El poder de los sin poder (Václav Havel, 1978)

Václav Havel se pasó la vida defendiendo una forma de entender la vida.  Dicho así, podría querer decir cualquier cosa, hasta un símil con Frank Sinatra, pero estoy hablando de algo que creo que es realmente extraordinario.  Para Havel no se trataba de tener éxito en los negocios, de ser feliz o de irse al campo a re-encontrarse con el buen salvaje que todos llevamos dentro.  Siendo estos ejemplos estupendos, a Havel le valían todos siempre que uno actuara con honestidad.

El libro está escrito como una serie de reflexiones que se van complicando geométricamente, a medida que el autor explica conceptos y los entrecomilla para simplificar (y si juegas a sustituir entrecomillados por sus definiciones te acaba quedando un engendro espectacular).  De todos estos conceptos, «disidente», «esfera secreta», «postotalitario», etc…, los que más fácilmente caen en manos del enemigo son la «vida en la verdad» y sus sucesores en la revolución imaginada por Havel, el «orden humano», la «vida independiente de la sociedad», la «sociedad paralela»… (ya veo en sus caras que si pongo unas comillas más me van a mandar a freír espárragos, como estuve a punto de hacer yo con el libro).

La primera reflexión del libro da en el clavo: Checoslovaquia, 1977, un tendero abre su frutería un lunes por la mañana, saca los cajones de manzanas a la calle y pone un cartel bien visible entre un cajón y otro: ¡Proletarios de todo el mundo, uníos!.  Al tendero, no hace falta decirlo, los proletarios del mundo ni le van ni le vienen, pero el sistema en el que vive se ha configurado de tal manera que requiere que todo el mundo siga dando vueltas en sus ruedas de ratón, ya que unas ruedas impulsan a otras.  Él pone el cartel se lo han mandado y la policía detiene a los pocos que no lo ponen son las órdenes y los jueces dictan sentencia porque la ley así lo ha establecido y hasta el que ha puesto esa ley ahí (y dictado que se repartan cartelitos entre los tenderos) lo ha hecho porque si no lo hiciera él mismo sería sospechoso de ser un peligroso disidente, como un tendero que no pone su cartel.  En resumen, el sistema ha establecido un orden que le perpetúa a si mismo, sin importar si eso sirve o no a los propositos de las personas que lo forman.  Las personas, sencillamente, no importan.

A los malos no se les escapará que la URSS se hundió en la miseria y cayó, según la versión oficial, asfixiada por Reagan y Tatcher tirando los derechos de los mineros por los suelos y gastándose millonadas en el complejo militar industrial, o algo así, lo que convierte a Havel en un héroe de la libertad (perdonen, de la Libertad), irónicamente el entrecomillado cien veces repetido, «la vida en la verdad» sirve a todo dios para decir este-era-de-los-míos y para lanzarse a morderle la pierna al enemigo.  Pero a lo largo del libro Havel no parece sentir una especial animadversión hacia el comunismo.  Más bien, siente que vive en un sistema que, como he comentado, aplasta al ser humano y lo convierte en un engranaje.  Y eso, sólo eso, es lo malo.

El poder de los sin poder se apoya y al mismo tiempo ejerce de abogado de una carta abierta enviada al partido comunista unificado de Checoslovaquia, la Carta 77 (link a la wikipedia en inglés, en la española la información escasea) motivada, fíjense en el detalle, por el arresto de una banda de rock psicodélico, los Plastic People of the Universe.  La gota que colma el vaso no es el arresto de un político opositor, la censura de un medio crítico o el enésimo abuso de poder al que la sociedad se ha acostumbrado, no.  La gota tiene la forma de un perro verde, que pasaba por ahí tratando de ser perro y verde, dos cosas de las que estaba, si no orgulloso, al menos contento y va y le cae encima la ordenanza 345k que prohíbe los colores compuestos en cánidos callejeros.

