Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul, 2012)

And I wonder

Existe una confusión generalizada en torno al cine documental. Se suele asumir que es una manera diferente de hacer películas porque, a diferencia de las películas “normales”, no narran una historia sino que cuentan la verdad. Esta diferencia absurda entre cine documental y cine de ficción ha acabado por tener un calado profundo, hasta el punto de que se suele percibir como algo extraordinario acudir a una sala a ver un film documental, como si fuese un hecho excepcional porque lo normal es ir al cine no para aprender (función que se le atribuye al documental) sino para evadirnos (función del cine de ficción de Hollywood).

No obstante, la distinción entre documental y ficción no es un problema de producción, de escritura, sino de recepción. Se trata de un asunto de retórica: es el espectador quien se posiciona de manera diferente a instancias de la industria, que ha optado por vender que no es lo mismo documental que ficción. Y esto se produjo por la capacidad movilizadora que tuvo el cine documental en los años 30: cineastas como Joris Ivens o Leni Riefenstahl demostraron que eran capaces de crear películas incómodas, cuyos efectos eran incontrolables. El fenómeno se ha reproducido en los últimos años a raíz del éxito del modelo de Michael Moore, con la proliferación de películas que buscan algo más que la mera evasión. Y lo mejor que podía hacer la industria para domesticar un fenómeno incontrolable es apartar esas películas y situarlas al margen: instaurar la idea de que el cine documental no es cine, sino una cosa extraña.

La diferencia es absurda porque el cine documental también implica un punto de vista y una manipulación. Cuando en 1922 Robert Flaherty realizó Nanuk, el esquimal, el documental que sentó las bases narrativas del género, el cineasta manipulaba, mentía: hacía pasar, por ejemplo, a su amante en la vida real como la mujer del protagonista de la película. Por su parte, el cine de ficción recrea constantemente situaciones, personajes y vivencias de la vida real, por mucho que, como espectadores, establezcamos más distancias con respecto a los referentes que se nos presentan.

Este efecto retórico provoca que, en determinadas ocasiones, se genere confusión, máxime si la misma industria juega a este despiste. Ahí tenemos la existencia la categoría al “mejor documental” en los premios Oscar, cuando no existen categorías por géneros: no se otorgan premios a la “mejor comedia” o al “mejor melodrama” ni al “mejor western”, por ejemplo. Y el último Oscar a la película documental se lo llevó Searching for Sugar Man, una cinta que asume esta idiotez de particularizar el género documental, creando un divertido efecto de extrañeza: los espectadores suelen salir de la proyección fascinados por la historia que se cuenta.

Esta historia es la peripecia de un músico de rock norteamericano de los años 70, Sixto Rodriguez, de quien se nos dice al principio que corre la leyenda de que se suicidó en un concierto a lo bonzo. La voz en off inicia, entonces, un recorrido de búsqueda de la historia de Rodriguez, situándose al mismo nivel que el espectador: el realizador irá descubriendo, a la vez que el receptor, los distintos giros de la historia. Giros como que Rodriguez sigue vivo, que sus discos fueron fundamentales para activar los movimientos de protesta contra el apartheid en Sudáfrica y que el cantante reapareció en los años 90 dando un concierto en el país sudafricano, donde había ejercido una influencia descomunal sin tener ni idea de ese éxito mientras malvivía en Detroit, apartado durante décadas del negocio musical.

 


Evidentemente, la película juega a construir un relato con una trampa fundamental: presentar los hechos que narra como verdaderos, artificio que le permite su adscripción al género documental. Así, se ofrece una visión dulcificada de la industria musical. Rodriguez no pudo consolidar su carrera, sí, pero por lo visto nadie se benefició de sus ventas en Sudáfrica, ya que es un tema sobre el que se pasa de puntillas, sin extraer ninguna conclusión sobre el dinero generado, más allá de un leve apunte en plan “es que los sudafricanos se grababan el disco en casetes piratas”

Hay muchísimas más falacias que maneja la película en esta búsqueda de Rodriguez. Porque, por ejemplo, no es cierto que fuera un tipo al que se había tragado la tierra. El hecho de que fuese de gira, a caballo entre los años 70 y 80, por Australia con Midnight Oil no es una actividad underground: es como si dijeran que había pasado completamente inadvertido un músico que había participado en un tour por Gran Bretaña con los Rolling Stones. Por otro lado, el relato de superación que tanto gusta a los norteamericanos de David contra Goliat no es más que una recreación que puede ser muy bonita pero que siempre es incompleta. Aquí se viene a decir que el disco Cold Facts de Rodriguez fue el responsable de iniciar el fin del apartheid. Ríanse de Steve Bitko y de Nelson Mandela. Pero que quede claro: si un único disco tuviese la capacidad de generar un efecto tan bestial en la agenda política, los republicanos estadounidenses patrocinarían a todos los artistas de rock del mundo.

La jugada es sensacional y demuestra el manejo que tiene del cineasta sueco Malik Bendjelloul de los códigos industriales y narrativos del cine estadounidense: la manera de presentar unos hechos y esconder otros y convertir la historia semidesconocida de un músico en una fábula donde lo real se confunde con lo recreado. Y demuestra los efectos del cine: se ha puesto de moda la música de Rodriguez, ese músico que en la película se dice, al final, que da algunos conciertillos y que cede el dinero a su comunidad cuando, bueno, ahí está en el cartel del Primavera Sound de este año, un festival que tampoco es precisamente un evento oscuro y desconocido. Tal vez Rodriguez no sea tan inmaculado como lo presenta la película. Pero ni falta que le hace. El quid está en que no seamos nosotros, como espectadores, los inocentones siguiendo al dedillo las trampas establecidas desde hace años.


