Mercedes Milà

Ella es en sí un experimento sociológico

Mercedes Milá, por lo visto, es una periodista. O, al menos, eso afirma ella siempre que tiene ocasión. Sin embargo la afirmación a nosotros nos parece, cuando menos, aventurada. Porque no hemos conocido a esta mujer realizando nunca actividades distintas a las de poner la cara, como presentadora-musa, en distintos (y a veces incluso exitosos) programas televisivos. Al margen de la mejor o peor valoración que pueda merecer su trabajo lo que es obvio es que éste ha sido desarrollado en “el medio” por excelencia. Por ello creemos que Mercedes Milà tiene méritos suficintes para entrar por la puerta grande en nuestro particular panteón de intelectuales de las 625 líneas. Si un profesional auna como ningún otro una manifiesta devoción intelectual con un paradójico empleo de la misma de manera exclusiva a través de la televisión esa es Merecedes Milá. Por encima de todo Mercedes nos ha hecho saber que ella es rigurosa y seria, que le preocupan las cosas importantes y todo aquello que es trascendente para nuestras sociedades.

Que nadie se lleve a engaño, con Mercedes Milá el espacio para las concesiones al morbo, al sensacionalismo o, en la mayor parte de los casos, a la diversión y el entretenimiento es, simplemente, cero. Su labor es otra, y se centra en transmitirnos a los demás un poco de esa sabiduría y capacidad reflexiva. Milà, por encima de todo, construye país y opinión pública. Es una orfebre cuidadosa que pule poco a poco las aristas de la demogagia e ilumina los oscuros recovecos de nuestra vida con una mirada limpia y honrada. Con semejantes intenciones, ¿qué ha hecho Mercedes Milà en la televisión de nuestro país? Expresándolo de una manera sencilla podríamos decir que nada, pero la complejidad del personaje nos impide detenernos aquí. Porque la ya larga carrera de esta profesional permite diferenciar con nitidez tres etapas:

– MERCEDES, MUSA DE LA TRANSICIÓN. En un primer momento el modo de entender la televisión de esta mujer fue todo un éxito. En un país ávido de análisis político y de hablar con libertad aunque fuera para no decir nada Mercedes encajaba a la perfección. Sus prograamas, nunca excesivamente densos pues ella no daba para más, “tomaban el pulso al país” y tenían una audiencia respetable. Muchos han señalado el fenómeno como manifestación de una época en que la sociedad española se interesaba por cosas serias y por programas de calidad. Nosotros, sin embargo, tenemos serias dudas. En primer lugar las emisiones eran verdaderos bodrios y, más importante, en esos momentos el mérito era llegar a estar en antena, ya que una vez conseguido esto las audiencias (de cualquier programa) eran millonarias ya que, sencillamente, no había otra opción (a ciertas horas del día ni siquiera podía recurrir uno a lo que se llamaban por entonces los “documentales de la UHF”).

– MERCEDES, MUSA DE LA TELEVISIÓN. Pasada esta primera etapa, con la que Milá logró una inmerecida fama de gran periodista, empezamos a encontrarnos con nuestro verdadero monstruo televisivo. Con la llegada de la competencia a este mercado Mercedes Milà ha sido llamada en reiteradas ocasiones para conducir programas de reflexión, divulgación y debate periódicamente. Los sucesivos y estrepitosos fracasos de audiencia y de nivel de estas emisiones no han desalentado, sorprendentemente, a las cadenas, que la han seguido contratando para realizar un bodio tras otro. Paradójicamente estos fracasos han contribuido a enaltecer más si cabe a la presentadora, pues se ha interpretado que la falta de tirón entre los espectadores era la prueba del nueve que confirmaba la calidad de los programas. En este país el modo más sencillo de adquirir prestigio intelectual es lograr fracasar varias veces en televisión, pues a partir de ese momento uno adquiere un halo de elitismo intelectual difícilmente igualable por otras vías.

– MERCHE, MUSA DE GRAN HERMANO. Por supuesto esta situación, relativamente satisfactoria para Milá, no lo era tanto para su cuenta corriente como un éxito rotundo en un programa de masas. Y, aunque involuntariamente, las tornas han acabado por cambiar. Mercedes Milá, siguiendo su senda habitual de rigor y periodismo de investigación, se embarcó en la presentación de Gran Hermano. Ella lo hizo, por supuesto, porque creía que se trataba de un importantísimo “experimento sociológico” como se encargó de repetir una y otra vez. Su honradez intelectual le hacía apasionarse por un proyecto que permitiría saber, de verdad y por fin, como era España. Entusiasta como es, la muchacha se embarcó en el proyecto implicándose a muerte, pues ella está siempre dispuesta a dejarse la piel a tiras por el periosdismo de calidad. Lo más paradójico de todo este asunto es que, fíjense que injusto es el mundo, el programa fue un éxito pero no por esos componente sino porque, inexplicablemente, fue entendiido masivamente como telebasura, una especie de culebrón en directo. Nadie, menos Mercedes, entendió el gran valor del mismo. De modo que su más enérgica apuesta por la verdad, aunque llenándole la cuenta corriente, la ha desprovisto de su aura (excepto en ciertos foros de Internet, donde sigue siendo muy querida).самостоятельно раскрутить сайт в yandexpicnic drawings


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