Yo venía aquí a hablar del derecho penal del Enemigo

…pero todavía estoy buscando la combinación de palabras que sirva para explicarme, a mi mismo y a uds. lo que significa. Significa: quiere decir. Quiere decir: que explica de alguna manera el mundo con el que nos encontramos cuando suena el despertador por las mañanas.

Si les apetece hacer «research» por su cuenta, se lo recomiendo. Las estrategias comunicativas por parte de los siete bandos enfrentados en conflictos estos días van en la línea de deshumanizar al oponente. Pero sólo el poder judicial puede convertir esa deshumanización en algo efectivo, porque los dos pueden trabajar, sonreir, crear (arte, literatura), opinar y manifestarse. Pero el no-humano, argumentan los proponentes del derecho penal del enemigo, no está protegido por el estado de derecho, que es para los ciudadanos (otro día hablamos de las casualidades que no existen). Conclusión: que deshumanizar está feo, pero si tienes al poder judicial de tu parte deshumanizar además sirve para meter en el trullo, o dar hostias, o exigir al resto que «vuelva a la legalidad» mientras tu vas a 190 km/h por una travesía o…

El «Patriot Act» tras el 11-S de los Estados Unidos y la subsiguiente deslocalización a Guantanamo de ciertas actividades son un ejemplo de lo que significa del DP del enemigo. Que la Audiencia Nacional siga con sus actividades a día de hoy empieza a estar claro que sólo se justifica por esa misma concepción del mundo.

A lo que voy, que hoy no es ese día. Que solo les vengo a traer un par de vídeos que me han parecido muy chulos, les recomiendo verlos, y lo que surja.

Uno:

and two:

Salud y democracia, y paz.

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Homenaje a Catalunya

Empezamos bien, con un título rimbobante. Tampoco se me ocurre otro, así que tocará apañarse, o ser criticado/ignorado no-se-qué-es-peor. Al lío.

Ayer se dieron un montón de cosas en Cataluña. Por cosas me refiero principalmente a hostias, aunque también se dieron unas cuantas opiniones. Dos, en realidad, aunque llenas de matices. La que emite gran cantidad de mi entorno, replicando muy de cerca las de los medios de comunicación de masas va por aquí: a mi no me gusta Rajoy, pero la culpa es de Puigdemont. Que es como decir que Rajoy tiene razón.

Perdonen que no me haya presentado. Hola, soy yo. Nací en democracia. Mis padres me enseñaron que pegar es perder la razón, que la patria es el último refugio de los miserables (usando Senderos de Gloria para la lección) y que ellos habían creído que no era necesario matar a nadie para conseguir tener un país mejor. A consecuencia de ello, yo creo que pegar es perder la razón, que la patria mola poco y que se puede trabajar, pensar, diseñar, construir e incluso soñar con un país mejor. Soy un puto cursi.

Otra cosa que aprendí por ahí es que la responsabilidad y el poder van unidos. El poder, hoy en día, está mal definido, es un bug del sistema. En realidad cuando hablamos de esos conceptos abstractos lo suyo es añadir una conjunción o preposición. Poder a secas solo tiene una central nuclear, que tiene un huevo y medio. Igual que «la libertad» está vacía si no hablamos de «¿libertad para qué? (porque si es solo para comprar un trozo de tela o un circuito integrado con conectividad wi-fi, con todos los respetos, apagalo y vámonos), hay que preguntarse: Poder… ¿poder hacer qué?

fisica

Educador español enseñando física de partículas en provincias. Esquema.

España es un estado completamente centralizado, o al menos lo es al 99%. Existen pequeñas parcelas de responsabilidad repartida por este estado centralizado que se erige en supervisor de todo y de todos y que por lo tanto hace dejación de funciones cuando así lo desea. Tenemos amplios ejemplos de todo ello, desde la burbuja inmobiliaria como ente con vida propia hasta el tsunami de corrupción, pasando por la politización de las estructuras de control que deberían haber hecho de contrapeso en todas esas situaciones (BdE, CSPJ, Tribunal de Cuentas, TC…). Hace dos semanas un gobierno en minoría revocó de facto la autonomía de Cataluña tras un consejo de ministros, sin que ni el Congreso ni el Senado ni los tribunales ni absolutamente nadie fuera capaz de objetar de manera efectiva a una decisión que la Constitución prevee en el artículo 155 pero que ni siquiera hizo falta invocar. Invocarlo habría requerido dar explicaciones en el Senado y el Congreso, uy no, quita bicho. En resumen: el Estado Central es el único poder en España, es el único que puede hacer lo que sea, sin dar explicaciones, sin moderación, sin peros. Eso es poder, que se joda Vandellós.

Si me han seguido uds. hasta aquí, igual ya saben por donde voy. Hace un par de años en Cataluña se eligió un govern que salió de las urnas con un mandato claro: 80% a favor de un referéndum. El govern, con su enorme retahila de peros posibles (que los hay, pero esto no trata de eso, que una cosa es equidistante y otra demagogo), no tiene, como les digo, poder para nada. Lo que tiene emana de su población, según la teoría clásica del estado moderno (si es que uds. creen en esas cosas, ya les aclaro que Mariano no). En este brete, el govern lleva desde entonces entre la espada y la pared, con casi casi una única obligación, una cosa que era lo único que tenía que hacer, quisiera o no (modo conspiración «on»: preferían no hacerlo). BUT, si no quería, lo suyo era deponer las actas y rendirse. Lo más probable es que sus sustitutos hubieran tenido un mandato clavadito al anterior. Ese 1% de poder que no tiene el Estado, verán, lo tiene la gente, pero su efectividad es muy baja porque no solemos estar de acuerdo en nada, ni siquiera en la necesidad de estar de acuerdo o no.

podersepuede

Grupo de personas estando de acuerdo. Representación gráfica.

Y ahora, un símil.

Ella se lo buscó.

Un greatest hit en tiempos pretéritos (o no tanto), hoy por hoy, está meridiano que esa frase implica culpar a una víctima de lo que su agresor, que era el que tenía el poder para hacer nada, o todo, y que por tanto tenía la responsabilidad de hacer todo, o nada, va y el muy cabrón hijoeputa hizo. Supongamos que estoy hablando con gente que puede estar, como mínimo, de acuerdo con eso.

El que tenía el poder, el que tenía la responsabilidad, quien, además, tiene que defender a la población, quien tiene que organizar la convivencia (organizador de convivencia: dicese del Estado, según la concepción moderna que de este se tiene a partir de los eventos de la revolución francesa y bla, bla, bla) muy por encima de defender un supuesto «estado de derecho» (que no es más que un instrumento, cuya legitimidad hereda de ser, precisamente, un buen instrumento, y no uno malo, Trujillo tenía un estado de derecho, y unos cuantos retoños, ilegítimos todos a tutiplen) era y es, y hasta que la cosa cambie, el gobierno central y sus tentáculos. La responsabilidad es del que viola, es del que mata y es del que levanta la porra y del que ordena que se levante. Es del que puede no violar, no matar, no levantar una porra.

La doctrina del miedo, dice Naomi Klein, es un sistema de control. Consiste en acojonar con las consecuencias peores en el futuro si no se siguen una serie de directrices que no seguiría nadie atendiendo a su presente. Se rompe cuando la ilusión de un futuro peor se pierde, porque el teatro de sombras falla y la credibilidad del vendedor de pócimas asquerosas se va a la mierda.

Ayer se dieron un montón de cosas en Cataluña, pero la credibilidad de unos, de una idea de Estado en el que supuestamente debemos confiar, que ya estaba tocada, dejó de existir. El poder entró en fusión del nucleo. El Fukushima español. Ya no sirve, este pacto que nos dimos entre todoszzzzZZZ. Se ha roto.

Con todo mi cariño, les deseo a todos ustedes, y a Espanya: bona nit, i bona sort.

Catalanes, qué majos son, saludando.

Catalanes, qué majos son, saludando.

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Carme Chacón

El DICTAMEN SOBRE LA SECESIÓN DE QUEBEC: UN COMENTARIO

Barcelona, octubre de 1999

Extraído de aquí.

1. Introducción

Canadá parece un Estado especializado en no adecuarse a los cánones de la teoría constitucional. Así, aunque se viene considerando que surge como Estado independiente en 1867,  lo  cierto  es  que  la  modificación  formal  de  su  Constitución  estuvo  en  manos  del Parlamento británico hasta 1982. Es el Estado federal más descentralizado del Mundo (al menos,  si  se  mide  en  términos  de  gasto  público:  en  ninguna  otra  federación  los  entes autónomos  gestionan  el  54%  de  ese  gasto)  y  sin  embargo  las  Provincias  no  tienen  ni autonomía  constitucional,  ni  poder  judicial  propio  ni  la  cláusula  residual  le  es  favorable, como pide la teoría federal. En fin, ni siquiera se puede decir que el contenido normativo de su Constitución se imponga siempre a las leyes ordinarias porque el artículo 33 de la Carta de derechos y libertades permite aprobar leyes contrarias a algunos de sus derechos sin otro requisito que su advertencia formal (cláusula no obstante).

Con estos antecedentes, no debe extrañar demasiado que desde agosto de 1998, el Derecho constitucional canadiense establezca  -al menos a grandes rasgos- un procedimiento para la secesión de una Provincia, decisión sin precedentes (recuérdese que en los vecinos Estados Unidos se denegó la secesión a los Estados Sureños en 1861), o de precedentes tan poco operativos   como   el   artículo   72   de   la   fenecida   Constitución  soviética  de  1977.  El establecimiento  de  este  procedimiento  es,  en  nuestra  opinión,  el  resultado  último  del Dictamen del Tribunal Supremo Canadiense de 20 de agosto de 1998 sobre la secesión de Quebec. Y como para llegar a esa conclusión recorre caminos gratos para los dos sectores contendientes, tampoco hay que extrañarse de que cada uno de ellos haya puesto el acento en lo que le favorece. El observador más imparcial podrá encontrar en este Dictamen un breve  tratado  del  Derecho  constitucional,  una  salomónica  apelación  al  Derecho  –  y  sus límites –  como instrumento de ordenación pacífica y consensuada de la vida en sociedad. Además de una llamada al compromiso, a la tolerancia y al manejo de la buena fe entre las partes como vía de solución de los problemas políticos dentro del marco jurídico de un Estado democrático.

2. Antecedentes

Exagerando un poco, podríamos decir que la federación canadiense está en crisis desde que nació  en  marzo  de 1867 porque el pacto por el que surgió el Dominio del Canadá fue rechazado casi por la mitad de los diputados francófonos y porque en septiembre de ese mismo año Nueva Escocia intentó abandonar la Confederación. Después de esa fecha fundacional,  los  desencuentros  entre  los  francófonos  y  los  anglófonos  fueron  continuos,  y casi siempre se saldaron a favor de los segundos como en la ejecución de Louis Riel, el líder  de  la  rebelión  de  los  metís  (mestizos  francófonos)  en  Manitoba  en  1885,  en  la participación -con reclutamiento forzoso- en las dos Guerras mundiales, etc.

Al principio de la década de 1960 lo que venía siendo un vago sentimiento de diferencia quebequesa  cristalizó  en  un  poderoso  movimiento  de  reivindicación  de  mayor  autonomía para Quebec. El Partido Liberal de Quebec supo dirigir una “révolution tranquille” que transformó   la   rural   y   conservadora   sociedad   quebequesa   en   una   moderna  sociedad industrial que reclamaba ser “maîtres chez nous”, jefes de nuestra casa. Precisamente, fue el  fracaso  en  cambiar el status constitucional de la Bella Provincia, lo que propició una escisión  del  Partido  Liberal  que  desembocó  en  1968  en  la  fundación  de  un  partido nacionalista radical, el  Parti Québécois  (PQ). El PQ alcanzó el poder provincial en 1976 y en  1980  organizó  un  referéndum  en  el  que  solicitaba  autorización  a  los  ciudadanos quebequeses  para  negociar  con  el  Gobierno  de  Canadá  una  fórmula  de  soberanía- asociación entre iguales. La propuesta fue rechazada por el 59’56% de los votantes y en ese alto  porcentaje  tuvo  mucho  que  ver  el  carismático  Primer  Ministro  canadiense,  Pierre Trudeau, y su propuesta de reformar la Constitución.

