En la primera referencia mundial del madridismo, Fans del Madrid, a sus redactores se les ha ido atravesando progresivamente Iker Casillas hasta clamar -en el desierto- que lo vendan de una vez. Si bien es una postura un tanto exagerada, aunque «Fan» quiere decir «Fan», no «Departamento de Estilo y Deontología de los eurodiputados ecopacifistas de Bruselas», viene producida por el gran melanoma del Madrid: los periodistas. En dicha bitácora se podrán equivocar como todo el mundo, pero se equivocan poco, porque no son tontos y porque si ven una colilla, dicen: aquí han fumado. Del mismo modo que si el Emperador aparece en pelotas por la calle y un señor con un micrófono-pera te está diciendo que si no admiras sus ropas es que eres imbécil, tal cual ocurre con las gracias de Iker Casillas, cualquiera en plena posesión de sus facultades mentales exclamaría: majadero, cabrón. Por tanto, eteee… analishemos pues la enculada disfrazada de palmadita en la espalda que esta corriente periodísitica le perpetró a la afición blanca la jornada pasada como ejemplo del mediático casillismo y su lógico odio en contra por parte del aficionado con dos dedos de frente.
El pie de apoyo no existe. Existen los pies. Normalmente dos: el derecho y el izquierdo. Aunque tipos como Claudio Makelele tuvieran otro en el centro. Pero lo normal son dos y ya. También existe la posibilidad de que uno de ellos, o ambos, estén en contacto con el suelo en un momento determinado, descargando cual columna dórica todo el peso del futbolista sobre el césped. Reducido esto a una cuestión de combinatoria, se le puede añadir una variable de azar, de suerte. Si la expresión “pie de apoyo” se usa para referirse a un jugador de campo, muy probablemente estemos hablando de “mala suerte”, mientras que si sirve para hacer referencia a un guardameta, casi seguro es una cuestión de “buena suerte”.
Huelga explicar la referencia a la mala fortuna: el nombre de un futbolista y la expresión “pie de apoyo” casan demasiadas veces para ilustrar auténticos cortocircuitos ligamentosos, detallando lances del juego, provocados o no, que le hacen a uno replantearse la bondad de “tener los pies en el suelo”. Cuando un jugador de campo, en cambio, es cazado por un rival mientras ninguno de sus dos pies está en el suelo, desconfíen: los aspavientos, las volteretas y los gestos de dolor tienen muchas posibilidades de ser fingidos. Pero los porteros, tan peculiares, invierten esta lógica.
La parada de Iker Casillas en el derbi madrileño, minuto noventa, chut de Agüero desde el lateral izquierdo del área pequeña, raso y con relativa potencia (por chutar quien chutaba y en el minuto que lo hacía) es, de nuevo, demagogia futbolística. No del guardameta, el pobre, sino de la prensa que le loa y le canta las excelencias por enésima vez en hora y media, ad nauseam. “San Iker”, leímos y oímos, ya esa misma noche, en multitud de medios, para referirse a Casillas, un buen portero, sin duda, pero que goza inexplicablemente del favor de algunos periodistas, que disimulan sus carencias e incluso, como es el caso, ensalzan un golpe de suerte.
Casillas no pudo parar voluntariamente ese balón, y no pudo porque es físicamente imposible desplazar el dichoso “pie de apoyo”. Supongamos que esa bola fuese sólo cinco centímetros más a la derecha. ¿Cómo la pararía San Casillas? Este guardameta se llama Iker. Hay algo vascongado por ahí. No es disparatado que lo hubiera intentado. Lo primero que se hubiera escuchado serían los chasquidos de los ligamentos rompiéndose como las cuerdas a las que se agarra Indiana Jones. A continuación, en un hermoso efecto visual, el fémur hubiera dejado de estar en línea con la tibia: menisco y rótula hasta luego. La mejor parte habría llegado cuando un chorretón de sangre hubiera salido torrencialmente al exterior para, finalmente, tras el sonido de otro quebranto espeluznante, mostrar en todo su explendor ante los focos del Calderón la tibia y el peroné, con los que Casillas despejaría, magistralmente, la bola. Pero no fue así. No le dio por ahí.
Además, Casillas es zurdo, y es su pierna izquierda la que busca, a ciegas, un balón que no ve venir. No podía hacer mucho más: situado donde debía, cabía confiar en la probabilidad, la misma probabilidad que nos descubre que la inmensa mayoría de chutes a puerta van al centro de la portería, aunque el centro no está siempre donde parece .
Pero un portero jamás para un balón con el “pie de apoyo”, como tampoco lo hace con la cara ni con el hombro, vean a López Vallejo este domingo a la salida de un libre indirecto dentro del área, sino que es el balón el que le golpea, tal cual lo haría contra un poste, diga lo que diga el vocero de turno.
28 febrero, 2007 a las 11:57 pm
Bien visto. ¿Y la parada al tiro maricón de Mista qué?
1 marzo, 2007 a las 10:41 am
Sirva esta parada que aquí analishamos con detalle como ejemplo de los muchos lances del juego que podríamos haber escogido, porque Casillas parar, lo que se dice parar, para, pero también da argumentos de sobra para escribir sobre él cada quince días, y no en términos laudatorios, que eso ya lo hacen otros.
Ahora bien: es de justicia reconocer que RBBE tratará con la misma indiferencia al Águila de Móstoles que al Pato Abbondanzieri o al portero suplente del Recreativo, sea quien sea, dónde va a parar, que a imparciales no nos gana ni Dios.
Como diría uno de los redactores de esta casa, en RBBE somos muy ecuánimes: miramos por encima de ambos hombros por igual.
1 marzo, 2007 a las 12:47 pm
La verdad es que no recuerdo la parada de Mista, pero mismamente, sí una contra el Bayern a tiro, creo, de Mackay, que era tres cuartos de lo mismo. Hombre, en su descargo hay que decir que se coloca bien y tiene la sangre fría de estarse quieto y no sacar un manotazo que meta el balón dentro o hacer el salto de la rana como Barbosa, pero de ahí a que cuando un chico de diez años con una lipotimia tira a puerta de mala manera y le da a Iker en el pie de apoyo llamarle San Casillas… va un trecho.