El problema ‘Indiana Jones’

Un 15M rompiéndose la cabeza: ¿qué reformas hay que hacer en este país?

Lo podemos llamar el problema Indiana Jones: la necesidad de cambiar algo tan esencialmente fundamental del sistema que es necesario encontrarle un sustituto con el que reemplazarle rápidamente, con tal de evitar el colapso del sistema que se pretende salvar. Si imaginamos la red de relaciones de poder como scale-free (abajo), los bancos (punto rojo) o constructoras (punto azul) han acumulado tanto poder (se han situado en los sitios más hiperconectados de la red) que se han constituido en garantes de la cohesión del sistema. Si caen ellos, caemos todos y así se puede establecer el chantaje con el que los oligopolios se dirigen a la sociedad para obtener carta blanca en sus actuaciones y ser lo más irresponsables que se pueda. ¡Total, son too big to fail y van a ser salvados igualmente! Es el modo más fácil de legalizar la privatización de los beneficios, socialización de las pérdidas. Nos vemos obligados a costear entre todos el colchón de estos puntos hiperconectados, porque nos va también nuestra propia vida en ello.

Cuando las cosas van mal, en primer lugar, como en esta crisis, se opta por el recurso fácil: reforzar los cimientos del sistema para garantizarle la supervivencia, sin cambiar la estructura fundamental, tan sólo aligerando el peso de lo que se considera prescindible: esto son los recortes sociales al mismo tiempo que inyecciones de capital a saco a los bancos, que configuran el núcleo del sistema. Cuando se salva a Grecia a cambio de salvajes recortes sociales, en realidad lo que se está salvando son los bancos alemanes y franceses que les dieron crédito y ahora necesitan cobrar hasta el último céntimo de los intereses, pero es que desde un punto de vista sistémico, Grecia son «tan sólo» once millones de personas en apuros, pero la caída de los cuales puede generar un gigantesco efecto dominó que se lleve con ellos a alemanes, franceses, a toda Europa y hasta los USA: sumir a la civilización occidental en una depresión duradera sin ver la luz al final del túnel, acoplada al oil peak y con China, India y Brasil por ahí. Los bancos españoles falsean sus cuentas, España falsea sus cuentas, para aparentar que todo está saneado, todo el mundo lo sabe, pero que no se transmita la crisis de la periferia al núcleo, aunque las arcas estén vacías: se está esperando que lentamente se reactive la economía, que vuelva a circular el dinero, y así esa mentira flagrante sea tan sólo temporal.

Cuando están en bancarrota, las empresas pueden llegar a desaparecer. Los estados, no.

Iñigo Sáenz de Ugarte, La única vía de supervivencia para Grecia

¿Por qué no? ¿Acaso no han desaparecido muchísimos otros estados soberanos en la historia? ¿Por qué Grecia iba a ser una excepción? El hecho de que los Estados tengan una vida media considerablemente más larga que las empresas no quiere decir que no puedan caer, aunque a primera vista nos parezca constatar su robustez y estabilidad, que confundimos con eternidad desde una visión histórica un poco ciega. Comenta Sander van der Leeuw, ecólogo, antropólogo y experto en complejidad social, que las instituciones humanas son de hecho intangibles, amplios colectivos humanos poniéndose de acuerdo en peculiares convenciones lingüísticas, asumiendo unas normas comunes desde valores tan etéreos y poco materiales como la lealtad, el honor, la fe o la autoridad. Es, de hecho, un punto de vista tan bien explorado por la serie The Wire: cómo los seres humanos generamos las instituciones con nuestras propias actuaciones arbitrarias y cómo creemos e interactuamos con ellas.

