DESDE
LA CHOZA MULTICULTURAL
Un
intento de denunciar las mentiras comúnmente aceptadas como
verdades fundamentales del Sistema
Frente
a la oleada ideológica uniformizadora que recorre el mundo,
un ventanuco de crítica al Sistema.
Frente al gran capital oligopolístico generador de desigualdades,
nuestras recetas macroeconómicas de andar por casa.
Frente al imperialismo cultural aniquilador de la diversidad, tolerancia
y mestizaje.
Capítulo
7: España, el gallego y Portugal
III.
Conclusiones
Llegado
a este momento, reflexionemos sobre lo que tenemos a punto de empezar
la Transición Española: una región española,
Galicia, que todavía tiene una abrumadora mayoría
de hablantes en gallego, y que está a punto de plantearse
(agárrense fuerte), convertirse en un país que habla
una lengua reconocida mundialmente y con una literatura admirada.
Como se ve, nada que ver con la situación del vasco ni la
del catalán. Como se puede entender fácilmente, un
peligro que de algún modo había que cortar de raíz.
Y lo cortaron. Vaya si lo cortaron. De hecho, ya desde los años
cuarenta se habían ido infiltrando en el nacionalismo gallego
elementos bastante sospechosos y cercanos al régimen que
poco a poco se fueron posicionando en puestos claves con vistas
a desarticular ese nacionalismo en ese momento en el exilio, con
tendencias izquierdosas ya antes de la Guerra Civil y con un discurso
muy peligroso y desasosegante por su posible proyección internacional
por medio de un reintegracionismo lingüístico. Esta
infiltración buscaba reconvertir y reconducir al nacionalismo
gallego a lo que es hoy de mano de Fraga Iribarne: tradicionalismo
ñoño, perfectamente integrado en la corriente cultural
española y libre de cualquier manifestación cultural
superior, o sea crítica, renovadora o innovadora: todo se
resume a exaltaciones populares, musicales (la célebre gaiteirada
cuando renueva mandato, por ejemplo), gastronómicas, y muchas,
muchas verbenas con canciones de toda la vida para satisfacer a
una población gallega cada día más envejecida.
A diferencia de Cataluña, que a medida que la dictadura se
convertía en dictablanda fue ganando campo para el catalán,
y se sabía muy bien lo que querían los nacionalistas
para el nacionalismo y ese idioma, en Galicia se sabía muy
bien lo que querían los que pretendían desmontar el
nacionalismo, que como ya dijimos, volvería reformado en
algo muy distinto. La mayor parte de las instituciones lingüísticas,
que se formaron tarde mal y arrastro en Galicia, y en la que se
habían infiltrado esos elementos extraños, estaban
en 1971 a punto de caramelo para hacer lo que se tenía que
hacer, con todos los puestos claves copados por estos seres "mixtos",
que combinaban dos discursos completamente contradictorios, por
un lado la recuperación del gallego y por otro una inquebrantable
sumisión a la idea de una adhesión servil a la lengua
española, y a la idea, confesada, o rechazada hipócritamente,
de que el gallego debía ser una lengua subsidiaria del español,
y en definitiva un dialecto. Y eso se proclamó oficialmente
en 1983, poco después de que ganase el PP las primeras autonómicas
y se aprobase el más restrictivo de los Estatutos de Autonomía.
A esto se le llama actualmente "regeneracionismo", por
oposición al "reintegracionismo" del que hablamos
antes: los términos son modernos, pero los utilizo de forma
convencional para no liarnos. El regeneracionismo parte de algo
muy curioso: defiende que ya en la época de los Reyes Católicos,
e incluso antes, el gallego y el portugués ya estaban en
fase de diferenciación. Ah, vale. Creo que se acaba de cagar
la perra. Vamos, lo que están diciendo es que había
varios dialectos perfectamente intercomprensibles, pero que sólo
haya dos lenguas en potencia se lo sacan de la manga y es subordinar
completamente la realidad lingüística a unas fronteras
convencionales que sólo existían para los reyes y
los administradores. Por si fuera poco esas dos lenguas en potencia
tienen un muy distinto destino: una evoluciona como cualquier otra
lengua, libre de cualquier influencia que no sea la normal de una
lengua que anda por ahí mundo adelante, y la otra se queda
"sola frente al peligro" del español, y milagrosamente
"resurge" para ser "regenerada" por los simpáticos
caballeros españolizantes del ILG (Instituto de la Lengua
Gallega) y la RAG (Real Academia Gallega), tomando como modelo...
el español, por supuesto.
