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El fracaso de la Ley Sinde y la respuesta del miedo: Savater «el joven» entierra a Savater «el viejo»

Hemos estado hablando de tantas cosas estos días (recordemos que, aunque Usted no lo perciba, estamos en una situación gravísima [1] y el Gobierno tiene decretado, todavía, con la prórroga concedida por el Parlamento [2], un estado de emergencia) que no hemos tenido tiempo apenas de comentar el fracaso de la conocida como ley Sinde en el Congreso [3]. Esa ley que, sintetizada con algo de demagogia [4], busca hacer desaparecer a los molestos jueces del proceso de cierre de webs incordiantes con apoyo ejecutivo y un procedimiento express. Se ha hablado mucho sobre el tema, sobre de qué iba la ley [5], sobre qué se puede hacer en el futuro y se ha explicado hasta la náusea por dónde van los tiros.  Es sabido que, en general, a los juristas no nos gusta demasiado la ley y tampoco vale la pena ya abundar más en ello [6] (ni ésta ni, la verdad, muchas otras del sector, pero no nos hagan demasiado caso, está visto que somos de un putilloso que asusta [7]). También en este espacio hemos tenido ocasión de comentar el tema de fondo, por extenso [8] (si alguien no es capaz de leer el texto enlazado entero, que no se preocupe, casi nadie ha podido, pero luego no se me quejen de que esta entrada de hoy sea breve y dé muchas cosas por asumidas). Más recientemente, nos hemos hecho eco de hasta qué punto está equivocado el legislador español con una norma increíblemente rapiñadora que incluso va mucho más lejos de lo que ya un obsoleto y laxo Derecho de la Unión permite [9] (un pronunciamiento europeo que ya ha empezado a tener consecuencias internas [10], por mucho que nuestro legislador sigue dilatando la respuesta y se demora en adaptar a Derecho, de una vez, la norma española). Pero es obligado decir algo más, dado que el tema va a volver y que a la ley Sinde, de una manera u otra, la van a revivir, como a un zombie inquietante del que no hay manera de desembarazarse.

¿De qué va todo esto?, conviene preguntarse para ir centrando la cuestión. En definitiva, esta historia va de un Derecho que servía en el pasado para proteger a los autores, adaptado a un concreto entorno económico, social y tecnológico. Cuando el entorno cambió, además de a los autores, las normas pasaron a salvaguardar negocios muy jugosos, de empresas y de cosas como las entidades de gestión de derechos de autor que se vieron muy beneficiados por las posibilidades iniciales de la tecnología de abarcar más y más. Las novedades sociales, económicas y tecnológicas permitían una rentabilización brutal. Algunos autores se beneficiaron  también mucho, muchísimo, por ello. Y podía por ello (y porque los pequeños seguían amparados) afirmarse que las normas seguían cumpliendo también este papel de salvaguardia de la creación. Aunque, ojo, también las industrias culturales vivían cobijadas, cada vez más, por ellas. En un siguiente paso del cambio social, económico y tecnológico estas normas, en cambio, empezaron a no servir para proteger a industrias y a autores cuando las posibilidades de abarcar cada vez más y más llegaron a tanto que empezaron a incluir a usuarios y a los consumidores. El  primer y más definitivo impacto recayó sobre todo en las industrias, que son las que están muriendo y van a morir una tras otra. Pero también, justo es reconocerlo, ha acabado afectando a los autores, que están llamados a pasarlo cada vez peor. Más que nada porque el cambio social, tecnológico y económico se lleva por delante los mecanismos de rentabilización (y las brutales economías de escala que antes estaban garantizadas) a las que todos, y ellos también, estábamos acostumbrados. Y que, claro, se daban por hechas. Asumir que has de cambiar duele. Asumir que, incluso, ese cambio se te va a llevar por delante (industria) o va a reducir inevitablemente en algunos casos tus rendimientos, como ocurre a los autores consagrados y asentados (reducción que a lo mejor es a cambio de nada de bueno en favor de otros autores sino del mero abaratamiento general del producto, pero que a lo mejor es en beneficio de autores menos consagrados, lo que sería el escenario en el mejor de los casos y permitiría entender que el efecto global es incluso beneficioso) jode una barbaridad. Y claro, aquí nadie se pone a la tarea de cambiar el marco jurídico para que sirva a esa nueva realidad. Porque nadie que  pinte quiere hacerlo, como es lógico. Ni la industria ni los autores pizpiretos.  Y en esas estamos. Con todos estos señores, que han sido y son muy importantes, intentando, a la desesperada, conseguir que el Estado preste todo su arsenal para, al menos, asegurarse que el modelo se medio apuntale y les dé tiempo a exprimir a la vaca, aunque sea con ayuda del ejército, los años que les quedan de vida. Y los que vengan detrás que arreen. Lo sorprendente (o no tanto) es que nuestro Gobierno y nuestro Parlamento (que en cualquier caso se ha medio rebelado, por una vez, al rechazar la ley) aparezcan tenerlos en cuenta sólo a ellos. Pero en definitiva esto es, sencillamente, la ley Sinde. Nada más. Si no tienen problemas con lenguas extrañas, lo tienen en vídeo aquí [11]. Pero sigamos.

Porque lo triste de toda esta película es la cantidad de gente que no quiere entender algo tan sencillo. Que se resiste con uñas y dientes a asumir una realidad tozuda y para casi todos evidente ya a estas alturas. Por resumirlo, sin pretender ser demasiado cruel, cuando Rodríguez Ibarra parece un pensador sensato, culto, que sabe de lo que habla [12], y una de las estrellas de campanillas de nuestra intelectualidad un gañán ignorante convertido en cacique de pueblo [13] exigiendo a la Guardia Civil que amedrente a sus jornaleros para que acepten trabajar por dos pesetas, es que el tema es muy grave. ¡Vergüenza, Muñoz Molina, vergüenza! Y olé Rodríguez Ibarra [14], que ha vuelto por sus fueros esta Navidad, publicando, de nuevo, por segunda vez, un artículo de lo más sensato. Mientras tanto, los de siempre, los que han logrado llegar a vivir bien o muy bien (y, por cierto, enhorabuena por ello, olé sus cojones) gracias a la situación anterior, los Muñoz Molina, o su esposa [15], o Fernando Savater [16] y muchos más han estado escribiendo unas cosas que daban vergüenza ajena por lo transparente que es su enfado con el mundo, con la vida, con que las cosas cambien y con que se averíe el invento que tan cojonudamente (les) funcionaba. Por eso están tan indignados con lo que ha pasado con la Ley Sinde y de ahí su denuncia de una sociedad enferma que se quiere aprovechar de ellos y de su esfuerzo y por eso su petición al Gobierno: ¡hagan algo, que dejamos de ganar millones al año!, ¡envíen al Ejército, a quien sea!A mí me parece que esto acabará, tarde o temprano, por caer por su propio peso. Las cosas, sencillamente, son como son. Pero estaría bien que fuera cuanto antes. Por lo que habrá que empezar a explicar, en pildoritas, cosas muy sencillas, fáciles de tragar y de ir asumiendo, a ver si logramos crear un mínimo consenso entre las personas sensatas (porque, por ejemplo, no me cabe duda de que Fernando Savater, por ejemplo, lo es, que no está uno a estas alturas y con la que está cayendo como para ir perdiendo ídolos de adolescencia así como así, y una cosa es que Muñoz Molina haga de estómago agradecido y otra ver a Savater en este lodazal). Voy a intentar resumir en eso, pildoritas muy sencillas, ideas que creo que todos tendríamos que poder asumir sin problemas:

