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Por supuesto, cuando decimos que el partido se decide aquí no hablamos de las muy desleídas elecciones europeas, que no sólo en España sino en toda Europa son uno de los más fiables indicadores respecto del descuartizamiento y secuestro del proyecto europeo. No sólo la ciudadanía lo vive como algo crecientemente ajeno, cuando no hostil, sino que el mínimo interés que pueden generar las elecciones europeas en tanto que proceso de articulación político y de la discusión en el espacio público tiene que ver con asuntos locales y dinámicas políticas internas en todos y cada uno de los países miembros de la UE. Como mucho, y de casualidad, en ocasiones, los resultados de las elecciones europeas pueden tener, eso sí, incidencia en el proyecto de construcción europea siempre y cuando supongan un condicionante de política interna de suficiente magnitud. De modo que, por ejemplo, el futuro del Tratado de Lisboa puede quedar comprometido si cae el Gobierno laborista del Reino Unido y una mayoría conservadora retira la ratificación al Tratado antes de que éste haya logrado completar, con la repetición del referéndum irlandés, la ronda de ratificaciones.
Sin embargo, desde hace unos meses, somos muchos los juristas que vivimos expectantes a la espera de una decisión del Bundesverfassungsgericht (el Tribunal Constitucional Federal alemán) sobre la admisibilidad a la luz del Derecho interno alemán, y en concreto de su Ley Fundamental de 1949, del Tratado de Lisboa. Hace apenas un par de días quedó claro que, al menos hasta que pasen las elecciones europeas, no habrá decisión. Pero es perfectamente posible que no tarde demasiado una vez hayan pasado éstas. Y, a diferencia de lo que votemos los demás el próximo domingo, lo que opinen los miembros de la Sala segunda del BVerG tendrá una incidencia directa en el proceso de construcción europea y, en concreto, en la determinación de cómo y hasta dónde se puede llegar por las vías de integración hasta ahora empleadas.
Recapitulando de manera muy sucinta, ha de recordarse que todo el proceso de construcción europea se enfrenta desde su misma base a inevitables tensiones, políticas pero también jurídicas, que lo oponen al respeto a la soberanía de sus distintos miembros. En la medida en que ésta sea entendida de manera amplia no será compatible con la cesión de competencias a la Unión que supone el proceso de integración europea. Además, la idea de primacía del Derecho comunitario sobre el Derecho de los países miembros abre la posibilidad de que los diversos ordenamientos jurídicos y sus regímenes de garantía constitucional puedan no ser compatibles con la Unión Europea, en la medida en que se entienda que no admiten la existencia de norma jurídica alguna por encima de su Constitución, pilar jurídico fundamental de cada ordenamiento. Y ello sólo desde un plano puramenteteórico. Desde una perspectiva práctica muy fundamental, imaginemos en la situación que se produciría si una medida comunitaria limita o contradice algún derecho o alguna garntía derivada de los mismos según la interpretación constitucional dominante en un Estado.
Respecto de esta cuestión, jurídicamente de enorme trascendencia, en la medida en que vinculada de modo directo a lo que es, puede ser y cómo haya de articularse el proceso de construcción europea, los diversos Estados miembros han sido hasta la fecha deferentes. Han consentido que el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas haya afirmado la primacía del Derecho comunitario. Han entendido, en general, que no pasaba nada porque así se asumiera aunque no figure tal mención en el texto de los Tratados (sólo el fenecido proyecto de Constitución Europea incluía una referencia explícita a esta cuestión). Y han entendido, también, que no había nada en la construcción europea que pudiera oponerse a los principios constitucionales que cada país reconoce y en los que se basan sus sistemas jurídicos, de modo que, hasta la fecha, se había evitado cualquier conflicto jurídico. Buena prueba de esta deferencia ha sido, por ejemplo, la actitud de nuestro Tribunal Constitucional, que en su Declaración 1/2004 entendió que el entonces proyecto de Constitución Europea no planteaba problema de constitucionalidad alguno, tampoco por estas cuestiones, y que no requería, en consecuencia, de adaptación previa alguna de nuestro texto máximo para poder ratificarlo. Aunque el Gobierno decidió, de todos modos, plantear un referéndum, tras el fracaso del proceso de ratificación y la sustitución del texto por el Tratado de Lisboa, una mera votación parlamentaria sin demasiado debate público metió a España en el Tratado.