Como ustedes son aún menos especialistas que yo en esta materia,
se tendrán que fiar de mí si les digo que el Regeneracionismo
es una Mierda con M bien mayúscula. Tampoco es que en reintegracionismo
sea una maravilla completa, pero tiene las siguientes ventajas:
-El
reintegracionismo tiene las cosas claras: aunque hay varias tendencias
distintas dentro de él, por regla general bastante respetuosas
entre ellas, está claro que se considera que la "alfosja"
del gallego es el portugués. Todo lo que existe en gallego
es legítimo, e incluso las palabras españolizadas
deben ser respetadas en el hablante que así se expresa. Dentro
del reintegracionismo las dos corrientes principales serían:
reintegracionismo con norma propia, que se resumiría en la
norma ortográfica y gramatical AGAL, que resume los dialectos
gallegos y respeta un amplio rango de formas incluso en la flexión
verbal; reintegracionismo pleno, o sea considerar la norma culta
del gallego el actual portugués. Actualmente, existen las
dos versiones, e incluso según me parece la segunda va ganando
adeptos.
-El regeneracionismo se hace la picha un lío cada dos por
tres. El cúmulo de despropósitos que han cometido
los académicos gallegos llenarían varias antologías
del disparate. Desde el primer momento que se creó la actual
norma regeneracionista se violaron los presupuestos filológicos
y los principios que se dijeron que se iban a seguir. Sin ningún
criterio sólido se inventan palabras, algunas las toman del
portugués (¿cómo? ¿eso no lo hacían
los del otro bando?), se inventas supuestas evoluciones del latín
al gallego como si no hubiese existido la influencia del español
y a veces les salen hipercultismos que chirrían y dan grima
como pasar los dientes por una mesa de mármol, y otras curiosamente
esa "evolución" coincide exactamente con el español.
La mayor parte de las veces se limita a dar por buenas implícitamente
cualquier interferencia lingüística del español,
empezando por la misma ortografía.
-El reintegracionismo es abierto. Aunque reconoce una variedad estándar
o culta, no se cierra a la realidad del gallego. En el uso culto
o científico, existiría una norma común con
el resto de lo países lusófonos, obviamente, pero
en lo literario a nadie se le impediría escribir "Ti
colhiches a lura", aunque en el estándar fuese "Tu
colheste o calamar", del mismo modo que a nadie en su sano
juicio impide a un argentino en sus novelas reflejar el voseo, de
modo que pueda escribir "Vós sós un boludo".
-Si los regeneracionistas mandasen también en Argentina,
los argentinos a los que se les ocurriese la idea de escribir "Vós
sós un boludo" verían cómo el editor los
obligaría a cambiar la frase por "Tú eres gilipollas".
El regeneracionismo, demostrando cuál es su origen, se embarcó
en una cruzada para borrar al reintegracionismo, tradujo el pasado
literario a la nueva fe aunque así lo desvirtuase e impuso
sus ideas de modo que sólo pudo publicar aquél que
se plegase a las normas, pues casi el cien por cien de lo que se
publica en gallego es porque existen subvenciones dadas por la Xunta,
y si haces algo que no le gusta a la Xunta... no hay dinero. Todas
las lenguas tienen un sistema para reflejar el habla popular y otras
realidades lingüísticas, menos el gallego, por supuesto.
Se puede escribir una novela en español sin puntos ni comas
a lo Faulkner, comiéndose sílabas y casi como transcripción
fonética de lo que se habla, y si fuese en Nueva York medio
en spanglish, y no pasaría nada siempre que tuviese calidad
literaria, pero, como decía un amigo mío, si escribes
una novela en primera persona en la que el protagonista es reintegracionista,
piensa en reintegrado, y todos sus amigos con los que habla son
reintegracionistas, no te dan ni un duro para publicarla, porque
no está en el "gallego bonito" para el que sí
dan subvenciones.
