Familia Real y Petróleo

Opinión Publicada, como explicaba en mi anterior post, fue una sección de La Página Definitiva en la que elaborábamos una revista de prensa un tanto sui generis que resumía los principales contenidos del día o de la semana. Una de las cosas que quería hacer en esta nueva etapa del blog era retomarla periódicamente para comentar aquí artículos y análisis que, por razones diversas, a mi juicio puedan resultar interesantes (los artículos en sí o el comentario posterior, mío o de ustedes). Como les decía también en dicho post, no esperen de mí ninguna clase de periodicidad mínimamente estructurada. Tengo la intención de hacer mejor más «Opiniones publicadas» más cortas y específicas, abordando dos o tres temas, en lugar de efectuar una revisión sistemática más en plan revista de prensa (en realidad, tenía la intención de hacer esto último, que es lo que hacíamos en la anterior versión de «opinión publicada», pero me estaba quedando un post tan sumamente largo que he preferido trocearlo, de manera que mañana o pasado tendrán nuevas entregas). Como verán, nuestros temas de hoy, centrados en la feliz noticia del embarazo de Letizia Ortiz y la evolución del precio del petróleo, no pueden estar más íntimamente relacionados.

FAMILIA REAL 

 – Editorial de ABC, 26/09/2006:

Nada mejor que abrir nuestra primera Opinión Publicada con el acontecimiento más importante del año: el embarazo de S.A.R. Letizia Ortiz, esposa de S.A.R. El Heredero. Y, naturalmente, en estas cosas hay que recurrir a los clásicos apoyos acríticos e incondicionales de la Monarquía, y dado que el diario El País osó no publicar editorial alguno en el día de autos (probablemente Mabel Galaz estaría enferma), hemos acabado recalando en ABC. El diario conservador afirma, entre otras perlas, lo siguiente:

En tanto el tracto sucesorio no se produzca, existe una mera expectativa de derecho, pero no derecho adquirido a favor del hijo mayor varón -si lo tuvieran- de los Príncipes de Asturias, pero no se genera derecho adquirido alguno. Como quiera que está en trance de debate público -y con un amplio consenso social- la supresión de la prevalencia sucesoria del varón sobre la mujer prevista en la Constitución, conviene despejar las urgencias que podría generar la noticia del feliz nuevo embarazo de Doña Leticia. Según un cálculo razonable, hay tiempo más que suficiente para que la Constitución sea modificada en su artículo 57.1 de tal suerte de que, llegado el momento de la sucesión, la Infanta Doña Leonor sea la Princesa de Asturias.

Tanto la voluntad política de los partidos con representación parlamentaria como el dictamen al respecto del Consejo de Estado, y un perceptible consenso social, requieren que en la sucesión a la Corona cese ya la prevalencia del varón sobre la mujer como criterio discriminador, que, aunque propio de la tradición dinástica, ha caído en desuso y, sobre todo, en una consideración general lesiva para la igualdad de sexos. Lo mismo ocurre en el derecho nobiliario, cuestión que ha sido solventada, aunque con una disposición transitoria de retroactividad que afecta a la seguridad jurídica. Sin urgencia ni apresuramientos -y aunque el segundo hijo de Don Felipe sea varón- hay que ponerse en la tesitura de reformar este punto la Constitución de 1978. El problema -de ahí que el sosiego sea imprescindible- es que al tratarse del Título II de la Carta Magna su modificación debe producirse por el denominado procedimiento agravado, es decir, requiere de referéndum popular previa disolución de las Cámaras legislativas y ratificación por las nuevas, todo lo cual reclama un entendimiento muy profundo entre los grupos parlamentarios, que debe ser liderado por el Gobierno, sea en ésta o en la próxima legislatura (…)

