Breve historia de los sueños

VOLAR EN SUEÑOS

Uno se duerme y puede suceder cualquier cosa. Se te puede caer la piñata, y eso significa que quieres fornicar con tu concuñado. Puedes quedarte paralizado en mitad de la calle mientras viene un coche conducido por Farruquito, y eso significa que quieres fornicar con tu concuñado. Puede perseguirte un gigantesco brazo elástico de goma por un pasillo angosto, y eso significa que quieres fornicar con tu concuñado. Puedes soñar con tu concuñado, lo que significa que quieres coger –a la argentina- con el padre de tu mejor amigo. O bien se suceden una serie de acontecimientos, unas veces agradables y otras no, que te empujan a volar.

Tengo una técnica de vuelo en sueños poco vistosa, ya que aleteo e incluso vuelo a «braza» o a «perrito», al igual que se nada. Reconozco que no es muy estético ni sirve para escapar de monstruos voladores terribles, pero ves paisajes con tranquilidad y despegas y aterrizas sin problemas. Tampoco necesitas mucho espacio, lo que permite escapar de amenazas terrestres, que en mi caso son casi el cien por cien. En términos darwinistas se puede decir que estoy adaptado al medio. En términos de transporte funciono como un helicóptero muy chungo o una especie de autogiro personal, viva De la Cierva, viva España.

Al margen de análisis freudianos he descubierto charlando con el pueblo que no todos volamos en sueños, pero lo más sorprendente es que las técnicas de vuelo son muy diversas. He conocido a personas que tienen grandes problemas con los aterrizajes. Otras me han confesado que no controlan mucho la dirección ni la velocidad cuando surcan el esto… cielo onírico. Muchas ni pueden volar y hasta se despiertan con el esfuerzo que supone el despegue, que no llega; otras dan grandes saltos como La Masa o les cuesta mantener la trayectoria (consulten, consulten).

El ciudadano medio piensa que el estilo de vuelo en sueños es más o menos universal, pero indaga y se topa con un montón de variantes. Todo esto nos enseña muchas cosas de los demás, diversas lecciones de tolerancia y lleva consigo un mensaje: hay que ampliar las miras y respetar el modo de volar en sueños ajeno, por ridículo que sea.

SUEÑOS LÚCIDOS

Un sueño lúcido se define como aquel en el que la persona se da cuenta de que está soñando. He tenido varios a lo largo de mi vida, casi todos concentrados en la adolescencia y primera juventud (para diferenciarla del resto de edades del hombre actual: segunda juventud, tercera juventud, cuarta juventud y quinta juventud, conocida hasta hace poco como muerte).

Muchas veces esa lucidez llegaba en el momento casi de despertar, por lo que no daba tiempo a aprovecharte de la situación. Otras, sin embargo, la lucidez sí se producía con más antelación, por lo que tenías varios minutos de onironauta , como lo llaman los expertos, pues también hay expertos en esto.

Cuando me ha sucedido, y consciente de estar viviendo una experiencia poco frecuente, lo he aprovechado para crecer como ser humano, o sea, a la mínima que me percataba de haberme “despertado” dentro del sueño me ponía a perseguir a todo aquello que pareciera mujer, con el objeto de hacer uso de lo que servidor tuviera entre las piernas, ya que en ese mundo puedes tener ahí cualquier cosa, muchas veces de una consistencia, formas y colores sorprendentes.

De hecho considero que perdí la virginidad en un sueño lúcido, con 12 o 13 años. En aquel regalo de mi cerebro me dediqué a confraternizar por retaguardia con una vecina de 16 y muy buen ver, no sin antes avisar de mis intenciones aviesas, puesto que los modales son importantes en todos sitios, si bien en el campo sexual onírico no los tenía entonces muy pulidos. Mi carta de presentación ante ella y sus nalgas fue un castizo «voy a hacerte un apaño». El sueño fue por cierto lúcido y húmedo, como me indicó el pijama al despertar (un sueño bifronte o bifocal o bisiesto, por tanto).

En el mundo real nuestros caminos nunca se encontraron. A veces aún la veo y sonrío con malicia de sátiro, mientras pienso «si supieras lo que te hice».

SUEÑOS CON RETROGUSTO

Los vinos dejan una serie de sensaciones justo después de catarlos. El Don Simón o el Castillo de Gredos generan, por ejemplo, todo un festival de los sentidos que puede hasta hacer que perdamos la campanilla de puro retrogusto, que así se llama de forma técnica. Con los sueños pasa lo mismo. No me refiero a lo que se siente al despertar. El sueño estaba ahí al lado y resulta lógico que puedas sentirte inquieto o hasta lleno de pánico si soñabas que volvías al colegio y para colmo con examen sorpresa el primer día y el “Pimiento” de tutor. Hablo de cómo sobreviene otra vez el saborcillo del sueño cuando te acuestas la siguiente vez. Se pone uno en la siesta los tapones para no oír cómo la madre histérica de abajo regaña a su hijo cani (qué manía la de los padres de ahora por encauzar el camino de sus retoños, cuando antaño se les dejaba, con todo el amor del mundo pero con honradez y respeto a la tradición y al prójimo, en manos del caballo en cualquier portal) y vuelve el aula del sueño de la noche anterior, el olor a goma Milán 250 y tiza, y el miedo a vivir nueve meses sentado en el pupitre mientras te enseñan el diagrama de Venn. Afortunadamente llega el sueño y una nueva pesadilla sustituirá a la anterior.