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  1. Comentario de Schwejk (05/05/2013 20:44):

    Felicidades por el trabajo, impagable como siempre.
    Respecto a la manipulación de este documental, creo que tenemos que entender el mito que se lleva tejiendo respecto al fin del apartheid; un mito que nos presenta la caída de ese régimen debido a las sanciones internacionales (que nadie respetaba) y a la lucha no violenta del ANC.
    Lo cierto es que en el final de ese régimen pesó mucho la guerra fronteriza en Angola, donde el ejército sudafricano fue derrotado por… el ejército cubano; también las campañas terroristas o guerrilleras (según a quién se pregunte) del SWAPO en Namibia o del mismísimo ANC dentro de Sudáfrica.
    Y por cierto, con Mandela cantando “la internacional” con el puño en alto y agradeciendo los apoyos de Cuba, la URSS, Libia y otras naciones en su lucha contra el apartheid. En la actualidad Sudáfrica y Estados Unidos intentan con gran éxito plantear una historia alternativa en la que Mandela es un Gandhi neoliberal y la lucha contra del ANC era una especie de acampada masiva del 15M.
    Este documental es otra pieza de ese mito.

  2. Comentario de Álvaro (06/05/2013 00:16):

    Hace poco nos estábamos riendo los integrantes de un viejo foro de música porque en su día creamos un hilo de ‘Rodríguez’. Yo no digo nada, pero también viene otro documental con grupo cavernario desde Detroit:

    http://www.egotripland.com/trailer-a-band-called-death-documentary-detroit-rock-video/

    Si se pone de moda, que al menos hagan uno de Juan de la Cruz, los Zeppelin filipinos http://www.youtube.com/watch?v=FD-hU6E8b8s

  3. Comentario de Quebec (06/05/2013 12:28):

    A mis brazos, Schwejk. 100% de acuerdo con lo que expones. Todo aquello mientras el mundo “democrático” occidental pagaba mercenarios para ayudar en la lucha contra el MPLA, en complicidad no sólo con los fascistas de Pretoria sino con ese gran ejemplo de la democracia que fue Mobutu, y mientras, luego de vetar durante años posibles embargos contra un régimen que violaba abiertamente los DDHH recogidos en la carta de las Naciones Unidas, impusieron un embarguillo solo tras asegurarse de que éste régimen pudiera sobrevivir por sí solo. Hasta armamento nuclear (Obtenido insólitamente en colaboración con Israel a pesar de su antisemitismo) tenía. Pero aquí la expedicion de Cuba a Angola es absolutamente desconocida para el gran público. Todo se logró con nuestra cultura occidental y hippies afrikaans que se declaraban objetores de conciencia en números cada vez más enormes quien sabe por qué… Porque les daban mucha pena los negritos de los bantustanes escuchando Sugar Man :D. La democracia ha vuelto a triunfar. Menos mal que por Camboya no se estilaba el pop, que si no podriamos vender otro invento alternativo para hablar de la caida de los Jémeres Rojos.

  4. Comentario de Guillermo López García (06/05/2013 13:15):

    A mí lo de Rodríguez acabando con el apartheid me parece pecata minuta. ¡Como si fuese la primera vez en que un artista, con un disco, cambia la historia del mundo de una vez y para siempre! Se me ocurre un antecedente: David Hasselhoff acabando con el Muro de Berlín en 1989. ¡Aquí están las pruebas!

    – El temazo “Looking for freedom”: http://www.youtube.com/watch?v=0zXiClnK8oE

    – La reflexión periodística sobre el impacto de Hasselhoff: http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/magazine/3465301.stm

  5. Comentario de Schwejk (06/05/2013 13:49):

    Te pongo algunos enlaces cubanos, Quebec:

    http://www.urrib2000.narod.ru/EqMiG23a.html
    http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/03/23/cuito-cuanavale-batalla-que-termino-con-el-apartheid/
    http://www.urrib2000.narod.ru/ArticCarlota.html

    Lo triste es que parece que en Sudáfrica, Angola y Namibia se hacen auténticos esfuerzos por olvidar la ayuda cubana.

  6. Comentario de emigrante (06/05/2013 14:46):

    Hombre está claro que los artistas no hacen la revolución, lo único que hacen es ponerle música. Es el propio movimiento revolucionario el que elige su himno, a veces incluso en contra de los deseos del autor.

    Y el himno oficial de la caída del Muro es la de Scorpions “Wind of Change”.

  7. Comentario de hglf (06/05/2013 18:19):

    Claro, claro, por supuesto…

    más mentiras de los cerdos imperrrializtaz:

    http://elrestoesmio.blogspot.com/2012/03/vaclav-havel-y-lou-reed-una-relacion-de.html

  8. Comentario de bofifa (19/06/2013 00:24):

    Vi el docu con grandes expectativas (soy gran aficionado, especialmente a los musicales) y me decepcionó mucho. No entiendo cómo ha alcanzado tanta notoriedad. Creo que está bien, que la historia es muy bonita y el personaje en cuestión se presenta digno de admiración (en caso de ser cierto del todo lo que se describe, manda huevos lo de los Magnet Oil), pero como documental, creo que hay muchos mejores. Los últimos que puedo recordar, por ejemplo, Catfish, The Queen of Versailles, Man on Wire, Exit through the gift shop, para mí, le dan mil vueltas (y no recuerdo haber visto ninguno de ellos estrenados en cine).
    Y no deja de ser muy sospechoso (y, en cierto modo, cutre, o deshonesto de acuerdo a la personalidad del tío, incluso surrealista) que ahora sea cartel en el Primavera; ya me imagino a miles de chavales silbando de placer a un tío del que no habían oído hablar en su vida sólo medio año antes, parece la típica moda de los one-hit-wonders.

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