Observando el rifirrafe en que él mismo se ha metido firmando la carta, Havel reflexiona que este ataque es más violento y merece más reacción que los otros ejemplos que he puesto, porque es un ataque a un intento de sociedad horizontal (en tanto que el poder configura una sociedad vertical) en el que yo, tocando rock psicodélico, no le estoy haciendo daño a nadie (a no ser que obligue a alguien a escucharme).  Aunque sea tremendo y no esté bien simplificarlo tanto, lo de Garzón o la ilegalización de Batasuna son partidas que unos agentes han jugado contra el poder y han perdido, y esto se deja pasar más fácilmente que el intento de prohibir que los chavales se bajen con el torrent las series que les molan.   El nivel de indignación no es proporcional a cuánto se atenta contra la constitución (y los tertulianos con las manos en la cabeza) si no con lo gratuito del ataque.

Este paralelismo con el 15m y la España de la crisis yo no me lo esperaba, pero está ahí, y no sólo en su inicio por un ataque a una forma de entender la cultura.  Para empezar, deja claro que la Carta 77 «no es una oposición en cuanto que no pretende proponer programas políticos alternativos».    En otro punto dice «¿cómo se puede discutir seriamente sobre si queremos cambiar el sistema o sólo reformarlo? En nuestra situación una cosa de este tipo es un típico pseudoproblema: no tenemos la posibilidad ni de reformar ni de cambiar el sistema.» Y finalmente aparece la vida en la verdad, en la que un individuo hace lo que moralmente cree que tiene/puede/quiere hacer (sea escribir en un blog, sea paella para cenar) sin preguntarse qué diría la sociedad de él.  Y la vida en la verdad evoluciona como si fuera una asamblea: reflexiones independientes, creaciones culturales y, sí, la pretensión de una sociedad paralela que se auto-organiza, a menudo como manera de hacer cosas más complejas pero todavía en un contexto prepolítico (en el sentido estricto: no pretende presentarse a ningunas elecciones).  Yo aquí ya no es que vea paralelismos, es que veo motivaciones, respuestas a los críticos, listas de objetivos y hasta buenas noticias.

Havel propone ideas, justifica posiciones, da pie a los que tienen un poco de agobio porque sabe que no tiene sentido decirles que tiren los cajones de fruta y quemen los cartelitos, que ponerlo todo patas arriba lleva ya unos cuantos grandes éxitos y habla de lo que sería el anti-gatopardo, no cambiar nada para que cambie todo.  Crear una realidad paralela y dejar que la vieja y ajada realidad se resquebraje levantando el dedo y diciendo que todavía importa.

En los últimos meandros del libro, aparece el doble impacto.  Todo lo dicho anteriormente, aunque tenga cierto valor, lo ha facilitado el vivir en un sistema que te oprime mirándote a la cara, o mejor, pisándotela con unas Martens.  La mentira del sistema postotalitario es sólo una variante de la mentira esencial del hombre moderno y de la autocinesis de la civilización tecnológica, industrial y de consumo: «Pero todo ese complejo estático de los partidos polítocos de masas, esclerotizados, llenos de verborrea y cuya finalidad política acaba en ellos mismos, que dominan con su aparato de profesionales y vacían a los ciudadanos de cualquier responsabilidad concreta y personal; todas las complejas estructuras de focos monopolizados e imperialistas de acumulación del capital; todo el omnipresente diktat del consumo, de la producción, de la publicidad, del comercio, de la cultura consumista y todo ese diluvio de información, todo esto difícilmente puede ser considerado como la vía futura que llevará al individuo a reencontrase a sí mismo.  (…). A mi parecer sería miope tender hacia una democracia parlamentaria tradicional como ideal político y caer víctimas de la ilusión de que esta forma ‘madura’ puede dar al individuo la garantía estable  de una situación digna e independiente»

Además de recordar que este último párrafo lo escribió Havel sin saber quienes eran los candidatos a la secretaría general del PSOE 2012, solo puedo añadir que lean uds. El poder de los sin poder (aquí en inglés), que se lee en dos patadas y, además, con eso de que se pegó con los comunistas, viene muy bien para tertulianos de una u otra cuerda.