El Bundesverfassungsgericht ha sido, hasta la fecha, igualmente deferente. Aunque con más cautelas que, por ejemplo, su equivalente español. Básicamente porque los alemanes no han asumido que la UE, por definición, siempre será conciliable con el modelo de garantías español, como tampoco entienden inconcebible que en el futuro pueda haber alguna fricción entre medidas comunitarias y la concepción nacional de los derechos y de la democracia. Entienden que, de momento, lo es, pero que nunca se sabe qué pueda pasar en el futuro. Y, en una sería de sentencias (Solange I, Solange II y la Sentencia sobre el Tratado de Maastricht) el BVerG ha venido diciendo, en aplicación de su conocida «doctrina Solange» que sí, que se acepta la primacía del Derecho comunitario sobre el ordenamiento alemán y su Constitución, pero sólo de momento; y que se aceptará en el futuro siempre y cuando, mientras tanto, so lange, ello no suponga poner en cuestión toda una serie de reglas básicas que articulan la convivencia y, más en concreto los pilares de un Estado de Derecho democrático que la Constitución alemana considera irrenunciables. Y hay que recordar que la Constitución alemana es especialmente militante y entiende una serie de contenidos en todo caso irrenunciables, incluyendo la explícita afirmación del derecho de resistencia contra cualquier orden que los contravenga (esencialmente principios democráticos, de participación de los ciudadanos en la normación jurídica y de respeto y garantía de derechos). De modo que el Tribunal Constitucional alemán siempre se ha reservado la posibilidad de entender que, si algún día el Derecho comunitario pudiera poner en cuestión esta o alguna otra de las garantías básicas que fundan el orden político y jurídico alemán, en ese caso la Constitución alemana primaría sobre las normas comunitarias.
Y lo cierto es que parece que el día en que los jueces constitucionales alemanes entiendan que algo así ha ocurrido o está cerca de ocurrir puede llegar en breve. En concreto, el Tratado de Lisboa, ya ratificado en Alemania pero por vía parlamentaria, ha sido objeto de un recurso de inconstitucionalidad promovido, esencialmente, por el partido político Die Linke, La Izquierda (una escisión del socialdemócrata SPD, cuya ala izquierda, encarnada por su antiguo líder, Oskar Lafontaine, se ha aliado en esa formación con el PDS, heredero en los Länder orientales del antiguo partido único comunista SED). Y el Bundesverfassungsgericht se ha mostrado claramente receptivo hacia algunos de los argumentos utilizados (problemas de soberanía por el traslado de decisiones, o la posibilidad de que así sea en el futuro, sin controles democráticos, que harían que el Tratado de Lisboa minara algunos de esos principios básicos de la Constitución alemana, así como la aparición de reglas comunitarias en materia penal que afectan a zonas donde los derechos y garantías constitucionales han sido afirmados con mucha potencia en sede nacional). De hecho, realizó una vista oral para la defensa de los argumentos de las partes, lo que ya es indicativo, por su excepcionalidad, de que concede posibilidades de prosperar al recurso. Vista oral en la que los jueces se mostraron especialmente críticos con algunos aspectos de la reforma comunitaria. Se ha barajado, incluso, la posibilidad de que los jueces entiendan que sólo por medio de un referéndum para aprobar el Tratado pueda considerarse, jurídicamente, no conculcado el marco constitucional alemán.
El caso es que el retraso que acumula el Tribunal desde febrero, cuando se produjo la vista, está alimentando todo tipo de especulaciones (claramente, respecto de asuntos generales de este tipo, los alemanes no están demasiado habituados, frente a lo que ocurre aquí, a que sus Tribunales se demoren en exceso). Ya sea un rechazo al Tratado de Lisboa, siquiera sea parcial; ya el entendimiento de que Alemania ha de convocar obligatoriamente un referéndum para su ratificación, supondrían un batacazo mayor para el Tratado de Lisboa, que vería dificultado, más aún, su despliegue. Como la decisión final no tiene que tardar demasiado, conviene seguir atentos a las pantallas. Cabe la posibilidad de que las elecciones europeas sean una anécdota comparadas con la tormenta que podría desencadenar según qué decisión del Constitucional alemán. Aunque, como es sabido, eso es la Unión Europea, también: una constante agonía por ir avanzando renqueante en medio de sucesivas crisis. La cuestión es hasta cuándo, máxime a la vista de los objetivos y fines que se perfilan en los últimos tiempos, seguirá compensando este modo de «hacer a Europa».
7 comentarios en Europa: el partido se decide aquí
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Felicidades Andres por otro articulo interestante y dedicado a todos los publicos.