Es importante, sin embargo, que estas modificaciones -siendo la de la sucesión a la Corona la más trascendente de todas- se produzcan en un clima bien distinto al actual, demasiado crispado y distorsionado por los muy próximos comicios municipales y autonómicos. La voluntad de servicio de S. M. el Rey -y su afortunada buena salud- y la disponibilidad de S. A. R. el Príncipe de Asturias al cumplimiento de sus obligaciones ofrecen un horizonte temporal largo y sereno en función del cual todo lo que deba hacerse conforme a la voluntad general se hará, pero sin urgencias ni premuras. La España democrática y monárquica, constitucional y parlamentaria, debe recibir, con la feliz noticia del pronto nacimiento de un nuevo Infante o Infanta de España, la garantía de estabilidad y continuidad de la Corona, a la que la Constitución encomienda, entre otras misiones, simbolizar la integridad y continuidad del Estado.

En resumen: el regalito con que el General Franco honró a todos los españoles continúa dándonos alegrías bajo la forma de embarazos incesantes, en la búsqueda de más y más probos representantes autoadquiridos de la voluntad general. Pero, claro, tenemos un problema: al parecer, la prevalencia del varón en la sucesión resulta un tanto anacrónica en la sociedad del siglo XXI en que nos movemos, y por lo tanto urge una modificación de la Constitución que afirme, graciosa concesión que nos otorgamos los españoles, que no cabe discriminación alguna por razones de sexo en el orden de sucesión. Siempre y cuando, entiéndase bien, pertenezcan a la misma familia, que es de lo que se trata.

El problema, sin embargo, es de retroactividad. Porque aunque ABC llame al sosiego y la calma, lo cierto es que, de nacer un segundo hijo varón antes de que se produjeran los trámites necesarios para cambiar ese apartado de la Constitución (aprobación por mayoría de dos tercios en ambas Cámaras; disolución; aprobación por parte del nuevo Parlamento), cabría la duda de si dicha revolucionaria modificación se aplicaría con carácter retroactivo, de manera que en cualquier caso fuese la infanta Leonor la escogida para ejercer la Jefatura del Estado. Porque, claro, si aplicamos la retroactividad, ¿hasta cuándo la aplicamos? ¿Es posible aplicar dicha retroactividad a Leonor pero no a la anterior generación de Herederos, es decir, la Infanta Elena? La argumentación típica para despejar estas dudas arguye que, si bien Leonor (y su eventual hermanito varón) no es aún legalmente heredera de nada, su padre, el Príncipe Heredero, como su propio antetítulo indica, sí lo es, y no perdería sus derechos se cambiara o no la Constitución, con lo que el cambio sólo afectaría a su línea de sucesión, pero no a él mismo o a sus hermanas. Pero esto no es, como a nadie se le escapa, sino un encaje de bolillos absurdo, claramente dirigido, en exclusiva, a conjurar el peligro de que algún día la Infanta Elena pueda ser Reina de España. Y cabe decir que, en cualquier caso, la lógica y el sentido común indican claramente que la población española no aprecia en igual medida la «voluntad de servicio» de S.M. el Rey (que a fin de cuentas atesora un importante legado producto de la Transición política, el mismo legado que atesora la generación que desde entonces, y a estas alturas, continúa mandando en España) que la de su hijo, el Heredero. Es decir, y resumiendo: que puede que S.A.R. el Príncipe Felipe reine, pero se antoja casi surrealista que tenga sucesor y el espectáculo continúe una generación más.

