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François Mitterrand

Camaleonismo a la francesa

 

François Mitterrand es sin duda el político francés más internacional desde el General de Gaulle. Con él se inicia el desembarco de la izquierda más próxima a los países del socialismo real en algunas sociedades occidentales europeas. Los resultados de la experiencia, a la postre, no acabaron de ser del todo satisfactorios ni, además, especialmente de izquierdas.

Orígenes:

Los orígenes de François Mitterrand son tenebrosos como pocos. De familia de clase media acomodada el joven Mitterrand es representante de los valores de la época entre los de su edad y condición. En ese momento se produce el gran aldabonazo de la derrota militar francesa frente a la eficacia de las divisiones Panzer alemanas. El otrora héroe de guerra Pétain se convierte en líder títere de una Francia capitisiminuida que se dedica esencialmente a colaborar con los nazis y a iniciar su propia "revolución nacional". El joven Mitterrand ve en las aguas revueltas de la época un mecanismo de ascenso social sencillo y rápido. La poderosa maquinaria militar alemana es además un elemento de convicción adicional más que relevante. De forma que mientras Alemania parece tener ganada la guerra, Mitterrand no duda cuál es el bando al que obedecer (que incluso llega a condecorarle).


Carrera política:

La carrera política de Mitterrand propiamente dicha comienza con el primer cambio de chaqueta del personaje. Como a tantos franceses que empiezan a detectar el desfallecimiento del Régimen de Vichy la Resistencia francesa le acaba encontrando en sus filas. A partir de ahí la Liberación conocerá a un Mitterrand que, habiendo sabido cambiar a tiempo de bando, pudo apuntarse al carro del éxito.

La estructuración de la IV República deja paso, a pesar de los intentos del General de Gaulle, a un sistema de partidos clásicos en el que Mitterrand se curte definitivamente como político. La realidad francesa de la época, notablemente compleja, aboca al sistema a la inestabilidad. Los gabinetes requieren el apoyo de muchos y diferentes partidos y se suceden de forma acelerada. En esos momentos Mitterrand es centrista, y con un pequeño partido se las arregla para participar en todos los Gobiernos. El momento exigía pragmatismo y una mentalidad ayuna de ideología, y Mitterrand, como haría a lo largo de toda su carrera política, se adaptó de maravilla. En esta época logra ser Ministro en varias ocasiones, con grandes éxitos: como Ministro de las Colonias empiza a enojar a toda el África francesa y, sobre todo, como Ministro de Justicia, durante la Guerra de Argelia, impone un peculiar sistema de ajusticiamiento sumario de rebeldes que hará furor en todos los totalitarismos del planeta.

Aunque a Mitterrand todo le iba bien a Francia no tanto. Este momento es aprovechado por De Gaulle, que en su lína golpista se hace con el poder pero, justo es reconocerlo, normaliza la situación. Para Mitterrand la irrupción de la V República es una verdadera desgracia pues su brillante carrera política se ve truncada y será él quien con más acritud acuse al General de haber protagonizado un golpe de Estado. Es por ello que, casi sin quererlo, Mitterrand acaba siendo de izquierdas. Dado que su futuro pasaba por la oposición a De Gaulle y a su V República, y teniendo en cuenta que el General se había apropiado de todo el espacio político de la derecha, sólo en la izquierda podía acomodarse Mitterrand. Y, dada su moderación natural, opta por un moribundo Partido Socialista, que refunda, en vez del entonces dominante en esa parcela Partido Comunista Francés.

Poco a poco Mitterrand logra hacerse hegemónico en la izquierda, en un sorpasso anguitista existoso, y tras la muerte de De Gaulle se convierte en líder indiscutible de la izquierda francesa a pesar de algún que otro episodio turbio (un atentado contra su persona montado por él mismo para dar lustre a su imagen pública acaba siendo descubierto).

Finalmente, en la que es su última oportunidad, Mitterrand gana las elecciones en 1981 e inicia un período de 14 años en el poder en el que demuestra que la tanta veces criticada por él V República le venía como anillo al dedo. Ningún político como Mitterrand ha sabido representar el perfil monárquico que la Presidencia de la República Francesa conlleva. Ninguno como él ha sabido labrarase el cariño de la izquierda de medio mundo gracias, paradójicamente, a su propio desinterés por la ideología socialista. Tras un primer período con nacionalizaciones y demás, la coyuntura económica impone con rapidez un giro de timón. A partir de ese momento Mitterrand se dedica a convertirse en un Monarca republicano despreocupándose de la política en el sentido ideológico (que no en el partidista-amiguista) y se centra en la Literatura, la Filosofía y las Artes, algo que le granjea una definitiva popularidad y conlleva el inevitable declive del Partido Socialista Francés.

Al margen de amoríos e hijas secretas, su entorno cultura y los inevitables asuntos de corrupción, Mitterrand ha legado grandes cosas al mundo, de entre las que destacaremos dos: la abolición de la pena de muerte en Francia (que se seguía aplicando hasta la década de los 80 en lo que suponía un baldón notable para todo occidente) y la actividad de su esposa, Danielle, que con su Fundación France-Libertés aparece en cualquier fregado progre-mediático donde haya 3 elementos de por medio (prensa, dinero y, a ser posible, totalitarismo).

 

 
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