Crítica invertida de «Dietario voluble» (I)
Desde la habitual de los periódicos, que consiste en la pontificación tras la lectura de la sinopsis de la contraportada y según lo que ordenen los de arriba, hasta la acompasada que con gran sentido del humor realizan los componentes de la Fiera Literaria, hay toda una serie de corrientes de crítica literaria con nombres como impresionista, psicológica, semiológica o deconstructiva, según la cercanía de las gafas a la punta de la nariz del que la realice. A partir de ahora inauguramos una escuela más, la de la crítica invertida o del revés. En ella el crítico ofrece otro texto creativo a partir del libro que critica, y que no es por tanto criticado sino mediante la sugerencia que genera. De alguna forma se puede decir que el libro criticado al final se critica a sí mismo al arrojar contra él otra narración de la que resulta nacimiento y desembocadura. Si no sirve ese símil del río tenemos el del boomerang, que aquí otra cosa no pero símiles sobran. También se conoce como crítica del calcetín vuelto. En cierto modo consiste en aceptar que toda crítica tiene en el fondo el propósito de volar por los aires a la obra que critica, en este caso toma el camino honrado y destroza a la víctima pero también matándose ella. Es una crítica suicida que pretende que salten hechos pedazos crítico, autor, el lector de la crítica y el lector del libro, sea ya un lector de hecho o potencial. Si toda crítica encierra ciertas intenciones ladinas, ocultas con diversos recursos, esta crítica terrorista tiene más piel de cordero que nunca y así debe de ser. Pero no hay que fiarse, todos sabemos lo que puede encontrarse en un calcetín al volverlo. La víctima escogida para la ocasión es Enrique Vila-Matas, con su “Dietario Voluble”.
La editorial Anagrama ha recopilado los artículos que Enrique Vila-Matas publicó en la edición catalana de El País entre el 2005 y el 2008, junto a fragmentos añadidos para la edición. Este “Dietario Voluble” se trata de un cuaderno de notas literario. Durante los próximos textos voy a realizar una crítica invertida, del revés o de calcetín vuelto de este libro que mezcla géneros y que permanece constantemente en el límite entre el ensayo literario y la ficción.
Cuenta Vila-Matas en su “Dietario Voluble” (pág. 39) que el escritor Sergio Pitol imagina en su obra “El mago de Viena” a un novelista que no se amedrenta ante la crítica y al que le aterroriza justo que su novela suscite el entusiasmo de algún comentarista tonto. Al parecer dicho personaje está basado en la figura de Emiliano Gómez “Verdiales”, apodado así por una paloma que tuvo a la que puso ese nombre y a la que cuidaba en su azotea. La paloma tuvo un triste final y sirvió de aderezo a un arroz cocinado por unos albañiles que realizaban obras en el edificio, aunque esto no pudo comprobarse. En cualquier caso Emiliano heredó el nombre de su mascota, que pasó a ser mote suyo, en un traslado poco habitual y desde luego inimaginable si en lugar de paloma hubiese sido perro o gato.
Emiliano Gómez, alias “Verdiales”, suscitó desde el principio una especie de odio cerval en la crítica. Dentro de las clasificaciones de la filología se escapan cuestiones como el eco de los adjetivos, que quedan fuera de su campo científico. Y así el término cerval queda dentro de esas clasificaciones, desmenuzado y colocado en su particular estantería, pero al margen de lo que sugiere en realidad. Sólo al poner cerval junto a sus padres adoptivos, odio o miedo, puede alguien aproximarse a cuán cerval es tanto ese miedo u odio como el mismo cerval, que no es de verdad cervalísimo hasta entonces. Dicho de otro modo, el odio que desde el principio despertó Emiliano Gómez en la crítica fue cerval cerval, o si nos inventamos una palabra “cervalérrimo”. Era muy odio y muy cerval, sin saberse donde empezaba uno y acababa el otro.
Como las simpatías o antipatías que despierta una persona a la que se acaba de conocer, su primera novela corta, pues siempre se centró en ese género, produjo críticas devastadoras no se sabe bien por qué, por nada concreto, por impresiones generales no tanto fundamentadas en la reflexión como una serie de superficialidades o prejuicios inconsistentes que pronto se convirtieron en verdades casi inamovibles. “Estruendo” mostraba a un narrador hábil aunque demasiado centrado en algunos clichés de su generación. Quizá su ambientación en el mundo de la helicicultura produjo un efecto viscoso, el de la mucosidad que atrapa y de la que resulta difícil deshacerse, como si no fuese la historia sino donde se situaba la historia lo que produjese el rechazo. La crítica fue unánime y despachó la novela con palabras tan gruesas como un caracol de buen tamaño. A partir de entonces cualquier crítica recibida por el autor fue gelatinosa, espesa o pegajosa debido a su densidad.
El resto es bien conocido. Aunque pocos leen hoy a Emiliano Gómez sí son muchos los que conocen sus avatares literarios. A “Estruendo” le siguen “Viento en un jardín obsoleto”, “Katiuskas” y “Sobre yelmos”. Hoy nadie se explica como unos libros más que aceptables e incluso talentosos despertaron ataques tan furibundos. La crítica despedazó al escritor en lo que si se hubiese tratado de una investigación criminal se catalogaría de crimen pasional, dado el exceso de puñaladas y la ira que demostraban.
