Fernando Sánchez Dragó

Televisión cultural, o sea, la que no ve nadie

Hubo un tiempo hace muchos, muchos años en que nuestro querido Sánchez Dragó era un hippie izquierdoso, de los que se apuntaban a mayo del 68 y esas cosas, y se dedicaba a recorrer el mundo con su mochila, algo más de dinero de lo que él gusta de reconocer y una mujer en cada puerto, que a mí es lo que me parece realmente envidiable en este tipo de vida. Sin embargo el tiempo pasa y no en balde. El gran Victor Hugo decía que, quien a los 20 años no es de izquierdas no tiene corazón, y quien a los 40 lo sigue siendo, no tiene cabeza. Sánchez Dragó es un palmario ejemplo de esta evolución que sufre el género humano (no todos, los hay que de adolescentes ya escribían reaccionarios opúsculos a los periódicos); y es un ejemplo también de lo que se podría llamar en castellano vulgar «chaqueterismo»; ya saben, ese tipo de personas que van siempre a favor del viento.

Dragó nos tiene más o menos martirizados con sus programas culturales, que acostumbran a tener la densidad del hormigón armado; aunque todo hay que decirlo, también son una excelente ocasión para ver y escuchar a grandes escritores que no merecen demasiada atención por la vorágine de los medios. Sin embargo, en los últimos programitas del amigo Dragó hemos podido intuir un cierto tufillo político: Pedro J. Ramírez presentando su libro Amarga Victoria y además lacoleccionita de marras de su sinpar diario; Eduardo Punset acude al programa de Dragó, para que este le devuelva la cortesía esa misma noche (más de un espectador pensaría con razón que en la tele todos los programas son un poco lo mismo); y por fin a la semana siguiente llegó el gran día: la culminación de tan atípicos literatos no fue otra que el gran, el único Ppmari Aznar. Gracias a una impagable entrevista descubrimos el talante (no, no se asusten, Pmari no escribe sino inofensivos poemillas que luego acaban siendo avioncitos de papel) lector de nuestro presidente. Acaso le entrara cierta envidia de la fama de “culto” que tenía Felipe Glez y no quiso ser menos: quería una entrevista en la que pudiera demostrar a toda España lo mucho que sabe de literatura, amén de otras muchas cosas, y pidió al viejo Cicerón Dragó que cogiera su atril, su gafas de abuelete resabiado y que fuera a la Moncloa con paso firme, que el jefe del gobierno se hallaba con antojo de entrevista literaria.

¡Ah qué vida esta mi querido Fernando! ¡Medio siglo conspirando contra el dictador, viajando por los confines del planeta no dando cuentas a nadie menos a ti mismo para acabar de burdo lacayo de quien te da de comer! No digo yo que haya que morder la mano, pero tantas reverencias a ciertas edades no deben ser nada buenas para tan maltrecha columna vertebral.купить сковороду с керамическим покрытиемштраф за утерю паспорта в украине 2015


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