Un saludo,
Domingo
Comentario escrito por Domingo — 05 de junio de 2009 a las 1:41 pm
La paradoja de las elecciones europeas es que el desinterés general hace que los que más motivados están para ir a las urnas son los contrarios al proceso de integración. De manera que saldrá elegido un parlamento europeo antieuropeo.
Comentario escrito por emigrante — 05 de junio de 2009 a las 2:21 pm
Me uno a Domingo para fecilitarle y darle las gracias por este – y otros – artículos. Es de agradecer que nos permita acercarnos a «las chichas» de los asuntos y la jerga jurídica de forma entendible.
Tenga en cuenta que hay muchos de los ciudadanos europeos que ven el asunto este como un «Eurovisión, pero sin canciones», y eso lleva a records de participación e interés por los temas comunitarios. Aquí, en las Españas, porque lo que realmente votamos es ZP vs Rajoy, que si no, no llegamos ni al 30% y ríase usted de los eslovacos.
otra cosa es que todos estos ciudadanos se den cuenta que la PAC, los MINER, los FEDER y demás millones de euros salen de lo que allí se decida y no del alcalde del pueblo..
Eso sí, ahora que quedo intrigado por la futura decisión de los alemanotes… infórmenos usted en cuanto se sepa algo!!!
Comentario escrito por Lolo — 05 de junio de 2009 a las 6:58 pm
Hola Andrés.
¿No sería viable la coexistencia de diversas constituciones con lo determinado en los tratados, e incluso en una futurible Constitución Europea, tomando sus disposiciones como una garantía de mínimos? Creo que en lo que respecta a la Carta Europea de los derechos fundamentales se adopta esta posición. Si no me equivoco, los estados miembros han de respetar lo declarado en la Carta, pero pueden adoptar libremente disposiciones que amplíen el ámbito de los derechos individuales.
Comentario escrito por Demócrito — 06 de junio de 2009 a las 8:18 am
Acaban de cerrar los colegios en Alemania, según el sondeo de la ARD,en %: CDU 31; CSU 7,5; SPD 21; liberales 11; verdes 11,5 y la izquierda 7,5. Bastante parecidos a los de la última vez en que los socialdemócratas se dieron el batacazo padre. Esta vez también han bajado los democristianos en beneficio de los liberales. Los verdes se mantienen y la izquierda radical sube un poquito.
Comentario escrito por emigrante — 07 de junio de 2009 a las 6:38 pm
Pues sí, batacazo padre de la socialdemocracia en Europa y batacazo merecido. Si el nuevo Parlamento Europeo tiene que elegir al Presidente de la Comisión y si la socialdemocracia europea había accedido ya a que fuera Barroso, ¿me explica Vd. la diferencia? Pues ahí está la diferencia: Cohn-Bendit, quizás Sosa Wagner… y el partido pirata en Suecia….;-) Y, evidentemente, la derecha cerrando filas.
Comentario escrito por Susana — 08 de junio de 2009 a las 4:10 pm
A mí el proceso de construcción europea me llama especialmente la atención. Creo que demuestra la desafección de los ciudadanos a cuenta de una clase política cada vez más alejada de su realidad y del ideal democrático.
El proyecto de Unión Europea arrancó ilusionando, y cuestiones como la unidad monetaria, la solidaridad, los principios comunitarios, los fondos de ayuda, … interesaban y parecían poner al ciudadano europeo a las puertas de un futuro nuevo.
Pero el fracaso relativo a la Constitución europea, los desencuentros, ir cada uno por su lado ante la crisis, … nos colocan en un escenario nuevo. Los resultados de las elecciones del domingo, con el predominio de la derecha (tradicionalmente, más «europescéptica») y el avance de los radicales antieuropeístas evidencian el estado de la conciencia ciudadana.
Europa, nacida y criada bajo una cultura hermanada (moral cristiana, raíces latinas, cultura grecorromana «occidentalizada»), que ha avanzado de la mano a través de revoluciones diversas que han significado progreso técnico, científico, de reconocimiento de derechos, … Y Europa, incapaz de mantener un discurso mínimamente unido y coherente en temas medulares y que deberían estar fuera de toda discusión, que nos ha avergonzado a todos en asuntos como la guerra de Yugoslavia, y que demuestra una parálisis y un enquistamiento que sólo se explica de arriba a abajo en la estructura de poder y de toma de decisiones.
Un saludo, Profesor.
Comentario escrito por piterino — 10 de junio de 2009 a las 12:17 pm