Fiel a su palabra, Trudeau presentó a los diez  premiers provinciales un amplio catálogo de reformas   constitucionales   que,   aunque   en   un  primer  momento  fue  rechazado  por  la mayoría  de  ellos  (Conferencia  de  septiembre  de  1980),  terminó  siendo  aceptado  por  los nueve anglófonos en noviembre de 1981, gracias a una serie de cambios en sentido pro autonómico  como  una  “amending  formula”  más  favorable  a  las  Provincias  y  como  la cláusula no obstante, ya mencionada. Sin embargo, René Levesque, el primer ministro quebequés,  no  aceptó  el  acuerdo  y  se  opuso  a  la  Ley  Constitucional  de  1982  porque consideró que violaba el “derecho de veto” de Quebec. A su favor, tenía dos importantes precedentes: en 1964 y en 1971 la reforma constitucional se abandonó por la negativa de Quebec a aceptar lo pactado por todas las demás provincias.

El Tribunal Supremo no fue ajeno a todo este proceso político: el 28 de septiembre de 1981 emitió un dictamen  en el que consideró que legalmente no era necesario el consentimiento de   las   provincias   para   repatriar   la   Constitución,   pero   que   sí   era   una   exigencia convencional, exigida por la tradición política del país. Retengamos que, como ha sucedido con  el  dictamen  de  1998,  ambas  partes  contendientes  (el  Gobierno  canadiense  y  los provinciales   de   Quebec,   Manitoba   y   Terranova)   encontraron   en   él   elementos   para confirmar  sus  tesis.  Sin  embargo,  en  un  punto  sí  fue  el  Tribunal  Supremo  claro:  ni  las leyes,   ni   las   convenciones   constitucionales   exigían   la   unanimidad   para   reformar   la Constitución,   sino   sólo   un   “substancial   degree”   de   acuerdos   provinciales.   El   6   de diciembre  de  1982  el  Tribunal  Supremo  sentenció,  como  era  previsible  a  tenor  de  su dictamen anterior, que la Ley Constitucional de 1982 era válida porque, sencillamente, no existía un “derecho de veto” de Quebec.

Pero los problemas políticos no siempre se resuelven con sentencias judiciales. Así que el rechazo  de  Quebec  a  la  Constitución  de  1982  no  quedó  resuelto  políticamente  por  la sentencia del Supremo. Para integrar a Quebec en “la gran familia canadiense” el nuevo Gobierno conservador federal hizo nuevas propuestas, que fueron aceptadas por el nuevo Gobierno liberal de Quebec. Así los 11  premiers se pusieron de acuerdo en dos ocasiones para reformar la Constitución de 1982: en las Conferencias del Lago Meech de 1987 y en la de Charlottetown de 1992. Sin embargo, estos acuerdos no fueron refrendados: el del Lago Meech no obtuvo la  aprobación de los Parlamentos de Manitoba y Terranova y el de Charlottetown  fue  rechazado  en  referéndum  por  el  54’3%  de  los  votantes,  posiblemente porque para los de Quebec era demasiado poco, y demasiado tarde para los demás (los del ROC, Rest of Canada) justo porque pensaban lo contrario.

Ante  tanto  fracaso  parece  lógico  que  las  posteriores  elecciones  fueran  ganadas  por  los partidos de la oposición, los liberales en Canadá y el PQ en Quebec. La posición de ambos partidos no podía ser más diferente: los liberales de Jean Chrétien prometían olvidarse de las  reformas  constitucionales  y  concentrarse  en  la  economía  y  los  problemas  cotidianos, mientras  que  los  pequistas  de  Jacques  Parizeau  querían  organizar  otro  referéndum  para alcanzar  la  soberanía.  Así  las  cosas,  en  1995  el  Gobierno  de  Quebec  convocó  un referéndum que obtuvo resultado negativo por el estrecho margen de 50.000 votos (50’56% contra 49’44%). El Gobierno de Quebec, con su nuevo Primer Ministro Lucien Bouchard al frente,  anunció  que  si  ganaba  las  siguientes  elecciones  provinciales  (como  efectivamente sucedió en noviembre de 1998) convocaría un tercer referéndum cuando existieran las “condiciones ganadoras”.

A su vez, el Gobierno de Ottawa  -acusado de inacción por muchos canadienses- puso en marcha algunas medidas para convencer a los quebequeses de mantenerse dentro de la Confederación, como la aprobación de una ley federal en la que se reconoce el carácter de “sociedad  distinta”  de  Quebec;  al  mismo  tiempo  que,  cambiando  de  estrategia  y dando origen a lo que se viene llamando el “Plan B” para retener a Quebec dentro de Canadá, decidió acudir al Tribunal Supremo para que aclarara, tanto las condiciones de un posible tercer referéndum, como las de un eventual proceso de secesión.

En este contexto político es el que se produce la Reference Re Secession of Quebec de 20 de  agosto  de  1998,  que  comentamos  aquí  y  en  el  que  el  Tribunal  Supremo  afrontó  la solicitud del Gobierno federal de 30 de septiembre de 1996 en la que le pedía respuesta a tres cuestiones, que de forma resumida, eran:

1) ¿Permite la Constitución canadiense la secesión unilateral de Quebec?

2) ¿Protege el Derecho internacional una secesión unilateral de Quebec?

3)  Si  las  respuestas  a  las  dos  preguntas  anteriores  fueran  contradictorias  ¿qué  Derecho debería aplicarse preferentemente?

3. Las consideraciones del Tribunal Supremo

a)  Antes  de  entrar  en  el  fondo  del  asunto,  el  Tribunal  Supremo  cuestiona  su  propia competencia para responder a las preguntas que se le formulan. Ello sucede en atención a las alegaciones del amicus curiae – nombrado por el propio Tribunal tras el rechazo del Gobierno   quebequés   a   personarse   en   el   proceso,   que   considera   aborda   cuestiones estrictamente políticas-  de falta de jurisdicción del Tribunal Supremo y, en su defecto, de falta de enjuiciabilidad de las preguntas.

Apelando  a  su  capacidad,  en  calidad  de  tribunal  nacional,  para  otorgar  respuesta  a “cuestiones   jurídicas   concernientes   al   futuro   de   la   Federación   canadiense”     y   cuya resolución,  además,  demanda  la  simple “concreción del marco jurídico en que la decisión política debe ser tomada”, el Tribunal considera que debe responder a unas preguntas que “son de una importancia fundamental para el público y no son tan imprecisas o ambiguas como para que no pueda responder a ellas de forma ajustada a derecho”. Aquí empezaría la  que  podríamos  considerar  lección  canadiense  respecto  a  la  relación  que  debe  existir entre las decisiones jurídicas y los sujetos que se ven afectados por ellas, en este caso, el conjunto de los ciudadanos canadienses. El Tribunal Supremo se muestra especialmente preocupado   por   aportar,   por   medio   de   un   lenguaje comprensible, claridad a sus exposiciones. No sólo en el repaso de la historia de la Federación, y en un uso inteligente de lo que haberle llamado el “quinto método” de interpretación, el uso de la jurisprudencia de  los  Tribunales  extranjeros  e internacionales,  sino  asimismo  en  la  presentación  de  la doctrina   constitucional   en   la   que   basará   la   resolución   del   caso:   los   principios constitucionales  del  federalismo,  la  democracia,  el  constitucionalismo  y  la  primacía  del derecho así como el respeto por las minorías.

b) La primera de las cuestiones enjuiciadas viene referida a la adecuación a la Constitución del Canadá de un proyecto unilateral de secesión por parte de una de las provincias que conforman  la  Federación,  cuestión  a  la  que  el  Tribunal  responde  negativamente.  La segunda, que obtiene resolución en idéntico sentido, a la adecuación de dicho proyecto a los postulados del Derecho internacional público. En este aspecto el Tribunal se hace eco de  la  doctrina  internacional  clásica  respecto  al  derecho  de  autodeterminación,  capaz  de legitimar  una  declaración  unilateral  de  independencia  en  casos  perfectamente  tasados, alejados todos ellos del quebequés. La tercera pregunta se verá sin respuesta al quedar sin objeto,  pues  demandaba  una  declaración  de  cuál  debía  ser  el  derecho  prioritario  si  las respuestas ofrecidas a las preguntas primera y segunda entraran en conflicto.

c) Si el Tribunal Supremo se hubiera limitado a estos pronunciamientos habría colmado sobradamente las expectativas  del  Gobierno  federal  canadiense.  Pero  la  Reference  Re Secession of Quebec ha ido más lejos y ha deparado alguna que otra sorpresa, aunque no lo sea  -en  términos  absolutos-  la  respuesta  negativa  de  los  magistrados  en  lo  que  ya  era, teniendo  en  cuenta  el  simple  tenor  literal  de  la  Constitución  y  los  propios  precedentes judiciales,  la  “crónica  de  una  decisión  anunciada”.  El  Tribunal  constata  la  inadecuación  a una Constitución, que prevé sus propios mecanismos de reforma, de una declaración de independencia unilateral por parte de la provincia francófona. El procedimiento por el que ha optado Quebec para llevar a cabo la secesión del Canadá, por ejemplo en los casos de 1980 y 1995, es pues, inconstitucional. Pero es únicamente la “unilateralidad” del proyecto secesionista lo que reprueba el Tribunal porque a continuación señala que la Constitución ésta formada no sólo por el texto escrito sino por “todo el sistema de reglas y principios que  rigen  el  ejercicio  del  poder  constitucional”,  de  donde  deduce  que  en  caso  de  un referéndum secesionista favorable, ambas partes -Quebec por un lado y “Canadá en su conjunto” por otro- están obligadas a negociar en un eventual proceso de secesión.

Es decir, si el Gobierno de Quebec, en un nuevo proyecto por su independencia, somete a referéndum de su población una “pregunta clara” a la que responde afirmativamente “una clara mayoría de quebequeses”, existe una obligación constitucional -y por ello jurídica- de negociar  la  modificación  constitucional  respecto  a  la  asunción  del  pacto  federativo  de  la provincia   francófona.   De   esa   forma,   los   procedimientos   de   reforma   expresamente recogidos en los artículos 38 a 49 de la Ley Constitucional de 1982 quedan en segundo lugar  ante  la  operatividad  de  unos  principios  generales  que  se  superponen  al  tenor  literal del texto escrito.

d) Esta primera respuesta del Tribunal Supremo canadiense sume, a buen seguro, al constitucionalista en un cúmulo de reflexiones. La primera, la de la relativización de la imperatividad del texto constitucional, que se ve desplazada por lo que los magistrados consideran “la arquitectura interna de la Constitución”, constituida por “cuatro principios fundamentales e informadores de la Constitución: el federalismo, la democracia, el constitucionalismo y la primacía del derecho, así como el respeto a las minorías”. En una decisión que parece casi una síntesis entre el constitucionalismo de corte americano y la soberanía   parlamentaria  británica,  entre  la  asunción  de  la  rigidez  constitucional  y  la comprensión  de  su  necesaria  flexibilidad,  el  Tribunal  Supremo  comienza  por  ratificar  el sistema  constitucional,  para  terminar  innovándolo.  De  la  conjunción  entre  los  principios federal y democrático se origina un deber de las partes de negociar una modificación constitucional para satisfacer el deseo de una provincia de realizar la secesión. Ello cuando exista,  por  parte  de  la  población  de  dicha  provincia,  “una  repudiación  clara  del  orden jurídico existente y una expresión clara” del deseo de secesión. Este supuesto, por sí solo, conferiría  legitimidad  a  un  proyecto  de  separación  territorial  “e  impondría  a  las  otras provincias y al Gobierno federal la obligación de tomar en consideración y  de respetar esta expresión  de  la  voluntad  democrática  entrando  a  formar  parte  de  las  negociaciones  y siguiéndolas de conformidad con los principios constitucionales subyacentes antes mencionados”.

e) Aclarado el marco jurídico -el de un sistema constitucional que va más allá de la letra escrita de  la  Norma  Suprema-  en  el  que  debe  ser  tomada  la  decisión  secesionista,  el Tribunal apela, a renglón seguido, al  self-restraint. Lo hace para así dejar en manos de los actores políticos el determinar no sólo “en qué consiste una mayoría clara en respuesta a una  pregunta  clara”,  sino  también  el  contenido  de  las  negociaciones  y  el  proceso  que debería  seguirse.  Establecida  la  obligación  jurídica  de  la  existencia  de  negociación  entre las partes, su vulneración  -por medio de la omisión de tal deber o su consecución de mala fe- acarreará sanciones sólo de tipo político “oscureciendo la legitimidad de las eventuales demandas  posteriores  de  la  parte  incumplidora  (…)  lo  que  puede  tener  repercusiones importantes en el ámbito internacional”. El Tribunal articula en este punto elementos del Derecho  interno  y  del  Derecho  internacional  para  dar  a  entender  que  la  sanción  política derivada   del   incumplimiento   jurídico   sería   la   propia   del   control   extranjero   de   la negociación. Los terceros estados estarían más o menos dispuestos a reconocer al nuevo estado  independiente  en  función  de  quién  hubiera  sido  el  que  se  hubiera  comportado  de forma inadecuada en el proceso, el establecido por el propio tribunal canadiense para la secesión.  Un  Quebec  poco  razonable  en  sus  pretensiones  o  un  Canadá  intransigente  y menos dispuesto a alcanzar acuerdos que a provocar la parálisis del proceso, serían los decantadores de la balanza en el juicio de la comunidad internacional.