El
regeneracionismo es, muy probablemente, la puntilla al gallego.
Más allá de criterios filológicos, que nos
pueden ilustrar lo que pasa, está el sentido común.
Huele muy, pero que muy mal, que el reintegracionismo, mayoritario
en su momento, fuese barrido de las instituciones y del sistema
educativo por una serie de personajes regeneracionistas, muchos
con pasadas y bien documentadas opiniones reintegracionistas, que
empezaron a partir de su conversión a copar cátedras
y altos puestos culturales, censurando y vetando a sus antiguos
compañeros, que aun ahora no los llaman otra cosa que vendidos.
También es como para hacerle pensar a uno que la norma regeneracionista
fuese aprobada a la chita callando y como a traición, "olvidándose"
de llamar a los que tenían derecho a voto y no comulgaban
con lo que iba a ser el nuevo orden.
Pero tampoco se crean que el reintegracionismo fue todo amor y alegría:
también tuvieron sus errores, radicalizaron su discurso y
sencillamente no supieron responden correctamente a la robada de
cartera, y se refugiaron muchas veces en un lamentable discurso
victimista. También entraron al trapo en la famosa "Guerra
de Normativas", muy lesiva para la imagen y el estudio del
gallego, que desorientó más si cabe a la población
y que hizo ver a los gallegos en general a la cultura gallega como
un montón de fanáticos que se cosían a navajazos
por una ortografía u otra. También pecaron de cierto
elitismo, inherente al mismo postulado filológico defendido
que acepta la existencia de una lengua estándar y culta,
y probablemente desconfiaron de que el pueblo entendiese sus razones
y se dedicaron a imponerlas las pocas veces que tuvieron ocasión
de hacerlo.
Otra cosa, más grave, es que todas las predicciones del regeneracionismo
y el estado de bienaventuranza que se nos prometía ha quedado
en agua de borrajas: no se han iniciado los fértiles intercambios
culturales con Portugal, sino que se sigue viviendo de espaldas
no ya al "país vecino", como se le llama en toda
España, sino al "país hermano", como se
dice no pocas veces en Galicia; el gallego no ha dejado de ser el
hazmerreír de la clase alta y profundamente anti-gallega
de la propia Galicia, que hace del snobismo y de su desprecio a
lo gallego un signo de su españolidad (justo al revés
de los andaluces), lo que no deja de ser lógico pues ese
gallego "regenerado", escrito con ortografía española
y con gramática española subyacente igual que el spanglish
tiene una gramática subyacente inglesa, no parece otra cosa
más que una burda copia del español; y, sobre todo,
el regeneracionismo ha fallado en su predicción, contraria
al sentido común y a todo conocimiento filológico,
de que el gallego tendría un futuro glorioso y "armónico"
con el español, y denunciaba a los que no afirmaban lo contrario
como alarmistas y nacionalistas, cuando desde los años setenta
el reintegracionismo avisó de que el gallego estaba ya en
peligro de extinción, y más si se optaba por la vía
suicida del regeneracionismo. Pues ahora la UNESCO viene a darles
tristemente la razón.
Por si fuera poco, el actual sistema político y literario
ha generado una literatura que sería muy amable decir que
es un desastre, con sus lógicas excepciones. Es la gallega
una literatura en la que, al igual que en el resto del país,
sólo impera el enchufismo, el amiguismo, el veto y la mediocridad,
subvencionada y halagadora del gobierno de la Xunta aunque algunos
autores se disfracen de "críticos oficiales del régimen",
como Manuel Rivas o Suso de Toro. No hace falta ser Noam Chomsky
para saber que un poder que de verdad merezca ese nombre elige a
su propia oposición para que le haga sirva de sparring, y
para dar la impresión de que hay "juego limpio".
El tradicionalismo españolista y uniformizador que representa
la Xunta elige a sus propios adversarios, y en una jugada maestra
de doble moral y doble discurso juega sus bazas de modo perfecto:
la Xunta aprobó la actual ley de Normalización Lingüística
que critican los mismos votantes carpetopetónicos del PP,
al que no echan la culpa, sino a los nacionalistas que no aprobaron
esa ley, y del mismo modo cualquier actitud defensora del gallego
o de la cultura gallega, incluso por parte de la intelectualidad
deudora del PP, es criticada desde Madrid y Galicia como si fuera
iniciativa de las ramas más duras del nacionalismo gallego.