Según van der Leeuw, las instituciones son patrones estructurales que se dan en las redes de relaciones de poder y que poseen una duración y estabilidad considerables: en el caso presente, los bancos son el fundamento del sistema actual, ubicados en el mismo centro de la tupida red de relaciones económicas, pero el manido recurso fácil de inyectarles dinero en detrimento de la estabilidad de países enteros amenaza de ser un sonoro fracaso, porque no solventa la cohesión del sistema. La solución inmediata de darle robustez a sus fundamentos pero insistiendo en las mismas estructuras y métodos se ha agotado. Entonces hay que buscar nuevas estructuras sociales más eficientes y equitativas que sustituyan los puntos rojos, azules y verdes de la red social. Pero este proceso de sustitución de un fundamento social por otro, de un mero punto por una trama más compleja pero estable  (no tan sólo cambiar un banco por otro banco) es extremadamente delicado y complicado: es el problema ‘Indiana Jones’.

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18 respuestas a El problema ‘Indiana Jones’

  1. Gekokujo dijo:

    Pues en este punto estoy bastante de acuerdo. El problema es el cómo se va a desmantelar este sistema. Porque leo muchas críticas a los estados y a sus políticos, pidiéndose una profundización democrática, pero ninguna solución encima de la mesa a los problemas derivados de la concentración económica en oligopolios.

    La única alternativa probada hasta ahora es el socialismo, con los resultados que ya conocemos. Desde ese punto de vista una red en la que no haya nodos que acaparen en exceso debería ser lo deseable. Pero aun así ni si quiera esto me convence totalmente, dado que como ejemplo de redes más distendidas, tanto en lo económico como en lo político, tenemos el feudalismo medieval, que no es precisamente un modelo muy apetecible.

    ¿Cómo se conjugan libertad política, estímulo económico y equidad?

  2. Johnnie dijo:

    Tocas muchos puntos, lo primero de todo, el tema de la sociedad siguiendo un modelo sin escala (estoy seguro de que hay un término más adecuado en castellano, pero tengo el manual de Mandelbrot en los otros pantalones) basado en nodos es muy significativo.

    Las redes se suelen configurar usando este sistema, pero desde hace algún tiempo los ingenieros responsables de las redes físicas tratan de resolver los problemas que generan redes con nodos tan potentes como para causar el colapso de todo el entramado. Un ejemplo notorio de esta necesidad es el apagón americano del 2003 (wikipedia), que afectó a casi 50 millones de personas y que se originó en un distrito rural de Ohio en el que una planta eléctrica sufrió un exceso de demanda y, al caer, provocó una avalancha. La gracia es que si esa central no se hubiera llevado por delante un nodo de 345 kV (uno grande) los problemas se habrían quedado a nivel local. Pero si tienes una red con supernodos, cualquiera de ellos puede cargarse al resto.

    Internet, por el contrario, funciona mejor descentralizando el poder, porque no es tan raro que falle alguno de los nodos importantes por algún motivo banal (una actualización de windows o un apagón en el edificio donde está el servidor) y el propio sistema se va organizando para evitar estas concentraciones (hace años leí, no sé si será cierto, que una caída simultanea en un servidor de Vodafone y en la web de ElPaís aisló a España del resto del mundo durante un par de horas…), en parte supongo que porque cualquier es libre de poner un servidor donde le de la gana y las redes que hay detrás (Telefónica, Ono y algún verso suelto) también usan una filosofía similar.

    Yo creo que se pueden crear estas alternativas y se les puede dar bola simplemente no favoreciendo las concentraciones de poder. Hoy en día los bancos no solo tienen poder, también tienen «apagones» y según quien seas no te dan ni un k€, lo que una red «tupida» habría solucionado hace tiempo con nodos, quizás menos potentes pero más contentos de tener «tráfico», supliendo la demanda.

    • Gekokujo dijo:

      Precisamente internet nos da una idea de lo resistente que resulta una red cuando dispone de múltiples nodos que actúan con cierta independencia. Decisiones importantes centralizadas y focalizadas en una o en unas pocas personas es un riesgo grande. En una estructura prehistórica en la que una persona, líder tribal, pudiese tomar decisiones por el grupo era relativamente inocuo para el conjunto. Pero con nuestra civilización de estados y grandes corporaciones esto ha cambiado sustancialmente. La última crisis es un aviso del peligro que supone que esas cúpulas tomen caminos deliberadamente nocivos para el resto.