Gómez contó con suficientes lectores como para subsistir, además de la ayuda de sus artículos de periódico, donde se limitaba a responder a los críticos con maneras suaves y elegantes. Esto generó, como se puede suponer, el redoble de los ataques y su furia. La serie que más éxito tuvo en la carrera del autor fue la del espía y contraespía Clarck Obstante y Nicholas Maryweather, ambientadas en dos repúblicas imaginadas y enemigas. El primer libro de la serie consistía en el intento de Obstante por conectar con un grupo resistente. En el segundo Maryweather respondía con contundencia. De esa forma, durante 22 números, cada ejemplar se centraba en los avatares de uno de los personajes. Títulos como “Vericuetos”, “Gatuperio” o “Recovecos” son hoy objeto de coleccionismo por lo insólito de una propuesta en la que muchos quisieron ver un trasunto del enfrentamiento real entre el escritor y Juan José Arévalo, el crítico habitual del diario “La verdad absoluta”. Arévalo había sido el único que insistió pertinaz en el intento de acabar con la carrera de Gómez una vez el resto de críticos se cansaron de agredir sin motivos claros al literato o vieron como se agotaban las posibilidades de arremeter contra él sin caer en la repetición de la repetición de la repetición y por tanto en una caricatura que además tenía su fuente en un conjunto pringoso y difuminado de sentimientos sin base, en una especie de moco arbitrario de convencionalismos y cabezonería.
Con esta serie conocida como “de los espías”, el autor se hizo con un aceptable grupo de seguidores pero sobre todo trasladaba al papel el asunto de su relación con la crítica y en especial con esa especie de Némesis, Juan José Arévalo, una vez retirados por cansancio o vergüenza el resto. Espía y contraespía eran más violentos y malvados entre ellos de lo que Arévalo era con Gómez y no digamos ya el elegante y pacífico Gómez con Arévalo. La parte más feroz de Gómez se manifestaba en un personaje, mientras que con el otro, más feroz también que el propio Arévalo, se apoderaba de la voz del crítico. Esto fue captado de inmediato por él, que se reconoció en gestos y actitudes, por lo que redobló la vehemencia de sus críticas.
En cierto modo, “Verdiales” fue el pionero de la crítica inversa, al criticarse a sí mismo mediante la creación de un personaje que velaba tras sus acciones las propias críticas que le hacían –aumentadas, exacerbadas-, con lo que a la vez criticaba al crítico y, para colmo, traspasaba las fronteras entre realidad y ficción, convirtiendo a sus personajes en espejo deformado de la realidad y suavizando una realidad que parecía ya deformada desde el principio por lo desmesurado de las reacciones críticas. El punto de confluencia entre ambos mundos estuvo cuando Juan José Arévalo, llevado por la desesperación y la cólera ante la dificultad de subir aún más de tono unos textos que rozaban la locura, sufrió un infarto y hubo de acelerar su jubilación.
El escritor, por tanto, logró golpear al crítico partiendo de la ficción, con un certero golpe en el corazón de los que se veían en las antiguas películas de artes marciales que, por decirlo así, surgió del libro. A su vez eliminaba al crítico de su labor real, que pasaba a desempeñar ya sin obstáculos su propio personaje a través de sus propias novelas. Así el creador, sereno, sensato y planificador, se quedaba del lado del sentido común a veces tan ajeno a los que juegan con la imaginación y absorbía la crueldad del crítico. Mientras, el que supuestamente debió ganarse la vida con la reflexión y el análisis se encaminaba ya enfermo hacia el delirio que devasta a algunos grandes poetas y acababa como una víctima de la que hay que sentir piedad.
No es casual que haya reflejado aquí esta historia hoy más conocida que las propias novelas de Emiliano Gómez, como digo poco leído pero con numerosos “fans”, pues se trata a diez años de su muerte de un literato con el que se simpatiza pero al que no se lee. Y así tiene no pocos grupos de fans en las redes sociales, grupos que realzan su recuerdo y convierten en ficción su historia real, tan complicada y tan invertida. En cierto modo Gómez es el primer crítico invertido, el más perfecto y el patrón fundador de la orden que aquí se inaugura con esta crítica también invertida de una obra de Vila-Matas, autor conocido por admirar y dar a conocer a escritores sin obra, escritores que desaparecen o incluso viajeros verticales. Sin embargo nunca se ha ocupado de estos escritores invertidos o del revés, que tan de su gusto parecen y que ahora llegan a él por retaguardia, en esta crítica invertida, sin que inversión o retaguardia tengan aquí otro sentido ajeno al espacial. Estos escritores invertidos y estas críticas invertidas tienen a la postre bastante de circular, como un calcetín vuelto que se pudiera lanzar como un boomerang, un calcetín vuelto australiano. Todo gran asunto termina siendo un poco australiano, un poco antípoda.
ricky esteves wrote:
Muy bueno este espacio dedicado a la literatura.
Saludos,
Ric
Posted 05 Ago 2009 at 1:51 pm ¶