Quién le iba a decir a un tal Tancredo López, nacido en Valencia, de profesión fracasado, especialidad novillero, y muerto de asco en la misma Valencia el año que Primo de Rivera se hacía con la jefatura de gobierno con el apoyo unánime de todas las personas de estirpe Borbón reinantes en ese momento en España -concretamente una- que hoy, 107 años después de que él lo popularizara, en la RBBE nos haríamos eco de la figura del Don Tancredo para hablar ni de toros, ni de política, sino de fútbol en general y de guardametas en particular (y lo hacemos cuatro meses después de la última entrada en la categoría “Cancerberos”, ya nos sabréis perdonar). Porque eso, el Don Tancredo, es lo que hicieron ayer David Cobeño, primero, a disparo de Sjjjjnnnider, y César Sánchez después, a tiro esta vez de Markel Susa-eta, en los cosos del Bernabéu y San Mamés, respectivamente. Qué vergüenza. Porque en 1900 el tal Tancredo recibía a los toros vestido de blanco y con la cara maquillada enfilado en un taburete en el centro del albero, en una suerte cómica que se sustentaba en la creencia que el toro, ante la confusión de que la figura fuera marmórea, no embestía para evitar lesionarse. Y la gente, hace más de cien años, se reía. Pero puta la gracia que les debió hacer ayer a los seguidores de Almería y Zaragoza ver a sus cancerberos imitar al que se conoció como “el rey del valor”.
Pues resulta que yo viví en directo el debut de Jorquera -no llega a la altura de lo de Romerito, pero oigan, menos es nada- y ni tan siquiera era consciente de ello… porque el chaval es tan discreto y poca cosa que se nota menos que esas compresas que ni mojan, ni traspasan, ni nada. Aunque de tanto repetirnos últimamente que debutó un 17 de enero de 2004 contra el Athletic, el mismo día que debutaba un tal Edgar Davids, encontré en algún rincón de mi quijotera que en aras de la hospitalidad bien entendida acogí en mi casa a un amigo de Bilbao y le invité a ver al Ethnic en el Camp Nou –cuando él lo que había hecho por mí fue esperarme en la Plaza Circular, o Elíptica, o Helicoidal, o lo que sea con un gramo de espit al inicio de la Aste Nagusia de 2003, creo-, poniendo de manifiesto por contraste con el bárbaro vascuence, una vez más, lo abierto, educado y ahíto de seny que es el pueblo catalán… la mayor parte del tiempo, porque ver al pobre Jorquera en el banquillo, minuto 85 del Barça-Betis con 1 a 0 en el marcador, quejarse con la faringe en carne viva de que “como marquen ahora me cago en la puta”, y Ronaldinho tapándole la boca, nos ha hecho reflexionar. Darle vueltas al porqué del carácter del pueblo catalán, sí, pero también, y principalmente, sobre por qué no era Ronaldinho el que se tapaba, de manera permanente, su asquerosa bocaza mononucleósica.
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Este señor que posa a la izquierda con una botella de Ballantines es Andrés Palop. Grandísimo portero español que vive unos años dorados en Sevilla, club en el que por fin ha gozado de la titularidad que merece un guardameta de su talento. Por otra parte, también es el maldito cabrón que nos acaba de joder el artículo que teníamos preparado como previa para el Tottenham – Sevilla porque no jugará a causa de una lesión en el gemelo de la pierna izquierda. En cualquier caso, lo vamos a publicar tal cual, aunque sea una pena que no se enfrenten hoy cara a cara dos porteros que marcan goles. Por lo demás, pese a ser la Uleb una competición menor, la vuelta de los cuartos ya toma cierto cariz de Karate a muerte. Por lo que recomendamos ver los partidos. El Osasuna raro será que la líe, aunque muy capaces son. El camarero de un restaurante chino que conocimos en las Illes Balears, natural de Navarra, nos explicó la semana pasada que el Reyno de Navarra desde que le han cambiado el nombre era un estadio gafado. Asimismo, también nos dijo que cogía las botellas de cinco litros de licor de hierbas que sobraban en el chino, se iba a una obra a por piedras, las lavaba, las secaba, las pintaba y las alojaba en su interior conformando un ornamento de primer orden para el salón de su casa. Que había hecho dos: una con la bandera de España y otra «pupurrí». Como nos quedamos callados sin poder articular palabra, sentenció él: pues yo me entretengo así, cada uno hace con su tiempo libre lo que quiere, otros hacen otras cosas, yo relleno botellas de piedras. Dicho esto, que cada uno dé a la premonición del joven, de dos metros de altura, la que considere. El Español por su parte viaja póstumo a Lisboa. Va ganando pero lleva un halo de derrota a su alrededor que podemos prometer y prometemos que no pasa. Y luego está el Sevilla, por Antena 3, que siempre garantiza chicha.