      Además está el factor de complejidad, tanto tecnológica como social. A medida que esta se desarrolla resulta en mayor fragilidad, pues asume mayores probabilidades de error. En ese sentido creo que también se debe interpretar como negativa una excesiva centralización.

  3. Marc dijo:

    ¡Hola gente!

    Creo que la metáfora de la red tiene muchas potencialidades a la hora de explicar la vida por aquí abajo. En este sentido, creo que sería útil plantearnos la red como una configuración social que no es necesariamente estática y que puede ser modificada, redistribuyendo la conexiones entre sus puntos, eliminando nodos innecesarios, etc.

    El problema «Indiana Jones» (metáfora muy ingeniosa) encaja en un tema muy desarrollado por los movimientos sociales en general, especialmente el movimiento obrero en toda su complejidad: la revolución social.

    Gekokujo comenta que las alternativas socialistas no funcionarían; pero eso depende de qué alternativa estés considerando y en qué momento. Supongo que te referirás a la URSS a partir de Stalin, pero aquí en Barcelona tenemos uno de los mejores ejemplos de una aplicación perfectamente funcional, que son las colectivizaciones de la Catalunya anarquista.

    Esta organización social podría considerarse, como dices, una red socialmente distendida (autonomía obrera, principio de coordinación y de no autoridad, etc.) y, evidentemente, no resulta de una sociedad feudal, sino de una sociedad muy avanzada en aspectos productivos como es la Barcelona del 36. En este sentido, creo que sería interesante vincular el «problema Indiana Jones» con la literatura sobre la revolución (cómo se hace, de dónde viene, a dónde, va) que se ha teorizado y, más importante, puesta en práctica en no pocos momentos de la historia. La Barcelona del 36 o revolución española debería ser uno de los puntos clave en esta reflexión, en el sentido de que pone en práctica principios libertarios en el contexto de una sociedad compleja. La cuestión en el fondo, es una pregunta muy vieja: ¿como organizaríamos una sociedad nueva?

    Quisiera aportar a la bibliografía una investigación que hemos tratado en la asignatura «teorías del origen del estado» sobre la organización social en la Barcelona de la revolución: «Les col.lectivitzacions a Barcelona 1936-1939» de Antoni Castells.
    Es interesante porque estudia pormenorizadamente las implicaciones económicas y en la vida laboral que tuvo la revolución; algo que creo que conecta mucho con las dudas que tenemos de cómo modificar las redes sin que se vaya todo abajo, etc. Aquí, un resumen:

    http://memorialcnt.wordpress.com/2011/06/05/las-colectivizaciones-en-catalunya-1936-1939-antoni-castells-duran/

    • Gekokujo dijo:

      Gracias por el link, muy interesante.

      Sí, me estaba refiriendo a las experiencias socialistas clásicas. Que en resumen fueron la sustitución de unos cuadros dirigentes por otros, independientemente de los cambios a nivel productivo o de la propiedad. Además autores que defienden el capitalismo señalan, creo que acertadamente, que sin el aliciente de mejoras en el nivel de vida el progreso económico se estanca. También pensadores liberales señalan el defectuoso funcionamiento de mercados teledirigidos desde un centro de poder. En la URSS tenemos el ejemplo del desastroso resultado que tuvieron los planes agrícolas sobre el mar de Aral.

