Diario de un aspirante a tertuliano

Más allá de Garoña

Publicado en Política por el 20 de junio, 2009

La decisión que habrá de tomarse sobre el cierre de la central nuclear de Garoña reaviva el debate sobre esta fuente de energía en España. Así lo pone de manifiesto el interesante artículo de Daniel Gómez en Crisis Energética. El comentario parte del reportaje que ha publicado El País con el título «Mentiras atómicas» y comenta esos mitos y argumentos falsos que se lanzan en el debate nuclear para radicalizar posiciones enfrentadas en vez de para plantear alternativas reales para el futuro energético. Para que los argumentos de pronucleares y antinucleares puedan servir a la toma de una decisión política seria deben apoyarse en datos y en realidades medibles, como son la cantidad producida, la inversión necesaria y el peso de la nuclear en relación con el resto de energías. Ojalá el debate en torno a Garoña sirva para despejar dudas a los ciudadanos acerca de los beneficios y costes de la energía nuclear.

Porque la cuestión es importante y merece que la información de que dispongamos todos sea completa. El artículo de Crisis Energética defiende que el propio planteamiento del debate puede clarificar mucho las cosas: «Pero el auténtico debate nuclear es este: ¿quién pagará las nuevas nucleares? ¿cómo se compatibilizarán las leyes españolas del sector eléctrico con el estatismo nuclear que reclaman los grupos de presión pronucleares, que suelen ser al mismo tiempo, defensores de la desregulación y el libre mercado? Si se plantease en estos términos, es posible que la ciudadanía tuviese mayores elementos de juicio para poder decidir si interesa o no una nueva ronda de construcción de centrales nucleares en España.»

Y el 7-J parió un ratón

Publicado en Política por el 8 de junio, 2009

Las elecciones europeas de ayer han deparado unos resultados que los más diversos analistas políticos están exprimiendo hasta que sirvan para explicar su interpretación de la cita electoral. Hay trazos gruesos que no se pueden ocultar, como la clara victoria del centro-derecha que renueva su condición de fuerza «líder» del Parlamento Europeo y el castigo a los socialistas europeos, especialmente en varios países en los que se ha «juzgado» su actuación en el gobierno o en la oposición según el caso. Pero, al margen del número de votos, también es significativo que el 7 de junio se haya saldado con una elevada abstención en la mayoría de los 27 estados que han celebrado los comicios, mientras las reformas que podrían relanzar el proceso democrático de elecciones en la UE siguen en el limbo.

A pesar de las numerosas interpretaciones que podemos hacer de los resultados, el 90% de ellas en clave nacional como está haciendo toda la prensa europea, no es menos cierto que el análisis no puede sacar mucho en claro sobre lo que pasará en el futuro. La montaña de resultados del 7-J ha parido un ratón, pues la mayoría de las tendencias estaban ya más que previstas o son meras repeticiones de lo que otras elecciones ya habían señalado. Se habla mucho de que las europeas eran un examen para el gobierno de Zapatero. La mejor prueba de ello es que el PSOE ha abandonado repentinamente esta interpretación desde la primera declaración de Leire Pajín en la noche electoral. Es evidente la victoria del PP y lo que supone de rapapolvo para el partido gobernante. Pero también es verdad que el resultado, con los casi 4 puntos porcentuales y 2 escaños de diferencia con los socialistas, estaba ya pronosticado y beneficia más a Rajoy que lo que perjudica a Zapatero.

El gobierno debe hacer autocrítica, proclama algún editorial de la prensa de hoy. Otra obviedad para la que nos podríamos haber ahorrado el convertir las europeas en una suerte de primarias. La crisis está afectando el nivel de confianza en el PSOE desde el primer momento en que se evidenció la parálisis y el desnortamiento inicial de la política económica del gobierno. Rajoy merece que se cierre la particular crisis interna que vive el PP, es el otro mensaje de las elecciones. No cabe duda, por ello es comprensible que se celebre con tal euforia la victoria como si se tratara de la Eurocopa… o como si fuera la victoria del PP en las europeas previas a su triunfo en 1996 sobre el felipismo. Cuando en realidad, y todo hay que decirlo, tampoco la victoria ha sido de 10 puntos sobre los socialistas como podría haber sido.

Y mientras tanto, con Gordon Brown hundiendo al laborismo en la miseria y con Berlusconi ganando elecciones desde su casa en la Cerdeña, los parlamentarios europeos tendrán que seguir construyendo un discurso político que interese mínimamente a los casi 500 millones de ciudadanos que representan. Y soñando con que algún día se elija en la UE un Parlamento después de una campaña entre partidos que hablen de política europea y no de disputas domésticas.