PETRÓLEO

 Seguro que todos ustedes recuerdan ese maravilloso comentario de la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Ana de Palacio, cuando dijo que los efectos benéficos de la invasión de Irak en 2003 ya comenzaban a notarse en los bolsillos de los ciudadanos: el petróleo bajaba, la bolsa subía, y todo iba bien. Y ya era hora, porque el petróleo había comenzado a subir a precios insostenibles, incluso superiores a los 30 dólares. Por aquel entonces, también, apareció en la revista Política Exterior un artículo de Carlos Alonso Zaldívar (diplomático español que, si mal no recuerdo, es el actual embajador de España en Cuba) titulado «Invasión de Irak: escenarios negros«, en el que venía a explicar cuáles eran los posibles escenarios posibles posteriores a la invasión de Irak (el artículo era de febrero de 2003, es decir, antes de la invasión en sí), alertando sobre un «escenario negro» en el que la resistencia irakí y el terrorismo de Al Qaeda imposibilitan o reducían sustancialmente la producción de petróleo en Irak e incluso se generaba una inestabilidad generalizada en toda la zona que afectaba aún más al precio del petróleo, que en el peor de los escenarios podía subir hasta los 80 dólares. Bien, pues parece que tres años después estamos en dicho escenario, o uno muy parecido, y la cuestión es qué hacer con el petróleo. Desde un punto de vista contrario a la dependencia del petróleo, en Crisis Energética cuentan con una sección dedicada al petróleo que les recomiendo vivamente. En la Opinión Publicada de hoy dedicada a esta cuestión me permito seleccionar, además, un par de artículos que también versan sobre esta materia, y que muestran informaciones y comentarios en esencia volcados, aunque desde puntos de vista muy diferentes, hacia una interpretación más positiva respecto de dicha dependencia energética:

Dennis T. Avery (Libertad Digital, 25/09/2006): Cuál no ha sido mi sorpresa al encontrarme a un señor calvo con bigote hablando de petróleo y, así en general, de política energética. Seguro que es un liberal superimportante, pero la verdad es que no había oído hablar de él en mi vida. Por otra parte, sólo tiene tres artículos en la Biblia del Liberalismo, así que cabe decir que, si bien los dichos artículos cumplen con uno de los preceptos fundamentales del analista Liberal-Periodístico (hablar absolutamente sobre cualquier tema) y, en general, del analista a secas (no voy a cometer aquí el ejercicio de hipocresía de dar a los demás lecciones sobre eclecticismo), esto no casa demasiado bien con otro de los preceptos básicos (la extraordinaria promiscuidad textual que caracteriza a peones, alfiles y reinonas del Liberalismo, o vean si no a César Vidal). Sea como fuere, el artículo no tiene desperdicio:

El descubrimiento de nuevas reservas petroleras por parte de la Chevron en el Golfo de México podrán salvar a más de 40 millones de hectáreas de bosques en Estados Unidos. Esos bosques serían, de otra manera, talados para cultivar ineficientes substitutos biocombustibles del petróleo. ¿No es esto de interés para los ecologistas que se oponen a las perforaciones petroleras en las costas? Chevron y sus socios arriesgaron 100 millones de dólares perforando estratos de rocas más antiguos y nunca antes alcanzados. La apuesta fue un éxito y parece que ese nuevo sector producirá entre 10.000 y 15.000 millones de barriles de petróleo, aumentando las reservas de Estados Unidos en 50 por ciento.

Estoy a punto de echarme a llorar. ¡Hay que ver, qué bueno es Chevron! ¡Arriesgando su dinero en pro del Medio Ambiente! Y no se lo pierdan, 40 millones de hectáreas es nada menos que el 12’8% de la totalidad de la superficie boscosa de EE.UU. (312 millones de hectáreas). Claro que quizás, sólo quizás, la asociación entre el descubrimiento de nuevos pozos de petróleo y la defensa del Medio Ambiente sea lo que en puridad se denomina «demagogia barata», a menos que se nos ocurra una forma de mover los mismos vehículos y fábricas que funcionan con petróleo con madera (imagínense qué pesadez, pararse cada dos por tres en el arcén de la autopista, sacar el hacha del maletero y venga a cortar árboles). Pero, por si acaso a alguien se le ocurre que estaría bien diversificar algo el asunto de los recursos energéticos (no sea que a los buenos samaritanos de Chevron no les dé todos los años por arriesgar su dinero en pro del medio ambiente, lo cual sería humanamente comprensible), el ínclito Dennis T. Avery nos lo deja claro:

