28 Días Después y 28 Semanas Después

No hacemos el chiste con 28 Años Después

Hace más o menos un año, y como no se ponen fechas en los textos aclaramos a los futuros lectores que nos puedan estar leyendo dentro de tres o cuatro siglos que ahora mismo transcurren los primeros días del 2008 con nubosidad variable y algunas precipitaciones, empezábamos en La Página Definitiva una modalidad de crítica de películas recientes que se basaba en el destripamiento del contenido pero, sobre todo, en darse como novedad a pesar de haber pasado mucho tiempo desde el estreno. Otros redactores de la casa incidieron en este aspecto, presentando películas de hace décadas como actuales.

Estas decisiones, lejos de obedecer al arbitrio de los redactores de esta página por su incapacidad para llegar al cine habiendo bares por el camino y teniendo al final que criticar lo que más rápido se baje de internet, se basan en un concepto global y unitario de la obra artística. En efecto, cada película, se haya visto antes o no, supone en sí misma una unidad que se despliega por vez primera ante unos ojos vírgenes o que gracias a este proceso son de nuevo vírgenes, algo que hasta ahora sólo se había dado en operaciones que requerían del concurso de un médico y una futura esposa gitana que había bailado más bulerías de la cuenta. Además, por compromiso ético y estético, y al margen de la nostalgia, todos los miembros de LPD se bajan las películas de internet pero luego se pasan a VHS, que -al igual que sucede con el vinilo con respecto a los sistemas digitales- se ve y oye mejor.

Algunas de estas películas, gracias a este tratamiento, se convierten directamente en obras de culto. De esa forma, LPD moderniza, de acuerdo con esta sociedad individualista y consumista, el concepto de película de culto, que pasa de ser aquella que tiene siempre a lo largo de muchos años a un pequeño grupo de admiradores a aquella que me acuerdo yo que vi cuando era chico.

Continuamos con esta ardua labor de renovación de la crítica cinematográfica elaborando ésta acerca de dos películas a la vez. En este caso una es la segunda parte de la otra, pero en un futuro no descartamos criticar tres o cuatro películas a la vez que no tengan relación alguna o que estén ligadas por un peregrino nexo fruto del delirio, la manía persecutoria o el síndrome de abstinencia.

Tanto “28 días después” como “28 semanas después” se pueden considerar en la jerga periodística como rabiosamente actuales debido a su principal característica: carecen de argumento. Como películas contemporáneas se basan en una sinopsis a la que se le añaden unos diálogos, algo que cabe en un par de folios por las dos caras, por lo que se trata de una obra ecológica respetuosa con el entorno que contribuye a que no se corten árboles y a luchar contra el cambio climático.

Esta falta de guión ni siquiera estorbará al espectador selecto, puesto que ambas son películas de zombies. Las películas de zombies tienen una enorme importancia en la historia del cine, sobre todo en relación al concepto de verosimilitud en la obra de ficción. Como sucede con otras obras de carácter fantástico de muchos tipos, la manera en que se desarrollan los resortes de la narración tradicional hace posible que los contenidos puedan ser inverosímiles en el mundo real, pero coherentes en ese mundo ficticio. Por eso puede ser coherente la existencia de zombies pero no lo que sucede, por ejemplo, en Alatriste, ya que esa narración cinematográfica es española y por tanto absurda.

Pero las películas de zombies le dan otra vuelta de tuerca a ese concepto de verosimilitud, ya que en ellas resulta también coherente que unos muertos vivientes que van a paso de tortuga, los brazos extendidos, y con un movimiento oscilante propio de la escasa elasticidad que la rótula suele tener en los cadáveres -y muchas veces obstaculizados por el desprendimiento de algún miembro o de un ojo- den alcance a personas aterrorizadas que corren en pos de su salvación como sólo pueden hacerlo aquellos que relajan al máximo sus dos esfínteres mientras esprintan. Sin embargo, el curioso engranaje de las películas de zombies, donde los gruñidos del muerto viviente equivalen a una singular elipsis que se traduce en el recorte de la distancia entre perseguidor y perseguido, hacen que este tipo de obras únicas en el manejo del espacio-tiempo sean creíbles. Por algo se las considera como uno de los mejores subgéneros de subgénero. En este caso ambas películas aportan tres variaciones con respecto a los temas habituales.

La primera es que los zombies no andan a lo Frankenstein, sino que corren. Y no corren un poquito, como el trote cochinero que se puede esperar en un zombie, sino que se las pelan. Una maruja tratada con nandrolona, estanolozol y hormona del crecimiento a la que se sitúa en la pole position de las rebajas tiene una vez que se abren las puertas del gran almacén un tope de velodidad tres kilómetros por hora menor que esos grandísimos hijos de su madre y puede mantenerlo durante mucho menos, así de despavoridos van. Con esto se gana en credibilidad, aunque se pierda cierta magia  de la ficción, y sobre todo se gana en cotidianeidad y acercamiento al espectador, al que se le manda el mensaje “esto te podría pasar a ti” o “la vida está llena de rutina pero todo es imprevisible, a la mínima tienes un zombie velocista mordiéndote las calandracas”.

La segunda variación es que tanto en “28 días después” como en “28 semanas después” son peores algunos humanos que los zombies, en concreto el ejército, con lo que las dos películas son antibelicistas además de ecologistas. En la primera unos soldados acogen a los protagonistas pero después quieren conocer con más profundidad a las dos chicas, una de ellas casi una niña. En la segunda se produce un desmadre de zombies y el ejército americano decide aplicar un ataque preventivo que recuerda a los usos y costumbres de las SS en los campos de exterminio, sólo que con lluvia de plomo en vez de ducha de Cyclon B. La reflexión es clara: el hombre es un zombie para el hombre.