SUEÑOS CON SEGUNDA PARTE

A veces el retrogusto del sueño es demasiado fuerte. Se trata de un retrogusto fornido, rudo, a lo Stallone, un deje que no puede contenerse con una primera parte: siempre necesita una segunda como mínimo, y seis si se lo permiten. En el mundo onírico se dan raramente estos sueños de Acorralado y Rambo. Sólo he tenido uno, en mi infancia. Era mayor del Séptimo de Caballería, con una extraña misión que se desarrollaba en la calle, al lado del portal de mi casa. No había indios ni praderas ni bisontes, pero sí recuerdo mi flamante uniforme de mayor con el distintivo de sargento (puede que con el paso de los años haya idealizado un poco mi graduación). Tuve una noche la primera parte del sueño, y la segunda parte la noche siguiente. No hubo más, así que supongo que fue una continuación de calidad, un éxito de crítica si hubiera críticos de sueños, pero no de taquilla. O bien se trató de una misión de audaces y mi personaje no salió bien parado.

SUEÑOS HÚMEDOS

Si el público de las películas pornográficas le da a cámara rápida para evitar las escenas del guión que enlazan las de sexo, en el mundo onírico uno le daría a cámara rápida, aunque a rebobinar, para no llegar a la escena del guión que enlaza con la realidad en los sueños húmedos. El orgasmo con el que concluyen pone en aprietos a los hombres, que tras un feliz ayuntamiento con cualquier tipo de criaturas con las que se hayan encontrado dormidos, chocan con la incomodidad de tener que explicar, o peor todavía, de tener que esconder el resultado de su promiscuidad inconsciente. El joven que utiliza pijama deberá buscar una peregrina excusa para meterlo en la lavadora, ya que se lo puso ayer recién limpio y su madre controla cualquier movimiento que se produce en las cercanías de los electrodomésticos. Una solución popular consiste en echarse el café del desayuno encima, vaya por Dios qué torpeza. El adulto que utiliza pijama deberá buscar una peregrina excusa para meterlo en la lavadora, ya que se lo puso ayer recién limpio y su madre controla cualquier movimiento que se produce en las cercanías de los electrodomésticos, que los pisos están por las nubes y no hay manera de independizarse. El que duerme con su pareja tendrá que inventar una historia para justificar lo del pijama, lo de las sábanas o lo de haber salpicado. Aquí es muy sencillo: estaba soñando contigo, cariño, y fíjate. Encima nos aseguramos un polvo matutino después de lo que nos hizo en sueños la hermana de nuestra pareja.

SUEÑOS RECURRENTES

Ya he hablado antes de algunos. El de estar paralizado en mitad de la calle mientras viene un coche, el brazo elástico perseguidor… o la caída desde un edificio mientras te despiertas por las cosquillas entre las plantas 39 y 38, o el monstruo que espera tras la ventana. Todos ellos se dan una y otra vez, sobre todo en momentos de la infancia. Lamentablemente nunca coinciden con un sueño lúcido. El monstruo te espera tras la ventana por 109ª vez y todavía te pone el corazón en la boca por 109ª vez. Dónde está la lucidez cuando se la necesita. Estos episodios son como los de las telecomedias, te los ves cuarenta veces y te sigues riendo con las mismas tonterías, pero aquí no tienen gracia ninguna y en vez de risas enlatadas hay sobresaltos o incluso algún alarido.

UN PARÉNTESIS EMOTIVO 

Muchos lo pensamos de vez en cuando, y lo pienso ahora al escribir estas líneas: qué riqueza la de los sueños de la infancia en comparación con los del periodo adulto. Esto no es del todo cierto. Más bien en el periodo adulto se desvanecen con facilidad en cuanto la persona se despierta. Supongo que los niños necesitan recordarlos por algún motivo que les será útil con posterioridad, al crecer, un equivalente al juego, a las simulaciones de lucha de los cachorros, pero en esta ocasión en el mundo de los sueños. Será algo así, pero no se me ocurre nada. En realidad esa teoría es una gilipollez, pero casi cuela. Los niños no disocian de manera tan extrema la imaginación de la cotidianeidad. Los adultos sí, salvo los políticos nacionalistas. Además la rutina empaña los sueños y los olvidamos. La alienación de la que hablaba Marx también alcanza la fase R.E.M sin necesidad de que aparezca en la letra pequeña del contrato de trabajo temporal con sueldo de becario.

DIARIO DE SUEÑOS

Comparemos:

Querido diario:

Hoy he tratado de llamar la atención de L., pero no me ha hecho caso porque iba con su novio. He trabajado nueve horas y el jefe me ha vuelto a montar un pollo por lo de los informes. La trepa me ha puesto en evidencia. Luego he ido a hacer spinning y me ha dado un calambre en la pantorrilla, y luego me he quedado dormido en la primera autopsia de C.S.I.