Contrastemos este hallazgo con la triste historia del etanol, derivado del maíz. El consumo de gasolina en Estados Unidos fue 134.000 millones de galones en 2003 y se requerirían 220 millones de hectáreas sembradas de maíz para reemplazar con etanol la gasolina que hoy consumimos. Eso implicaría no solamente dedicar a la producción de maíz todos los campos agrícolas que hoy tenemos en Estados Unidos, sino aumentarlos en un 25 por ciento. Ni el etanol ni ningún otro biocombustible resultan económicamente factibles sin los inmensos subsidios aportados por el gobierno federal; es decir, dinero proveniente de los impuestos que pagamos. Pero más importante es el hecho de que en Estados Unidos no hay suficientes campos agrícolas para producir alimentos y biocombustibles a la vez. Para complicar aún más el asunto, las siembras de maíz requieren mucho fertilizante de nitrógeno, en cuya producción se utiliza mucha energía, como también gran cantidad de pesticidas provenientes del petróleo, además de combustible para su fermentación. Así, el etanol proveniente del maíz aporta apenas un 25% más de energía de la que se utilizó en su producción. En conclusión: necesitaríamos producir 6 galones de etanol por cada galón de gasolina que dejemos de importar.

Que bueno, igual es un tanto oportunista coger datos de aquí, datos de allá, comparar lo que a mí me da la gana y ver cómo me salen las cuentas, pero al César lo que es del César: en cuanto a la inviabilidad actual del Etanol, así como a la fuerte dependencia de las subvenciones por parte del Estado de la mayoría de fuentes energéticas renovables, tiene razón. La tiene casi totalmente en lo que concierne al Etanol, y la tiene en definir lo que por lo demás es una obviedad: si hubiéramos encontrado una fuente energética limpia, renovable y barata, al menos tan barata como el petróleo, no estaríamos hablando de este tema. De lo que se trata es de si es buena idea esperar pasivamente a que las reservas de petróleo se agoten, o alcancen precios inasumibles (que vendría a ser lo mismo), o conviene diversificar algo la inversión. Sobre todo, en países que no tienen petróleo, como España.

O que no lo tienen, al menos, mientras no resulte rentable perforar / explorar los posibles yacimientos existentes en las Canarias e incluso en el Mediterráneo. Hoy por hoy, no es rentable. Pero claro, hace treinta años se suponía que el petróleo se agotaría en el año 2000 a lo más tardar, y la principal razón era que los cálculos se hacían sobre los yacimientos que entonces era viable explotar. Treinta años después las tecnologías de prospección han mejorado y han convertido en rentable lo que anteriormente no lo era (y, además, también se han descubierto yacimientos nuevos, por supuesto). Lo han convertido en rentable por la vía de invertir, que es también lo que se hace con las energías renovables. Y claro que es posible que muchas de ellas nunca funcionen, o nunca sean rentables, pero nunca he acabado de entender esa obsesión del Liberalismo por agarrarse al petróleo (y no me creo, al menos no en su totalidad, teorías de la conspiración del estilo de «es que todos están financiados por la industria del petróleo) y la dependencia que éste comporta respecto de casi toda la actual alineación del Eje del Mal.

Una versión seria de este tipo de posición respecto de la energía, el calentamiento global, etc., es la proporcionada por Bjorn Lomborg, un estadístico danés que publicó hace unos años un bestseller titulado «El ecologista escéptico» que se ha convertido desde entonces en un a modo de Biblia de los defensores del petróleo, porque demuestra con estadísticas (o pretende demostrar) cómo muchos de los argumentos fundamentales de las asociaciones ecologistas (el calentamiento global, el agotamiento de las reservas de petróleo, la viabilidad de las energías renovables, la deforestación, etc.) no tienen fundamento. La verdad es que la sensación con la que uno salía de leerse el libro es muy parecida a la que generan muchos de los panfletos publicados sobre esta cuestión tanto por las asociaciones ecologistas como por los estudios científicos financiados, en su infinita piedad, por Chevron y adláteres: que se cogen los datos que convienen para demostrar profecías autocumplidas o, directamente, se inventan conclusiones casualmente beneficiosas para los intereses de unos y otros.