      Aquí me gustaría meter una cuña, pues me parece importante redefinir la propiedad privada. Como ya he mencionado opino que debe exisitir un acicate económico para favorecer el desarrollo. Pero de ninguna manera se puede tolerar que unas pocas personas concentren la cantidad de bienes que hoy dia tienen algunos. Creo que es una cuestión no solamente moral, también tiene su contrapartida política y social. Hay que cambiar las reglas, por ejemplo diferenciando lo que son propiedades privadas y el usufructo de otras. En algunas sociedades pre-capitalistas existe esa diferencia entre lo que son las cosas de uso particular y las que están a disposición de la comunidad. Para mí no tiene sentido que haya personas que dispongan de cientos de inmuebles y otras que no tengan techo.

      • Marc dijo:

        Entiendo lo que quieres decir; pero no hablamos de una economía teledirigida, sino de un modelo de producción controlado por los propios trabajadores como la Barcelona del 36-39. La cuestión de los «alicientes» es un discurso perverso que han llevado a cabo muchos teóricos de las organizaciones liberales (en psicología de las organizaciones los conocí muy bien): consideran al hombre como un ser que lo que le importa es ganar un céntimo más o menos que el de al lado y mejorar su propia condición de vida. Absurdo. El hombre es un ser social y no vive aislado en su burbuja hiperracional de costes-beneficios.

        Y, aunque el hombre sea un ser racional, la relación simplista entre incentivo económico y mejora de productividad está lejos de ser verdad; incluso desde la perspectiva experimental más reduccionista y rancia: http://www.youtube.com/watch?v=u6XAPnuFjJc

        El incentivo que se tiene que buscar pasa por un término que la mayoría de las veces se entiende mal, cuando es más simple que un botijo. Estoy hablando de la alienación capitalista; más concretamente la alienación en el trabajo. Alienación significa simplemente que no te sientes identificado con el producto que se extrae de tu trabajo. Significa que separas (amputas) una parte de tí, que es el producto de tu trabajo, para dárselo a una empresa privada o a un estado que puede no tener nada que ver contigo; como puede ser el caso concreto de la URSS que mencionas.

        La experiencia de la Barcelona revolucionaria nos demuestra que es el hecho de que los trabajadores no estén en una situación de alienación lo que determina la funcionalidad de la vida económica. Los datos son aplastantes: revelan un aumento de la producción y una mejora general en la condiciones de vida de las personas; aún teniendo en cuenta de que tenían que dedicar una parte importantísima de la fuerza de trabajo a la industria de guerra, vivieron mejor que antes mientras duraron las colevtivizaciones.

        Segunda cuestión: «redefinir» la propiedad privada, en todo caso, implica expropiación. Eso es una violación de la propiedad privada. Violación, por otra parte, necesaria para para que la sociedad cambie realmente. ¿Cómo si no vamos a deshacer esos nodos que acaparan tantas propiedades? La respuesta es clara, expropiándolos y poníendolos al servicio del común de sus trabajadores y de la sociedad. Socializar los medios de producción, en definitiva. No hay manera de conjugar los derechos básicos (de todos) con la propiedad privada de los medios de producción (de unos pocos). ¿Cómo nos situamos ante esta realidad?

  4. Marc dijo:

    ¡Hola Johnnie! Si recuerdas, en el último anarcomeeting dijimos de seguir con el debate de la violencia en el blog, me dió pena no poder quedarme más y no poder seguir discutiendo.

    En el último punto que nos quedamos fue en el mensaje de Jordi. P, en tu entrada «Tormenta de hostias», pero creo que tú no contestaste a mi última entrada en es sentido. De todas maneras, sigo con la entrada de Jordi. P

    Jordi ha introducido tres términos que no habían entrado antes en el debate: democracia, conflicto y convicción personal. Obviaré el término «convicción personal» porque nos sitúa en un campo en el que es imposible debatir; en tanto que situaría la discursión en una cuestión de convicción (creencia) y personal (lo que signfica que no tienes por qué estar deacuerdo con nadie más). Le contesto:

    En cuanto a democracia, no veo la relación. ¿La democracia excluye la violencia? ¿Qué entendemos por democracia? Si entendemos democracia por el sistema parlamentario representativo (la oficial española) nos encontramos con que la violencia, antes que estar excluida, es uno de los pilares que la fundamentan. Es un tema que Jordi ha mencionado antes: el monopolio de la fuerza la tiene el estado. La violencia, por tanto, es la manera «democrática» de resolver conflictos (aunque en la mayoría de los casos, los crea). Por lo tanto, «resolución democrática de conflictos» no significa nada, o significa, en todo caso, que la manera con la que hay que resolver los conflictos es con la violencia, por lo que te contradices.

