Breve historia de los gobiernos en la sombra

Detrás del poder aparente y las alianzas entre tirios y troyanos, las elecciones de los últimos años, sean regionales o europeas, muestran el ascenso imparable de un grupo que cada vez cuenta con más poder de decisión. No se trata de los ilusos que votan en blanco o ni tan siquiera se acercan a las urnas pensando que con esa actitud castigan a alguien, sino de la  raza de anecdóticos que una y otra vez desarrollan un discurso que va calando entre la población.
    
El tipo que va a votar con su mascota exótica, la abuelita centenaria que acude al colegio electoral, la chica que ese día cumple 18 años, el ciudadano que deposita su papeleta y justo después le da un infarto, el que le da un infarto y a pesar de ello vuelve a votar, el que llega antes que nadie y el que llega último y a la carrera, el chino que preside una mesa, el presidente de mesa que se queda dormido y al que tienen que sacar de la cama, los del equipo ciclista que acuden a la vez, el que extravía su carné y consigue que le acepten el de la empresa y la familia numerosa que vota unida y por eso permanece unida.
    
Todos ellos participan sin descanso y con la misma ilusión. Jamás faltan a la cita. Como buhoneros con sobre, van de un lugar a otro. Esta santa compaña democrática empezó con timidez y va ganando seguidores. Al principio era la abuelita centenaria, la de la dentadura postiza, que siempre es la misma. La última adquisición, como muestra de multiculturalidad, es el chinaco. Me da pena el tío del infarto, al que le han dado ya setecientos, y ahí está, el amo del desfibrilador y el marcapasos. Son los únicos fieles  al mismo programa. Aparecen en un colegio electoral en una votación europea para volver a aparecer 900 kilómetros más allá en una votación local o autonómica.
    
Caen los candidatos, se apuñalan los gobernantes, ruedan las cabezas, cambian las siglas… y siguen ellos, el gobierno en la sombra, sin más programa que la frivolidad. A veces se perciben alianzas, y coinciden la anciana y la chica de 18 en el mismo lugar, en la mesa presidida por el chino, y ese triunvirato hace temer por el equilibrio necesario para mandar tras los bastidores en un país. En otras ocasiones uno de los ciclistas ayuda a uno de los infartados, y surgen las cábalas sobre las reacciones que provocará tal coalición.
    
Mientras la mayoría de la población mira como suben y bajan los porcentajes de los partidos durante la noche electoral, los lúcidos nos removemos en el sillón cuando el locutor le pregunta al periodista si hay alguna anécdota reseñable. De la conservadora familia que vota unida al antisistema presidente de mesa que se queda dormido, las posibilidades generan una incertidumbre casi insoportable que sólo se puede aliviar fingiendo durante cuatro años que los tipos sonrientes y enchaquetados que hablan cada día en el televisor o aparecen en las fotos de los periódicos pintan algo en todo esto.