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La Tercera Vía

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PASO A LA SOCIALDEMOCRACIA DESCREMADA

Como su nombre indica la Tercera Vía es una gilipollez de mucho cuidado. En “La Página Definitiva” somos muy clasistas y nuestro respeto por las alegrías ideológicas es todavía más si, encima, el nombre que se le pone ni siquiera impone. Porque tampoco es que cosas como el “existencialismo” dieran mucho de sí, pero hemos de reconocer que el nombrecito que le buscaron, al menos se las trae. Por no hablar del “Materialismo dialéctico” o del “marxismo-leninismo”. Eso sí que son nombres de entidad. Por el contrario “Tercera Vía” no dice mucho, no parece algo serio. La prueba es que hasta los amerindios en campaña electoral al pie de los Andes lo usan profusamente. Algo más de fuste tiene el término “socioeconomía”, especie de sustrato doctrinal que impregna a la Tercera Vía y de la que, a su vez, se impregna en una excepcional muestra de feed back difícilmente superable. Tan alambicada situación, sin embargo, no logra hacer a la socioeconomía (y tampoco a la Tercera Vía) más interesantes, sino sólo más liosas, lo que en este mundo es un buen método para aparentar hondura.  

Un poco de historia. La Tercera Vía está profundamente ligada a España, en sus orígenes, evolución y superación. El primer uso del término se lo debemos al nacionalcatolicismo español, que tras sus devaneos iniciales con las potencias de la lucha contra el comunismo y el sionismo internacional decidió aproximarse a los países que también hicieron méritos en ese sentido pero que, demostrando su baja catadura moral, acabaron con Hitler y los sueños de un renacido y africano imperio español. Por ello, y para demostrar que aun teniendo enemigos comunes no se compartían rasgos tan nefandos como el respeto a los derechos humanos y a la democracia, Franco optó por otra Vía, la Tercera, curiosamente. En esos tiempos el franquismo no estaba por la muerte de las ideologías (ocaso, o lo que quieran) sino por la aportación de nuevos engendros. Ni comunistas ni imperialistas. Ni igualdad ni libertad. Aquí, Tercera Vía.

Tan brillante nacimiento tuvo su continuidad, sorprendentemente, también en suelo patrio. Una vez descubierto el nombrecito de marras era preciso llenarlo de contenido. El proceso fue largo, pero finalmente fructífero. Los 13 años de gobiernos socialistas en España demostraron que la abjuración del marxismo impuesta por Felipe González era absolutamente real y no una simple bandera electoral. La política realizada por los gobiernos del PSOE, asumido el fracaso de la experiencia Maurois en Francia, fue realmente tibia desde parámetros de izquierda tradicional: una sola nacionalización (la red eléctrica de alta tensión) y para de contar, apuesta absoluta por la economía de mercado, modernización del país a costa de las gabelas sindicales .... Boyer y luego Solchaga y Solbes no demostraron precisamente mucha vocación izquierdista. Se establecieron políticas de redistribución, pero siendo siempre cuidadosos con no perturbar la lógica del crecimiento y la competencia, se entró en la Unión europea .... A estas políticas, por supuesto, no se les llamó de ningún modo (aunque algunos, simplificando, hablaron directamente de derechización), ya que España es ese país que está al sur de los Pirineos donde la gente viene a veranear.  

La gestación. El encargado de unir al nombrecito la política de redistribución tibia es Anthony Blair. Y, por lo que se ve, mucha gente piensa que le ha salido algo la mar de mono. Los años Tatcher habían dejado poco menos que exhaustas a las Islas Británicas, pero la pericia de los líderes laboristas logró que los tories se perpetuaran todavía unos años más en el poder. Finalmente el Laborismo optó por un barniz de modernidad y un reajuste ideológico. Anthony lo encabezó y pasó a llamarse “Tony”. El partido pasó a ser el New Labour. Las propuestas programáticas fueron arrojadas por la borda y se asumió el credo liberal sin otro matiz que darle un barnizs ocial. Y, a todo ello, se le llamó “Tercera Vía”. Y todos aplaudimos como paletos. La política económica de la Tercera Vía es algo así como un “ya veremos”, pero no se distingue mucho de la que aplicaron los gobiernos González. Pocos cambios, pues, en este sentido. Socialmente, eso sí, la Tercera Vía ha hecho ciertos guiños a lo que se denominó tradicionalmente como gauche divine, con la asunción de la homosexualidad de varios ministros y algún que otro show similar. De momento, el Reino Unido ha logrado impregnar de socioeconomía a todo el mundo menos a la Cámara de los Lores, institución venerable a la que tenemos un gran respeto desde que ha sido decapitada por la Tercera Vía tras haberse mostrado díscola en el asunto Pinochet, al que querían enviar a España. La Tercera Vía no lo ha permitido, y en justo y divino castigo, se la ha cargado.  

El descarrilamiento español. Como no podía ser de otra manera dada nuestra inestimable contribución a la construcción de tan espectacular y bella ideología, en España sentimos la fuerza de la 3ª V. Por un lado el líder del centro reformista europeo, y heredero de quienes acuñaron el término lo reivindica como su credo político y se proclama “amigo de Tony Blair”. No nos cabe duda ninguna de que tal afirmación es más cierta que la del efímero sucesor de González en la secretaría general del PSOE , Joaquín Almunia, que en una rabieta se declaró “más amigo de Tony Blair”. No tenemos dudas al respecto porque en los tiempos que corren y que tan bien representa la Tercera Vía es más importante el nombre que las políticas y porque, además, los vestigios ideológicos de la política del blairismo son de un derechizante cariz. Más que en ninguna otra parte es gracias a España donde puede constatarse que, en realidad, la Tercera Vía no existe. Ya cuando se creó y también ahora, vías de entidad hay apenas un par y luego caminos comarcales que van a morir a ellas. La mal llamada Tercera Vía es un modo cariñoso de apelar a una de ellas, pura y simplemente.

 

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