entre la enseñanza pública y la privada, en la privada no hacen huelgas.

    Comentario escrito por JaviWoll — 28 de febrero de 2014 a las 6:51 pm

  2. 2

    Recuerdo a la perfección cuando me topé en uno de mis últimos años de licenciatura con una profesora cuya asignatura había caído en uno de esos planes de innovación educativa que se crearon como paso previo a la adaptación boloñesa. La buena muje, rondando la jubilación -a quien por cierto años después me topé en un cajero, lloviendo a mares, y sin dejarme entrar hasta que ella, con mucha parsimonia, terminase sus gestiones- sigo que me pierdo: pues esta mujer decretó que en su clase modenna un día a la semana teníamos que ir, entregar unas preguntas sobre el tema en cuestión del manual por el que íbamos y hacernos una rueda de preguntas-respuestas entre alumnos. Asistí a una o dos sesiones de esas, que era su adaptación boloñesa, pero el tercer lunes se me solapaba con un viaje montado, para más recochineo, por la propia universidad. Se lo comenté y le dije que le mandaría mis preguntas por correo electrónico. Me dijo que no, que si hacía tal cosa mi trabajo no contaría, puesto que la asistencia era obligatoria. No volví jamás.

    Sobre las huelgas estudiantiles: mi experiencia de ahorita mismo como profesor: en el centro donde trabajo está establecido que tienen derecho a huelgo los de tercero y cuarto de la eso, primero y segundo de bachillerato, pero ¿ojo! para eso tienen que traer firmado cada uno de los alumnos una autorización de los padres, en tiempo y forma; se ha dado el caso de un grupo que ha olvidado entregar la autorización, de segundo de bachillerato, y desde el centro se les prohibió hacer huelga (!?). Esto me ha hecho concluir lo mismo que usted: si se institucionaliza una huelga para dar desfogue a los lógicos cabreos de los alumnos -que por ejemplo en segundo de bachillerato han de esperar hasta quince días para que se dignen enviar a un sustituto- es que las dichas huelgas no son efectivas y no valen para nada, y a los departamentos, consejerías y ministerios varios se la suda por delante y por detrás que los alumnos hagan huelga o no.

    (Una cuestión semejante acaeció en una huelga de profesores: desde dirección nos pidieron, amablemente, eso sí, que les informásemos con días de antelación sobre si secundaríamos la huelga, para poder organizar el centro. Muy amablemente les respondí, y más de un profesor, claro, que no tenía porqué, que ya les informaríamos el mismo día; y que si nuestra decisión causaba problemas era, justamente, porque esa era nuestra intención.

    Comentario escrito por Francesc — 28 de febrero de 2014 a las 7:46 pm

  3. 3

    La verdad es que resulta muy, muy llamativo no sólo el sentido del texto sino el de los comentarios.

    Si hace unos años LPD pública algo así, os corremos todos a críticas. O bien os habéis hecho mayores o conservadores, o nos lo hemos hecho todos… o es cada vez más evidente que, en efecto, lo de las huelgas estudiantiles y el tipo de reivindicación sé intereses de los «sindicatos de estudiantes» ya huele.

    Comentario escrito por Universitari — 01 de marzo de 2014 a las 8:38 am

  4. 4

    […] ¿Tienen algún sentido las huelgas universitarias? […]

    Pingback escrito por ¿Tienen algún sentido las huelgas universitarias? — 01 de marzo de 2014 a las 12:34 pm

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