Sin embargo, no debe olvidarse que resta en el campo político el negociar, y bien, materias que son de importancia fundamental para el futuro, tanto de Quebec como del Canadá, y que  se  saben  altamente  controvertidas.  No  es  fácil  entrever  qué  tipo  de  sanción  pueda acarrear  la  violación  del  deber  de  negociar  bien,  de  no  paralizar  el  proceso,  cuando  se hallen sobre la mesa cuestiones político-jurídicas cuya transacción, la mesura o desmesura de la misma, sólo parece verdaderamente valorable por las propias partes.

f) Así, el  camino  jurídico  que,  de  considerarlo  conveniente,  debe  seguir  Quebec  para alcanzar la soberanía se prevé largo y difícil. Primero debe comprobarse la voluntad de los quebequeses mediante un referéndum que debe ser sobre una “pregunta clara” y obtener una mayoría también “clara”. Después de ese aval democrático, se abriría un periodo de negociación,  en  el  que  “todo”  es  negociable  y  que  debe  regirse  por  la  buena  fe  y  los principios informadores de la Constitución, los que conforman su arquitectura interna. Este nos parece, en conclusión, el elemento innovador del Tribunal Supremo en su decisión: la existencia  de  un  deber  constitucional  de  negociar,  de  buena  fe,  entre  la  provincia  de Quebec y el Canadá en su conjunto, en pro de un acuerdo sobre la separación de Quebec. Eso  sí,  siempre  y  cuando  el  pueblo  quebequés  así  lo  haya  decidido  en  referéndum  por medio  de  una  clara  mayoría  y  en  contestación  a  una  pregunta  igualmente  clara.  Tan constitucional  -ajustado  al  derecho  interno-  parece  el  uso  de  este  procedimiento  para  la secesión de una provincia canadiense de la Federación, como el realizable por medio del pertinente  procedimiento  de  reforma  previsto  en  la  Ley  Constitucional  de  1982.  Ambos obtienen   fundamento   en   la   “Constitución   del   Canadá”.   De   esta   forma,   el   Tribunal Supremo,    conjugando    magistralmente    constitucionalismo,    federalismo,    democracia    y respeto  por  las  minorías  consigue  reconducir  a  términos  jurídicos  lo  que  venía  siendo simple vía de hecho del Gobierno quebequés.

g)  La  respuesta  a  la  segunda  pregunta  que  se  formula  ante  el  Tribunal  responde  a  la doctrina  clásica  del  Derecho  internacional  sobre  la  autodeterminación.  La  existencia  del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos es un principio del Derecho internacional público   reconocido   en   la   Carta   de   las   Naciones  Unidas,  en  gran  número  de  sus convenciones y resoluciones, así como en otros documentos jurídicos internacionales. El derecho a la autodeterminación, en su ámbito externo, es inaplicable más allá de los casos de  dominación  colonial  para  permitir  a  la  colonia desprenderse del “poder imperial”, o los casos de pueblos sometidos “al yugo, la dominación o la ocupación extranjeras”. Y en su ámbito interno, el derecho a la autodeterminación puede permitir la realización de una secesión unilateral, pero en determinados casos muy alejados del quebequés. Sólo cuando en el ámbito de un Estado se niegue a uno de los pueblos que lo integren su derecho a la autodeterminación -disposición de sus propios asuntos en la legalidad y sin discriminación, realizando  sus  opciones  políticas  en  libertad  así  como  su  desarrollo  económico,  social  y cultural-   tal  derecho  legitimará  un  proyecto  unilateral  secesionista.  Circunstancias  pues, todas ellas, que, en ningún caso, permitirían a la provincia canadiense de Quebec, bajo los auspicios  del  Derecho  internacional,  realizar  la  secesión  unilateral  cobijada  en  el  derecho de autodeterminación de los pueblos.

h) Por último  y  respecto  a  la  tercera  pregunta,  como  ya  comentamos,  la  falta  de contradicción entre las respuestas dadas por el Tribunal a las cuestiones primera y segunda, la vacían de objeto y por tanto, hacen innecesaria el darle respuesta.

4. Reflexiones finales

Como apuntábamos al introducir este comentario, nos será difícil hallar en el Derecho Comparado otro ejemplo de sistema federal que permita a una de sus provincias o estados miembros  la  secesión.  Si  a  la  luz  del  simple  sentido  común  y  de  la  razón  política  un referéndum favorable a la separación obligaría al Estado central a negociar, ahora existe un deber jurídico de cooperación entre las partes  -la provincia en que se de ese supuesto y la Federación en su conjunto- para proceder a su secesión. En cierta forma esa declaración no puede  dejar  de  considerarse  como  un  refuerzo  jurídico  a  la  postura  del  Gobierno  de Quebec.  La  arquitectura  interna  de  la  Constitución  canadiense,  el  conjunto  de  su  letra escrita   y   los   principios   informadores   de   la   misma,   todos   ellos   con   idéntica   fuerza normativa, procuran una decisión judicial que devuelve al derecho su papel de pacificador social.

A su vez, la claridad expositiva de la decisión respecto de lo que son los principios que informan  la  Constitución  canadiense  en  su  conjunto,  demuestra  el  esfuerzo  del  Tribunal por  hacer  comprensible  su  decisión  jurídica  al  común  de  los  ciudadanos.  Un pronunciamiento que expone el marco jurídico en el que deba tomarse la decisión política, pero sin olvidar su papel: absteniéndose el Tribunal de imponer soluciones concretas que pertenecen a los representantes de la ciudadanía; de tal forma que se mantienen en pie una gran batería de cuestiones que,  prima facie,  corresponde resolver a los actores políticos y sobre  los  que  no  hay  mucho  consenso  sobre  ellos,  como  pueden  ser  la  claridad  de  la pregunta,  la  mayoría  requerida  para  considerar  legítima  la  decisión,  las  fronteras  del Quebec escindido, los derechos de los pueblos aborígenes existentes en el territorio de la actual provincia quebequesa y el reparto de la deuda pública canadiense. En definitiva, una solución salomónica que otorga idéntica fuerza normativa a la letra de la Constitución, y a los  principios  del  federalismo,  la  democracia,  el  imperio  de  la  ley  y  el  respeto  por  las minorías.  Sin  duda,  un  dictamen  de  lectura  recomendable  y  del  que  se  pueden  extraer conclusiones útiles para los Estados compuestos con problemas de integración territorial.

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El día de la señorita

Me permito hacer una entrada rápida, que es mejor que ninguna, porque hay que dedicarle algo a la gran triunfadora de esta semana, Susana Díaz, a la que el comité de redacción de LPD ya está tardando en hacerle un perfil como a todo candidato que se precie. Susana, te queremos!

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No

  • Ahora que se ha ido, ya sólo es Pedro. Pero recordemos que su nombre fue Vacío.
  • No puedo evitar invocar a Martínez para que nos enseñe «Las 10 claves definitivas que necesitabas saber para entender la crisis del PSOE» (el clickbait es cosa mía)
  • Mes nuevo, gobierno en funciones viejo. En la anterior entrada salió un artículo del NYT, es vez le toca a vox.com: No, no es su imaginación, sin gobierno España va bien.
  • Deberes para la semana que viene: consultar webs diferentes, digo, mirar un rato a Simone de Beauvoir.
  • Solo como curiosidad, ahora que ya no hay afrentas a la dignidad ni mentiras ni engaños, los artículos del NO-DO sobre la nada que es el PSOE son un «circulen, aquí no hay nada que ver» (no vayan ustedes a leerselo, ya les hago yo espoiler: blah, blah, blah)
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Hasta luego, amiguetes!

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El día del Señorito

  • Felicidades a todos los premiados que le dieron la mano a una santa.
  • No se le está dando mucho bombo en España, pero hay un señor que se dedica a no levantarse en señal de respeto cuando suena el himno de los EUA, con un par. Su nombre es Colin Kaepernick.
  • Mientras uds. duermen, Soria (el ex-ministro, no la provincia) gana 200 €. Y mientras están despiertos, 420 más. Al día, cada día, twenty-four-seven. Libres de impuestos. Por existir, se supone, porque parece ser que el funcionario, igual que el ministro de la iglesia y la energía, sea partícula, sea onda, una vez hecho ya no pueden no-ser.  Como dice Escolar, son una banda, pero de rock-and-roll.
  • 253 días se cumplían el domingo pasado desde que España entró en su fase de anarquía más prolongada desde 1492. No es un número primo, ni un número de meses exacto ni su multiplicación por el número de diputados de EH da un número satánico, pero aun así, aquí hay un artículo para celebrarlo en el NYTimes
  • En una nota aparte y a modo de coincidencia, esta semana la selección ganó sobre el cesped al rival a batir en esto de andar por ahí sin nadie a quien la UE pueda mandar a por la bandeja del café y a hacer los recortes oportunos. Momento de echar la vista atrás y leer el trato dado a los 541 días de oro por la extinta prensa progresista española. Y con paralelismos!
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¿Qué es soberanía? Salvar a Europa de los europeístas

¿Qué es soberanía?

Me pregunto mientras clavo mi pupila en la tele, que retransmite la histórica tercera última diada autonòmica de l’onze de setembre, millonaria manifestación a favor de un Estado propio. ¿Qué es soberanía? Y es que es una pregunta que muchos catalanes hemos tenido que hacernos bastantes veces últimamente. Tiene su ironía poética, la verdad, que millones de europeos entiendan soberanía como eso de tener un Estado-nación dentro de la UE, en plena crisis del euro y del Estado-nación, sobre todo justo meses después de que Merkel se pasara la soberanía del Estado griego, independentísimo desde 1832, por el arco del triunfo. Si precisamente algo ha quedado claro con el asedio y rendición -esperemos temporal- de Grecia, es que hoy en día, en Europa, ese Estat propi dins de la UE i de l’euro tan anhelado por los catalanes no es en absoluto garantía de soberanía. O, mejor dicho, que quizá esa soberanía popular tiene que ser planteada a escala europea. De eso precisamente se alegraban los eurócratas y sus palmeros letizios (como Garicano, sin ir más lejos), casta suprema europea, cuando consiguieron arrebatar la política monetaria a los Estados y someterlos al yugo de la moneda única: frente a una crisis fiscal, ya no podrían devaluar su moneda, sino sólo sus salarios, aunque fuera por debajo del nivel de subsistencia. Toma la soberanía que nos concede graciosamente la Troika, ésa que consiste en gestionar la miseria. Un plan perfecto.

It’s the political economy, stupid!

Como hemos visto desde el inicio de la “austeridad expansiva” en 2010, un plan perfecto, sí, pero sólo si uno no tiene ni idea de economía, claro está, o, lo que es lo mismo, es de la escuela neoliberal o, en su versión alemana, la escuela ordoliberal de Friburgo, nata en la República Federal Alemana de posguerra, deconstruida por Foucault en su célebre “El nacimiento de la biopolítica” -el biopoder como regulador de la vida y la muerte- y encumbrada, fortalecida y triunfante, cuando la RFA se anexó la RDA bajo el eufemismo de “reunificación”. ¿Quién supervisó el total desmantelamiento y privatización de la industria oriental, en términos espeluznamente idénticos a los del tercer rescate griego? En efecto, el actual ministro alemán de Finanzas y entonces de Interior, Wolfgang Schäuble, oh casualidad, de Friburgo. Las pingües expectativas de beneficios siempre corrompen y Schäuble, también tesorero de la CDU, se convirtió en el Bárcenas alemán de los noventa. Es que ya lo dijo su compatriota: primera vez como tragedia, hoy como farsa. El shock de la reunificación y la expansión hacia el este europeo aportaron nuevas bolsas de trabajadores baratos para la potente industria alemana -crecida al calor del patrocinio gringo planes Marshall y quitas en 1953 mediante, al mismo tiempo que en el sur pactaban con los fascistas, never forget- permitiendo la represión de salarios durante dos décadas y asegurando plusvalías constantes en la balanza comercial alemana bajo la estabilidad del euro. Su contraparte, los déficits de los países del sur, acumulando una bolsa de deuda insostenible que estalló en 2010. No fue irresponsabilidad; fue pura dinámica económica. Tampoco fue una estafa, es que fue una crisis capitalista pura y dura -y resulta que éstas siempre incluyen estafas financieras, sólo hay que leer a Minsky.