Del mismo modo Fraga no tiene ningún problema para decir
en Brasil que "gallegos y brasileiros hablamos el mismo idioma"
y luego en casa continuar la caza de brujas contra todo aquél
que no comulgue con la idea de que el gallego es un dialecto que
tiene que pedirle humildemente al español vocabulario y recursos
sintácticos y gramaticales.
El modelo de literatura ofrecido por el reintegracionismo ofrece
un panorama muy distinto, pues permite integrar en el canon gallego
una de las mejores literaturas del mundo, a la que tendríamos
incluso ahora un fácil acceso incluso sabiendo sólo
el gallego normalizado. Vamos, que podríamos olvidarnos al
amigo de turno del alcalde de no sé dónde o del colega
de toda la vida del editor enchufado de turno, y leernos a Eça
de Queirós o a Pessoa, uno de los poetas más influyentes
del siglo XX. (Una pequeña diferencia, si ustedes se fijan.)
De vez en cuando tendríamos que mirar el diccionario, pero
anda que no tenemos que hacerlo también leyendo a Borges,
a Cortázar o a Quevedo. Miren, sólo por tener acceso
a la literatura portuguesa, y librarse del horror que son algunas
obras de la literatura gallega, que hay que poner por las nubes
como si película española se tratase, valdría
la pena el reintegracionismo.
En definitiva el español hace lo mismo, si no algo peor,
que el inglés con el español en los Estados Unidos.
Igual que es escandaloso que los defensores del spanglish ignoren
que el español tiene recursos de sobra en el lenguaje tecnológico
y de todo tipo para no tener que pedirlos servilmente al inglés,
el gallego tiene de suyo recursos, ortografía y léxico
dentro de su propia tradición lingüística como
para no tener que pedirle nada al español, que sin embargo,
por ley, obliga al gallego a convertirse "de facto" en
su dialecto, y a aceptar una paulatina absorción, en una
situación mucho más oprobiosa que la que se cierne
sobre el español en los Estados Unidos con la doctrina del
English Only. La misma chulería de los angloparlantes que
miran a los hispanohablantes como pobres hablantes bárbaros
de una lengua medio asilvestrada que "lógicamente"
tiene que mirarse y copiar de la lengua de Shakespeare, los hispanohablantes
miran al gallego, e incluso al portugués, del mismo modo.
Aunque sea repetirme, de vergüenza se nos debería caer
la cara el quejarnos de que los yanquis sepan tan poco de nosotros,
cuando raro debe ser el que allí no sepa al menos que existe
la "paei-ya", y que tenemos "bull fighters",
mientras que nosotros de un país con el que compartimos el
mismo espacio geográfico por no saber, sabemos menos que
eso. Por eso es tan gracioso que los portugueses no se sientan especialmente
escandalizados como el resto de los europeos de que los americanos
no sepan nada de ellos: después de nuestro absoluto abandono
y desprecio, no les suena raro que los emperadores del mundo tampoco
sepan que existen.
Y ahora que lo pienso, compatriotas españoles: de la moderna
Grecia, ¿sabéis algo? Cite un escritor griego moderno,
un plato típico, haga un resumen de diez líneas de
la moderna historia griega. Y eso que la reina es de allí...
Por desgracia, en lo cultural en general, y en los lingüístico
en particular, no ofende el que quiere, sino el que puede, y el
que puede siempre quiere.
Y si se preguntan qué es lo que opinan los portugueses de
la desaparición del gallego, pues diremos que no les hace
ni pizca de gracia. Por suerte para algunos, el dictador Oliveira
Salazar era colega de Franco. (Ah, lo olvidaba: que no sabéis
que Portugal tuvo su ración de eso. ¿Os suena la Revolución
de los Claveles? ¿Grândola Vila Morena de José
Afonso?) Pues no, a los portugueses no les hace ni pizca de gracia
que en sus mapas lingüísticos, en la mitad del territorio
en el que ellos reconocen que nació su idioma, éste
vaya a desaparecer.
