Diario de un aspirante a tertuliano

Cosmos

Publicado en Medios por el 26 de diciembre, 2010

Estoy dedicando algunos ratos en estas fechas del solsticio de invierno a visionar una obra monumental de la televisión de todos los tiempos. Se trata de una serie de culto que ha acercado a millones de espectadores la ciencia y el conocimiento del universo desde su primera emisión en la PBS. A pesar de su popularidad, confieso que no la conocía ni sabía de Carl Sagan más allá de lo que revelan las primeras líneas de su artículo en la Wikipedia. Gracias a la promoción de un periódico he descubierto ahora Cosmos y su extraordinario poder de divulgación como si la producción de esta serie por la televisión pública californiana hubiera culminado este año. La actualidad de los asuntos científicos tratados y su insobornable apuesta por la racionalidad frente a la superchería mantienen joven a Cosmos, y yo me alegro de ello porque viéndola por primera vez estoy disfrutando mucho más que con cualquiera de las (escasas) producciones divulgativas que nos brinda la televisión actual.

El mensaje de Cosmos es también el mensaje de un defensor del método científico en unos tiempos en que las tribunas están llenas de hombres de fe. Cuando vemos que se equipara la evolución con el creacionismo o se niegan tesis científicas en fenómenos como el cambio climático, hay que llegar a la conclusión de que Cosmos tiene aún una misión por completar en la formación científica de las próximas generaciones. Porque sin ciencia el panorama actual no tendría nada que envidiar a los tiempos oscuros del medievo. Sin ir más lejos, en el capítulo que acabo de ver se queja Sagan de que casi todos los periódicos incluyen una columna diaria de astrología y ni siquiera una semanal dedicada a la astronomía. Cuando varios canales de la nueva televisión digital dedican horas y horas al horóscopo y el tarot, la emisión y la producción de series como Cosmos en la televisión pública se hace preceptiva, aunque sea sólo por pura higiene ciudadana entre tanto entretenimiento idiotizante.

Por una Eurovisión Sostenible

Publicado en Medios por el 21 de enero, 2010

Con los antecedentes que tiene RTVE en el actual auge de ‘freaks’ en Eurovisión, no resulta sorprendente que la televisión pública del país que preside la UE este semestre en lo político quiera enviar al festival de la canción una pieza representativa del espíritu europeo en lo musical. Es decir, una balada o canción ligera del montón que permita a España quedar en los últimos cuatro o cinco puestos. Pero no nos engañemos: el sacrificio en el orgullo musical de nuestro país tiene contrapartida, pues con ello se incentiva el europeísmo en lugares tan necesitados del mismo como Letonia, Ucrania o Azerbaiyán.

En la preparación de la ‘cumbre’ musical de este año a celebrar en Oslo, nuestra RTVE se ha encontrado con el obstáculo ‘freak’ habitual, en esta ocasión encarnado en una representante de lo que podíamos llamar desecho de tienta en su gremio, el de ‘periodistas’ del corazón. Pero tras pocos días de votación ‘popular’ a través de su web, y aplicando las propias bases del concurso, la canción promocionada por una televisión privada desde su programa estrella ha sido eliminada de la competición para representar a RTVE en Eurovisión. Está visto que Karmele no es un tsunami, si termina encallando en la primera barrera.

Es de esperar que, con el camino libre para elegir una canción representativa de lo que se espera de Eurovisión, Televisión Española promocione la cita de Oslo como la recuperación de la calidad en el festival. Pues al lado del engendro parido por el programa de Telecinco cualquier cancioncilla es una pieza de notables cualidades artísticas. Y mientras nos podemos ir preparando para el enésimo fracaso español en Eurovisión, la ‘cantante’ que se hace llamar ‘Pop Star Queen’ sigue vendiendo politonos y minutos de ‘share’, que es lo suyo.

Javier Ortiz

Publicado en Medios por el 28 de abril, 2009

Aún con la sorpresa por la noticia de su fallecimiento la pasada madrugada, debo dejar constancia que con Javier Ortiz se va una de las voces más lúcidas e independientes de los columnistas patrios. Periodista de larga trayectoria, cultivó el género de la opinión en la red con un blog que ya se actualizaba diariamente antes de que existiera la palabra blog. Tuvo fieles lectores, entre los que me encuentro, que acudían a su página cada mañana para leer la columna del día. A pesar de no coincidir muchas veces con sus opiniones, la racionalidad y la ironía que aplicaba a sus escritos son elementos que echaremos mucho de menos. Dejó escrito su propio obituario:

Falleció ayer de parada cardio-respiratoria el escritor y periodista Javier Ortiz. Es algo que él mismo, autor de estas líneas, sabía muy bien que sucedería, y que por eso pudo pronosticar, porque no hay nada más inevitable que morir de parada cardio-respiratoria. Si sigues respirando y el corazón te late, no te dan por muerto.  Así que en ésas estamos (bueno, él ya no).

Javier Ortiz, columnista.

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La escala del tiroteo

Publicado en Medios por el 11 de marzo, 2009

Los diarios han reflejado en el mismo día tres noticias que dibujan la escala criminal de los aficionados a tomarse la justicia por su mano con la ayuda de un calibre 32. La disparidad geográfica, a un lado y otro del charco, hace tambalear el mito de las armas de fuego como problema fundamentalmente estadounidense. Las diferencias de cada caso permiten, además, un análisis curioso sobre la importancia relativa otorgada a cada suceso en los medios. En función de la lejanía, básicamente, y no del número de muertos.

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El éxito de Spotify

Publicado en Medios por el 24 de enero, 2009

En cuestión de pocas semanas la fiebre por la novedad tecnológica del momento se ha extendido por la red. En esta ocasión se trata de Spotify, el programa lanzado por una compañía sueca para hacerse con el mercado (que no existía hasta el momento) de los reproductores de música en streaming (sin necesidad de descarga) a través de suscripción. El secreto del éxito: el amplísimo catálogo musical alimentado por los acuerdos firmados con las principales discográficas. También ayuda el aspecto, inspirado en el de iTunes, y la calidad del audio. Parecido a Last.fm pero con la posibilidad inabarcable de escuchar la discografía completa de miles de intérpretes, el éxito de la versión gratuita de Spotify se ha extendido como la pólvora en los pocos países en que está disponible.

Spotify saca a la superficie de nuevo las vergüenzas de la inútil guerra de la industria discográfica contra las descargas de música. Nada mejor para reducir las descargas llamadas ilegales que la competencia legal de este programa que permite escuchar toda la música del mundo sin tener que descargarla. Los antecedentes de este nuevo modo de acceder a la música que abandera Spotify, con el beneplácito de los propietarios de los derechos de autor, son de sobra conocidos en la red: las canciones de promoción en MySpace, los videoclips en Youtube, las radiofórmulas y las cadenas estilo MTV en la era predigital. El añadido de la libertad de menú en la música bajo demanda solo era conocido en los programas de discos dedicados de las emisoras de radio de antaño, modelo que ahora se transforma en este prodigio llamado Spotify.