    Pasa algo muy parecido con la relación que estableces entre fuerza argumentativa (ideas) y fuerza física (violencia); de nuevo la relación mutuamente excluyente entre fuerza argumentativa y fuerza física no tiene sentido. Si alguien tiene razón y utiliza la fuerza, ¿deja de tener razón? Eso sería un apriorismo moralístico (y con moralina) que no tiene ningún sentido si lo contrastamos con la realidad: la violencia con fines políticos siempre ha existido y existirá; si la prejuzgamos moralísticamente caemos en el error (y la falta de miras) de no contemplar el contexto que la envuelve.

    La afirmación que haces de «una vez se demuestre que la violencia es útil para imponer ideas políticas la aplicará todo Dios» no tiene ningún fundamento lógico y no significa nada; porque como he demostrado, la violencia se utiliza casi cada día para imponer ideas políticas (cada vez que salen los antidisturbios, en general). Es cierto que se suelen justificar como «restauración del orden público» cayendo de nuevo en otro apriorismo, que es considerar que cuando el estado ejerce la violencia es «fuerza». El tema de «te vas a cagar encima» lo ignoraré por gratuito.

    Sobre la cuestión de si tiene que existir o no el monopolio de la violencia, creo que lo he dejado suficientemente claro: me remito a mi 3ª intervención, en la que hablo sobre la función de la policía y las FSE dentro de un marco de defensa de la economía neoliberal (y más ampliamente, capitalista y estatal).

    Sobre trivializar la extensión de la violencia, creo que no lo he dicho en ningún momento, así que sobran contraargumentos. En todo caso, para aclarar la cuestión, estoy a favor de un uso circunscrito de la violencia, que creo que alcanza a todas las personas en su sentido común: no hay porqué poner la otra mejilla. Es un punto básico en el que creo que todos podemos estar deacuerdo. En cuanto a la violencia como estrategia de lucha, creo que es donde puede ser más fructífera la discusión y más justificadas las posturas divergentes. Podríamos abrir el debate, ¿alguien se anima?

    • Gekokujo dijo:

      Marc, es que a medida en que se asciende de rango en las cuestiones, hacia lo básico, nos encontramos con las preguntas de siempre. ¿Cual es la naturaleza del humano?, ¿es violenta?

      Dependiendo de lo que uno responda puede aceptar en mayor o menor grado la violencia. Es un tema importante porque, a pesar de que personalmente no me gusta en absoluto, creo entender que esta es inherente al humano, como en la mayoría de mamíferos.

    • Jordi P dijo:

      A mi no me interesa mucho reabrir el debate de la violencia, aunque si lo consideráis importante y alguno de los que publican en el club le dedica un post participaré en el debate.

    • Johnnie dijo:

      Hola Marc,

      A riesgo de parecer un miembro de las juventudes scouts, te voy a contestar con una flor en la solapa: sí que se pierde la razón cuando uno emplea la violencia, porque la violencia conlleva la pérdida de respeto por el de enfrente y por uno mismo. No pretendo que la gente ponga la otra mejilla, pero tampoco lo confundo con un signo de debilidad. Si la violencia del contrario te vence es que te pesa más lo que puedes perder por su violencia que por tu resistencia. Y, no lo olvidemos, estamos hablando de un contexto en el que solo se han dado palos y bolazos, que no es lo mismo que lo que está pasando en Siria, donde defender tus ideas te puede costar la vida.

