ACTUALIDAD INTERNACIONAL               JULIO DE 2002

 

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30/07/2002: Marea retro

Hemos asistido en los meses precedentes, y probablemente seguiremos contemplando en el futuro, al espectacular despliegue que, a cargo del Lado Oscuro de la Fuerza, han protagonizado las ideas neo-conservadoras. Desde hace una década, aproximadamente, y coincidiendo con la caída del Muro de Berlín, la ventaja comparativa clásica de Occidente respecto al resto del mundo (Estado de Derecho, respeto a los derechos humanos y a las libertades públicas, amplio reconocimiento de éstos, garantías penales y procesales) ha perdido importancia. En tiempos de dominio economicista, quizá no sea tan estúpido reflexionar en estos términos. porque, en efecto, si durante la Guerra Fría esos valores occidentales eran los que otorgaban a Occidente plena legitimidad para considerar su modelo "mejor", parece que una vez colpasados los experimentos colectivistas nuestra esencia y genuina identidad se haya trasladado a la excelencia de la economía de mercado y su demostrada neta superioridad como sistema creador de riqueza. Puesto el énfasis en este aspecto, necesariamente otros valores pierden importancia. Porque, de una parte, lo importante, lo imprescindible, es salvaguardar nuestra ventaja comparativa por excelencia ("es la economia, estúpido"), protegiéndola de cualquier quebranto o riesgo de quebranto (en la medida de lo posible, claro); y, de otra, porque tampoco tiene sentido preocuparse demasiado por los valores democráticos y garantistas que, a fin de cuentas, y aunque retrocedan, son un terreno en el que disponemos de tanta ventaja con respecto a quienes están peor, que, mire, oiga, no tiene mucho sentido alterarse por un leve retroceso.

Se trata, probablemente, de un fenómeno no tan extraño. Cualquier sociedad, cualquier grupo humano, todos nosotros, somos conscientes de los increíbles (en términos históricos y de medida humana) niveles de bienestar y desarrollo alcanzados por las opulentas sociedades occidentales. En un grado tal que pareciera que la raza humana ha mutado, y que las enojosas limitaciones impuestas por la naturaleza no fueran tales. Se trabaja poco, en labores no excesivamente exigentes físicamente, se dispone de los aportes calóricos necesarios para más que subsistir (con una ingente cantidad de proteínas y vitaminas de calidad), las taras físicas o psíquicas no es que ya no sean equivalentes a una condena a muerte sino que incluso han dejado de ser óbices para llevar vidas más que satisfactorias, la educación y las posibilidades de despliegue intelectual están al alcance de casi todos... No significa esto, evidentemente, ni que todo el mundo viva igual en estas nuestras sociedades ni que no fuera posible un mejor reparto (que lo es), como también son concebibles nuevos avances. Pero de lo que se trata es de que, objetivamente, las actuales generaciones que habitan en el Occidente son realmente seres privilegiados (sin que esto deba significar, necesariamente, que lo sean a costa de otros, imputación tradicional que parte de la péstida conciencia judeo-cristiana de un conservadurismo moral alienante y que parece, en el estado actual de nuestros conocimientos, radicalmente falsa). Y por ello es asimismo comprensible que esas mismas sociedades, esos mismos grupos humanos, todos nosotros, tengamos un enorme cuidado en no destruir esta situación y nos esforcemos por mantenerla y asegurarla en la medida de lo posible.

Cuando se tiene mucho, en ocasiones, se presta menos atención a las que son las bases de lo que tenemos que a la propia propiedad en sí. Y se reflexiona menos sobre el camino por el que hemos llegado a tener (y que, en consecuencia, parecería lógico tratar de conservar) que sobre la forma de conservar y proteger. Parece que estamos en un momento histórico en el que este fenómeno esta produciéndose de forma espectacular y a escala casi planetaria. Conscientes del alto nivel de desarrollo alcanzado, los ciudadanos exigen a sus gobiernos seguridad en punto a no perderlo. Y todo lo demás pasa a un segundo plano, incluso puede ser sacrificado sin problemas en aras de lograr este objetivo. Aunque sean algunos elementos que, probablemente, han sido esenciales para lograr el desarrollo alcanzado y constituyan factores y valores clave de identificación de una sociedad como esencialmente moderna y avanzada.