Si uno repasa historia económica, se dará cuenta rápidamente que el euro es copia clavada del patrón oro y el patrón oro, que nunca tuvo nada de estabilizador, no terminó precisamente bien: dos guerras mundiales y varios genocidios. Recapitulemos. Para el liberal, que acostumbra a poseer capital e invertirlo (a diferencia del trabajador), es esencial que el valor del dinero sea estable (que no haya inflación) para que pueda seguir acumulándolo. Pero, mal que le pese al liberal, el dinero no es algo pétreo, objetivo y natural: su valor depende simplemente de si la gente lo acepta con la expectativa de que lo podrá usar para comprar otra cosa. Eso es, el dinero es una compleja relación social. Todo el mundo acepta dólares, menos gente acepta euros y alguien acepta libras esterlinas: son comunidades sociales de intercambio, “comunidades monetarias”, bajo el patrocinio de una autoridad política. Es por eso que históricamente siempre fue el soberano -el Estado- el que emitía el dinero que circulara por esas comunidades de intercambio. A cambio, el Estado les pedía dinero en forma de préstamos o impuestos para poder seguir con su represión interna y sus aventuras bélicas y coloniales de exterminio y latrocinio, consolidando y expandiendo la misma comunidad monetaria en el proceso, desposeyendo a campesinos en masa convirtiéndolos en proletarios, esclavizando a africanos en campos de concentración adelantados a su tiempo y así asegurando al liberal tan preocupado por su dinero que la acumulación de capital hasta el infinito y más allá seguía intacta. En palabras de Max Weber, en ese delicado equilibrio consistía la “memorable alianza” del capitalismo del siglo 18 entre bancos y Estados, que se originó en las ciudades-Estado mediterráneas del siglo 14 y culminaría -tenía que terminar mal la cosa- en la Primera Guerra Mundial. El imperialismo como última fase del capitalismo, ya lo decía aquel ruso.

Dicho de otro modo, la economía no existe en el vacío del espacio sideral, sino está acoplada a la misma sociedad. En tiempos de crisis, el liberal mira los números y calcula fríamente que para asegurar sus ahorros hace falta recortar Estado de bienestar y devaluar los salarios. Lo que olvida el liberal es que no son sólo números, sino vidas humanas, recortadas y desahuciadas, oh casualidad, de los mismos trabajadores que con el sudor de su frente le generan los ahorros al liberal: ésa es la paradoja del ahorro keynesiana. Precisamente en ese fundamentalismo de mercado que quita la subsistencia a los trabajadores -mismo biopoder de Foucault- yace la pulsión autodestructiva del Minotauro europeo. Por eso el valor del dinero, sea euro o patrón oro, lo determinan las luchas sociales, entre clases, razas, géneros y naciones: y es que su dichosa y psicópata “estabilidad” se grava en fuego en el cuerpo de trabajadoras y colonizadas en tiempos de crisis. Es el clásico doble movimiento que nos recuerda Polanyi, con la vista puesta en la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial: ante el cataclismo social periódicamente perpetrado por el libre mercado, la sociedad terminará por organizarse y reaccionar, por mera simple supervivencia – en forma de comunismo o de fascismo o, en jerga más moderna, eurocrática y sensata, de populismo. Bienvenido sea, entonces, el populismo, única alternativa al cataclismo social periódico y circular: significa que los días del Minotauro europeo, sea patrón oro o euro, están contados.

Es ahora o nunca y no hay vuelta atrás

Ciertamente, vivimos momentos históricos, en los que la realidad social, económica y nacional construida a partir de la crisis del patrón oro se cae a pedazos y otra de nueva viene. No hay vuelta atrás al mundo anterior a 2008. Las placas tectónicas de la historia se mueven, inexorablemente, abriendo ventanas de oportunidad que sólo se abren cada 30 años. Como advierte Guillem Martínez, estamos viviendo una Segunda Transición: entonces no repitamos los mismos errores que nos llevaron al candado del 78. Como la historia funciona a modo de péndulo, eso nos obliga a pensar dialécticamente, acción-reacción, tesis-antítesis-síntesis, y ahora es la nuestra. El futuro -la soberanía- vive latente en nuestras contradicciones y esto implica alianzas absurdas como la de Syriza con ANEL, el abrazo de David Fernàndez y Artur Mas y Podemos con el aparato del Estado español. Eso es el populismo, que en Podemos tienen bien claro, cortesía de Laclau y Mouffe, pero también en la CUP: y es que en el mundo de hoy, las luchas sociales sólo se pueden articular en clave nacional. Frente a la tremenda polarización social causada por el libre mercado, los que se quedan en el medio -las clases medias- articulan su lucha por la supervivencia apelando a lo nacional, basculando hacia arriba -el elitismo fascista- o hacia abajo -el socialismo nacional-popular. Es así cómo ya se está articulando en toda Europa el doble movimiento de Polanyi, queramos o no: sólo apelando a la soberanía, uno es capaz de incorporar a la derecha y movilizar a la masa crítica necesaria, al pueblo, para llevar a cabo las reformas estructurales necesarias de modo radicalmente democrático y desde abajo. Al igual que Keynes salvó el capitalismo de los capitalistas en los años treinta, sólo así se puede salvar a Europa de los europeístas que la llevan inexorablemente al fascismo, llámese Aurora Dorada, Le Pen o UKIP, en la pulsión autodestructiva de su analfabetismo económico que desconoce en qué consiste realmente ese vil metal. 

Uno dirá: fácil (aunque aún insuficiente) en Grecia, pero triple mortal en España, país de identidades nacionales duales e híbridas, y es que haberlas haylas, aunque siempre sobrelapándose. Hace 4 años, justo antes de las elecciones municipales, nos dijeron al 15-M: “pues si no os gusta presentaos a las elecciones”. Lo hicimos, y ganamos las elecciones, gracias a una potentísima tradición municipalista. ¿Pero cómo ir de lo local para arriba -a lo nacional- constituyendo pueblo de modo legítimo, sin prisa pero sin pausa? Ahí está el movimiento del péndulo, el de múltiples relatos en positivo; en continua conversación, en contradicción, pero sólo así se hace camino andando. El independentismo catalán creció vertiginosamente al ritmo del Espanya és irreformable, al que la irrupción de Podemos replica – y termina estancándose, para decepción de muchos. Ahora la pelota vuelve a estar en las calles de Barcelona: se da la única y sorprendente circunstancia de tener a la amplia y conservadora base social de Convergència lista para hacer una revolución para romper con el régimen del 78, no sé rían, porque parece creíble. Recordemos que Convergència siempre había fluctuado entre dos polos: el primero, el del PP en su versión neoliberal, el de la contrarreforma democrática y siempre lubricado con generosa corrupción a cambio de no ser indepe, cortesía de la Unió de Duran Lleida y el 3% de Ferrovial y Javier de la Rosa; el segundo, el de ERC en su versión más nacionalista. Fusionándose con ERC -y cooptándola en el proceso, no nos engañemos- CDC parece haber roto puentes con las élites del Estado español -eso es, la famosa Casta- y su versión nostrada, el Puente Aéreo, esta vez sin vuelta atrás o así lo atestiguan las recientes declaraciones de la patronal bancaria. Bienvenidas sean, entonces.

Pero si de ellos sólo dependiera, Catalunya nunca sería soberana. Si Mas hubiera sido soberanista de veras, ya en 2010 hubiera desobedecido la cadena de mando eurocrática, se hubiera negado a aplicar los psicópatas recortes impuestos por Zapatero y luego Rajoy por orden de Merkel, hubiera montado una hacienda propia y bon vent i barca nova. Pero no lo hizo, como buena élite subalterna, hasta que la situación fue insostenible – para su propio partido. El soberanismo de Junts pel Sí, sincero pero naíf (sobre todo respecto a la UE), es uno de clases medias y clases medias-altas, el grueso de los catalanohablantes, y ha roto con las élites nostradas, ferozmente españolistas -¡lo son por interés propio, si son los que van a salir perdiendo más de cortar con el Estado español! En la ciudad de Barcelona y área metropolitana, el independentismo correlaciona con la renta, en efecto, pero 1) hasta un máximo a partir del cual cae súbitamente (eso es, el Puente Aéreo) y 2) si uno evalúa en todo el territori la relación se difumina y el factor más relevante es la lengua propia: eso es, hay un eje rural-urbano que muchos análisis de fuera pierden de vista cuando identifican, de modo simplista, independentismo con burguesía. Ahí también hay clases populares, bien no-representadas por la CUP, mientras que en Barcelona lo están por la confluencia popular que incluye a Podemos e ICV, Barcelona en Comú. Mucha tensión desafortunada entre estos partidos evoca sus genealogías de los años 30 a modo de discurso, praxis y organización: la CUP, heredera del anarcosindicalismo y asamblearismo de POUM y CNT, Podemos del PCE e ICV del PSUC, más centralistas y jerárquicos.

Cálculos electorales

Como el nacionalismo burgués de toda la vida, Junts pel Sí necesita de las clases populares, tanto a nivel de cómputo electoral como de masa crítica para el reconocimiento fáctico de la independencia. Dicho de otro modo: con recortes al bienestar nunca habrá soberanía, ni nominal ni efectiva. Según las encuestas, JxS se van a quedar justo por debajo de la mayoría absoluta y van a necesitar a la CUP para conseguir mayoría absoluta de escaños y de votos (excluyendo blancos y nulos). Eso le da a la CUP, partido anticapitalista y feminista, la llave para escoger presidente y marcar el tiempo a la Segunda Transición y que no nos lo marquen: finalmente, la dichosa centralidad del tablero. Si fuera por mí, yo haría a Artur Mas president de la República Catalana, cargo simbólico, y Romeva, que será el número uno de la lista ganadora, de president de la Generalitat, que por algo es el número uno. Esa doble mayoría le da a una declaración de independencia una legitimidad rotunda: es puro mandato democrático. Pero en la práctica la vida es muy chunga y eso no asegura el reconocimiento de su soberanía ni a nivel interno, ni español ni internacional, haciendo peligrar la cohesión social.

Siguiendo los ritmos de la CUP, el gobierno tendría que ser de concentración. Lo primero, implementar una soberanía real: un plan de choque social que revierta los recortes en sanidad y educación y pare desahucios, cortes de suministro energético y reformas laborales. A cambio, Catalunya Sí que es Pot y, por extensión, Podemos, reconocerían la soberanía de Catalunya. JxS, CUP y CSQEP rozan los 90 diputados, dos tercios del Parlament, y los tres están de acuerdo en lanzar un proceso constituyente, soberano y no subordinado a la agenda española: ergo, bloque constituyente contra bloque del 78. Sólo con una alianza entre soberanistas (tanto independentistas como federalistas) se consigue masa crítica suficiente para romper el candado -en 1978 el PSUC proponía programa común con PSC y Convergència, por cierto– y se inicia la cuenta atrás hacia el 20-D: a veces, tontos de nosotros, casi parece que olvidemos que el líder en las encuestas estatales es un partido posfascista escorado a la extrema derecha que de ningún modo va a reconocer Catalunya, ¡pero si ni ha reconocido Kosovo, que cuenta con el patrocinio gringo! Del PP sólo podemos esperarnos lo peor y lo peor es una guerra. La alternativa -en mi humilde opinión, mejor- es el gobierno de coalición mejor valorado en los sondeos, PSOE-Podemos. Y precisamente Catalunya es un granero de votos para Podemos en las generales.