Europa le debe un favor a Turquía. Y se lo va a pagar, a este paso. Si hace unos días fue la potentísima Grecia –no en vano, es la actual campeona de Europa- la que se dejaba vencer a domicilio por un humillante 1 a 4, el 28 de marzo pasado fue la gran Noruega –no se lo tomen ustedes a chufla, que cuando el Lyon empató en el Bernabéu hace unos meses, Manolo Lama llegó a rebautizar a Carew como Pelé, mucho ojito, pues- la que cedió un puntito de manera algo vergonzante, que allana más si cabe el camino de los otomanos hacia Austria y Suiza.
Hay que empezar a tomar medidas a la voz de ya a esto de la inmigración. Poner freno al discurso multicultural y a las leyes permisivas que favorecen la llegada incontrolada de inmigrantes de países subdesarrollados y que fomentan el efecto llamada. Quitémonos las máscaras de una puta vez y hablemos claro: no es una cuestión de razas, ni de clase, pero oigan, que aquí hay una cultura, unos valores, una civilización, UNA CIVILIZACIÓN, y todo eso hay que respetarlo, que ha costado siglos construirlo y, al paso que vamos, en dos días no va a quedar ni rastro.
En la primera referencia mundial del madridismo, Fans del Madrid, a sus redactores se les ha ido atravesando progresivamente Iker Casillas hasta clamar -en el desierto- que lo vendan de una vez. Si bien es una postura un tanto exagerada, aunque «Fan» quiere decir «Fan», no «Departamento de Estilo y Deontología de los eurodiputados ecopacifistas de Bruselas», viene producida por el gran melanoma del Madrid: los periodistas. En dicha bitácora se podrán equivocar como todo el mundo, pero se equivocan poco, porque no son tontos y porque si ven una colilla, dicen: aquí han fumado. Del mismo modo que si el Emperador aparece en pelotas por la calle y un señor con un micrófono-pera te está diciendo que si no admiras sus ropas es que eres imbécil, tal cual ocurre con las gracias de Iker Casillas, cualquiera en plena posesión de sus facultades mentales exclamaría: majadero, cabrón. Por tanto, eteee… analishemos pues la enculada disfrazada de palmadita en la espalda que esta corriente periodísitica le perpetró a la afición blanca la jornada pasada como ejemplo del mediático casillismo y su lógico odio en contra por parte del aficionado con dos dedos de frente.
Víctor Valdés rompió ayer una regla no escrita del fútbol, cuya primera promulgación es atribuida a Di Stefano, este santo en vida que preside, de honor, el Real Madrid: “que deje pasar los balones que van a puerta no me importa, ya me he acostumbrado, pero los que van fuera no me los meta dentro.” Esto, que en un principio no era más que una frase ocurrente dirigida a algún portero de los que tuvo a bien entrenar, se ha acabado convirtiendo en un aforismo futbolístico, en una exigencia de mínimos que cualquier arquero de bien debe respetar. Pues ayer hubo quien no lo hizo: Valdés violó, ultrajó, quebrantó, desfloró, violentó, deshonró, quebró, forzó, infringió, vulneró, transgredió, estupró, raptó, conculcó, atropelló y mancilló (retahíla de sinónimos gentileza de los diccionarios en línea de El Mundo) la norma en el momento menos oportuno.
Lentísimos los dos, más Kahn que Raúl. El partido pareció una alegoría del estado de sus equipos: el Real Madrid está hecho una braga, pero el Bayern no llega ni a tanga mellado.
Cuando uno visita un lupanar, lo último que espera es que la señora profesional que le atiende (no, la de la barra no, la otra), disfrute de su trabajo. Por no esperar, ni se espera uno que la señora en cuestión finja, porque ambos saben de antemano que está fingiendo, y la ficción pierde peso. Lo que sí puede esperar uno es que si esa misma señora en lugar de ser puta fuera su santísima esposa, no sólo no fingiera, sino que disfrutara horrores haciendo el amor con su marido, aunque fuera un mal polvo en sábado sabadete. Las cosas son así: la mujer de uno debe disfrutar; la puta, no tiene por qué hacerlo.
En un deporte de equipo en el cual, la mayoría de las veces, al menos ocho de los once componentes que forman de inicio van a completar el 100% de los minutos a disputar, siendo uno de estos ocho, salvo accidente (en forma de lesión o expulsión) el portero, hablar de esta demarcación como “el especialista” es poco menos que cortarle las piernas al guardameta o, si lo quieren en otro tono, renunciar a explotar al máximo el potencial que éste ofrece en beneficio del equipo.