Por tanto, así a la chita callando, nos cargamos el gallego,
escondemos el cadáver y a otra cosa mariposa, y hacemos como
si a la izquierda de nuestro mapa en vez tierra y todo un país
tanto o más antiguo que nosotros se encontrase el océano.
Del mismo modo, ignoramos su Historia, con lo que entre otras cosas
nos aseguramos el no conocer la nuestra del mismo modo que los pérfidos
nacionalistas gallegos se quejan de que en un reciente libro de
divulgación histórica no se citen las Guerras Irmandiñas
(la mayor parte de los españoles ni sospechan que ocurrieron),
con lo cual sencillamente no se puede contextualizar las Rebeliones
Comuneras de un siglo después, y de ésas se habla
hasta aburrir. Yo no me lo explico: será que los castellanos
levantándose contra Carlos V vende mucho y tiene morbo, y
miles de gallegos destruyendo castillos y fortalezas señoriales
en tiempos de los Reyes Católicos no. Y es que es la coña:
ni citarlas de pasada, oiga. Es como hablar de Lutero sin citar
siquiera a todos los que mucho antes que él habían
dicho cosas parecidas, aunque sin tanto éxito de público.
Y en ese mismo libro el reino suevo, ni citarlo: total, obviar completamente
un reino entero no es tan grave. Y si les hablo de todos los intentos
que hizo Portugal por recuperar Galicia, tanto diplomáticos
como con incursiones militares, y así unificar estratégicamente
la franja territorial del oeste y unificar a todos los hablantes
de su lengua, pues me pondrán una cara como si les predico
los principios de la cienciología, pero les juro por Snoopy
y por la cobertura de mi móvil que existieron.
No hay peor nacionalista que los centralistas: o eres español
como a ellos les da la gana y reconociendo tu inferioridad, tu falta
de cultura y la poca importancia de tu Historia, o te convierten
en nacionalista te guste o no. Y con los gallegos se ha hecho una
labor sobresaliente: se les ha enseñado a odiar y despreciar
todo lo que son, a burlarse de su acento y a reconocer que las "alfosja"
del gallego es el español. Los gallegos van por buen camino.
Pues con eso como con todo: la historia de Galicia, y la de cualquier
otra parte de España que no haya sido declarada apta para
el consumo del ganado por la Santa Madre Historia Oficial, no existe.
Y cualquier intento de hacer señalar que esa historia está
ahí, y no ya digo contradice, sino que complementa a la que
ya existe... ¡a la hoguera con el hereje nacionalista! Y si
se te ocurre comparar las gilipolleces de Sabino Arana con las que
va desgranando hoy día en el ABC Carlos Seco Serrano, emocionado
al hablarnos de la superioridad moral y ética del noble caballero
castellano frente al resto de los habitantes de la Península,
pues dicen que de noche aparecen unos hombres de negro y al día
siguiente sin saber por qué sientes el impulso irresistible
de retractarte de tus palabras y peregrinar de rodillas hasta la
calle Génova, y a partir de entonces crees con don Carlos
en el sentido providencial de la monarquía y en el sentido
espiritual de España guiado por su prístino y católico
afán castellano. Si luego les digo que Gregorio Salvador
(lo mismo que Carlos Seco Serrano, pero donde pone Historia pongan
lengua española) es uno de los mentores de Juan Ramón
Lodares, que se empeña en explicar que el pobrecito idioma
español es muy bueno muy bueno y que nunca ha atacado a otra
lengua, y que se ha ido imponiendo de forma natural sobre las demás
sin tener la culpa de ser tan chuliguay, pues no se extrañen.
Y es que si seguimos las doctrinas del señor Lodares, lo
mejor es callarse y dejar que el inglés se imponga pacífica
y naturalmente sobre el español en Estados Unidos, Hispanoamérica
y España, y no hacer "demagogias" sobre poder político
que impone una lengua, imponer modelos lingüísticos
y que las duras leyes del mercado quieren ahorrar haciéndolo
todo estandarizado, y al final las leyes que obligan al etiquetado
o a que las instrucciones estén en español son un
atraso. Si ya lo decía Su Majestad el Rey don Juan Carlos
(el del sentido providencial de la Monarquía): "El español
nunca ha sido lengua de imposición, sino de encuentro".