¿Cómo pagar el plan de choque de la CUP con una Generalitat en bancarrota, que en plena crisis de ingresos sólo sobrevive gracias a la línea de crédito que le presta el Estado español, directa desde el BCE? ¿Cómo pagar tal auténtica fiesta de la democracia? Cómo no: Varoufakis nos marca el camino. Varoufakis quemó una etapa, imprescindible para el camino hacia la soberanía: dejó bien claro que con la Unión Europea, casta suprema sin mandato democrático, ya no se puede negociar nada: sólo quieren la sumisión total de los pueblos y sustituir los parlamentos nacionales por la férrea disciplina del euro. Gracias a Varoufakis, quedó bien claro, que el principal motivo para el cual los catalanes quieren la independencia según el CEO, “capacidad y deseo de autogestión económica”, ya no es posible bajo el Minotauro europeo. El Eurogrupo nos dejó bien claro que su modest proposal, único modo de salvar Europa de su pulsión autodestructiva, ya no es posible bajo el euro. Quemada esa etapa, ahora hace falta una ambitious proposal, a ser iniciada por una amplia mayoría parlamentaria en Catalunya (e invitando otros parlamentos europeos a unirse) que responda, a modo de relato en positivo hacia delante, a los graves problemas que hoy existen a escala europea. No es casualidad que Catalunya, entre avisos de corralito y bancos pirándose, se enfrente a los mismos dilemas que Grecia (¡pero también España!): Varoufakis dimitió cuando no pudo crear un sistema de pagos alternativo, o sea, introducir una moneda alternativa (ya que entonces hubiera implicado una salida del euro de facto). Patriotes: el peligro de corralito en Catalunya es muy real. Como nos recuerda el ejemplo griego, es así cómo hoy en día se someten pueblos enteros en Europa. Y sólo enfrentándose a él, los pueblos europeos podrán resolver su soberanía económica y política. Es más: sólo planteando los dilemas de Catalunya como dilemas de cualquier otro pueblo europeo, de tú a tú, obtendremos el reconocimiento fáctico de nuestra soberanía.

Els meus cinc cèntims

Para resolver la contradicción que nos presenta el doble movimiento de Polanyi, hacen falta propuestas “ni de izquierdas ni de derechas” -no se rían- que al mismo tiempo sean radicales, eso es, yendo a la raíz, no lanzando vivas a la Guardia Civil:

1)    lo dicho: que el 27-S desencadene una multitud de procesos constituyentes, articulando pueblo soberano, de modo paralelo y coordinado pero nunca subordinado, en todos los parlamentos de Europa y Mediterráneo que así lo quieran: un confederalismo radicalmente democrático a base de hechos consumados. Democracia política.

2)    Sólo por serlo, los pueblos en proceso constituyente tienen el derecho a emitir moneda. En plena crisis fiscal, sólo así podrán pagar la auténtica fiesta de la democracia a funcionarios y proveedores, pero también pensiones y demás subsidios: con una moneda alternativa, en la línea ya propuesta por Barcelona en Comú. Existen 3500 monedas alternativas en el mundo (más allá de los Pirineos, sobre todo, ¡hasta en Suiza!) para corregir los desequilibrios que tienden a generar las monedas más ‘grandes’. El gobierno anunciaría que todos los pagos de impuestos serían en esa moneda. Es así cómo se crea una “comunidad monetaria” que también es comunidad política: un pueblo articulando su propia soberanía, económica y política. El gobierno no convertirá los depósitos bancarios a la nueva moneda, dejándolos en euros, ni impondrá un tipo de cambio fijo, sino lo dejará variable. No hay problema en la coexistencia de moneda alternativa y euro: ante el imposible dilema político entre quedarse dentro del euro o salirse del euro, por qué no un “que decida la gente” mirándose el bolsillo antes que montar referéndums. De lo que se trata es que el dinero circule, la gente trabaje y se cree valor. En el fondo, la credibilidad de la moneda depende de la credibilidad que el pueblo tiene depositada en sí mismo.

3)    Según la propuesta de Pilkington y Mosler, la nueva moneda no se depreciaría demasiado, porque sólo se pondría lentamente en circulación vía gasto público. Este gasto público se tendría que articular vía banco nacional de inversión creando programas de trabajo garantizado –job guarantee programs-, elegidos y votados en procesos participativos y democráticos a nivel vecinal, municipal, regional o nacional, supervisados por expertos, al estilo de los presupuestos de Porto Alegre. De ese modo, se consigue re-definir lo que es el trabajo, de modo colectivo y democrático. Economistas de prestigio internacional, de corte post-keynesiano, defienden estas propuestas. En España están los hermanos Alberto y Eduardo Garzón, de IU. En Inglaterra Corbyn lo llama “people’s quantitative easing”.

4)    En la misma línea que comenta el experto en desarrollo surcoreano Ha-Joon Chang, hagamos lo que el país rico (Alemania) realmente hizo para ser rico y no lo que nos dice que tenemos que hacer: eso es, soviets. No es coña: en efecto, por ley cada empresa alemana con cinco o más empleados está obligada a tener representación de sus trabajadores en las decisiones empresariales, una característica fundacional del marco institucional alemán, stakeholder capitalism, opuesto al shareholder capitalism anglosajón que la casta española lleva copiando desde 1959 con probado éxito (para ellos). En el espectro continuo y no lineal de la propiedad de los medios de producción que va de lo privado a lo colectivo, la democracia cristiana alemana -modelo exitoso donde lo haya- está muchísimo más cerca de los soviets que nuestro capitalismo de Estado castizo, gobernado con el culo. No es casualidad que en Alemania la austeridad «funcionara»: los trabajadores no tienen problema en rebajarse el sueldo si es decisión pactada y democrática – sólo hay que mirar cómo funcionan las cooperativas. Democracia económica.

5)    Después del asedio y rendición de Grecia el pasado julio, el ex ministro italiano de Finanzas, Stefano Fassina, argumentó la necesidad de crear una alianza de frentes de liberación nacional a nivel europeo que forzara una desintegración controlada del euro. Grecia sola simplemente no puede: su espacio monetario potencial es demasiado pequeño. En cambio, lo que recomiendan los expertos (¡incluyendo los que están en Ciudadanos!) es una salida del euro coordinada entre varios países o, mejor, la introducción de una moneda alternativa y un sistema de pagos alternativo coordinado, que podría ser entre Catalunya, Grecia, Italia, España y Portugal y los que siguieran. Y es que para la periferia, sin ningún control de facto en el BCE, el euro funciona como una marea violentísima: un tsunami previo a 2008 y una brutal sequía después. El BCE siempre fijó los tipos de interés que convenían a Alemania y Francia, bajándolos antes de 2008 (desatando un tsunami en el sur) y subiéndolos en 2011 (prolongando y endureciendo la crisis). Lo que está quedando cada vez más claro es que bajo la férrea disciplina del euro, no es posible ni democracia política ni democracia económica, porque van de la mano: sólo nos queda una lenta y gradual devaluación de nuestro bienestar impuesta salvajemente vía represión policial. Y es que en las condiciones actuales vamos directos a convertirnos en la Florida de Europa, una sociedad totalmente dual con una élite integrada sin problemas en Europa, los letizios de intelectuales orgánicos dando palmas y un pueblo convertido en plebe con una educación y sanidad devaluadas, dando servicio a los jubilados del norte. Eso es lo que nos depara la doble dictadura económica y política. Basta ya de pensamiento esclavo. Es ahora, cuando han petado tanto China, tercer destino de exportaciones alemanas, como Volkswagen, la empresa que tira del carro alemán, que el diktat alemán está en su posición más débil. Estas ventanas de oportunidad sólo se abren cada 30 años.

¿Qué es soberanía? ¿Y tú me lo preguntas? Soberanía…

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Qué pasó el lunes en Baltimore (lo que no verás en los medios)

Club Pobrelberg, siempre a su servicio, oportunamente coloca un corresponsal en Baltimore, Jesus Margar, para informarles de los últimos hechos de la brutal represión policial contra la población afroamericana, que vive sumida en la pobreza y un sistema carcelario más grande que el gulag estalinista. Son las dos caras del Estado neoliberal: la liberal-burbujística (el 50% de las hipotecas de Ferguson son subprime; el 10% de las casas vacías de Baltimore son… del Deutsche Bank, 2012) y la represiva (la policía -que históricamente evolucionó de las patrullas para atrapar a esclavos huidos- mata a un afroamericano cada 28 horas).

El 12 de Abril una patrulla de policía de Baltimore, Maryland (EEUU), se cruzó por la calle con un joven negro, Freddie Gray, en uno de los barrios más pobres de Baltimore. Freddie, no se sabe por qué, echó a correr. La policía corrió detrás de él, le detuvo y le metió en un furgón. Freddie no ofreció resistencia a la detención. Cuando salió del furgón su espina dorsal había sido dañada. Murió el 25 de Abril a consecuencia del daño recibido bajo custodia policial. Luego dirían que llevaba un cuchillo, aunque no hay fotos del mismo ni descripción, podría ser un cuchillo de mesa o una navaja multiusos. El único motivo por el que este caso está bien documentado es porque un viandante le echó agallas y grabó la detención con su teléfono móvil.

Los policías fueron apartados del servicio con sueldo. Es decir, vacaciones pagadas (en un país donde las vacaciones rara vez son pagadas). Ni arresto domiciliario, ni imputación judicial. Una investigación que se cierra en falso muchos meses después y a correr. Una muerte más a manos de la policía. Seis el año pasado. Ninguno de ellos blanco.

Durante una semana distintos colectivos sociales protestaron la detención (que en realidad es más una ejecución sumaria que una detención). Los mass media no hicieron ni caso, claro. El sábado, día en el que murió Freddie, hubo una manifestación delante del estadio del partido de béisbol local, Orioles. Algunos fans (los fans de Orioles son mayoritariamente blancos) empezaron a gritar lemas racistas incluyendo ‘Fuck Freddie Gray’ (que le jodan a Freddie Gray) y como consecuencia algunas personas causaron disturbios muy leves: algún empujón, lanzamiento de alguna papelera. Más tarde esa noche un par de establecimientos de cadenas de distribución 7 Eleven fueron saqueados.

El lunes por la mañana tuvo lugar el funeral por Freddie Gray, al que asistieron miles de personas. La familia pidió que no hubiera movilizaciones durante dos días en señal de duelo. El miércoles había planeada una gran manifestación en Baltimore para protestar por la brutalidad policial. Sin embargo, el lunes 27, un grupo de jóvenes asaltó varios comercios en el barrio de Mondawmin, incluido un supermercado que ardió completamente. En apariencia esto fue debido a la acción de bandas (gangs). El Gobernador de Maryland, en coordinación con la alcaldesa de Baltimore, decidió declarar el Estado de Emergencia y llamar a la Guardia Nacional, una especie de Ejército interior de EEUU que ha participado en Irak y Afganistán.

Hasta aquí la historia oficial. La mayoría de medios, incluyendo CNN, MSNBC y Fox News no han querido ir más allá para explicar qué llevó a un grupo de jóvenes desorganizados a poner a algunos barrios de la ciudad en una situación de falta de Gobierno. Afortunadamente medios más pequeños, si bien más profesionales, como The Real News Network o Democracy Now! han permitido que se abra paso una explicación distinta, más coherente y más anclada con la realidad. En este artículo intentaré hacer un resumen de lo acontecido.

En la conjunción de Penn Avenue con North Avenue, en el barrio de Mondawmin en Baltimore, se hayan un supermercado CVS y una parada de metro. En la zona hay varias instituciones educativas públicas, incluyendo un “Historical Black College” y un par de colegios. El lunes la policía dijo que había recibido de una fuente creíble el chivatazo de que se estaba planeando una insurrección violenta en la zona.

La policía decidió pedir al centro escolar que no dejara salir a los jóvenes a la calle. El instituto recibió a su vez un chivatazo avisando de que un grupo de blancos supremacistas tenía pensado asaltar el instituto.  Mientras los estudiantes estaban encerrados, la policía cerró la estación de metro cercana y dificultó la circulación de autobuses. Cuando el instituto pudo por fin dejar salir a los estudiantes, estos se encontraron con que no tenían medios de transporte para volver a sus casas. Es más, sacó a los estudiantes de algún autobús al que se lograron subir. Entre tanto llevó a cabo una táctica de olla a presión: mantener la zona cercada  dentro de sus posibilidades  impidiendo la circulación, y calentando a los manifestantes hasta que algunos de ellos, queriendo salir, se líen a pedradas (esto es lo que pasó).

