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Horrores fílmicos

¿Recuerda aquellas veces en que giró el rostro aterrado por lo que estaba viendo? Aquí podrá rememorar esos inolvidables momentos

Misión imposible 2: Esta película mantiene un ritmo de coherencia enormemente sólido a lo largo del metraje: es mala de principio a fin. La gracia de la película consiste en adivinar qué nueva fantasmada va a hacer Tom Cruise para deleitar al incrédulo espectador. Sin embargo, la escena seleccionada por nosotros no corresponde a ninguna de las secuencias de acción, sino a la única que contiene, por decirlo de alguna manera, trasfondo cultural.

El comienzo de la película transcurre en España, concretamente en la bella ciudad de Sevilla. Cruise se dirige a una reunión con su jefe paseando por las calles de Sevilla, en las que tiene lugar una procesión de Semana Santa. ¡Pero vaya procesión! Varias falleras se sitúan al frente de la misma tirando flores y saludando a la afición con el hierático estilo de las falleras mayores, al tiempo que los costaleros (vestidos, más o menos, como en las fiestas de San Fermín) cargan con unos pasos de Semana Santa que son incinerados poco a poco por las llamas. Este peculiar ejercicio de sincretismo (Fallas + Semana Santa + San Fermín) tan propio de los yanquis, amigos del folklore de los países raros, como Ustedes comprenderán, es saludado por expresiones de asombro y carcajadas del público español sólo comparables con las reacciones (generalmente, de hilaridad) suscitadas ante las mencionadas escenas de acción. Pero por si no hubiéramos tenido bastante, por su alguno tuviera dudas sobre el propósito de esta escena, y se hubiera hecho ilusiones pensando que “en realidad, esto es un fallo de vestuario, o de diseño de producción, no pueden ser tan burros, no puede estar en el guión”, a continuación Cruise se reúne con su jefe, supuestamente un hombre culto y viajado que las ha visto de todos los colores, acostumbrado a mezclarse con los lugareños y mimetizar sus costumbres, el cual hace el siguiente comentario de calidad: “Extraña cultura, ¿no cree? Veneran a sus santos quemándolos”.

Sin comentarios.

Nadie conoce a nadie: El cine español comienza a estar bien representado en esta sección, pero no les quepa duda alguna de que es por méritos propios. Si alguien lo duda que se pase por cualquier sala donde aún esté en Cartelera “Nadie conoce a Nadie” y que se siente a disfrutar. Mateo Gil, ínclito compañero de Amenábar, debuta en la dirección , como no podía ser de otra forma, con un thriller intelectual. La escena espeluznante con la que todavía tenemos pesadillas transcurre en pleno Barrio de Triana (y olé). El protagonista es perseguido por las fuerzas del mal, que aparecen tras cada esquina, tras cada recoveco del barrio del arte y del tronío, …. y le disparan. Pero le disparan con unas pistolitas de juguete que hacen un ruidito que es algo así como (fuiufuiuifiuiuifiufiuiufiui). Imaginen la escena, unos malos malísimos con pistolitas de juguete que ni le persiguen sino que hacen fiufifuifuifuifufiu, el protagonista con la cara desencajada huyendo de esta peligrosísima agresión a su integridad física y, encima, la escenita de marras se prolonga en esos términos durante 5 minutos. Al parecer a muchos críticos les encantó la escena, que tiene una “fuerza increíble” y “refleja perfectamente lo que Mateo Gil quiere expresar”. No se engañen¨: se trata de una pazguatada de cuidado (y esos críticos deben estar a sueldo de la productora).