Ya: como el francés en Argelia. Y si les digo que hace solo
un mes en un pueblo de Zamora en el que todavía se habla
gallego el director prohibe que se hable gallego y castigó
a copiar cien veces a los alumnos "No hablaré gallego
en clase", pues será que les estoy mintiendo. Y eso
que hay un acuerdo entre la Xunta de Galicia y la Junta de Castilla
y León para respetar e incluso impartir alguna clase en gallego,
pero ya se ve lo que hay.
Joder, esta gente consigue que la sociolingüística funcione
como un diodo. Es para cagarse: los mismos conceptos que utilizan
para defenderse de la agresión del inglés en España
y en el resto del mundo, luego les dan la vuelta, los niegan y se
burlan de ellos si los demás los utilizan en su contra. Y
digo yo que si se acepta la teoría de que el pez grande se
come al chico, pues... es en los dos sentidos, y puedes ser tú
el pez chico si aparece uno más grande que tú. No
se puede ser tan machote a la hora de "dar", y luego chillar
como una maricona a la hora de "tomar". Y lo más
gracioso es que dentro del discurso de glorificación del
español, y las profecías de su futuro estelar apenas
si tienen críticas internas, cuando canta a la legua y se
ve que se apoya exclusivamente en la presión demográfica
de masas iletradas que buscan ganarse la vida, en un ideal de la
Gran Hispania que recuerda sospechosamente a discursos expansionistas
de principios del siglo XX en Alemania, y en una santificación
de "lo latino", "lo hispano", como necesariamente
bueno y superior a otras culturas: somos espontáneos, tenemos
sabrosura, hacemos la siesta, tenemos calidad de vida (¿a
que me cago en la madre de alguien?), y todas esas macanas. Y no
deja de ser curioso que estos mismos sectores, tan orteguianos siempre,
sean los que luego no tengan más argumento que la presión
de la masa, la fuerza del número, e igualmente llamativo
es que los mismos que ven con orgullo la inmigración de esas
masas incultas y pobres que buscan su sustento, y que fantasean
con que eso conlleve a una recuperación, al menos simbólica,
de esa Hispania irredenta que es Florida y California, sean los
mismos patriotas constitucionales de derechas de toda la vida que
arrugan la nariz como si estuviesen oliendo mierda al pensar en
los inmigrantes que siguen llegando a España, y que amenazan
nuestra sacra unidad política, religiosa y cultural; los
mismos que, me jugaría la vida, cuando mandan a sus hijos
a estudiar a los Estados Unidos a aprender inglés los prefieren
ver en un bonito barrio wasp antes que cerca de nuestros hermanos
hispanos.
Lodares y otros, lo que más jode, es que realmente tienen
razón en todo lo que dicen, pero siempre se las apañan
para arreglarlo al final y arrimar el ascua a su sardina. Tiene
toda la razón Lodares al decir que dentro del bloque anglófono
Shakespeare no es más que un bonito símbolo que preside
una procesión de intereses, pero se olvida bien de decir
que Cervantes (y el muy cenutrio es capaz de llamar a los hispanohablantes
"cervantinos", tiene huevos la cosa), no sería
más que lo mismo en la fantasía de académicos,
miembros del Instituto Cervantes, escritores y e intelectuales que
sueñan con un mundo del Mañana-Mañana en el
que la Humanidad entera nos mirará asombrada y sentirá
un vivo deseo de aprender la lengua en la que se escribió
El Quijote. Pero en realidad no es más que codicia, búsqueda
de honores y de protagonismo, y escritores fantaseando en ventas
millonarias como Stephen King.
Nuevamente, e igual que discutí en el artículo "Pearl
Harbor", envidia y afán de substitución, y de
reivindicación de lo que seguimos creyendo que debería
ser nuestro, y un grave desvarío que fantasea con una historia
alternativa en la que nunca perdimos lo que fue nuestro, lo que
debe ser nuestro: la supremacía que ahora usurpan otros.