Para esto los mandos no trajeron a todos los antidisturbios que tenían disponibles. La cadena de radio WBAL, que no es precisamente revolucionaria, contaba como cientos de policías se encontraban cenando sándwiches apostados en Camden Yards, a varios kilómetros de distancia, esperando por si pasaba algo. Y algo estaba pasando, pero los mandos no los movieron, al menos hasta el anochecer.

Los manifestantes se fueron calentando y empezaron a entrar en comercios de cadenas de distribución nacionales como CVS. Contrario a lo que se ha publicitado en ciertos medios, no se llevaron televisiones de plasma, que no había, sino rollos de papel higiénico y pañales.

Esto denota las prioridades a las que se enfrenta esta gente. Están dispuestos a arriesgar su libertad (robar cualquier cosa, por pequeña que sea, implica cárcel) por conseguir algo de papel higiénico y pañales porque no se lo pueden permitir. Por cierto, la ironía debe ser enorme para aquellos que critican a Venezuela mientras alaban a EEUU, argumentando que en Venezuela no hay acceso a papel higiénico. Las preguntas que cabe preguntarse son varias.

¿Por qué la policía cortó los servicios públicos e impidió a los estudiantes la libre circulación?

El argumento a primera hora de la tarde era que se habían planeado disturbios, si bien no ha habido ninguna prueba de lo mismo, ni quién los planeó ni qué fuerzas tenía para llevarlos a cabo. Lo que sucedió fue que la policía creó esos disturbios encerrando a los alumnos e impidiendo que pudieran llegar a sus casas.

¿Por qué la policía no actuó hasta bien entrada la noche, manteniendo agentes a kilómetros de distancia concentrados?

Hay sólo dos respuestas posibles. O bien le parecía más importante proteger el barrio rico de Inner Harbour aunque fuera improbable que ocurriera nada ahí porque no había manifestantes, o bien quería que los disturbios ocurrieran. Puede haber sido una mezcla de ambas, pero la segunda opción tiene más posibilidades, a la vista de los hechos, que siguen el modus operandi de la policía durante las manifestaciones de Génova en 2001 contra el G8.

¿Y por qué iba a querer la policía que los disturbios ocurrieran?

Repasemos el orden de los acontecimientos. El Gobernador declaró el estado de emergencia la noche del Lunes. Esto implanta un régimen autoritario con toque de queda y ocupación por parte de la Guardia Nacional incluido. Hubiera sido muy difícil justificar esa medida si no fuera porque antes ardió un supermercado. Es importante destacar que la Guardia Nacional apenas ha hecho mucho durante su despliegue en Baltimore, más allá de Pratt Street, en Inner Harbour. En esta zona comercial han puesto militares cada dos metros para hacerse la foto para los medios.

En Pratt Street no hubo disturbios, claro, pero la foto es la foto. La misma foto en un barrio pobre de Baltimore, lleno de negros protestando, no hubiera tenido el mismo efecto propagandístico.

¿Y por qué querrían los mandos policiales que se estableciera un régimen autoritario en Baltimore?

La noche del Domingo, lo que se preveía era que el Miércoles hubiera una gran manifestación. Visto el número de gente que acudió al funeral o que acudió a la manifestación del Sábado, hubiera sido un evento reivindicativo importante, que hubiera forzado a la alcaldesa, y a los mandos policiales a asumir responsabilidades. Con la ocupación llevada a cabo, cualquier calendario de movilizaciones se ve trastocado de manera importante, y el apoyo popular bajará debido a eso que siempre opera en política, y que rara vez se menciona: el miedo.

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Ateneu Enciclopèdic Popular

Juraría que están cantando villancicos, pero me consta que ya no es Navidad. Ya nadie regala nada. Un coro entona frente a un palacete que inmediatamente cierra sus puertas. Todo muy Dickens. Escucho el canto. ‘Lluitarem per la utopia / tant si volen com si no, / no acceptem la jerarquia / dels que imposen l’opressió’. No es un villancico. Es el ‘Cant d’Utopia’, compuesto por Ramon Muns. Y estamos aquí para exigir un local digno para el Ateneu Enciclopèdic Popular, dando inicio a una campaña con un lema muy acertado que resume los últimos 76 años del Ateneu: ‘De los papeles quemados al papel mojado’. No venimos a pedir que nos den algo, payo; venimos a pedir que nos devuelvan lo que siempre fue nuestro. La memoria obrera y popular. Un bien colectivo.

El Ateneu se creó en el año 1902 y estrenó sede en el Raval cuatro años después. Tenía 25.000 socios cuando el FC Barcelona tenía unos 3.000. Hoy el Barça tiene unos 100.000 socios y el Ateneu unos 200. Así, sin más ceros. Sign of the times. El 26 de febrero de 1936, después de ocupar los edificios institucionales, las tropas fascistas se vinieron corriendo al Ateneu, en la calle del Carme. Amontonaron su fondo bibliográfico y archivístico en la calle y le prendieron fuego. El solar que la Generalitat había previsto para un nuevo Ateneu fue a parar a las manos de un falangista que hizo negocio montando una pensión. Allí donde se proyectó el Ateneu hay ahora un hotel cinco estrellas, otro tipo de pensión marca Barcelona.

Hoy el Ateneu se ubica en un piso en passeig de Sant Joan, homenaje en sí mismo a aquellos pisos de la clandestinidad con regusto a penumbra y humedad. En 2009 el Ayuntamiento se comprometió por escrito a buscar y ceder un local acorde a las necesidades de una entidad que atesora documentos de gran valor. Así hasta hoy. Papel mojado. Barcelona pasó de la Rosa de Fuego a la Rosa del PSC y de ahí a los capullos no hay más que un paso.

El acto de inicio de campaña tiene una mecánica sencilla. Toman la palabra gente comprometida de los barrios (una ciudad sin barrios vivos es un envase vacío) y hay poetas y canciones. No podía ser de otra manera. Siempre he dicho que una revolución sin canciones es como un cielo sin pájaros (o como mi cuerpo sin sus manos, pero eso es ya otra historia y aún es demasiado temprano para beber). Van pasando los poetas: Xavier Theros, maestro de ceremonias; Gerard Horta, vomitando su asco por todos aquellos políticos autollamados de izquierda que barrieron la memoria popular bajo la alfombrilla de los despachos; Enric Casasses, la nit vera està malalta som dolents perquè fa falta; y Federico García Lorca del brazo de Antonina Rodrigo. Lorca vino a Barcelona invitado por el Ateneu el año 1935, para un recital con Margarida Xirgu. El Teatro Barcelona quedó a petar y hubo que instalar altavoces para la gente que se agolpaba en la calle. La multitud les acabó haciendo la ola, un tsunami de júbilo Ramblas abajo.

Hoy no se hace la ola, que es suficiente con la ola de frío que te congela los pies, pero se escucha con atención. Hay autocrítica hacia algunos rifirrafes cainitas entre asociados (normal en un espacio tan pequeño, me supongo); se aboga por tirar de transversalidad y respeto mutuo, como en los primeros tiempos, para no decantarlo en exceso a una componente exclusivamente libertaria, si bien siempre he tenido lo libertario por algo más transversal y respetuoso con el otro de lo que se le supone. Se habla de un Ateneu en tiempo de redes sociales como una red de carnes y huesos en la que te puedes tocar y reconocer mirando a la cara de frente, y no mirando sólo el perfil; un Ateneu punto de encuentro de propuestas de autogestión y producción de debate, que no sólo de archivos vive el presente.

La campaña para exigir un espacio digno para un Ateneu que a punto estuvo de desaparecer por un socavón cuando las obras del CCCB (en Barcelona el área de urbanismo se parece muchas veces a la Luftwaffe), debería servir también para poner su actividad en el mapa, relanzarlo, hacerlo crecer y rejuvenecerlo. Mantenerlo vivo, vaya, porque sino cualquier edificio acaba siendo un mausoleo. La memoria rebelde no está hecha para quedarse en casa, le pueden las ganas de abrazarse a la gente y tomar la vida al asalto.

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Ana ismee Naji al-Ali

Ahora por lo que se ve no sólo le hacemos el juego a Artur Mas y al Centro Nacional de Inteligencia al mismo tiempo, pero esta vez también al yihadismo internacional. Es un constante hacerle el juego al enemigo: resulta que somos parte de esa izquierda esquizofrénica que critica a la Iglesia católica pero defiende el hiyab y que justifica la masacre del Charlie Hebdo «porque ellos se lo buscaron», ya que 1) ofendieron al Islam y 2) votaban y tributaban en Francia, o sea, que además incurrimos en un espantoso blame-the-victim de libro. Uf. En la otra dirección, muchas acusaciones a lo Acebes el 11 de marzo de 2004, muchos ETA-no-vascos-sí, muchos esencialismos baratos -¿por qué nos odian estos fundamentalistas?, que diría Bush-, mucha confusión -¿deliberada?- entre justificar violencia política y entender su lógica subyacente – con el propósito de pararla de una vez. Supongo que pedir el derecho a la autodeterminación de Euskal Herria es, también, hacerle el juego a ETA, al igual que pedir la jornada de 8 horas era hacerle el juego a los murcianos de la FAI. Nervios a flor de piel y simplismos en todas direcciones que hacen más daño que bien.

Acusaciones un poco curiosas, dado que el Estado Islámico en el que militaba Coulibaly quiere exterminar a los musulmanes chiíes (que, por cierto, sí representan visualmente al profeta Mahoma, qué irónico eh), entre los que se cuentan mi novia y mi suegro. Sin ir más lejos, el pasado junio el EI mató en un día a 1700 chiíes, cien veces los muertos en Francia. Acusaciones un poco curiosas, dado que un buen amigo de buenos amigos, Nejat Agirnasli, murió luchando contra el EI en Kobane, Kurdistán. Igualmente me cuesta entender la acusación de que justificaba el asesinato de peña por 1) y por 2), porque parece asumir implícitamente que sí hay algunos asesinatos justificables, pero el problema son las razones 1) y 2). Por principio, yo no justifico ningún tipo de asesinato ni ninguna otra forma de violencia. Yo hago obedientemente lo que me pedían Zapatero y Aznar años ha, «condeno toda violencia», pero es que entonces eso nos obliga a estar en contra del Estado del cual ellos fueron máximo cargo ejecutivo, porque el Estado, según la misma definición de Weber, es una comunidad humana que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia.

Históricamente, la comunidad humana que consiguió este monopolio, constituyéndose en esfera pública de Habermas e ideal liberal de nación, fue, oh sorpresa, la de los hombres blancos ricos, ricos primero por ser señores de la guerra feudales y luego por ser capitalistas. El Estado-nación moderno fue un proyecto esencialmente identitario y excluyente: ésa es la perversa magia del contrato social, según la feminista Pateman y el postcolonial Mills: si eras miembro de la esfera pública, citoyen de la nación, eras uno entre iguales y con derechos innatos. Ahora bien, fuera del Estado-nación no había ciudadanos con derechos y libertades, sino tan sólo cuerpos humanos a encerrar, gestionar, expropiar y exterminar -la famosa biopolítica de Foucault: si eras mujer, quedabas relegada en casa sin poder salir y sin voz ni voto. A los campesinos, también sin voz ni voto en la esfera pública, se les expropiaba las tierras y se los expulsaba, echándolos en la miseria de la condición proletaria, sin ni tan sólo derecho a asociación ni libertad de expresión. Al sujeto colonial, bueno, uf, qué decir. Sin ir más lejos, Francia les aplicaba en todo su imperio el Code de l’Indigénat, que los relegaba legalmente a un estatus de ciudadanos de segunda categoría: en la práctica cualquier hombre blanco podía castigar a un sujeto colonial por delitos que iban desde asesinato al ultraje a Francia (ehem) sin garantías y como quisiera -incluyendo decapitación a la Estado Islámico, introducida en Argelia y Oriente Medio por los franceses.

Zizek llama hipocresía liberal a ese esencial e indignante doble rasero en el que se fundamentan las instituciones del Estado-nación y la democracia representativa, por la que unos disfrutan de plenos derechos y libertades mientras a otros se les es negada su mera condición humana. Por algún tipo de disonancia cognitiva, los firmantes de la declaración americana eran capaces de escribir «we hold these truths to be self-evident – that all men are created equal» mientras al mismo tiempo casi todos eran propietarios de esclavos. Al igual que John Locke, el gran pensador liberal. En 1841, otro gran pensador liberal, Alexis de Tocqueville, justificaba entusiasmado el exterminio de toda la población argelina, que terminó dejando 825.000 muertos, una cuarta parte de la población.

