Capítulo CIV: Jaime I el Conquistador: la pulsión sexual

Año de nuestro Señor de 1214

Allá por el capítulo 87 de esta Histeria habíamos dejado al pobre Pedro II muerto en su vana defensa de sus súbditos albigenses, y su único hijo, Jaime, por aquella época un tierno infante de apenas cinco años, había caído en manos de Simón de Monfort, el malvado cruzado francés que ya había robado las tierras de la Corona de Aragón en el sur de Francia y ahora poseía al heredero de los territorios peninsulares. Ufano, Simón de Monfort intentó aprovechar la coyuntura para quedarse con todo el cotarro, pero los catalanoaragoneses le dejaron bien clarito que lo de quedarse con territorios no españoles vale (total, ellos se lo pierden), pero hollar con su sucia pezuña el virginal territorio netamente ibérico, ni pensarlo.

Así que, en venganza, el siniestro, indigno, sucio, masónico, pervertido y, en resumidas cuentas, no – español Simón de Monfort, tardó más de un año en soltar al infante, merced a la presión del Papa (sí, el mismo Papa que poco antes le había encargado destruir a los albigenses), y cuando lo hizo Jaime fue tutelado hasta la mayoría de edad por la orden de los Templarios.

Ya saben, los siniestros Templarios. Esa orden esotérica, misteriosa, siniestra, indigna, etc., en resumen, no – española, que debido a sus sucias prácticas consiguió acumular una enorme fortuna hasta que, a causa de sus pecados, fue disuelta al alimón por el Papado y el Rey de Francia (quienes se quedaron con toda la pasta para evitar que cayera en malas manos). La educación de Jaime, en manos de estos siniestros extranjeros, suscitó todo tipo de rumores y comentarios entre el populacho, fundamentalmente para decidir, vieja tradición hispánica, cómo motejarle. ¿Era Jaime un mago instruido por los Templarios y, en consecuencia, Jaime el Hechicero? ¿Era Jaime un mariconaso que no veas y, en consecuencia, Jaime el Mariconsón? ¿Qué era Jaime?

Las dudas proliferaban por los magnos territorios de la Corona de Aragón, y ya se sabe lo que ocurre cuando los buenos súbditos dudan de la masculinidad del amo, es decir, de todo lo que en el amo lo constituye como tal (amo) en un país como España: los nobles se rebelaron, dando ocasión al joven Jaime de resolver de un plumazo todas las cuitas respecto de su innata condición hispánica: Jaime se puso a repartir chapapote que no veas, dejando bien clarito a los nobles que aquí mandaba él y nada más que él.

Y para que no cupieran dudas de la otra vertiente de su masculinidad, Jaime se casa en 1221 con Leonor de Castilla, con la que tiene un hijo, Alfonso, muerto en 1260 (en aquella época no había aún presentadoras de Telediario a las que inseminar, así que las nobles de toda condición se encargaban de suplir al poder mediático). Rizando el rizo, aprovechando una excusa banal que el Papado, transferencia bancaria mediante, aceptó como válida (su parentesco con Leonor), Jaime anula su matrimonio con Leonor y, como diciendo “para que no digáis que me las busco parientes cercanas para cometer incesto y luego montar chanchullos con el Papa”, el tío se busca una nueva esposa en el quinto pino, Violante de Hungría, que con un nombre así pueden Ustedes figurarse que fue prolífica a más no poder: nueve hijos, nueve, con un par. Y por si todo esto fuera poco, a Jaime aún le da tiempo a buscarse amantes por ahí con las que tener aún más hijos, hasta un total de cuatro más (reconocidos, claro, que de los otros vaya Usted a saber, uno no puede menos que pensar que, en realidad, en España hay Monarquía porque el Monarca es pariente de todos sus súbditos, habida cuenta de la promiscuidad inherente, y necesaria, en los de su condición).

Con todos estos datos no cabe extrañar que los súbditos, orgullosos de la masculinidad de Jaime (y además con sospechas razonables de que en realidad el Monarca es su padre, su tío, su hermano, etc.), decidieran ponerle un mote tan favorecedor, “Jaime el Conquistador”. Pero Jaime, como buen español, no era hombre que se conformara fácilmente cuando de lo que se trata es de convertir la rutina diaria en una incesante exaltación de su masculinidad en las dos únicas vías típicamente hispánicas: el fervor sexual y el fervor guerrero. “Jaime I el Conquistador: la pulsión anticipatoria”.чугунные сковородки россияkorean to english translation


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