Por eso es coherente el discurso de todos estos pájaros,
las leyes de la lingüística nos apoyan incluso cuando
no nos dan la razón, y a no ser que uno sea adepto a esa
secta canta ópera ver el mundo que describen estos señores,
una situación en la que siempre tienen la razón, toda
acción suya se basa en la generosidad y en seguir el destino
inevitable que nos espera, mientras que todo impedimento en conseguir
ese destino fantasioso es obra de bárbaros, enemigos tanto
internos (los nacionalistas), como externos (el resto del mundo).
Y lo peor es que este discurso soterrado, que cada día se
siente más seguro y empieza a aflorar, se muestra también
en ciertos revisionismos históricos claramente enfocados,
y lavados en profundidad de ciertas etapas de nuestra Historia.
Pero eso en otro artículo.
En definitiva, lean esto si quieren ver cómo el mismo Lodares
dice verdades como puños bien mezcladas con burradas que
le valdrían perder el título universitario si lo que
dijese fuese contrario a la doctrina del Santo Oficio Histórico:
www.paginadigital.com.ar/articulos/2003/2003prim/literatura/esp4-2pl.asp.
Como se puede comprobar, y tal como ya dije, se contradicen que
da gusto: proclaman un futuro glorioso, pero reconocen que las bases
para asentar ese futuro son más bien inexistentes. Eso sí:
no les falta esperanza, ni ilusión. Como a la lechera del
cuento. No quiero ser cruel, pero a este paso si tenemos que esperar
por una posición económica de los países hispanohablantes
que garantice la realización de lo que el español
es potencialmente por su importancia geográfica y su peso
demográfico, le puede dar tiempo al birmano a ser la nueva
lengua dominante, y al español en haberse dispersado en una
docena de lenguas por muchas grapas y cinta adhesiva que le pongan
los académicos.
Por eso no debemos olvidar lo que realmente busca un discurso en
particular, cuando quiere llegar a la población. La Real
Academia Española, el Instituto Cervantes y los intelectuales
del patriotismo constitucional no dicen mentiras, pero dicen verdades
de manera que mucha gente no está capacitada para comprender,
o facilitan que se malinterprete lo que oye pues se le ofrece de
manera poco clara o ambigua. Y un discurso ambiguo (que no es cierto
ni falso, sino todo lo contrario) tiene una clara finalidad: que
resalte y cale la parte de él que el oyente está predispuesto
a aceptar. No podemos decir que esas instituciones y esos grupos
de opinión mientan, pero los dos actúan en sinergia:
las primeras exponen la realidad científica y fijan la doctrina,
y los segundos la popularizan y la deforman un poco, lo suficiente
para que el mensaje se invierta y se produzca el efecto deseado
que consiste en obviar lo negativo y sobredimensionar lo positivo.
De ahí que luego aparezca gente que piensa, sin recordar
muy bien de dónde ha sacado la idea, que en los Estados Unidos
se habla ya tanto inglés como español (lo he oído
más de una vez y en distintos sitios), que el español
es ya casi la primera lengua del mundo (la tercera o cuarta, nenes,
y va que chuta, aunque los criterios para calcular eso a veces son
de lo más curioso), o que se celebre que el cateto de Almodóvar
dijese cuando lo de "¡Peeeeeeedrooooo!" que los
americanos ya podían ir teniendo más hijos, que o
si no los hispanos los íbamos a sobrepasar en poco tiempo
en su propio territorio. No sé cómo, la verdad: o
teniendo ochenta hijos por pareja, o dejando casi vacía Sudamérica,
porque o si no... Como se ve, si uno desvaría histórica
o filológicamente malo será que a uno le llamen la
atención, mientras lo que diga no choque con el discurso
dominante.
Por cierto: la segunda lengua más hablada es el hindi, con
un potencial demográfico acojonante, que la India lleva camino
de superar a China como nación más poblada del mundo,
y ya ven ustedes lo que pinta el hindi en el mundo.
Ustedes mismos: si se creen las películas que les cuentan,
luego no se quejen de lo que les pueda pasar.
Del mismo modo que hay una conciencia histórica, hay una
conciencia lingüística, y por regla general ninguna
de las dos se suele utilizar para nada bueno. La conciencia lingüística
es reconocerse a uno mismo como hablante de una lengua en particular,
y tal como se ha hecho con los gallegos, ni se reconocen como lusófonos
ni como gallegos.