Desde hace unos años este miedo a perder, esta exigencia de seguridad, ha provocado que se hayan venido minando conquistas sociales de gran importancia, algo que no ha preocupado (y sigue sin preocupar) excesivamente al grueso de la ciudadanía, pues precisamente de él nace la demanda hiper-aseguradora. Los derechos fundamentales y las libertades públicas, el sistema de garantías en torno a los que se han construido los Estados de derecho occidentales, están sufriendo un retroceso preocupante. Y tanto más alarmante cuanto, aunque no lo parezca, las exigencias en materia de seguridad y eficacia represiva que alientan estos cambios son profundamente perjudiciales, a largo plazo, precisamente para lograr mayor seguridad (que no es posible, a menos que entendamos por seguridad la paz de los cementerios, sin libertad y garantías, elementos que "aseguran" como ninguno el estatuto personal de los individuos).

A raíz de los atentados del 11 de septiembre, como es lógico y todos podemos constatar, esta marea retro, que en algunos casos nos hace retroceder a estadios anteriores a la Revolución Francesa (o sea, a estados pre-modernos), se ha acentuado enormemente. A sus múltiples y cotidianas afirmaciones previas (políticas inmigratorias represivas, exigencia de condena en ciertos delitos como los sexuales al margen de las garantías procesales y penales, publicación de listas de pecadores para su escarnio, escalada securitaria y privatización de ciertos elementos del orden público...) se han unido ataques si cabe mucho más peligrosos, por lo que tienen de generales y de casi unánimemente aceptados. Y por manifestar, lamentablemente, lo que parece va a ser el signo de los tiempos.

En este sentido, sobra cualquier comentario crítico, por evidente, sobre las iniciativas que prácticamente a la vez han pergeñado naciones tan diferentes (pero tan unidas de la mano en este reflujo) como Estados Unidos y Francia. El plan TIPS del Gobierno estadounidense (ocurrencia que consiste en convertir en soplones del Gobierno federal a unos cuantos cientos de miles de ciudadanos que, por los oficios que desempeñan, tienen acceso a los domicilios de sus conciudadanos y pueden datr cuenta de "cosas extrañas" a las autoridades) o la reciente reforma penal francesa que prevé la entrada en prisión de chavales de 15 años (con el efecto criminógeno que ello comporta) son animaladas que vulneran el sistema de valores en torno al cual hemos construido la convivencia en Occidente y que, parece, no había dado tan malos resultados. Sin embargo, unas poblaciones preocupadas por el reflejo inmediato de los problemas y posibles riesgos del mundo en el que viven, están dispuestas, parece (pues son ellas las que empujan en esta dirección) a desprenderse de estas "nimiedades" en el altar del "aseguramiento". Lamentablemente, sólo cuando a uno le afectan personalmente los efectos de vivir en sistemas sin todas las garantías y derechos (cuando a uno "le toca") suele darse cuenta de lo importantes que son. Esperemos que no tengamos que aguardar a que "nos toque" a todos para reaccionar.

 

15/7/2002: ¡Marruecos Ataca!

Mohamed V ha vuelto a lanzar unos cuantos fuegos de artificio "conquistando" un peñasco que recibe el nombre de Perejil, en aguas territoriales de Marruecos pero perteneciente a España. La excusa es que la policía española no es lo suficientemente expeditiva con la vigilancia de la inmigración y el narcotráfico, dos asuntos que, como es bien sabido, preocupan de antiguo al Reino de Marruecos, que para paliar el pasotismo y despreocupación de España en este aspecto y evitar que nuestro país se llene de marroquíes ilegales como desea el Gobierno Aznar, en un alarde de altruismo vigilará gratis. Para ello sólo pide colocar su bandera en el jodido peñón y tener derecho a disparar a todo guardia civil que se acerque por allí, por si tiene intención de dedicarse al narcotráfico o es un moro disfrazado de Guardia Civil que quiere colarse de rondón en España.

