En el aeropuerto de Zadar (Croacia): el Paraíso

Pues la historia es que, en el marco de nuestro proyecto de I+D, Mediaflows, habíamos presentado sendas comunicaciones en un congreso organizado por la IPSA (International Political Science Association) en Rovinj (Croacia), un entorno paradisíaco (la península de Istria, la punta oeste de Croacia) para hacer ciencia de la buena (en mi caso, tenía –tengo- previsto presentar una comunicación sobre mi tema favorito: génesis, auge y caída de Coleta Morada, es decir, de Podemos).

Como las cosas hay que hacerlas con tiempo, pensábamos llegar a Rovinj el día anterior al comienzo del congreso por la mañana, hacia las once y media; lo cual ha implicado despertarse a una hora relativamente razonable: las 3.45 de la madrugada. He llegado al aeropuerto a las cinco y la primera, en la frente: “su vuelo de Frankfurt a Pula [destino final de nuestro atribulado viaje] no existe”. Por lo visto, era un viaje estacional-turístico, que sólo era operativo los meses de verano, pero por algún motivo la compañía, nuestros amigos de Croatian Airlines que tantas alegrías nos depararían a lo largo de esta jornada, no vio oportuno avisarnos de ello, ni dejar de vendernos los billetes de un vuelo que no iba a producirse. Y todo ello se nos aparece en el aeropuerto de Valencia a las 5 a.m.

Pero nada puede interponerse entre un académico y la Ciencia. Así que la providencia, bajo la forma de simpática señora de Lufthansa, nos ha proveído un vuelo alternativo: Valencia-Frankfurt, Frankfurt-Zagreb, Zagreb-Pula en un total de diez cómodas horas. Llegada estimada al destino: las cuatro de la tarde (aprovecho la ocasión para decirles que la distancia entre Valencia y Pula, en avión, viene a ser de unas dos horas y media).

Hemos informado a nuestras simpáticas y agradables anfitrionas del congreso (que iban a recogernos al aeropuerto) de que finalmente llegaríamos en el vuelo de las cuatro de la tarde y hemos disfrutado del entorno incomparable del aeropuerto de Zagreb, que –por algún motivo- tiene un coqueto y resultón parque para el esparcimiento de los atribulados pasajeros en la salida de la terminal (donde en Valencia tenemos un parking, varias carreteras y el desierto al fondo). Y a fe mía que hemos disfrutado bastante, porque el vuelo final, el vuelo a Pula, se ha retrasado una horita. ¿Pero qué es una horita más cuando ya llevas diez?

El vuelo Zagreb-Pula, en realidad, no es Zagreb-Pula, sino Zagreb-Zadar-Pula, porque obedece a esa peculiar subcategoría de aviones con paradas intermedias que podríamos denominar “Busvión”. El Busvión ha aterrizado en Zadar de forma un tanto creativa, tal vez oscilando algo más de lo pertinente, ora a un lado, ora al otro. Nada que uno no esperase encontrarse al aterrizar en un aeropuerto en el que no sabía, al comenzar el día, que iba a aterrizar.

El caso es que el avión ha quedado inutilizado (no me sean aprensivos, no se ha hecho trizas sobre la pista ni nada; simplemente se ha estropeado, y ya está) y los amables operarios del Busvión nos han indicado que casi mejor que salgamos, que sólo tendríamos que esperar unas seis horitas más, hasta las diez y pico de la noche, y que entonces, palabrita del Niño Jesús que nos plantan en Pula-Rovinj a las once de la noche. Nada, apenas 12 horas después de lo previsto inicialmente.

Y así hemos llegado al incomparable marco del aeropuerto de Zadar, que he de decir que me parece uno de los mejores aeropuertos en los que he estado, un sitio agradable, tranquilo, donde uno puede relajarse durante horas (y más vale), observar los hermosos paisajes de Zadar, la verde campiña que circunda el complejo aeronáutico (no sé decirles si los croatas se han gastado el dinero alemán en parques de aeropuerto en lugar de palacios de congresos y AVEs o es que Croacia –sus aeropuertos- es así). Miren, miren:

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Y al fondo, las imponentes montañas de Zadar:

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Y, para constatar que en efecto estaba en Zadar, y no en Massamagrell, allá va una foto esclarecedora:

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El caso es que me las prometía muy felices, aquí, en el aeropuerto de Zadar, a la espera de nuestro nuevo Busvión, cuando ha llegado un pasajero que decía que era políglota (que hablaba seis idiomas, entre los cuales, obviamente, no se encontraban ni el castellano ni el valenciano) y que había sido comisionado por Croatian Airlines (la señora de la oficina que se ha comido todo el marrón) para aportar un sorprendente giro de guión a esta historia: que nos olvidásemos del Busvión, que finalmente no llegaría nunca, que era la junta de la trócola y el cigüeñal y que teníamos dos opciones. O bien a) hacíamos noche en Zadar (que, la verdad, a la vista del entorno, tentado estaba uno de hacerlo) y cogíamos el primer avión del día siguiente (a hora tan temprana como las cuatro de la tarde), en el supuesto de que dicho avión en efecto existiera y no se tratase de una mera entelequia; o bien b) nos metíamos en un maravilloso autobús sin luz, sin tomas de luz, sin nada, para embarcarnos en un agradable periplo por la Croacia profunda de una duración estimada de cuatro cinco horas [y media].

Como pueden imaginarse, hemos optado por el pintoresco autobús, y aquí estamos (bueno, en puridad, cuando Ustedes lo lean espero que no estemos ya allí, más que nada porque hasta que no acceda a una conexión a Internet, que de eso en este autobús no han oído nunca hablar, no podré publicar el artículo).

(Vale, parece que ahora sí funcionan los comentarios. Disculpen las molestias)



2 comentarios en En el aeropuerto de Zadar (Croacia): el Paraíso »
  1. Probatura

    Comentario escrito por Guillermo — 07 de octubre de 2015 a las 10:41 am

  2. Croatas, ex-yugoslavos, eslavos, dálmatas… lo que se quiera. Pero al final, y por encima de todo, mediterráneos. Un plueblo hermano en usos y costumbres. Buena suerte en el resto del periplo.

    Comentario escrito por Caliban — 09 de octubre de 2015 a las 9:48 am

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