      Lo que no quiere decir que me parezca bien el uso que se le da al monopolio de la violencia por parte del Estado. Una anécdota para ilustrar: hace años, robaron en un local en el que trabajaba. Cuando vino el policía local para escribir el atestado, los niños que pasaban por allí cerca se le acercaron y le preguntaron si les enseñaba la pistola. «La funda lleva un seguro, si desenfundo el seguro se rompe y tengo que explicar por qué, y si no puedo se me cae el pelo». A mi eso me pareció bien. El estado tiene un monopolio, pero sobre ese mismo monopolio establece normas lo suficientemente estrictas como para que no se ejerza contra los ciudadanos gratuitamente.

      Pretender que el estado no tenga ningún sistema por el que ejercer la violencia es hoy por hoy muy complicado (con la facilidad que tiene un grupo externo para ejercerla y el previsible descontrol a que llegaría si se negara al estado el poder de responder, con ejemplos muy evidentes para quien los quiera ver).

      Por otra parte, pretender que la violencia se pueda «colectivizar» tampoco parece muy buena idea, por el mismo motivo pero en un escenario tremendo: si un grupo externo no sólo usara la violencia para conseguir sus objetivos, si no que además lo hiciera legítimamente, al más puro estilo far-west («entró en mi propiedad») como hemos visto que ya está pasando a poco que uno tiene suficientes joyas en este país…

      No, prefiero abundar en mecanismos de control. Prefiero seguir condenando todas las violencias antes que legitimar la mía, que tengo razón, frente a la del otro, que sonríe cuando sus mozalbetes me pegan. Y, mientras pueda, pondré la otra mejilla, sin dejar de denunciar, insultar y eructarles en la cara, faltaría más.

      • Marc dijo:

        ¡Hola Johnnie! Gracias por tu respuesta,

        Entrando al tema, creo que estamos situando la discusión en un terreno en el que es difícil argumentar. En primer lugar, creo que debemos dejar de hablar de «violencia» como un concepto abstracto, y colocarlo en situaciones que, individualmente o como movimiento, hayamos experimentado. En definitiva, contrastar el uso moral de «violencia» con el mundo real de los acontecimientos para entender mejor el concepto. Por eso, no tiene mucho sentido hablar de la violencia como un «espíritu» que te puede poseer o contra el que te puedes «resistir», sino como un acto humano que tiene un contexto, un significado, unas causas… Motivo por lo cual no la tenemos que defender siempre ni de manera acrítica.

        De nuevo: considerar la violencia en su contexto y no llevarla a unos niveles de abstracción en los que todos podemos ser el más pacifista del patio. Por ejemplo, no tendría mucho sentido defender a capa y espada la resistencia pacífica de los judíos en el contexto del Holocausto Nazi. ¿Perdieron la razón los judíos que dinamitaron un complejo crematorio en Auschwitz por haber usado la violencia? Ejemplo más de andar por casa: ¿pierde la razón quien devuelve un golpe a un antidistubios? Contexto, contexto, contexto… Primero hay que entender la violencia para poder valorarla, y esto significa entender que tiene un significado, aunque no nos guste y, en muchos casos, nos opongamos a ella fervientemente.

        Sobre los mecanismos de control, hay un experimento psicosocial que se realizó en una universidad de los EEUU y que tratamos en la asignatura «psicología social». ¿La idea? Se representaría una cárcel en una universidad, unos estudiantes harían de prisioneros y otros de carceleros. Al cabo de dos semanas, los carceleros (universitarios perfectamente corrientes) se habían convertido en unos auténticos hijos de puta que disfrutaban vejando a los prisioneros (universitarios perfectamente corrientes).

        http://www.prisonexp.org/

        No es un problema puntual ni individual, sino generalizado y que se genera por situar a determinadas personas en un rol de guardianes. Sólo necesitaron dos semanas para convertir a un grupo de estudiantes en unos sádicos. Imaginaros un policía, que se dedica a eso como profesión. Por otra parte, viendo vídeos del experimento, y consultando el diario de Zimbardo (director del experimento y reputado psicosociólogo) me doy cuenta de que es el perfil que me encuentro cuando veo a los policías en general y los antidisturbios en particular.