Whatever the case, we may say in a general manner that all political freedoms must be suspended in Algeria.

War in Africa is a science. Everyone is familiar with its rules and everyone can apply those rules with almost complete certainty of success.

Alexis de Tocqueville

Sobre libertad de expresión, dobles raseros y ultrajes a Francia. En 2003, Sarkozy les metió un juicio penal a la banda de rap Sniper por llamar zorra a Francia y por antisemitas, racistas y ofensivos. En 2006, Monsieur R recibía otro juicio por llamar puta a Francia y prometer cagarse en Napoleón y de Gaulle. En 2008, una escandalizada clase política francesa se prometió cerrar los estadios de fútbol si se seguía silbando al himno francés. En 1961 Francia censuró el magistral libro postcolonial de Frantz Fanon, Les damnés de la terre. En octubre de 2014 la policía mató a un manifestante blanco, pero tranquilos, era perroflauta. Ayer detuvieron al comediante Dieudonné por apología del terrorismo. Ya puestos, llevar hiyab queda amparado bajo la libertad de expresión, supongo, ¿no?

Should France remain in Algeria? If your answer is «yes», then you must accept all the consequences.

Coronel Mathieu en The battle of Algiers, película de 1965 prohibida en Francia y visionada en el Pentágono en el inicio de la guerra de Irak para planificar la contra-insurgencia

Our view, on the other hand, is that man finds himself in a complex social situation in which he himself is committed, and by his choices commits all mankind, and he cannot avoid choosing. He will choose to abstain from sex, or marry without having children, or marry and have children. Whatever he does, he cannot avoid bearing full responsibility for his situation.

Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo

La “libertad de expresión sin límites y sin consecuencias” tiene todo el sentido del mundo en una comunidad que es socialmente homogénea, en particular cuando todos los miembros de la nación eran hombres ricos blancos. Ahora bien, si se reserva a un grupo social, ya no hablamos de derechos, sino de privilegios. En la esfera pública liberal, las tensiones sociales en forma de patriarcado, nacionalismo, capitalismo y colonialismo quedan difuminadas e invisibles, pero eso no quita que sigan existiendo: si la comunidad es muy diversa y heterogénea y llena de tensiones sociales, nos encontramos en una sartriana compleja situación social en el que el contexto social e histórico de cada uno es crucial y del que debemos ser plenamente conscientes, sobre el que tomar decisiones en libertad y atenernos a sus consecuencias, como decía Sartre, que si no es mala fe. Un alemán no puede reírse de los judíos en público, ni un gringo de los afroamericanos. En Estados Unidos, un comediante sólo puede reírse de negros y judíos si él mismo es negro o judío.

Eso es la dialéctica social e histórica: ser conscientes de la posicionalidad de cada uno en la compleja situación social y operar en consecuencia. Distinguir entre lo que es una conversación interna de una comunidad social y lo que es una conversación entre comunidades. Lo problemático es cuando te metes con la cultura del otro, sobre todo cuando históricamente has sido el beneficiado por ese exclusivo contrato social y te metes con una comunidad que históricamente ha sido excluida por él (a la que, por cierto, tu Ejército se dedica a bombardear periódicamente). Y, básicamente, eso -privilegio ganado a sangre y fuego- es lo que llevamos haciendo los europeos desde que empezamos eso del colonialismo (y los hombres con las mujeres y los ricos con los pobres), meternos con las culturas de los otros desde un púlpito secular –nunca mejor dicho- de supuesta equidistancia pero legalmente amparados por un terrible supremacismo blanco, masculino y clasista. Qué era la mission civilisatrice francesa sino eso – típica arrogancia europea. Un poco de por favor: parad de recordar vuestros privilegios ganados al resto del mundo. Como nos recuerdan los historiadores económicos desde Wallerstein, si nos industrializamos fue gracias a la acumulación de capital esclavo de las colonias: ¿por qué los catalanes nos especializamos en algodón y los escoceses en tabaco? El obrero como imagen especular del sujeto colonial: si las fábricas catalanas se llamaban… ¡colonias textiles!

No nos engañemos bajo la máscara de una pretendida libertad de ofender a la religión: en Francia, si un blanco caricaturiza al Islam, está riéndose de su propia minoría social de 5 millones de origen africano, descendientes de los pueblos colonizados y exterminados por los antepasados de la población blanca y que en 1945 pasaron de ser legalmente ciudadanos de segunda clase a sólo serlo de facto. No es un tema de corrección política: las caricaturas de Charlie Hebdo eran la continuación de una noble tradición francesa –no el secularismo, sino el orientalismo: caricaturizar a los árabes para luego poderlos colonizar y exterminar- que se remonta al siglo 18, como bien explica Edward Said en su magistral libro. Sin justificar nada, claro está, eso es lo que hacía Charlie Hebdo: racismo de Estado francés, el bruit et l’odeur infame de Jacques Chirac.

Hay más apoyo al Estado Islámico en Francia que en Palestina. Si aplicáramos a los franceses la propia lógica que Hollande aplicó a Libia o Mali hace pocos años tendríamos que bombardear París, linchar a Hollande en prime time y dejar que el país cayera en una sangrienta guerra civil. Pero no lo hacemos, porque el tratamiento de los ex colonizados sigue siendo diferente al de los ex colonizadores – ah, otra vez el agridulce doble rasero liberal. Ésa era la idea de Coulibaly: aplicar la lógica del Estado francés a los franceses. Afirmación problemática, pero, estrictamente, verdadera: Hollande, Cameron o Netanyahu representan mucho mejor a sus sociedades que Coulibaly al Islam -¡si hasta Hamás y Hezbollah han condenado el atentado!- o eso mismo reclama la democracia representativa del Estado-nación, ¿no? El problema es la lógica de Estado, sea éste Francia, España, Arabia Saudí o el Estado Islámico. Como explicaba Ilya Topper, de hecho están todos conchavados vía el sistema geopolítico del petrodólar, construido en los setenta cuando se pasó de producir carbón, que daba un gran poder a los sindicatos mineros británicos contra Thatcher, al petróleo de las terribles dictaduras del golfo, producido por esclavos de facto, como cuenta Tim Mitchell. Divide y vencerás – es la lógica del Estado de excepción, la razón de Estado, que diría Foucault, razón que desahucia y amordaza, ahora convertida en fundamentalismo de mercado neoliberal. Fundamentalismo de mercado, la otra cara del fundamentalismo islámico: después de cada rotundo fracaso de la austeridad neoliberal, ya sólo se puede llamar de ese modo, como ya se hace en la academia. Y es que la correlación casi milimétrica entre desigualdad y número de fuerzas de seguridad no es por casualidad: el Estado neoliberal que excluye socialmente y reprime militarmente como un Janus de dos caras: ya lo decían Bourdieu y Wacquant.

Y no, Houllebecq, islamofobia sí es racismo, porque en su forma actual no es más que odio a los árabes, otro pueblo semita: islamofobia es antisemitismo. Ah, ahí es donde quería llegar yo. Los que se llenan ahora la boca con los “valores de la Ilustración” y critican a la izquierda que “le hace el juego al Estado Islámico” olvidan, muy oportunamente, el fundamento esencialmente totalitario de la dialéctica de la Ilustración, como nos recuerdan Horkheimer y Adorno, pero también Michel Foucault (de que el salafismo es de hecho la versión otomana de la Ilustración, barato nacionalismo burgués, ya ni hablamos). A los judíos se los intentó exterminar exactamente “porque no se querían integrar” en la cultura europea, secular y blanca, como indica Hannah Arendt. Y Arendt remata: el fascismo tan sólo es colonialismo aplicado a europeos. Dicho de otro modo, los nazis hicieron en Europa lo que los franceses hacían en Indochina o Argelia -¡ésa fue la línea de defensa del nazi Klaus Barbie por Jacques Vergès! y los españoles en Latinoamérica. Pero la culpa colectiva sólo la asumieron los alemanes: parece que escogieron mal sus víctimas… No es por casualidad que sea Merkel, irónicamente la líder del diktat neoliberal de la UE, la que diga que el Islam sí es parte de Alemania. Mientras tanto, el día nacional de España sigue conmemorando un genocidio, el 12 de octubre de 1492, pero nada, eh. Circulen.

Otra vez: los sueños de la razón produce monstruos. Cierto: históricamente, las instituciones que componen el Estado-nación emergen, se expanden y perfeccionan como máquinas de matar y expropiar al calor del colonialismo, que incrusta en sus prácticas puro supremacismo blanco. Primero lo sufren los colonizados, pero una vez perdidas todas las colonias como le pasó a España, ¿quién lo sufre? Pues quién va a ser: el pueblo colonizador, contra el que se vuelve ese particular monstruo de Frankenstein, esta vez en forma de fascismo: España 1936; Alemania, Italia. Tremenda inexorabilidad histórica: en esa crisis terminal del Estado-nación liberal europeo, piedra angular de la UE, ahora parece que es el turno de Inglaterra, Francia, Rusia e Israel, sin ir más lejos. Ya ahora están recortando las libertades civiles, irónicamente en nombre de la libertad, una vez más. En Ucrania ya tenemos el precedente de un golpe de Estado de extrema derecha. Como nos advierte Adam Tooze, historiador económico de los años veinte, en The Deluge,  austeridad y fascismo van ligados, porque el segundo es el brazo armado del primero.

¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!

Es ahora que evoco la Setmana Tràgica de Barcelona cuando anarquistas, socialistas y republicanos se levantaron en 1909 contra el gobierno conservador de Maura, que quería enviar tropas reservistas, sólo formadas por obreros, a Melilla a defender los intereses mineros de respetables familias burguesas y ex esclavistas después de que indígenas fanáticos mataran a cuatro obreros.  Ése es el internacionalismo que mola: ver que todo está conectado, ser consciente de la posición social e histórica de uno mismo y desde ahí siempre, siempre, meterse contra el poderoso. En Líbano, en Egipto, en el Kurdistán, en Pakistán, en España, en Catalunya, en Francia, en Grecia, en todos sitios. Ana ismee Naji al-Ali.

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Lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer

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Un día entre el 15 y el 22 de mayo de 2011 –ya hace tres años- estábamos en plaça Catalunya, discutiendo y vibrando en ese procés participatiu que fue el 15-M, no-representándonos a nosotros mismos, siendo y haciendo política al mismo tiempo, abriendo una brecha en el régimen de 1978 que luego cada vez se haría más grande. En uno de la multitud de grupos que había por ahí, faltaba un tercer megáfono, me dice un chico. “Cierto, tienes razón – pero si lo echas de menos, ve a buscarlo, ¿no?”

Nos hemos acostumbrado tanto a delegar. Votamos cada cuatro años. Pasamos –legalmente- de nueve a cinco cada día recibiendo órdenes en nuestro trabajo. Desde el neolítico. Si algo aprendí en el 15-M, es que si echas de menos algo, es porque tú mismo tienes que contribuir ese algo, sea lo que sea. No hay que delegar. Qué es eso sino soberanía, auto-determinación, derecho a decidir. En la pregunta del chico por un megáfono, había una línea mental, invisible, en el que delegar el ir a buscar un megáfono era lo lógico y normal, como la línea invisible que impide a los burgueses salir de su comedor aristocrático mexicano en El ángel exterminador de Buñuel – a la inversa. Hay que subvertir esa línea – en esa tan gramsciana guerra de posiciones por la hegemonía – y desbordarla, con lo que sea, aunque sea un tercer megáfono. El 15-M rompió esa brecha invisible, social, política y económica.

Del 15-M salieron tres procesos de soberanía, económica, social y nacional: la Plataforma de Afectados de la Hipoteca, el Procés independentista y Podemos. Cada uno de estos procesos, siempre en conversación entre ellos para tener éxito, tiene que enfrentarse a tres niveles políticos: local/territorial/nacional, estatal y europeo. Cada uno de estos procesos es consecuencia directa de la economía política –porque van juntas- de la burbuja que asoló España entre 1998 y 2008, pero también la burbuja de 1985-1992 y la de 1970-73. Lo explica muy bien Isidro López, el mejor economista español que he leído hasta ahora, en mi opinión, en Fin de ciclo: Financiarización, territorio y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano (1959-2010).