Tras agradecer a Mohamed V su sincera preocupación por los problemas de España, sólo nos queda hacer las siguientes observaciones a beneficio de inventario:

- Uno no sabe si sentirse cabreado o aliviado porque España sea un país acomplejado por el perenne recuerdo del Tío Paco, porque estremece pensar las medidas que habría tomado, por ejemplo, Francia, ante un atentado a la soberanía nacional de este calibre. ¿Mil? ¿Dos mil? ¿Diez mil soldados desembarcando en Perejil y amenazando a los gendarmes marroquíes con dispararles con fundamento si no abandonaban la isla o directamente deportándolos?

- La decepción que ha supuesto Mohamed V, que se presentó como un monarca progresista por oposición con su padre, y los enormes y aparentemente estructurales problemas de la población, requieren que de cuando en cuando Marruecos haga un alarde de histerismo nacionalista para desviar la atención. Para este tipo de cosas España es una víctima impagable, pues en plan masoquista siempre se deja flagelar por la diplomacia filibustera de Marruecos.

- La cosa no debería ir mucho más allá, sabiendo que España no va a tomar medidas de fuerza que impliquen más de un 1% de posibilidades de entrar en guerra con Marruecos, de negociar cuatro tonterías y darle a Marruecos unas migajas de acuerdo pesquero o algo por el estilo para que Mohamed V siga construyéndose palacios y los marroquíes se escandalicen con los malos que son todos en España (para, a continuación, coger una patera de tercera clase, hacer escala en Perejil mientras siga sometido a férrea vigilancia de los gendarmes marroquíes, y huir despavoridos a la infiel España), pero la verdad es que a uno le entran ganas de que por una vez, siquiera por una vez, las continuas y gratuitas provocaciones marroquíes reciban una respuesta adecuada. Y no en el plano militar (una guerra con Marruecos, y perdonen que tenga el rostro de hablar de guerra, pues esto, como hemos dicho, son meros fuegos de artificio, está ganada de antemano por Marruecos pues para los gobernantes marroquíes la guerra no es el problema, sino la solución, y probablemente les parezca bien que sus súbditos mueran a mansalva, lo que obviamente no ocurre en España), sino en el político y económico. ¿Qué sentido tiene tener algún tipo de acuerdo bilateral con un país traicionero que tira los tratados por el retrete conforme se firman? Pues ahí seguiremos, con encontronazos, absurdos, mientras no quede claro en qué lugar está cada uno.

- Lo más divertido de esto, sin embargo, ha sido la posición de la OTAN. Escudándose en que se trata de un conflicto bilateral la Alianza ya ha dejado bien claro que no piensa hacer nada de nada en ningún caso, incluso aunque dicho "conflicto bilateral" aumente en grado máximo. Que yo sepa, todas las guerras entre dos países son conflictos bilaterales, pero suele ocurrir que cuando uno de esos países forma parte de una alianza militar, supuestamente de carácter defensivo, y el otro no, la alianza debería tener claro de parte de quién tiene que estar, ¿no creen? Al menos esto sirve para oficializar aún más lo que todos sabíamos, que la OTAN es un juguete para que "los aliados" pongan pasta y aviones en las cruzadas del socio principal, y punto. Y lo peor es que ahora la OTAN ni siquiera sirve para aquello para lo que entró España, defenderla del Ejército español, así que las razones para pertenecer a la misma, en un mundo en el que España sólo puede tener conflictos armados con Marruecos, se nos antojan enormemente oscuras.

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