1. Una sociedad inteligente y decente trata de generar un marco jurídico que premie la innovación y la creación. Por expresarlo plásticamente, creo que casi todos preferimos vivir en una sociedad donde quien acabe teniendo una buena casa y un buen coche sea una persona creativa, inteligente, que produce cosas de las que todos disfrutamos y que nos hacen vivir mejor, que mejoran la sociedad, que no todos pueden llegar a hacer, antes que el tío que compra y vende casas, el que las construye o quien deja los estudios y se pone a trabajar en la obra. Además, a una sociedad así las cosas le acaban yendo, en general, mejor que a la otra (por ejemplo, que a la española). Yo creo que eso lo tenemos casi todos muy claro [17]. ¿O no? Cuestión distinta es que creamos que sea también necesariamente bueno que algunos tengan mansiones, escuderias de coches y yates protegidas por un negocio blindado con normas públicas coactivas. Eso, la verdad, tampoco estimo que haya de ser un objetivo a perseguir con medios públicos. Cosas mías, dirán (también son cosas mías raras que, aunque me parezca sano que unos, creadores válidos y cuyas obras se aprecien por el público, vivan mejor que otros tampoco me parece sano que los otros hayan de pasar penurias, tener sueldos de vergüenza y estas cosas, lo que tiene bastante que ver, aunque algunos no lo crean, con las condiciones que permiten a otros acaparar niveles indecentes de riqueza).

2. Pero una sociedad inteligente también entiende que la manera de lograr que ciertas actividades renten y permitan vivir cualitativamente mejor pasa inevitablemente por proporcionar un marco jurídico estable, justo y realista. La última palabra es importante. Realista significa, entre otras cosas, que ha de tener en cuenta cómo se producen los intercambios, qué es lo que aporta valor de verdad a la cadena productiva y, sobre todo, hasta qué punto ese valor puede ser añadido a cambio de un precio y cuáles son las efectivas posibilidades de cobrarlo. Porque a lo mejor yo pienso que hago muchas cosas que aportan un indudable bien a la colectividad (este blog, por ejemplo, si nos ponemos chulitos) y va y resulta que, como soy consciente de que no hay condiciones objetivas que permitan su rentabilización pues me limito a jugar en ese terreno de juego, sin pretender que el Gobierno lo cambie y me lo subvencione. Pues resulta obvio que partir de los cambios económicos, sociales y tecnológicos que hemos vivido en los últimos años hemos pasado a una realidad donde, se quiera asumir o no, los intercambios son como son, las posibilidades de control son las que son y la realidad es la que es. Todo ello presiona a la baja el precio de ciertos artículos. También es evidente que existe un punto de comodidad y precio donde la gente compraría los productos (o, en general, la mayor parte de la gente lo haría, exceptuando a los usuarios más avezados) legalmente si se los ofrecieran en esas condiciones. Eso lo sabemos todos. También autores y empresas. Lo que ocurre es que todos sabemos, asimismo, que ese punto está muy por debajo de aquél al que los autores están acostumbrados. Y de aquél que permite que las mega-empresas y sus multimillonarias ganancias pueden subsitir. Ése es el problema. Pero, oiga, es que ésa es también la realidad actual del mercado de la producción cultural y del valor que, por efecto de esos cambios, tiene hoy en día. A cambio de lo cual tiene un mercado global y mucho más activo. Así es la vida. El problema, sin embargo, se multiplica porque, como es obvio, las leyes no pueden tratar de cambiar esa realidad. O al menos no lo pueden hacer eternamiente. Introduciendo barreras y medidas absurdas, para tratar de conservar artificialmente ese umbral un poquito más alto de lo que debería, sólo se agrava la disonancia y se retrasa la asunción de la realidad. Esa respuesta, sencillamente, no es sostenible. Entre otras cosas porque estamos en un mercado. Y si esto es un mercado, pues ésas son las reglas del juego. Ya tuvimos ocasión de comentar esto del mercado de la cultura en LPD hace algún tiempo [18] y todas las reflexiones articuladas a partir de la idea de «Se vende cultura: razón portería» que encabezaba el artículo siguen, lamentablemente, más que vigentes.

3. Cuando el mercado no es eficaz se acude al Estado. Sí, se podría decir, a la vista de lo interesante que es que la sociedad tenga creadores (punto 1), que el Estado los ha de apoyar. Y si el mercado no lo hace, pues sustituyéndolo en lo que toque. Pero, lamentablemente para los  actuales creadores, la vía no es desvirtuando las dinámicas de mercado. Ni es sostenible, ni sensato, ni sostenible. O mercado o Estado, pero no los dos o un híbrido Frankenstein. Por lo que, si se trata de dar dinero y subvenciones, pues entonces hay que asumir que estamos en un entorno donde hablamos de bienes públicos. Y que, dado que los pagamos entre todos, es muy cuestionable eso de que se pretenda excluirnos a los ciudadanos, que los hemos pagado, de su uso público.

4. Por lo demás, resulta obvio que las pretensiones de propietarizar hasta sus últimos extremos ideas, melodías, dibujos, obras artísticas del tipo que sean chocan con muchos problemas prácticos, sociales  y en última instancia éticos. Porque la creación emerge en un contexto y marco social de influencias múltiples y porosas, que los autores toman y plasman haciendo uso de ellas. Resulta legítimo aspirar, a su vez, a inspirarse, modificar, transformar, hacer burla de… las creaciones anteriores. No tiene sentido una ley que extreme la propietarización en el sentido de poner trabas a estas acciones del público, esenciales para garantizar, precisamente, la creación futura.

5. Como es obvio que tampoco tiene sentido una norma como la fenecida pero de inminente resurrección ley Sinde.  Porque la propiedad intelectual no es un bien diferente a las otras propiedades, o a la vida de las personas, o a cualquier otro derecho, que deba disfrutar de un mecanismo de excepción, con una Administración pública, dinero y personal incluidos, dedicada a velar por ella. Al margen de la policía y la fiscalía dedicados a perseguir los delitos que pueda haber. Y pretendiendo, además, dotar a esa Administración de un régimen privilegiado y dotándola de poderes que habrían de ser del juez. No, las cosas no se hacen así.

6. Por último, tampoco se arreglan las cosas estableciendo cánones por imperativo público con el fin de pagar o «compensar» a los autores, que tan mal lo están pasando. No. Por muchas y muy obvias razones. La primera es que si el canon compensa la copia privada, habría que exigir (y el Gobierno tendría que ser el primero en hacerlo) a quienes nos venden esos productos que podamos copiarlos de forma sencilla, lo que no es el caso en estos momentos por las múltiples (e ilegales, por ello) protecciones que vienen de fábrica. Es decir, se nos obliga a pagar por un derecho que no podemos ejercer. Pero es que, además, se nos obliga a pagar vayamos a copiar o no. Y eso no es un canon por copia privada. El canon, para que fuera tal, debiera pagarse cuando nos compramos el producto cultural en cuestión. Que una parte del precio vaya destinada a las entidades de gestión y se repercuta en el precio y todos tan contentos, oiga. Pero no cuando compramos cualquier DVD o CD virgen. O un móvil. O una cámara de fotos. Yo no copio nada. No escucho música. No uso mi móvil para eso. Uso los CDs y DVds para grabar mis trabajos o las fotos de mi familia. ¿Qué es eso de que tenga que pagar por hacer eso a Ana Belén? ¿De dónde ha salido esa idea? ¿Qué hace el Estado amparando ese tejemaneje? Déjeme elegir qué consumo y a quién pago. ¡¡Qué menos!! Y si me quitan coativamente dinero para repartirlo entre unos cuantos cuando compro otro producto qué menos que sean mis representantes quienes decidan a quién va la subvención. Un Gobierno que pretanda resolver el problema y compensar a los autores con medidas abiertamente injustas y que penalizan y obligan a pagar indiscriminadamente está errando el tiro y la solución. De nuevo, porque así de surrealista es este país, resulta mucho más sentato el «abuelo» Rodríguez Ibarra [14]que los jóvenes legisladores del Gobierno. Emperrados todavía en compensar a los autores españoles de más éxito por las descargas de series televisivas americanas cada vez que alguien compra un aparato con disco duro para guardar las cosas que escribe. ¡Con dos cojones!