Y es que estamos en un fin de ciclo, ciertamente. Como me mola la dialéctica de la historia siempre me paso de frenada y me voy muy lejos en el tiempo, si tuviera que ir más atrás en esa onda larga del capitalismo hispano añadiría más fechas: 1939, 1931, 1898, 1714, 1492 y 711. Hay para todos los gustos. La Europa post-colonial también tiene que enfrentarse a su pasado. El creciente fascismo y racismo que la asola en todas sus latitudes es una reacción de sus clases empobrecidas hacia la inmigración, que precisamente viene de los países masacrados y desposeídos por nuestras aventuras imperiales. Qué casualidad eh, que los ecuatorianos hablen español.

Qué casualidad eh, que los catalanes también hablemos español. Qué casualidad eh, que el ron Bacardí, cultivado en plantaciones de esclavos en Cuba, fuera empresa catalana. Y es que el capital acumulado de trabajo esclavo en Cuba y Puerto Rico es el que luego se repatrió y permitió industrializar Catalunya antes de Restospaña. Eusebi Güell, el mismo mecenas de Gaudí, era hijo y yerno de esclavistas pasados a industriales textiles. Con el capital esclavo catalán se construyó el Park Güell y se fundó el Banco Hispano Colonial, con el que se financió la deuda pública del Estado español para la expedición militar española que reprimió la primera revolución cubana de liberación nacional entre 1868 y 1878. El Banco Hispano Colonial se metería a operaciones bien oscuras con propiedades de tierras durante la Guerra Civil, que ya podemos imaginar cómo serían (aunque no encontrara dónde las explican). Después de la guerra pasaría a ser la inmobiliaria Colonial, ésa que se metió de lleno en la última burbuja y lleva desde 2008 en uno de los mayores procesos de re-estructuración de deuda del capitalismo español. Todo está conectado.

Colonial fue fundada en 1946, cuando el régimen franquista, que se apoyó mayoritariamente en la oligarquía, la Iglesia y el Ejército para llevar a cabo su holocausto español en palabras de Preston, estableció una red clientelar a base de generosos subsidios a la construcción con el fin de crear una clase profesional de constructores y promotores leal al régimen que emergiera de una sociedad mayoritariamente roja y antifascista. Florentino Pérez, Enrique Bañuelos y el Bigotes no salen de la nada. En Barcelona está lleno de edificios con plaquitas con el yugo y las flechas del ministerio de la Vivienda, construidos con generosas ayudas del Estado que sobrepasaban el mismo coste de producción y daban al empresario un beneficio neto, eso sin olvidar la pasta que se levantaba a los inmigrantes andaluces en la venta de los pisos. Esos empresarios pasarían a conformar la oligarquía catalana, el Puente Aéreo, que vive del Estado español y lo alimenta desde que lo necesitaban para reprimir a los esclavos cubanos. Ya lo decía en el Ateneo de Madrid Salvador Seguí, el noi del sucre, asesinado por la patronal catalana con la protección del gobernador civil, siempre los mismos:

Estigueu segurs, amics madrilenys que m’escolteu, que si algun dia és parlés seriosament d’independitzar Catalunya de l’Estat espanyol, els primers i potser els únics que s’oposarien a la llibertat nacional de Catalunya, foren els capitalistes de la lliga regionalista i del Fomento del Trabajo Nacional.

¿Hace falta decir que Fomento del Trabajo Nacional fue fundado por el padre y el suegro de Eusebi Güell?

Arrese, ministro falangista de Vivienda en 1956: “Queremos un país de propietarios, no de proletarios”. El entramado institucional y social del mercado de vivienda –y de la construcción- se concibió deliberadamente para pacificar y mantener a raya un pueblo revoltoso. Qué es la deuda hipotecaria contra la que desobedece la PAH sino eso. Qué es la deuda pública del Estado español que Podemos quiere re-estructurar sino eso. Qué es el expolio fiscal de Catalunya –i País Valencià!- sino eso: pagar infraestructuras mastodónticas para beneficio neto de los empresarios hispanos y la Fundació Palau de la Música y la Ramon Trias Fargas de CiU, a costa del bienestar de los catalanes que sufren los psicópatas recortes de Artur Mas, heredero político de Pujol y de Tarradellas, el que nos colocó Suárez cuando el PSUC era hegemónico en Catalunya.

Ya lo decía Kalecki, post-keynesiano marxista cuando no se podía decir que eras marxista por la represión de McCarthy: la deuda no es algo sólo económico, sino esencialmente político. El Estado keynesiano regulaba el conflicto social vía deuda, que es una arena política de lucha de clases y razas (recordemos el rol del banco Hispano Colonial en la represión de los esclavos cubanos). Kalecki escribía eso en la crisis gringa de deuda de los sesenta, cuando los capitalistas, alarmados por el creciente poder de los trabajadores en el Estado keynesiano, dieron el golpe de Mercado neoliberal en su peculiar 23-F. A partir de entonces sería el mercado que regularía la deuda, ahora privada: desregulando el crédito para consumir se anestesiaba a los trabajadores vía consumo mientras los beneficios del capital se dispararon. Pero el fin de ciclo neoliberal llegó en 2008, cuando la burbuja de deuda explotó, y ahí seguimos, en crisis. Pero como dijo Gramsci, la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer. ¿Pero qué es lo nuevo?

La burbuja es el mismo Estado español, en ese largo arco que va de enriquecerse expropiando y desposeyendo a los campesinos de Andalucía durante la muy mal llamada reconquista, por la que pasamos a ser el segundo país más rico de Europa en el 1300. Luego se saltó a las Américas para seguir haciendo exactamente lo mismo, a una escala superior. Después tocaba lucrarse del sudor y el trabajo de los esclavos africanos. El capital acumulado pasaría a fundar la temprana industrialización de Catalunya, mientras que las grandes tierras de Restospaña pasaron a formar los oligopolios –esas grandes empresas del BOE. El Estado español, expandiéndose con la financiación del capital que expropiaba, y reprimiendo quién se quejaba de este proceso de desposesión: desde judíos y musulmanes a esclavos a campesinos y obreros a ahora desahuciados, sean catalanes, andaluces o españoles. Expropiados y desposeídos, ahora bien, de formas bien distintas: el romano divide y conquerirás. La corrupción de la burbuja es el sistema, decía David Fernàndez ayer. Quizá lo que hace falta es lo que el gran autor postcolonial Frantz Fanon dijo, una tabula rasa total, que vaya de abajo-arriba, como el 15-M. Ho volem tot. Tenim el dret a decidir-ho tot.

Eso es lo que muchos catalanes teníamos en mente ese 9 de noviembre donde 40.000 voluntarios organizaron un procés participatiu de 2,3 millones – qué es la democracia sino un procés participatiu, donde no metimos un voto en una urna, sino participamos con la ilusión de lo nuevo. ¿Acaso la Constitución de Cádiz de 1812 o la Declaración Universal de los Derechos Humanos francesa de 1789  no fueron processos participatius sin las garanties democràtiques del Imperio napoleónico o el Antiguo Régimen feudal? Nuestro proceso de liberación nacional –totalmente legítimo, si hasta lo dice la ONU- ya no puede aspirar a un Estado-nación tradicional cualquiera, ni a una autonomía con mejor trato fiscal dentro de un Estado español caduco, ni en una Europa sumida en una profunda crisis porque no reconoce que la moneda nació ligada al Estado-nación, pero Europa no es una nación ni un Estado. Como dijo Martin Wolf del FT, la unión fiscal que muchos tanto reclaman sólo convertiría el sur de Europa en el Mezzogiorno italiano, el Deep South gringo o la Andalucía española. La tabula rasa tiene que ser una enmienda a la totalidad. ¿Pero qué es lo nuevo?

Un rasgo notable de la Transición española es que el sistema político se ha transformado sin afectar de manera apreciable las relaciones económicas. Es sorprendente comprobar que los que estaban satisfechos con el régimen de Franco parecen satisfechos con el nuevo gobierno democrático.

Adam Przeworski, 1988, Transiciones desde un gobierno autoritario

La PAH, el Procés y Podemos han topado con la misma estructura fiscal que sostiene el régimen del 1978. A distintos niveles, plantean intervenciones críticas sobre los mismos cimientos de la economía política de ladrillo y turismo que fue directamente reciclada del franquismo. La expropiación que sufren los desahuciados va directamente a tapar los agujeros del sistema financiero español, representado por la Bankia de Rato y el Santander de Botín. Contra el poder financiero arremete la ILP de la PAH, ese procés participatiu donde participamos un millón y medio de personas. Pero la burbuja no sólo expropia vía desahucios, sino también polariza exacerbando las desigualdades sociales en España, de un modo sin parangón en cualquier otro país de la OCDE.

Esto asesta un golpe mortal a las clases medias catalanas, ésas que nunca fueron españolizadas a causa del extremo elitismo de los borbones: el mismo tejido social y económico catalán se sostiene en pequeñas y medianas empresas que simplemente no tienen cabida en el capitalismo de Estado hispano. El pacto histórico entre la oligarquía catalana que sí vive del Estado –el Puente Aéreo- y el catalanismo político de clases medias catalanas se ha roto en pedazos: el dilema de pura supervivencia que éstas ahora afrontan es entre escoger las mismas élites neoliberales que las vampirizan material y mentalmente (argh) o las clases populares catalanas que reclaman una dimensión más social a la liberación nacional. En el caso que Catalunya se independizara, la deuda del Estado español pasa del 100% al 120% de golpe, amenazando muy fuerte a la estabilidad monetaria del euro que Draghi sostiene con pinzas ahora mismo. Pero ésa es la misma deuda pública que Podemos quiere auditar y re-estructurar, ésa que hasta los liberales como Rogoff avisan que es impagable: ésa de la que banqueros y políticos se lucraron con la burbuja y fundaron su poder oligárquico. Nuestra liberación nacional va ligada a la liberación nacional del pueblo español, ese nombre que la casta que conforma el Estado español lleva ensuciando desde hace demasiado tiempo.

La verdad es que, con toda la ilusión que desprende, de Podemos no me gusta cierto autoritarismo incipiente que se nota en sus prácticas. Me parece que eso es la consecuencia lógica de supeditar los medios a sus fines -ganar la presidencia del gobierno-, constatando, acertadamente, la urgencia de la situación a la que se enfrenta la sociedad española ahora mismo. Es también consecuencia de la economía política española, de tan marcado carácter oligopólico, que inevitablemente polariza entre la casta y el pueblo, a la que también se aproxima Catalunya vía erosión burbujística de su tejido social. El peligro de supeditar tus medios a los fines es que los fines te los marcan las mismas instituciones que tú quieres cambiar y así terminas cambiando tú más que las instituciones.

Por eso tenemos que aprender de la PAH, como red horizontal y colectiva, como puro ejercicio de soberanía económica, social y nacional, que a diferencia de Podemos y el Procés ya ha parado 1.135 desahucios y su Obra Social ya ha realojado 1.180 personas. Eso es lo nuevo: crear bienestar desde lo inmediato y posible, subvirtiendo las instituciones del régimen, desobedeciendo vía hechos consumados y en el proceso creando nuevas formas sociales e institucionales. No esperar a que alguien vaya a buscar el megáfono que tú echas de menos. Tomemos la iniciativa, llevando el dret a decidir popular, ese desafío que tanto molesta a un autoritario Estado español (que no totalitario, ¡que diría J. J. Linz!), a todos los niveles: en el lugar de trabajo, colectivizando las empresas de modo pacífico; en la vivienda, parando desahucios y ocupando los pisos vacíos de bancos nacionalizados, creando cooperativas de techo; en el Estado de bienestar autonómico, desobedeciendo y no aplicando los recortes que nos imponen gobierno central y troika; en el euro, vía introduciendo otras formas de moneda que no respeten el Estado-nación sino las necesidades sociales (monedas sociales como en las cooperativas integrales), auditando y re-estructurando la deuda contra el austericidio y aliados con las otras izquierdas europeas. Ho volem tot, porque para que emerja lo nuevo se tiene que desencajar todo lo viejo.

Lo viejo es el fin de ciclo del largo arco del Estado español, ése que va de 1492 a 2008. Lo nuevo es lo que saldrá de la continua conversación social entre las prácticas sociales de la PAH, Podemos y el Procés, que plantean soberanía contra el conflicto social, nacional y económico que ahora vive una Europa postcolonial en plena crisis moral, incapaz de enfrentarse a los traumas de su pasado. No tenemos otra en esa no-violenta guerra de posiciones gramsciana. Sí se puede.

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