Mi padre va a morir pronto, ayudarle es una pérdida de tiempo. Si pudiera pedir un deseo, desearía que nos dejara. Regan Gascoigne, sobre Paul Gascoigne (o sobre la RBBE)

por R.B.B.E.
23 octubre , 2008

RBBE REDACCIÓN PAZO DA MAZA Amiguitos, quién no le ha chupado el sobaco a una mujer obesa, quién no ha asido los pellejos de una escuálida hembra para darle por detrás. No todo va a ser churrasco, vino y fueros viejos. Nos lo enseñaron nuestras propias madres: La vida ofrece un sin fin de opciones beta. Una de ellas, como no, relativa al balompié. Trátase del fútbol sala. Engendro que todos hemos catado. En Desmontando a Harry, Woody Allen realizaba un divertido ejercicio de humor e ironía en la pieza «El Hombre Desenfocado»… sólo sé que me reí y lo pasé bien. Más tarde, las imágenes regresaron a mi cabeza y pude entender algo más: las dificultades de un hombre difuminado en medio del absurdo, o una existencia absurda en un mundo acribillado de sinsentido. Tranquilos. Ahora vendría la conexión con el tema que voy a tratar, pero no la haré evidente, simplemente, me centraré en los hechos futbolísticos y dejaré que seáis vosotros los que en algún momento podáis extraer algún símil con la parábola cinematográfica que cité antes, de la cuál me arrepiento, recristo.

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por R.B.B.E.
6 noviembre , 2007

El fútbol como deporte, tal y como hoy lo conocemos, nació en 1863 en una taberna de dudoso nombre de no menos dudoso origen y reputación – Freemason’s Tavern, Great Queen Street, Londres, Inglaterra, Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Commonwealth- al escindirse de otro deporte desde entonces llamado rugby, variante que debe su nombre a la universidad que fijó sus reglas, aunque si los padres fundadores hubieran tenido un poco más de vista y espíritu pedagógico (y menos orgullo localista) podrían haberse anticipado a la RBBE y llamar a lo uno ultratennis light y a lo otro, ultratennis hard. De esta misma familia de deportes con balón en campo de hierba al aire libre nacieron luego el fútbol australiano, o ultratennis bondage, el fútbol americano, o ultratennis fetish – y mucho más recientemente el fútbol a siete, o ultratennis mature-, todas ellas variantes más o menos respetables por la indudable virilidad que exudan sus practicantes. La historia de nuestro deporte empezó a torcerse de manera irremediable al engendrar el fútbol de salón, también llamado fútbol sala, futsal, fútbol a cinco o futbito, invento que, contraintuitivamente, no se debe al concejal de deportes de Cherrapunji, la zona del mundo con mayor índice de pluviosidad, sino a los brasileños, igual con la intención de protegerse del sol, vaya usted a saber, aunque obviando que esta primera aproximación del noble deporte del balompié a la comunidad homosexual tenía antecedentes desde el mismo día que un súbdito francés se puso a darle pataditas a un balón de cuero. La última vuelta de tuerca, el golpe cuasidefinitivo al cromosoma Y del ADN del fútbol, podemos situarlo con cierta precisión al final de la nefasta década de los ochenta y a principios de la no menos nefasta de los noventa, cuando mientras en el mundo se aceptaba como normal el uso de hombreras o crepados masculinos, en el mismo Brasil decidieron regular la práctica del -hasta entonces respetable- deporte del balompié en calas, golfos, playas y otros accidentes geográficos marítimos caracterizados por acumular obscenamente arena y obreros de veraneo. Nada que no hubieran hecho, lo de jugar en la playa digo, los primeros ingleses que llegaron al mismo Brasil, o a las costas sur y norte de la Península Ibérica. Pero aquéllos, a diferencia de éstos, lo hacían porque no tenían más cojones. Y éstos… bien, estos lo que no tienen precisamente son cojones. Vienen a ser los maricones de playa de toda la vida de Dios.

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