Guerra eterna en Oriente Medio, 26/09/2006: En Guerra Eterna Íñigo Sáenz de Ugarte se hace eco de la bajada del precio del petróleo desde el mes de Julio (cuando llegó a los 78 dólares) hasta el momento actual (rayano en los 60) y al hilo de lo anterior nos transmite una curiosa interpretación política:

En términos políticos, el principal beneficiario puede ser el inquilino de la Casa Blanca. Según USA Today, si se cruzan las curvas del precio del combustible y del apoyo a Bush en las encuestas, la imagen resultante se asemeja a la de una equis. Cuando más cuesta llenar el depósito del coche, más impopular resulta Bush en su país. Si baja el precio, el presidente norteamericano ve subir sus notas en los sondeos.

Por supuesto, no es el petróleo el único factor que explica los vaivenes de popularidad de Bush, y probablemente ni siquiera sea el principal. Pero el mimetismo inversamente proporcional entre ambos criterios no deja de resultar curioso.



3 comentarios en Familia Real y Petróleo
  1. Lo de Bush se explica, probablemente, a partir de la doctrina Ana de Palacio. Si uno basa su acción política en prometer resultados a lo Javier Clemente, más allá de consideraciones éticas o estéticas, como Chipre te meta 3 o el barril de petróleo se te ponga a 150 dólares la llevas clara.

    Respecto al apaño de la sucesión, y aunque siempre habrá quienes estén dispuestos a hacer todo el encaje de bolillos que se quiera, la solución es bastante sencilla y el Consejo de Estado, en su dictamen al respecto, ya se decante por esa línea: indicar directamente y sin reparos que la Corona la ostenta nuestro querido y campechano Rey y que su primer sucesor será, sí o sí, el actual Príncipe de Asturias y luego su prole, con las mismas reglas que ahora figuran, pero eliminante la terrible discriminación por razón de sexo.

    Jurídicamente no puede plantearse discusión al respecto si el artículo de marras se modificara en este sentido. Otra cosa es la posible discusión política que tal apaño pueda suponer, que será escasa, al menos entre las elites, donde de forma abrumadoramente mayoritara se quiere una Monarquía como la que tenemos y ni en pintura se desea ver a la sin par Infanta Helena en el trono.

    Será más escandalosa, me temo, la forma en que se plantearán el referéndum (si es que se acaba haciendo) y la reforma en sí, en plan batiburrillo. Es sorprendente hasta qué punto se conjugan en España sin que nadie aparentemente atisbe contradicción alguna estos dos enunciados:
    – la monarquía goza de un apoyo amplísimo entre la población
    – no queremos un referéndum que pueda acabar en un plebiscito sobre la monarquía

    Ingenuamente, uno puede hasta llegar a pensar que los que no quieren el plebiscito son los furibundos republicanos, aterrados ante la posibilidad de toparse con un apoyo masivo de los ciudadanos a los Borbones y su intachable labor moderadora.

    Comentario escrito por Andrés Boix (LPD) — 27 de septiembre de 2006 a las 7:46 pm

  2. Buenas Guillermo, cuánto tiempo.

    Por cierto ¿qué ha sido de Pablo Molina?

    Comentario escrito por Avelino — 28 de septiembre de 2006 a las 6:34 pm

  3. ¡Hombre, Avelino, qué tal! El placer es mutuo. Pues Pablo hace ya tiempo que anda desaparecido (es el sino de LPD: lanzar a nuestros redactores liberales al estrellato de Libertad Digital y adláteres), tanto en LPD como en su blog, por eso, a la espera de ver si nos hacemos con él, por el momento no hemos «abierto» su blog.

    Un cordial saludo

    Comentario escrito por Guillermo López — 28 de septiembre de 2006 a las 6:43 pm

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