7. Y miren, si quieren un canon público e indiscriminado, que nada tiene que ver con a qué se va a dedicar el dinero, eso está inventado hace tiempo y se llama impuesto. Lo recauda el Estado, por cierto. Pues bien, que se fije para todos un impuesto a los bienes que tienen canon, si así lo estima el parlamento, pero que lo recaude el Gobierno. Y que se destine la parte de ingresos que se entienda conveniente cada año en los presupuestos del Estado a financiar las movidas culturales que socialmente se entiendan acreedoras de esa ayuda. Con control democrático. Como se hacen las cosas en un Estado de Derecho.

En definitiva, lo que quiero tratar de explicar es que para resolver el problema hay sólo dos caminos.

Uno, tener claro que sí, que es bueno que una sociedad proteja a los creadores e incluso los incentive. Pero para protegerlos bien primero hay que ser conscientes de la realidad, no darse de leches con ella. Y si se incentiva un sector productivo con dinero público, sea de la forma que sea, hay que asumir que, en tal caso, quedamos fuera de las dinámicas de mercado y no podemos pretender, a la vez, estar amparados en su credo y en su ética.

Dos, que en momentos de incertidumbre y de cambio las apuestas inteligentes son las que, en medio de la penumbra y de las dudas, apuestan por soluciones que además de asumir la realidad, a la hora de repartir cargas lo hacen, al menos, con base en presupuestos éticamente intachables. No sabemos cómo acabará esto, quién ganará y quién perderá, cómo evolucionarán las sociedades, la tecnología y, con ellas, los intercambios económicos. No sabemos si los autores acabarán perdiendo o ganando al final de esta película. No podemos saberlo. Pero sí sabemos que no es justo hacer pagar por algo a quien nada consume. Y a justos por pecadores. Sí sabemos que no es justo poner medios públicos desproporcionados a defender los intereses y el patrimonio de unos pocos. Máxime cuando ellos, como todos, tienen las vías civiles y penales ordinarias a su disposición (y muchos recursos para amplearlas hasta agotarlas). Sí sabemos que no tiene sentido ni justificación ética proteger más (y poner más recursos públicos para ello) la propiedad intelectual que  algunos derechos fundamentales. Y que un un Estado de Derecho hay cosas sagradas, como la igualdad ante la ley y que los jueces están llamados a controlar la actuación de todos, de las Administraciones públicas y que, además, tienen ámbitos exclusivos donde sólo a ellos toca decidir. En España, por ejemplo, dice nuestra Constitución, así es en todo lo relativo a la libertad de expresión. Habrá muchas sombras y muchas incertidumbres pero, al menos, todas esas cosas sí las sabemos. Por lo que se puede afirmar, incluso a pesar de lo mucho que desconocemos, que sí tenemos una cierta guía sobre cómo actuar. La experiencia que cristalizó en esos consensos nos demuestra que lo más normal es que cualquier medida que olvide un anclaje ético y de sentido común mínimamente sólido está llamada a empeorar el problema, en lugar de a mejorarlo. Así que seamos sensatos y no nos demos de leches ni con la realidad de las cosas ni con la plasmación de la idea de justicia y de reparto a la que como sociedad hemos llegado.

Conviene recordar estos puntos, que creo que son sencillos y evidentes, antes de que volvamos a asistir a la enésima carga de artillería. Aunque no tengo demasiadas esperanzas de que se vaya a corregir el rumbo a corto plazo, también es cierto que, como he dicho antes, es sólo cuestión de tiempo que no haya más remedio que hacerlo. Casi todo el mundo, de hecho, tiene claro de que en este debate sobre la Ley Sinde se puede visualizar muy bien cómo es el Gobierno que ahora tenemos [19], cuáles son sus prioridades y, para bien o para mal, su empecinamiento en defender lo peorcito del actual status quo. También casi todo el mundo tiene claro que este conflicto permite visualizar también como no hay que intentar de resolver las cosas. Tarde o temprano se harán mejor. No hay más remedio.

Mientras tanto, hasta que llegue ese día, una duda recorre cada vez a más gente. ¿Cómo es posible que estas ideas tan básicas, tan sencillas, no se atiendan ni se entiendan en los foros y cenáculos del poder? Pues, sencillamente, porque quienes allí pintan y a quienes allí se escucha, que son unos pocos pero con mucho poder, están sencillamente acojonados y sinceramente preocupadísimos. No por los creadores, ni  por el país, ni por el futuro de las artes y las ciencias. Por ellos mismos, su nivel de ingresos y su futuro. Cagados de miedo. Lo explica a la perfección Amador Fernández Savater, que emerge con un artículo sencillamente antológico publicado en El País a un nivel muy superior (al menos en este tema) al de su padre. Es un dato muy significativo de cómo están las cosas. Dado que el texto es cojonudo (cuenta una reunión a la que dice que no sabe la razón por la que le invitaron, aunque ya se la digo yo: se confundieron, querían invitar a su padre, que está a favor de la opinión de los poderosos y quien convocó a los asistentes, que debía de ser algún asesor analfabeto, ignorante de que hay dos Savater pululando por ahí, pilló antes la información sobre sus datos y, queriendo invitar al padre acabó convocando al hijo) y merece una lectura cuidada no sólo lo enlazo [20] sino que me permito copiarlo a continuación, como punto final a todo lo dicho. No para robarle su propiedad, no para fastidiar los legítimos derechos de el medio de comunicación que lo publica. Sino porque la experiencia dice que si lo copio lo van a leer muchas más personas que si simplemente lo enlazo. Y lo que de verdad supongo que pondrá contento a su autor es que lo lea cuanta más gente mejor. Es, también, lo que mayor beneficio social generaría. Léanlo, de verdad, porque merece, y mucho, la pena.

TRIBUNA: AMADOR FERNÁNDEZ-SAVATER
La cena del miedo (mi reunión con la ministra Sinde)

Artículo publicado el 12 de enero de 2011 por Amador Fernández-Savater en el blog de la editorial Acuarela Libros

La semana pasada recibí una llamada del Ministerio de Cultura. Se me invitaba a una reunión-cena el viernes 7 con la ministra y otras personas del mundo de la cultura. Al parecer, la reunión era una más en una serie de contactos que el Ministerio está buscando ahora para pulsar la opinión en el sector sobre el tema de las descargas, la tristemente célebre Ley Sinde, etc. Acepté, pensando que igual después de la bofetada que se había llevado la ley en el Congreso (y la calle y la Red) se estaban abriendo preguntas, replanteándose cosas. Y que tal vez yo podía aportar algo ahí como pequeño editor que publica habitualmente con licencias Creative Commons y com

El mismo día de la reunión-cena conocí el nombre del resto de invitados: Álex de la Iglesia, Soledad Giménez, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Alberto García Álix, Ouka Leele, Luis Gordillo, Juan Diego Botto, Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez (relacionado con el ámbito de los videojuegos), Cristina García Rodero y al menos dos personas más cuyos nombres no recuerdo ahora (perdón). ¡Vaya sorpresa! De pronto me sentí descolocado, como fuera de lugar. En primer lugar, porque yo no ocupo en el mundo de la edición un lugar ni siquiera remotamente comparable al de Álex de la Iglesia en el ámbito del cine o Muñoz Molina en el de la literatura. Y luego, porque tuve la intuición de que los invitados compartían más o menos una misma visión sobre el problema que nos reunía. En concreto, imaginaba (correctamente) que sería el único que no veía con buenos ojos la Ley Sinde y que no se sintió muy triste cuando fue rechazada en el Congreso (más bien lo contrario). De pronto me asaltaron las preguntas: ¿qué pintaba yo ahí? ¿En calidad de qué se me invitaba, qué se esperaba de mí? ¿Se conocía mi vinculación a los movimientos copyleft/cultura libre? ¿Qué podíamos discutir razonablemente tantas personas en medio de una cena? ¿Cuál era el objetivo de todo esto?