Tampoco debemos olvidar que, por mucho que las ciencias del lenguaje
nos guíen en las definiciones de lengua y dialecto, la conciencia
histórica guía a la lingüística y la conforma
la mayor parte de las veces. Política y geoestratégicamente
los múltiples dialectos del árabe quedan abarcados
por una lengua escrita porque así a ellos les conviene de
momento, y ya está. Punto pelota. Del mismo modo el gallego
no conviene que sea parte del portugués, sino un dialecto
fácilmente absorbible por el español, y ya está.
Punto pelota. No reconocerlo es pura filfa y limpiar conciencias,
tanto por los españoles que no quieren oír hablar
de estos temas y miran a otro lado como muchos gallegos que viven
del cuento en un sistema cultural subvencionado y de lo que les
va cayendo "mientras les dure", y los que vengan detrás
y se encuentren un páramo, que se jodan.
Los asuntos lingüísticos, por referirse a un campo tan
íntimo de nosotros como personas y como integrantes de un
grupo social, son cualquier cosa menos fáciles de abarcar,
y muchas de veces de una complejidad tal que es muy difícil
emprender un análisis serio e imparcial. Pero no se preocupen:
en los periódicos y en muchos otros sitios lo arreglan todo
con un par de descalificaciones y poco más, y a casa a divertirse.
Precisamente la manipulación de todos estos temas se basa
lo mismo que la manipulación histórica: mantener a
la gente en la ignorancia y ofrecer poco más que un resumen
sesgado y tendencioso, especialmente a través del mismo sistema
educativo y los medios de comunicación. La otra opción
es leer tochos infumables como éste, que a saber si yo no
se la he querido colar a ustedes o no, y si se han fijado porque
he sido bueno y no les he mandado deberes para casa y no pongo bibliografía,
pero podría haberlo hecho y quedarme tan ancho.
Y por poner otro ejemplo de malentendidos por desconocimiento y
cerrilidad extremas, la batalla entre el catalán y el valenciano,
que si tú eres mi dialecto y te impongo mis rasgos propios,
reacción por el otro lado, nunca, malandrín, somos
totalmente diferentes, ahora te voy a explicar mi período
de gloria histórica y literaria, ahora hago esto, contraataco
por ahí. Y es que no hay dos casos iguales: tenemos lo que
es básicamente la misma lengua, hay una intercomprensión
fácil, pero no hay claramente un foco de normas establecido
y aceptado desde un tiempo histórico, sino dos. Tanto nacionalismo
y tanto nacionalismo, pero luego quieren copiar el modelo de lengua
a partir del español, con un único foco de normas
y luego los demás que se conviertan en dialectos, les guste
o no. ¡Joder, copiad del neerlandés, que tiene dos
dialectos estandarizados codominantes, y se llevan más o
menos bien! ¡Unos lo llaman Hollands, y los otros Vlaams,
y hala, holandeses y flamencos tan colegas, cada uno en su casa
y Dios en la de todos! Pero no: a ver quién jode más
a quién: tú hablas catalán, ciudadano del País
Catalán del sur, y me cago en tu puta madre, polaco, que
somos una lengua independiente, y fuimos reino que vosotros no pasasteis
de condado. Si en el fondo yo creo que a unos y a otros les va la
marcha, y lo que les mola es discutir. Lo triste es que Lodares
y sus amigos están al lado mirando, y se parten de risa.
Hasta el modelo neerlandés no es malo para el gallego, y
podría servir de ejemplo para una norma que, sin coincidir
plenamente con la del portugués, sea compatible con él.
Pero no sé para qué me esfuerzo: comparar teorías,
plantear distintas opciones, buscar el origen de los problemas,
tomarse las cosas con una cierta distancia e incluso criticar los
propios postulados... ¿A quién le importa esas cosas
a estas alturas?
De todos modos me doy por satisfecho si con la lectura de este artículo
les han quedado claras dos cosas:
1º El gallego no es más que un dialecto del español.
2º Las portuguesas tienen bigote.
Santiago
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