La última variación coloca a estas películas en  relación directa e íntima con la sociedad de su tiempo. Dentro de décadas serán documentos históricos. Hemos hablado de que se trata de películas sin guión y por tanto actualísimas. En tiempos de productos ligeros y de dieta podemos definirlas como películas despeliculizadas. Pero también los zombies son zombies deszombificados, puesto que no son los muertos vivientes de toda la vida de Dios, sino de infectados por un virus extraño e imparable.

En ese sentido hay poca historia. “28 días después” muestra los intentos por sobrevivir de un puñado de ingleses que no se han contagiado en una Inglaterra devastada por el virus. Del virus poco se sabe, cuatro datos, que si no hay que contratar a un guionista. “28 semanas después” se centra en los sucesos que se producen en un barrio de Londres ya descontaminado donde se concentran multitud de supervivientes, mientras fuera se va terminando con los últimos zombies que pudiesen quedar en un mundo que ya se supone libre de virus. Por supuesto el virus entra en el barrio. Ambas películas son en realidad un conjuntos de sustos, sobresaltos, carreras, vómitos de sangre, vísceras, golpes y disparos. La primera es mejor, pero la segunda da más miedo, ya que tiene a un niño como protagonista, por lo que uno se pone en seguida de parte de los zombies.

“28 días después” y “28 semanas después”, dirigida la primera por Danny Boyle y la segunda por Juan Carlos Fresnadillo (que como buen patriota español no ha podido dejar la ocasión de reflejar que los hermanitos protagonistas no se infectan porque están en un campamento en España, donde seguramente los pocos zombies que surgieron se mataron entre ellos), cuentan con montajes muy ágiles y las dos están bien dirigidas. También tienen algunos efectismos baratos, y sin embargo aplicados con precisión, que en el pan y circo hay clases. Demuestran que la huelga de guionistas de Hollywood está desfasada, puesto que sin apenas argumento se pueden hacer películas muy distraídas, porque de eso se trata, de dos películas divertidas que transforman al espectador en el zombie de Homer Simpson: encefalograma plano, hilillo de baba cayendo de la comisura del labio, ojos desorbitados que no dejan de mirar la pantalla, cerveza en la mano… o sea, en un muerto viviente, pero un muerto viviente feliz durante hora y media.купить полотенцесушителисуд деснянского района


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  1. Comentario de Noldolie (08/01/2008 14:48):

    Pasa en 28 semanas después como en Parque Jurásico: toda la película deseando con desesperación que muera el niño. Que además es el causante de la extinción de la humanidad

  2. Comentario de Bic Cristal (08/01/2008 16:03):

    Buen comentario… Podrías ampliarlo hablando un poco de “Rec”, con esos zombis que seguro que corretearían ágilmente si no fuera porque se mueven todo el rato por pisitos del Eixample barcelonés y claro, chocan con los muebles y las puertas.

    “Rec” = “La comunidad” + “Blair witch project” + “28 días después”.

    P & L

  3. Comentario de Alfredo (09/01/2008 01:00):

    No he visto Rec, pero tengo bastantes ganas, a ver si me animo y vuelvo al cine después de tres años, que me he mal acostumbrado a bajar todo de internet, pero a bajarlo con respeto, por si me está leyendo Teddy Bautista.

    No me digas que también corren los zombies de Rec. Sería un plagio. Hay poco lugar ya para la innovación en ese sentido, salvo el zombie en monociclo.

    En su momento no me gustó nada la Bruja de Blair, salvo el final, que es justo donde yo empezaría una película. Además me marearon los movimientos de cámara, si lo llego a saber me tomo una Biodramina antes.

  4. Comentario de uno (11/01/2008 10:00):

    Argumento de “28 semanas después”: El virus de la ira está asolando Inglaterra. Un tío logra escapar de los portadores y junto con sus dos hijos, que estaban fuera del país es realojado en una zona “limpia”. Los niños consiguen salir de esta zona y encuentran a su madre en la casa familiar. Es portadora del virus pero no desarrolla la enfermedad y se la llevan para investigar el virus. El marido accede a la sala de observación y le da un besito en la boca, poniéndose en pocos segundos como Etoo cuando pisa el Bernabéu. Se contagia todo cristo pero los niños protagonistas se salvan al ser recogidos por un tío con helicóptero que se los lleva a Francia. Lo que ninguno de los tres sabe es que uno de los niños es portador como su madre (y en una disco extra light se enrolla con una niñita francesa) propagando el virus por el país. En la próxima vendrá pa España!

  5. Comentario de RasPutin (11/01/2008 17:10):

    *en España, donde seguramente los pocos zombies que surgieron se mataron entre ellos*
    Jajajajajajajaj dios, como me he reido con ese comentario

  6. Comentario de James Heiden (11/01/2008 18:07):

    Quizás el mejor movimiento de un zombi visto jamás en cine (exceptuando a los afterhours de la ruta del bakalao) es un zombie en silla de ruedas en Zombie’s Party. Demencial.

  7. Comentario de Montecristo (15/01/2008 15:43):

    Sugerencia LPD: Podríais hacer un especial “niños odiosos de la historia del cine”. Ahora mismo me viene a la cabeza el de “El Zorro 2” (hijo en la ficsión de Antoñito y Zeta-Jones), que era para dichoseacontodosmisrespetosyquenadieseofenda, caparlo.

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