Con todas esas preguntas bailando en mi cabeza, acudí a la reunión. Y ahora he decidido contar mis impresiones. Por un lado, porque me gustaría compartir la preocupación que me generó lo que escuché aquella noche. Me preocupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal. Me preocupa que sea el miedo quien está tratando de organizar nuestra percepción de la realidad y quien está tomando las decisiones gubernamentales. Me preocupa esa combinación de ignorancia y miedo, porque de ahí sólo puede resultar una cosa: el recurso a la fuerza, la represión y el castigo. No son los ingredientes básicos de la sociedad en la que yo quiero vivir.

Por otro lado, querría tratar de explicar lo que pienso algo mejor que el viernes. Porque confieso desde ahora que no hice un papel demasiado brillante que digamos. Lo que escuchaba me sublevó hasta tal punto que de pronto me descubrí discutiendo de mala manera con quince personas a la vez (quince contra uno, mierda para…). Y cuando uno ataca y se defiende olvida los matices, los posibles puntos en común con el otro y las dudas que tiene. De hecho me acaloré tanto que la persona que tenía al lado me pidió que me tranquilizara porque le estaba subiendo la tensión (!). Tengo un amigo que dice: «no te arrepientas de tus prontos, pero vuelve sobre los problemas». Así que aquí estoy también para eso.

Quizá haya por ahí algún morboso preguntándose qué nos dieron para cenar. Yo se lo cuento, no hay problema, es muy sencillo. Fue plato único: miedo. El miedo lo impregnaba todo. Miedo al presente, miedo al porvenir, miedo a la gente (sobre todo a la gente joven), miedo a la rebelión de los públicos, miedo a la Red. Siento decir que no percibí ninguna voluntad de cambiar el rumbo, de mirar a otros sitios, de escuchar o imaginar alternativas que no pasen simplemente por insistir con la Ley Sinde o similares. Sólo palpé ese miedo reactivo que paraliza la imaginación (política pero no sólo) para abrir y empujar otros futuros. Ese miedo que lleva aparejado un conservadurismo feroz que se aferra a lo que hay como si fuera lo único que puede haber. Un miedo que ve enemigos, amenazas y traidores por todas partes.

Quien repase la lista de invitados concluirá enseguida que se trata del miedo a la crisis irreversible de un modelo cultural y de negocio en el que «el ganador se lo lleva todo» y los demás poco o nada. Pero no nos lo pongamos demasiado fácil y pensemos generosamente que el miedo que circulaba en la cena no sólo expresa el terror a perder una posición personal de poder y de privilegio, sino que también encierra una preocupación muy legítima por la suerte de los trabajadores de la cultura. Ciertamente, hay una pregunta que nos hacemos todos(1) y que tal vez podría ser un frágil hilo común entre las distintas posiciones en juego en este conflicto: ¿cómo pueden los trabajadores de la cultura vivir de su trabajo hoy en día?

Lo que pasa es que algunos nos preguntamos cómo podemos vivir los trabajadores de la cultura de nuestro trabajo pero añadiendo (entre otras muchas cosas): en un mundo que es y será infinitamente copiable y reproducible (¡viva!). Y hay otros que encierran su legítima preocupación en un marco de interpretación estrechísimo: la industria cultural, el autor individual y propietario, la legislación actual de la propiedad intelectual, etc. O sea el problema no es el temor y la preocupación, sino el marco que le da sentido. Ese marco tan estrecho nos atrapa en un verdadero callejón sin salida en el que sólo se puede pensar cómo estiramos lo que ya hay. Y mucho me temo que la única respuesta posible es: mediante el miedo. Responder al miedo con el miedo, tratar de que los demás prueben el miedo que uno tiene. Ley, represión, castigo. Lo expresó muy claramente alguien en la reunión, refiriéndose al modelo americano para combatir las descargas: «Eso es, que al menos la gente sienta miedo». Me temo que esa es la educación para la ciudadanía que nos espera si no aprendemos a mirar desde otro marco.

Tienen miedo a la Red. Esto es muy fácil de entender: la mayoría de mis compañeros de mesa piensan que «copiar es robar». Parten de ahí, ese principio organiza su cabeza. ¿Cómo se ve la Red, que ha nacido para el intercambio, desde ese presupuesto? Está muy claro: es el lugar de un saqueo total y permanente. «¡La gente usa mis fotos como perfil en Facebook!», se quejaba amargamente alguien que vive de la fotografía en la cena. Copiar es robar. No regalar, donar, compartir, dar a conocer, difundir o ensanchar lo común. No, es robar. Traté de explicar que para muchos creadores la visibilidad que viene con la copia puede ser un potencial decisivo. Me miraban raro y yo me sentía un marciano.

Me parece un hecho gravísimo que quienes deben legislar sobre la Red no la conozcan ni la aprecien realmente por lo que es, que ante todo la teman. No la entienden técnicamente, ni jurídicamente, ni culturalmente, ni subjetivamente. Nada. De ahí se deducen chapuzas tipo Ley Sinde, que confunde las páginas de enlaces y las páginas que albergan contenidos. De ahí la propia idea recurrente de que cerrando doscientas webs se acabarán los problemas, como si después de Napster no hubiesen llegado Audiogalaxy, Kazaa, Emule, Megavideo, etc. De ahí las derrotas que sufren una y otra vez en los juzgados. De ahí el hecho excepcional de que personas de todos los colores políticos (y apolíticos) se junten para denunciar la vulneración de derechos fundamentales que perpetran esas leyes torpes y ciegas.

Tienen miedo a la gente. Cuando había decidido desconectar y concentrarme en el atún rojo, se empezó a hablar de los usuarios de la Red. «Esos consumidores irresponsables que lo quieren todo gratis», «esos egoístas caprichosos que no saben valorar el trabajo ni el esfuerzo de una obra». Y ahí me empecé a poner malo. Las personas se bajan material gratuito de la Red por una multiplicidad de motivos que esos clichés no contemplan. Por ejemplo, están todos aquellos que no encuentran una oferta de pago razonable y sencilla. Pero la idea que tratan de imponernos los estereotipos es la siguiente: si yo me atocino la tarde del domingo con mi novia en el cine viendo una peli cualquiera, estoy valorando la cultura porque pago por ella. Y si me paso dos semanas traduciendo y subtitulando mi serie preferida para compartirla en la Red, no soy más que un despreciable consumidor parásito que está hundiendo la cultura. Es increíble, ¿no? Pues la Red está hecha de un millón de esos gestos desinteresados. Y miles de personas (por ejemplo, trabajadores culturales azuzados por la precariedad) se descargan habitualmente material de la Red porque quieren hacer algo con todo ello: conocer y alimentarse para crear. Es precisamente una tensión activa y creativa la que mueve a muchos a buscar y a intercambiar, ¡enteraos!