        No lo digo porque sí, ya que he estado en 4 cargas policiales y me han pegado en 3. Además, han pegado a compañeros de mi universidad. «Te gusta correr, eh guarra», le decían a mi profesora de psicología evolutiva: la dejaron con collarín con sus técnicas de «inmovilización». Otro profesor amigo mío estuvo meando sangre de la hostia que le metieron en los riñones, mi mejor amiga hasta hace poco tenía secuelas en una rodilla, ¡de una carga de hace dos años!; de palizas en las furgonetas a detenidos mejor ni hablamos. Y estoy hablando sólo de violencia física; me dejo los cacheos, las humillaciones, los abusos verbales… Y esto es sólo una pequeñísima parte de la historia de la represión estatal: la que me ha tocado vivir a mí y a mi entorno (y las que me dejo por escribir). Por mi parte, en una ocasión me han roto un hueso de la mano, y en otra me abieron la cabeza de un porrazo, además de moratones varios (llévese 3 gratis y sin compromiso). Creo que está claro que esto sobrepasa el alcance de cualquier mecanismo de control: es una cuestión que atañe a una estructura social fundamentada en el monopolio de la violencia.

        Para acabar, decir que tengo mucho más miedo de la policía que de cualquier fuerza externa incontrolada. Jordi me comentaba que si se acababa el monopolio de la violencia me cagaría encima. Ironizando un poco, diré que llega tarde, me he cagado encima muchas veces y, además, no ha sido por culpa de ningún grupo de incontrolados, sino por la acción del propio estado. Por eso, cuando me plantean que sin la policía esta sociedad sería una orgía de violencia y destrucción suelo pensar que no han vivido la violencia de la buena, la que te suministra tu propia administración. Por otra parte, no me he encontrado con ningún argumento que demuestre que no se puede vivir sin policía. Incuso en Barcelona se demostró que, de hecho, se vive mejor sin ella (y sin el estado en general): véase la Barcelona colectivizada del 36 (uso mucho el ejemplo, pero es que es bueno de verdad).

        • Johnnie dijo:

          Hola Marc,

          Siento que te hayas visto envuelto en las situaciones que comentas. Pero que los antidisturbios violentos se comporten como carceleros, y el experimento y sus conclusiones no me parecen justificación de nada. Normalmente, cuando uno se encuentra con un policía lo que tiene delante es a un delegado de la administración, mucho menos peligroso que una secretaria de los centros de atención al ciudadano y con menos recursos que un empleado de limpieza municipal. Y se comporta acorde a ese rango, no como un carcelero enajenado.

          Por ir directo a la demagogia, porque creo que ambos ya hemos dicho lo que pensamos y, razonablemente, entendemos la postura del otro (pero, como dice Jordi, a mi el debate tampoco me interesa tanto -será, probablemente, por no haber vivido situaciones como las tuyas- y, además, no tengo más argumentos que añadir), ahora mismo está Mexico como «paradigma» de lo que pasa cuando la violencia pasa a ser un objeto de consumo. La vida no vale nada, la libertad no vale nada y nada vale nada más que lo que haga falta pagar por ello, y el dinero se puede robar, con lo que el círculo se vuelve espiral infinita. Mi miedo a un porrazo no es nada comparado con el horror que siento al saber que aquello existe, que es real. Y que hay más sitios así, Somalia por ejemplo, pero que normalmente en esos sitios no hay ni periódicos ni nadie para contarlo.