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5 respuestas a El poder de los sin poder (Václav Havel, 1978)

  1. Johnnie dijo:

    Pep, sobre el post anterior:

    Hoy en Público viene un comentario sobre la delgada línea roja por la que caminan los sindicatos con la huelga de TMB y como acabaron por los suelos cuando hicieron huelga en Madrid hará un año o dos, atrapados por la maquinaria propagandística del estado. ¿Dadas las cosas que expones, no deberían los propios sindicatos hacerse publicidad aprovechando que, vaya, tienen una red de transportes enterita a su servicio? O, mejor dicho, son conscientes del peligro que es pillar a un catalán como rehén sin decirle que es un truco, que el malo es el poli(tico) corrupto?

    Que yo voy con FGC al curro, que esto ni me va ni me viene, pero…

  2. viacheslav dijo:

    Gente Plàstica del Universo, únanse!
    ( pueden dejar el violín en casa )

  3. popota dijo:

    Johnnie,

    Pues sí. Lo que no tengo nada claro es que sea legal que en horas laborables se dediquen a eso. De todos modos, muy fan de las actitudes europeas ante las huelgas, y muy poco fan de las subpirinaicas.

  4. Teodoredo dijo:

    El discurso de Havel, como el de tantos otros «disidentes» (mención honorífica para el nacionalcatólico Walensa, para quien los sindicatos –católicos, evidentemente– eran buenos si se trataba de luchar contra el comunismo, pero una vez consumada la transición al capitalismo dejaban de tener sentido) sobre el poder, el totalitarismo, los derechos humanos, etc, duró lo que el muro de Berlín. Lo que en el fondo quería –él y muchos otros– era un régimen capitalista de corte norteamericano donde el que no triunfe que se muera por débil y tonto. Y lo consiguió. Prometer hasta meter, y una vez metido…

    Una vez métido, pues de cabeza al congreso de Yanquilandia a decirles a los congresistas que son héroes de la libertad (¡plas plas plas!). Una vez metido, hacer oídos sordos a los desmanes de americanos e israelíes. Una vez metido, apoyar la invasión de Iraq. Una vez metido, aceptar un precio especial para un coche de lujo, ofrecido por la casa «en consideración a su persona», por supuesto que de manera absolutamente compatible con sus proclamas a favor del libre merkado.

    No voy a decir lo de «no puedo imaginar una persona más cínica, hipócrita, hijaputa, y subnormal etc que…» porque realmente sí puedo. La competencia en esta materia a nivel mundial está muy, muy jodida. Lo que sí puedo decir es que tomarse en serio a Havel es como tomarse en serio a Chacón cuando dice lo de que después de 30 años están haaarrrtos.

    Saludines

  5. Johnnie dijo:

    Hola Teodoredo,

    Supongo que tengo la suerte de no haber conocido a Havel en vida y, ni siquiera, en muerte. Por los artículos periodísticos que leí para escribir la reseña, me imaginé que habría hecho las cosas que dices u otras similares (por ejemplo, algo debió decir sobre Cuba, porque hay ruido blogosférico al respecto).

    En cualquier caso, como digo, tengo suerte, porque aunque el artículo gira alrededor de la figura de Havel, lo que me interesó del libro es que habla de una situación que se puede relacionar con la actual muy fácilmente. Tanto que asusta. Y eso es de lo que yo quería hablar.

    Si por tomarse en serio a Havel te refieres a su punto de vista en El Poder de los Sin Poder, vaya, me temo que saber que folla con abuelas y duerme en el Palace no va a hacer que deje de hacerlo. Si por tomarse en serio sólo quieres señalar la paja en el ojo, no te apures, que yo en serio no me tomo ni la declaración de Hacienda.

    Saludos y gracias por el comentario.

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