Querido diario:

El suelo cambiaba de color y se movía como una onda, muy lentamente. Yo esperaba en un extremo. Al llegar la onda saltaba, tenía que evitar que me pillase por algún motivo, aunque sabía que no era peligroso. Cuando lo hice cinco o seis veces y ya llegaban mirones decidí volar. Fui volando a perrito hasta Las Vegas. Llegué en un santiamén porque al alzarme apareció el mapamundi y sólo tuve que desplazarme por él a escala hasta mi destino, momento en que decidí precipitarme hasta Las Vegas (en el mapa ponía Las Vegas), y allá fui en picado, todo lo en picado que se puede ir volando a perrito, que es un picado un poco sui generis. Aparecí en un casino. Jugaba a la ruleta y cada vez que ganaba salían monedas como si fuese una máquina tragaperras. Jugaba a las tragaperras, que giraban como una ruleta y expulsaban cartas gigantes al ganar, me recordaba a Alicia en el País de las Maravillas. Encontré a Grissom, el protagonista de C.S.I. Las Vegas, y fuimos otra vez volando a perrito por el mapamundi hasta Albuquerque, donde nos íbamos a encontrar con Bugs Bunny, que siempre gira ahí por error. Entonces sonó la alarma y me desperté.

Algunas personas tienen diarios de sueños. No se negará que entre el diario de la vida real y el de sueños hay diferencia. La vida gris a un lado, un planeta infinito al otro.  Las personas que tiene diarios de sueños suelen ser artistas, aspirantes a artistas o gente convencida de su genialidad, por lo que esos apuntes le ofrecerán una inspiración posterior; si uno es genial durante el periodo de vigilia, no le digo ya, señora, caballero, durante el sueño, cuando se libera el inconsciente de tanta atadura.

Y así el artista piensa que si va corriendo en cuanto se despierta, enciende el ordenador, se mete en su carpeta de sueños, le da al botón derecho del ratón, escoge la opción “nuevo”, una vez en ella la de “documento de word en blanco” y se pone a escribir lo que ha soñado por la noche (emulsiones, emulsiones luciferinas en torno a dragones que me rodeaban, mas conseguir acabar con sus fuegos mediante un singular escudo que me proporcionó David el gnomo…) conseguirá construir una herramienta indispensable para poder dar a luz, porque los genios paren sus obras, un poema o novela que supondrá un antes y un después en la historia de la literatura. Casi siempre ese poema o novela supone un antes y un después en la historia de la confección de ese poema o novela.

Reconozco que a veces he estado tentado de hacer ese diario de sueños. Por fortuna mi pereza limita mucho mi genialidad, incluso hasta hacerla desaparecer. Así que no recuerdo lo que he soñado hoy, puede que para mal…

Según algunos expertos –de nuevo aquí los expertos-, ese diario es uno de los cimientos para controlar y provocar la lucidez en los sueños. Recordar los sueños, apuntarlos y pensar antes de dormir en lo que queremos hacer una vez nos “despertemos” en el sueño forman la base sobre la que descansa la única probabilidad que tenemos de pasar una noche de lujuria con Mónica Belucci. Quizá valga la pena intentarlo, con la esperanza de escribir un día:

Querido diario:

Me estaba tomando una copa en el Ritz con Batman, Spiderman y nuestros respectivos concuñados, cuando al otro lado de la barra crucé mi mirada con la de Mónica B. La acompañaba Galactus, que me miró raro. Le reventé los sesos contra la barra y cogí a Mónica B. de la cintura. Fuimos después de la mano volando a perrito hasta Las Vegas. Jugamos a la ruleta y nos reímos. Grissom nos servía canapés. Nos convertimos en caviar, nos convertimos en paté de salmón untado y luego yo en bacon y ella en dátil. Al fin la envolví y un palillo de dientes made in Albuquerque nos fijó por una eternidad en una cópula constante.

Comments

  1. Airos wrote:

    Voy a compartir, de manera injustificada, uno de mis últimos sueños:
    Estaba en la televisión, en un programa con muchas luces (luces de las que salen de focos y cañones únicamente) y nadie me dejaba hablar. Si abría la boca empezaban a hablar todos más alto, pero si no hablaba se callaban. Al final todo eran ladridos y yo me sentía avergonzado por ello.
    No liberé poluciones.

  2. Xispo wrote:

    Yo, por desgracia soy uno de esos infraseres marginales que nunca han soñado que vuelan. Como mucho conduzco algún vehículo…

  3. Aitor wrote:

    Durante una temporada estuve escribiendo un diario onírico y, en efecto, sí que note que me acordaba de muchos más detalles de los sueños y que empezaba a tener momentos de lucidez en ellos. Desde aquí, recomiendo a todo el que disfrute soñando que se anime a dedicarle aunque sólo sean 5 minutos al día. Es una tontería y a cambio ganas 8 horas de diversión cada noche. Bueno, y eso aparte de sentirse como un artista genial 😉

    Por cierto, yo soy de los que prefieren dar grandes saltos (Hasta de varios cientos de metros).