Lo que hay aquí es una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad. Y sus discursos traducen una mezcla de disgusto y rabia hacia esos actores desconocidos que entran en escena y desbaratan lo que estaba atado y bien atado. Ay, qué cómodas eran las cosas cuando no había más que audiencias sometidas. Pero ahora los públicos se rebelan: hablan, escriben, se manifiestan, intervienen, abuchean, pitan, boicotean, silban. En la reunión se podía palpar el pánico: «nos están enfrentando con nuestro público, esto es muy grave». Pero, ¿quién es ese «nos» que «nos enfrenta a nuestro público»? Misterio. ¿Seguro que el público no tiene ninguna razón verdadera para el cabreo? ¿No es esa una manera de seguir pensando al público como una masa de borregos teledirigida desde algún poder maléfico? ¿Y si el público percibe perfectamente el desprecio con el que se le concibe cuando se le trata como a un simple consumidor que sólo debe pagar y callar?

Tienen miedo al futuro. «¿Pero tú qué propones?» Esa pregunta es siempre una manera eficaz de cerrar una conversación, de dejar de escuchar, de poner punto y final a un intercambio de argumentos. Uno parece obligado a tener soluciones para una situación complejísima con miles de personas implicadas. Yo no tengo ninguna respuesta, ninguna, pero creo que tengo alguna buena pregunta. En el mismo sentido, creo que lo más valioso del movimiento por una cultura libre no es que proponga soluciones (aunque se están experimentando muchas, como Creative Commons), sino que plantea unas nuevas bases donde algunas buenas respuestas pueden llegar a tener lugar. Me refiero a un cambio en las ideas, otro marco de interpretación de la realidad. Una revolución mental que nos saque fuera del callejón sin salida, otro cerebro. Que no confunda a los creadores ni a la cultura con la industria cultural, que no confunda los problemas del star-system con los del conjunto de los trabajadores de la cultura, que no confunda el intercambio en la Red con la piratería, etc.

Eso sí, hablé del papel fundamental que para mí podrían tener hoy las políticas públicas para promover un nuevo contrato social y evitar la devastación de la enésima reconversión industrial, para acompañar/sostener una transformación hacia otros modelos, más libres, más justos, más apegados al paradigma emergente de la Red. Como se ha escrito, «la inversión pública masiva en estudios de grabación, mediatecas y gabinetes de edición públicos que utilicen intensivamente los recursos contemporáneos -crowdsourcing, P2P, licencias víricas- podría hacer cambiar de posición a agentes sociales hasta ahora refractarios o poco sensibles a los movimientos de conocimiento libre»(2). Pero mientras yo hablaba en este sentido tenía todo el rato la sensación de arar en el mar. Ojalá me equivoque, porque si no la cosa pinta mal: será la guerra de todos contra todos.

Ya acabo. Durante toda la reunión, no pude sacarme de la cabeza las imágenes de la película El hundimiento: encerrados en un búnker, sin ver ni querer ver el afuera, delirando planes inaplicables para ganar la guerra, atados unos a otros por fidelidades torpes, muertos de miedo porque el fin se acerca, viendo enemigos y traidores por todos lados, sin atreverse a cuestionar las ideas que les arrastran al abismo, temerosos de los bárbaros que están a punto de llegar…(3)

¡Pero es que el búnker ni siquiera existe! Los «bárbaros» ya están dentro. Me gustaría saber cuántos de los invitados a la cena dejaron encendidos sus ordenadores en casa descargándose alguna película. A mi lado alguien me dijo: «tengo una hija de dieciséis años que se lo baja todo». Y me confesó que no le acababa de convencer el imaginario que circulaba por allí sobre la gente joven. Ese tipo de cosas constituyen para mí la esperanza, la posibilidad de razonar desde otro sitio que no sea sólo el del miedo y los estereotipos denigratorios. Propongo que cada uno de los asistentes a la próxima cena hable un rato sobre el tema con sus hijos antes de salir de casa. O mejor: que se invite a la cena tanto a los padres como a los hijos. Sería quizá una manera de sacar a los discursos de su búnker, porque entonces se verían obligados a asumir algunas preguntas incómodas: ¿es mi hijo un pobre cretino y un descerebrado? ¿Sólo quiero para él que sienta miedo cuando enciende el ordenador? ¿No tiene nada que enseñarme sobre el futuro? El búnker ya no protege de nada, pero impide que uno escuche y entienda algo.

NOTAS

1. Alguien en la cena reveló que había descubierto recientemente que en «el lado oscuro» también había preocupación por el tema de la remuneración de los autores/trabajadores/creadores. ¡Aleluya! A pesar de esto, durante toda la reunión se siguió argumentando como si este conflicto opusiera a los trabajadores de la cultura y a una masa de consumidores irresponsables que lo quieren «todo gratis».

2. «Ciberfetichismo y cooperación», por Igor Sádaba y César Rendueles

3. Por supuesto, el búnker es la vieja industria. El «nuevo capitalismo» (Skype, Youtube, Google) entiende muy bien que el meollo de la cosa está hoy en que la gente interactúe y comparta, y en aprovecharse de ello sin devolver más que precariedad.

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Comments Disabled To "El fracaso de la Ley Sinde y la respuesta del miedo: Savater «el joven» entierra a Savater «el viejo»"

#1 Comment By Clara M. On 13 enero 2011 @ 12:07 pm

Fantástico comentario, Andrés. Me parece que debería ser de obligatoria lectura. Y el texto de Savater hijo es una maravilla. Muchas gracias por enlazarlo y copiarlo.

Como estoy de acuerdo en todo tengo poco que añadir a las felicitaciones. O bueno, sí. Un par de cosas nomás. La primera, que manda cojones que nos digas que «la entrada de hoyu será breve» y quien desee ampliar conocimientos que se vaya a otra cosa que escribiste. ¡Me ha llevado casi un cuarto de hora leer lo de hoy, joder! Un podo de piedad. ¡Y encima está lleno de enlaces interesantes que ir siguiendo! No me he atrevido a pinchar en el texto largo porque, si este es el breve…

Añadir además que me ha encantado, me ha parecido sencillamente magistral «Se vende cultura». Me parece increíble que en su día una cosa así generara sólo 1 comentario.

[18]

#2 Comment By Bunnymen On 13 enero 2011 @ 1:40 pm

Ley el articulo y compadecí a su autor, tener que explicar lo obvio a quien se cierra es agotador.
Pongo de primeras, que consumo, series, voy al cine y leo/compro libros, etc, me parece una putada y a veces repulsiva la actitud de muchos consumidores que opinan que la cultura debe ser gratis o libre (que se traduce a “quiero ver Avatar gratis”). Todo trabajo merece una remuneración.

Dejando claro que lo anterior me parece de un egoísmo y una jeta desproporcionadas, toca decir que estas industrias (música, productoras cine/series y editoriales) tampoco tiene nombre, su avaricia y también, falta de pericia empresarial y desidia, del lloro de ciertos artistas que no son más que tontos útiles ya ni me meto, pero conviene recordarles, que es cuanto menos de mal gusto, que gentes con un nivel de vida muy (en casos varios, muy mucho) superior al tuyo, a la media y de industrias cuanto menos, por decirlo suave, menos fundamentales, y además subvencionadas, que la que tu te dedicas, den lecciones de moral.