          Y, por provocar un poco (quizás que me echen del blog, incluso) a mi el ejemplo del 36 me encanta, me parece que hay que abundar en él y explicarlo más, que estudiarlo vale la pena y que la historia le debe algo. Pero es peligroso abusar de él, como si el modelo que promulgó hubiera durado años y años. El modelo capitalista post-WWII nos ha traído crecimiento y vidas mejores a cada generación durante 50 años y ahora estamos todos bastante convencidos de que hay que cambiarlo, decir que un modelo que trajo crecimiento y vidas mejores durante casi un año es prueba suficiente de que es lo que hay que hacer cae en el abuso y da pie a que nadie se lo tome en serio.

          • pep dijo:

            Pero Mexico es lo contrario de lo que dices ¿no? Vamos, que es la insensata y surrealista cruzada anti-droga, emprendida por los poderes públicos con unos niveles de represión -solo hay que ver el porcentaje de presos al respecto- llamativos, la que han generado el presente desastre…

  5. desempleado dijo:

    Socializar las pérdidas y privatizar los beneficios es violencia. Lamentablemente, hemos llegado a un punto en que la mejor solución es poner el marcador a cero. Lo demás es… de victoria en victoria hasta la derrota final.

  6. auskalo dijo:

    Se trata de Too Big To Fall y no Too Big To Fail (que era una serie de HBO, si no recuerdo mal).

    Solución: Volver a regular el sistema financiero a lo 1970. Separar los bancos y las entidades financieras. Dividir los bancos Too Big To Fall en entidades más pequeñas, usando la regulación anterior y sobretodo, quedarse con la participación del banco rescatado, cambiando y juzgando su directiva al conseguir el 51%. Haciéndolo público, para más tarde venderlo por negocio, si fuera necesario.

    Problema: Hace falta políticos de verdad, con dos pelotas, y capacidad de empufamiento temporal, que Ejpaña no dispone ahora.

    Y después de ver la deriva de la austeridad, vamos a tener Shock Doctrine por unos 10 años, como poco. Y para entonces empezarán a manifestarse más claramente los problemas de agua, energía, violencia…

    Quizá la solución sea volver a trabajos comunales, ganando un jornal mínimo y vivir con frugalidad en armonía, y que no puedan ordeñarnos de impuestos. Tampoco pinta bien.

    Y sino, guadañas, gillotinas y hogueras. Un poco tarde.

    Dudo mucho de cualquiera de las soluciones.

    Pero si queremos vender 2.000 millones de coches en Asia… que parece que van por ahí, vamos arreglados.

  7. Gekokujo dijo:

    Bueno, me gustaría meter otra cuña. Separando lo que llamaríamos la salida a la crisis a corto plazo y lo que vendría a ser la visión geopolítica de esta primera mitad de la centuria. Lo digo porque temo, tal como apunta auskalo, que en lugar de arreglarse las cosas vamos a ir viendo como se acumulan paulatinamente los problemas ante la puerta. Hasta el día en el que no se pueda salir sin destrozar la puerta.

    En ese sentido, planteamientos como reinventar la experiencia del 36, tal como apunta Marc empiezan a no parecerme descabellados. Tengo muchas dudas sobre la amplitud de miras de muchas personas, la tolerancia de otras tantas, para llegar a un consenso suficiente para poner en marcha tamaña empresa. Al menos en mi caso no puedo más que recurrir a mi propia experiencia vital para entender que sería preciso para ello de una juventud en la miseria material pero no intelectual, además de la flexibilidad de las personas con cierta edad. Especialmente de las que pueden creer que pierden con el cambio.

    Lo veo muy difícil, por no decir imposible. Aunque como ya he señalado en otros posts, mi esperanza reside en eso que llaman la tormenta perfecta. Es decir en que en un momento dado el sistema colapse y la idea de que hay que tomar las riendas se asiente entre la ciudadanía.

    Se acerca el invierno.

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  9. Rodrigo dijo:

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