Clerks: Clerks es la primera de una especie de trilogía infame (luego vendrían “Mallrats” y “Chasing Amy”) que pretende dibujar un agudo y cáustico retrato de la sociedad en que vivimos a través de la visión de unos jóvenes alternativos. Alternativos significa, claro está, que no tienen oficio ni beneficio salvo un par que trabajan de cajeros (de ahí el título de la obra, como los sagaces lectores habrán descubierto), y que, por lo exótico de su comportamiento, son visitados constantemente por el resto de la panda para incordiar un poco y que curren lo menos posible. Este planteamiento excesivamente formal mereció alguna crítica por considerarse que alentaba tendencias burguesas en la película, lo que el director corrigió rápidamente en la segunda entrega, en la que ya podemos deleitarnos con toda una panda de jóvenes que, directamente, no tienen nada mejor que hacer que pasear por un centro comercial (para boicotearlo, claro, abajo el capital) y participar en un concurso tipo Contacto, con tacto, pero sin Bertín Osborne. En todo lo demás la película inicial, Clerks, no puede ser objeto de crítica alguna, y así lo han plebiscitado todos los popes de nuestro cine: etiqueta oficial de “película alternativa norteamericana”, “progre” y, además, “rodada en blanco y negro dada la penuria de medios con que fue realizada”. A esta aparente escasez económica se une otra mucho más trágica, la intelectiva. La película no es que sea un tostón, es que es de una zafiedad inaudita. Los dos gags más alabados y conocidos de la misma son una conversación entre dos amigos en las que comentan lo chulo que debe ser poderse chupar uno mismo la polla y otro en el que una tía confunde a un muerto sentado en la taza del water de un cuarto de baño oscuro con su novio, de modo que se lo cepilla ahí mismo y sale encantada (“el mejor polvo de mi vida”), hasta que descubre quién ha sido el encargado de hacerle disfrutar con su espectacular “rigor mortis”. Cuando historietas de este tipo están dentro de una película como la comentada son “inteligentes críticas a la estructuración social de los 90”, mientras que, por el contrario, si las encontramos (exactamente las mismas y además unos años antes) en películas en color de la dilatada filmografía de Ozores se trata de una “españolada machista de mal gusto”.

City of angels: La película de la que extraemos esta secuencia es bastante mala. Con todo es complicado encontrar un momento peor que el par de amaneceres o atardeceres en que todos los ángeles se reúnen en la playa para “oir música”. Suponemos que debido a que la película está inspirada en “El cielo sobre Berlín” la cosa acaba pareciendo un homenaje a la Stasi versión finisecular. Esas gabardinas grises, ese gesto adusto…. La visión de los ángeles como la policía secreta de un régimen totalitario de corte socialista, aunque pueda incitar a la reflexión y estar apoyada en ciertos pasajes bíblicos (el Sermón de la Montaña ha hecho mucho, mucho daño en mentes jóvenes e influenciables) es fílmicamente horripilante. Sobre todo porque, como decimos, ocurre en la playa, y la estética nos recuerda a la de “Los vigilantes de la Playa”, pero sin chicas guapas. Por una vez, y sin que sirva de precedente, Meg Ryan logra no ser lo peor de una de las películas que protagoniza.

El lado oscuro del corazón: Nada mejor para empezar esta sección que una película argentina. Demasiado fácil, pensarán Ustedes. Pues se equivocan. Cualquiera que haya visto la película y haya sobrevivido para contarlo coincidirá en la dificultad de seleccionar sólo UNA escena para esta sección. Tras muchas discusiones nos decantamos por la escena en la que el poeta vende sus poesías por los semáforos y acaba cambiándolas por unos “choricillos”. Hace más de 6 años que ví la escena y todavía la recuerdo perfectamente. Esas cosas no se olvidan. ¿Por qué, junto a las poesías, el sujeto no acompañaba los consabidos pañuelos de papel? ?¿Por qué en el cine no nos los vendían para que nos desfogáramos a gusto?.

La escena, de un ñoño subido, demuestra que todavía hay cosas peores que le realismo mágico, por ejemplo, el intento de imitar e intelectualizar todavía más esos horrores. Lo peor de todo es que, desde entonces, me han asaltado un par de veces tipos harapientos y con un concepto heterodoxo de la idea de higiene personal pretendiendo venderme poesías por la calle, “como en el lado oscuro del corazón”. Esa gente, ¿por qué no optará por “ponerse a trabajar”, como en “manos a la obra”? Ya sé que todo eso está basado en un hecho real (ay, Benedetti). No voy a transcribir lo que me parece que así sea. En cualquier caso consideramos que un criterio básico es que hay que respetar al espectador y entretenerle. Claro que pasan muchas cosas desagradables en la vida real (pocas como esta, pero alguna más hay), pero no es preciso que nos las trasladen miméticamente al cine.

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