Por ejemplo, leyendo hace poco un (otro) articulo de Javier Marias en EPS criticando a los usuarios por descargar sus obras, la crisis de los creadores y trabajadores y demas llantos habituales, etc se me hacia difícil que alguien indudablemente reflexivo no caiga en la cuenta de.

1- Su producto, el libro, por mucho que le cueste escribirlo (cosa que respeto mucho) hoy por hoy tiene un medio de distribución alternativo, digital, que no supone costes de edición, transporte ni requiere un punto de venta con sus empleados y demás costes.
2- No es de recibo, que esto, no se aplique a la venta digital, que yo pague por un libro impreso 10, 15 o 20 € tiene (o tenia) su justificación, Transmitir un PDF u otro formato de un servidor a un cliente tiene un coste 0 € (o más bien depende de las redes, lo que les deja fuera).
3- Las editoriales y autores se niegan a entender, que su margen de beneficios ha bajado, hay intermediarios obsoletos.
4- Su incapacidad para adaptarse y al menos, quedarse con la parte del pastel que queda, creo que muchos, pagaríamos justamente descargas a precios razonables.

En fin, que yo lo siento mucho por el editor de Javier Marias, su representante, su secretaria que le organiza las reservas de hotel, la secretaria de su editor y representante, por el dueño de la empresa de transportes que deja de distribuir y por la preciosa vendedora del Fnac que ayer me atendió en mis compras, pero hay cosas que cambian. No podemos ser industria para ganar, y cultura cuando perdemos. Una u otra.

#3 Comment By Andrés Boix Palop On 13 enero 2011 @ 1:50 pm

Tienes razón, Clara, al final ha sido algo largo. Pero lo otro lo es más todavía, je, je, con lo que la advertencia sigue teniendo sentido.

Bunnymen, totalmente de acuerdo. De la primera a la última letrita.

#4 Comment By Bunnymen On 13 enero 2011 @ 2:14 pm

Pues me alegro y gracias Andrés.

Quería remarcar algo que no se suele tener muy en cuenta, tema del que tampoco este muy informado, pero es el impacto medioambiental que estas nuevas formas de distribución. Las miles toneladas de ahorro en papel y plástico (desde el soporte hasta el envoltorio) que suponen, combustible para transporte de las mismas, etc…claro que los soportes digitales también quedan obsoletos, pero me da que no hay color. Si alguien con algo de idea o información en el tema opina, resultaría interesante.

#5 Comment By kirikiño On 13 enero 2011 @ 2:52 pm

Algunos no acaban de entender que tienen que cambiar el modelo de negocio. Pero esto es más viejo que la tos. Me recuerdan a aquellos que en el siglo XIX se quejaban de que la fuerza de las máquinas sustituía la fuerza de los operarios, y por lo tanto perdían su trabajo. Claro que entonces la revolución se llevaba a cabo porque los que salían ganando eran los dueños del chiringo, mientras que ahora son estos dueños los que palman pasta y, por tanto, los resistentes al cambio (con todo su poder, embajadas americanas y ministras incluidas).

Otro ejemplo claro es el de los «agentes de cambio y bolsa», que hace treinta años eran los que tenían que manejar la pasta de quien invertía en el casino ese. Oiga, que no, que ustéd no puede venir con su dinero y comprar o vender lo que le venga en gana, dónde vamos a parar, cualquiera no sabe. Anda a cagar. Hasta que se les acabó el chollo.

Next target: el monopolio de las putas farmacias. Muerte.

#6 Comment By Bunnymen On 13 enero 2011 @ 4:38 pm

Mira, precisamente hoy en ABC, si queremos una opinión contraria, informada, reflexiva, y alejada de la demagogia, de alguien que no sea juez ni parte, tenemos fresquísimas estas de Manuel Gutiérrez Aragón, que como todos sabrán, es top nº1 en espectadores cada vez que estrena y un gran perjudicado por la piratería, ya que sus obras, gozan de gran popularidad entre un publico masivo que va de los 14 a los 41 años.

“Manuel Gutiérrez Aragón, presente en una de estas cenas informales, considera las reuniones organizadas por Sinde efectivas y necesarias, ya que «hay que luchar por la propiedad intelectual y no dar ninguna tregua a los internautas, porque es como pactar con los terroristas». Según Gutiérrez Aragón, «el problema es que se está desviando el discurso y con tanta demagogia a la gente se le olvida de que se trata de una industria y que, por tanto, es como robar en El Corte Inglés. Estas cenas se están celebrando en apoyo de la cultura, para que quede claro que todos los sectores estamos concienciados y para que la Ley salga adelante, como ocurre en todos los países de Europa».”

[21]

Remarco: «y con tanta demagogia a la gente se le olvida de que se trata de una industria»

#7 Comment By Bunnymen On 13 enero 2011 @ 5:12 pm

Acabo de buscar el número de espectadores/taquilla de los últimos tres estrenos del crak en taquillazos, y no sigo por que me canso.
Fíjense en los apabullantes números del hombre, Gutiérrez Aragón, que no pacta con terroristas y trata de decirnos que el cine es “una industria”,pero sin cosas incomodas de esas como oferta y demanda, beneficios y tal, que para eso es “cultura” .

Todos estamos invitados. Recaudación España: 284.112 €

Fuente:

[22]

Su penúltima película, “una rosa en Francia”

6.- UNA ROSA DE FRANCIA 03/02/2006 Espectadores: 59.891 Recaudación: 295.245,84 €.

Fuente:

[23]

La tercera en orden cronologico:

“La vida que te espera”(2004) espera Espectadores: 167.203 Recaudación:792.162

Fuente:

[24]

Pero bueno, sera que todos los chavales se han descargado sus pelis.

#8 Comment By David Mason On 13 enero 2011 @ 6:06 pm

Tengo una pregunta para ustedes:

¿Podría la ley «sindy» afectar a una página que tenga el servidor en Nosequeguiristán y un dominio internacional, (es decir, que no sea «.es»)?

#9 Comment By David Mason On 13 enero 2011 @ 6:08 pm

Porque alomojór las víctimas al final van a ser los servidores españoles.

#10 Comment By Andrés Boix Palop On 13 enero 2011 @ 7:39 pm

Bien por Gutiérrez Aragón y sus películas, que supongo que pillan más por subvenciones que por taquilla. ¡Y luego los españoles, que las pagamos con el sudor de nuestra frente, ni las pirateamos ni ná!

Por lo demás, David Mason, la norma preveía la posibilidad, si el servidor estaba alojado en el extranjero, de que el órgano administrativo previsto pudiera ordenar a todos los prestadores de servicios de la sociedad de la información y, en concreto, a las compañías con las que contratamos el servicio de red, que cortaran el acceso a esos servidores. Obviamente, sin esta medida la ley no serviría de nada.

#11 Comment By John Constantine On 13 enero 2011 @ 7:53 pm

Yo es que ya había leido el artículo de Savater Jr, y, pasándome 3 pueblos,la sensación que tengo es la misma que leyendo «El Gatopardo» o , mismamente, viendo «EL Hundimiento». La desesperación de una casta en extinción ante lo que se le viene encima.

Eso si, el descojone tiene que ser pensar en la que le debe estar cayendo al asesor de turno ante este artículo de Savater Jr, que se está reproduciendo como la pólvora. Y tambien la preocupación, cuando mas allá de teoriás conspiratorioas vemos que tranquilamente la gente de influencia y poder se reune para dirigir sus estrategias y , si es necesario, joder al personal, si les conviene.

#12 Comment By David Mason On 13 enero 2011 @ 7:55 pm

“Obviamente, sin esta medida la ley no serviría de nada.“

Eso es lo que me extrañaba. Gracias por rescatarme de mi inmensa ignorancia.
Me parece que no son tan restrictivos ni siquiera con los pederastas, será porque nosotros somos más peligrosos. A falta de poder meternos a todos entre rejas algo hay que hacer, claro. Muy comprensible.

#13 Comment By John Constantine On 13 enero 2011 @ 7:55 pm

Eso sí, pienso todo el rato en Amador en la cena y no puedo evitar acordarme de «El guateque» de Blake Edwards…

#14 Comment By Andrés Boix Palop On 13 enero 2011 @ 8:04 pm

Coincido contigo, John, en que no me gustaría estar en la piel del asesor que confundió al papá y al hijo. Aunque se lo tiene bien merecido por burro y por ignorante. ¡Que hay que saber a quién te piden que se invite, hombre de Dios!

Si a mí me pasa algo así, una vez me doy cuenta de que sobro, pues la verdad es que, ya puestos, me habría pasado tres o cuatro pueblos. Total… Y además me habría inflado a comer como un cerdo, que seguro que la cenita fue en sitio de postín y pagaba el Ministerio de Cultura, Fiesta, Guateques y Cenas de Gorra para Amiguitos y Buena Gente. Más o menos, intuyo, lo que debió de hacer el bueno de Amador.

#15 Comment By Karraspito for President On 14 enero 2011 @ 11:23 am

Cojonudo artículo que suscribo al 100% (el suyo y el de Savater Jr.). Me va usted a permitir 2 offtopics:

1. ¿Por qué el hijo de Fernando Savater se llama Amador FERNÁNDEZ-Savater?

2. Me va a perdonar, pero…la paternidad le ha sentado a usted de maravilla por lo que se ve, ¿eh? En ese vídeo se le ve como «más Andrés» que en la foto del blog, la de las greñas. Cosas de la felicidad, supongo.

#16 Comment By popota On 14 enero 2011 @ 3:38 pm

Karraspito,
El Schopenhauer de la Concha se quitó el Fernández para ser más guay.

#17 Comment By Blog1 On 14 enero 2011 @ 4:30 pm

Me han gustado mucho los dos artículos y me muestro francamente de acuerdo en practicamente todo lo que he leído.
Solamente, que me acuerde, me ha creado cierta desazón el punto 1. Yo estoy de acuerdo que prefiero que «acabe teniendo una buena casa y un buen coche sea una persona creativa, inteligente, que produce cosas de las que todos disfrutamos y que nos hacen vivir mejor», pero no estoy de acuerdo que esas personas tan solo sean aquellos vinculados al mundo de la cultura, ni que todos los vinculados al mundo de la cultura lo sean (conozco varios ejemplos de libros o películas que no creo que hagan que nadie viva mejor).
Por otro lado, si premiamos la creatividad y la innovación, no tiene sentido que alguien pretenda vivir de 5 discos que sacó en los años 80.
De todas maneras, hay que reconocer que no es un tema fácil, pero está clara cual será el final de todo esto. Siguiendo a la persona que ha citado al Gatopardo «Todo tiene que cambiar para que todo siga igual»

#18 Comment By Karraspito for President On 14 enero 2011 @ 4:58 pm

Gracias, Popota. De hecho había consultado la página del bueno de Fernando en la Wiki y ni me había percatado, espesito que está uno.

«pero no estoy de acuerdo que esas personas tan solo sean aquellos vinculados al mundo de la cultura, ni que todos los vinculados al mundo de la cultura lo sean (conozco varios ejemplos de libros o películas que no creo que hagan que nadie viva mejor).»

Pitingo, sin ir más lejos, hace del mundo un lugar mucho peor, y sólo le deseo los males más horribles, a él y a todos sus descendientes portadores de cuerdas bucales, si los hubiera. De hecho, en ciertos casos, se pueden hacer excepcioncillas a la abolición de la pena de muerte, que tampoco es plan de ponerse quisquillosos…

#19 Comment By joan Amenós On 14 enero 2011 @ 8:43 pm

Lo siento. Estoy a favor de la «propietarización» al máximo posible y realista y lanzo algunas ideas al debate:

1.-LA propiedad intelectual siempre tuvo una factura legal difícil. Lo mismo que la industrial. Pero, con muchas trabas, lograron una cierta protección por parte del ordenamiento. Esto ayudó al progreso técnico e intelectual.
2.-En algún momento de la historia, la humanidad pensó que jamás se acabaría con la piratería (la piratería física y real). Algún pirata de la época seguro que habría dicho que «es inútil ponerle barreras al mar». Incluso Espronceda todavía hablaba de ese mar «al que nadie impuso leyes». Bien, es cierto que quedan piratas, pero reconozcamos que el comercio marítimo internacional se realiza en condiciones más o menos aceptables (aunque hayan, claro, banderas de conveniencia, mafias, etc.).
3.-HAy que optar: o el modelo civilizado y democrático de los derechos de autor o el mecenazgo combinado con titiriteros gratuitos para la plebe. Esto último lo escribió mejor Arcadi Espada, cuya cita os dejo desde mi blog (podéis saltaros el catalán porque lo importante es lo que dice el maestro al final). Un abrazo.

[25]

#20 Comment By galaico67 On 14 enero 2011 @ 10:35 pm

1.- Vale, le ponemos diez años.
2.- Alma candida, la pirateria no se acabó. Se industrializó y se expulsó a los artesanos .Los europeos se robaron Africa de pe a pa. America para los norteamericanos. Y Asia fue un negocio de franceses, ingleses y japoneses, con los rusos apretando la parte más continental. Y ahora seguimos igual, pero subcontratando en Centroafrica y Oriente Medio. No se ha robao ni na desde que se pasó del modo amateur al profesional
3.- ¿Cual es el modelo civilizado? ¿El que nos vendía un formato más económico de producir que el vinilo un 50% más caro? ¿El que nos lo vendía como un formato eterno eindestructible? ¿El que se folló los singles para que tuvieramos que apoquinar 16- 18 por las dos canciones que queriamos y ocho más de relleno? ¿El que tiene los santos colgantes de vendernos un producto, se supone acabado, que no podemos ceder, vender ó usar de modo publico sin su consentimiento? ¿El capaz de cobrar varias veces por el mismo hecho?
En mi vida me he bajado cuatro peliculas antiguas y menos de media docena de programas informáticos – programas que se modifican anualmente para poder seguir exprimiendo la misma fruta cada año – para aprender a usarlos, lejos estoy de la profesionalidad que se ve por ahi, pero mi comprensión es equivalente a la que tienen conmigo. La mismita, oiga.

#21 Comment By Karraspito for President On 14 enero 2011 @ 11:40 pm

Pitingo, sin ir más lejos, hace del mundo un lugar mucho peor, y sólo le deseo los males más horribles, a él y a todos sus descendientes portadores de cuerdas bucales, si los hubiera. De hecho, en ciertos casos, se pueden hacer excepcioncillas a la abolición de la pena de muerte, que tampoco es plan de ponerse quisquillosos…

Quería decir «cuerdas vocales»…voy a flagelarme con el gato de siete colas, me lo merezco…

#22 Comment By parvulesco On 15 enero 2011 @ 5:41 am

Pues Bunnymen, yo sí estoy a favor del todo gratis, pero es que no es nada gratis… si pago el adesele más caro y lento de Europa y cánon digital a cascoporro hasta cuando no me estoy bajando nada!

joan amenós… es que lo que hacen los managers, las discográficas, el Estado con sus subvenciones, no es al fin y al cabo mecenazgo?

En esto estoy por el «Ora et labora» benedictino, hoygan: los beneficios del laburo le permiten a uno sus momentos creativos y producentes… Bukowski trabajaba de cartero, Miller de traductor y Cortázar de intérprete… hay tiempo pa’tó

#23 Comment By Andrés Boix Palop On 15 enero 2011 @ 7:37 am

Joan, incluso con el RSS se me había pasado tu entrada en la revisión que he hecho a lo escrito en los blogs sobre el tema. Es muy interesante pero no compro. Básicamente porque si nos vamos a ese modelo, si como dices tomamos el ejemplo de la propiedad industrial porque decimos que esto es lo mismo o equivalente, habría que hacerlo con todas las consecuencias, ¿no? Es decir, que si esto es un mercado y lo proietarizamos pues seamos coherentes: fuera ayudas públicas y cualquier interferencia en el mercado.

Pero no. Aquí «los creadores» no pretenden eso. ¡Ni cuando se quejan de que la gente ve normal pagar los tomates y los filetes pero no sus creaciones aceptan ese marco! Ellos quieren lo mejor de los dos mundos, Estado y mercado, a su disposición. Y eso está un poco feo. Lo cuento en el link mencionado arriba en plan desbarre con eso de «Se vende cultura». Quizás Arcadi Espada viera bien estas tesis, pero sería de los pocos.

#24 Comment By joan Amenós On 15 enero 2011 @ 11:54 am

Me interesa mucho lo último que ha dicho parvulesco: el creador intelectual vive de otra cosa. YA, ya sé que me salgo de la cuestión jurídica, pero es un tema importante.
De hecho, la gran preocupación de todos los poetas (e incluso novelistas) a lo largo de la historia ha sido encontrar un modus vivendi (los poetas han sido soldados, consejeros, profesores, traductores…).
Aparte de esto, si dejamos el sucio dinero aparte, lanzo otra reflexión, que planteaba el otro día un creador: me da igual que me copien, pero, por favor, que no alteren mi obra (el derecho a la integridad). Bueno, es una perspectiva diferente, pero también es interesante. Si nos enfadamos cuando el diario nos hec una entrevista y nos altera todo, imagínate que reproduzcan lo que uno ha escrito lleno de tachones, faltas…y atribuyéndotelo a ti.

#25 Comment By Karraspito for President On 15 enero 2011 @ 6:13 pm

Cuando decís eso del ADSL más caro y más lento de Europa no estáis incluyendo a UK como parte integrante de Europa, ¿verdad? O eso, o es que se os ha quedado la costumbre de repetir la cantinela de siempre desde que esa afirmación quizás era cierta, y se os ha olvidado actualizar el cerebro en estos 3 años…

#26 Comment By galaico67 On 15 enero 2011 @ 8:22 pm

«me da igual que me copien, pero, por favor, que no alteren mi obra (el derecho a la integridad).»

Como ejemplo de según que derechos mal ejercidos me vienen a la cabeza una pista de patinaje destinada a cruzar la Ría del Nervión, obra, creo, do máis jrande e mais famoso arquitecto da Comunidad Valenciana ( y que se ha opuesto por todos los medios a corregir ese «defectillo»). O que ciertas piedras destinadas a cubrir un mausoleo galaico tengan que ser de un punto concreto del mundo, sin que otro «creador» atienda a razones.

#27 Comment By galaico67 On 15 enero 2011 @ 8:23 pm

¿UK? ¿UK es Europa? No me joda….

#28 Comment By Manué On 16 enero 2011 @ 12:35 pm

Hola Andrés. Ante todo felicidades por esta entrada.

Sugiero que cambiéis en los blogs relacionados con LPD la manera en la que vuestros posts aparecen en los lectores de feeds. Yo sigo a LPD desde Google Reader a través de mi móvil, las entradas de LPD salen enteras pero la de los blogs salen cortadas, mostrando apenas el primer párrafo, como invitando al lector a visite la página original para leer el resto, lo cual, desde un teléfono móvil, es un coñazo. Como consecuencia, rara vez leo estas entradas, e intuyo que me he perdido algunas tan buenas como ésta.

#29 Comment By Karraspito for President On 16 enero 2011 @ 1:26 pm

«¿UK? ¿UK es Europa? No me joda….»

Precisamente por eso lo preguntaba. Ni siquiera ellos se consideran europeos, les encanta ser «especiales»…

Lo de la pista de patinaje, parece que al final se va a poner una alfombra antideslizante de un material transparente, para que no se indigne el gilipollitas valenciano (sí, crees bien, es suya). Que llego a ser yo el alcalde, y tras la primera denuncia le desmonto el chiringuito y le digo que se lo meta POR EL CULO…

[26]

#30 Comment By BunnyMen On 18 enero 2011 @ 10:12 pm

Parvulesco,

“yo sí estoy a favor del todo gratis, pero es que no es nada gratis… si pago el adesele más caro y lento de Europa y cánon digital a cascoporro hasta cuando no me estoy bajando nada”

Habría que matizar que lo que pagamos de ADSL es algo que atañe a las teleoperadoras, no a los “creadores de bienes culturales”, bueno, Alierta tambien suele quejarse de que ganan muy poquito y eso no puede ser asin. Pero vamos, esto ya es lo normal en estos tiempos de crisis, ver millonarios quejandose de lo poco que ganan a nuestra costa.

Lo del canón, pues otra que no tiene nombre. Aun declarado ilegal lo siguen cobrando, pero es que son “la cultura” oiga.

#31 Comment By popota On 19 enero 2011 @ 7:51 am

«Conviene detenerse en el detalle de que parte de la operación armada se ha hecho para «desarticular el aparato de propaganda de Askatasuna en Navarra» y que la única acusación que se conoce contra los detenidos es la de «alimentar» la página [27].

Hace unas semanas la Asociación de Internautas y compañía montaron una enorme bola de nieve ante la perspectiva de que una ley permitiera intervenir contra páginas web que facilitaran la descarga gratuita de películas y música. Clamaron por la libertad de expresión. A los políticos y grupos parlamentarios que se subieron a aquella ola habría que recordarles que ahora, de pronto, nos encontramos ante la aplicación bestia de la «Ley Sinde», donde para actuar contra una web en la que sólo se ofrece información sobre la cara de la realidad vasca menos visible en el resto de medios mandan a 90 policías a detener a parte de sus autores. Quizá la Asociación de Internautas o Anonymous tengan alguna opinión formada sobre esto o libertad de expresión es sólo poder tener la última entrega de «The walking dead» antes de que se emita por televisión.»

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#32 Comment By Bunnymen On 19 enero 2011 @ 10:16 am

Artículo de la vanguardia, comentando las diversas partes del despropósito vestido de comunicado conciliador (conciliador a las maneras propias de la gente del talante, buenas palabras pero tragas si o si) de la menestra de cultura.

“Nos dice que, “con cada cambio tecnológico (en 1604 se trataba de la aparición del maravilloso invento de Gutenberg), los derechos de los hombres y mujeres sobre sus creaciones han atravesado una enorme sacudida”. La cita parece acertada, si no fuese porque la imprenta se había inventado más de 150 años antes”

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popota,

Particularmente he leído más de una opinión que advierte que primero serán las páginas de contenidos de ocio y luego por esa carretera llegara la censura a las paginas de opinión (como tu blog). Para muestra más escalada esta el caso Wikileads.
“Grita libertad y suelta a los perros de la guerra”