Actualidad
Metapolítica
Personajes
Especiales
POLÍTICA
BOLSA
MASS MEDIA
DEPORTES
CINE
HISTORIA
TEOLOGIA
LITERATURA
CULTURA POPULAR
LA RED
MUSICA
CIENCIA
LIBROS
SEXO

 

DESDE LA CHOZA MULTICULTURAL

Un intento de denunciar las mentiras comúnmente aceptadas como verdades fundamentales del Sistema

Frente a la oleada ideológica uniformizadora que recorre el mundo, un ventanuco de crítica al Sistema.
Frente al gran capital oligopolístico generador de desigualdades, nuestras recetas macroeconómicas de andar por casa.
Frente al imperialismo cultural aniquilador de la diversidad, tolerancia y mestizaje.

 

Capítulo 7: España, el gallego y Portugal

III. Conclusiones

 

Llegado a este momento, reflexionemos sobre lo que tenemos a punto de empezar la Transición Española: una región española, Galicia, que todavía tiene una abrumadora mayoría de hablantes en gallego, y que está a punto de plantearse (agárrense fuerte), convertirse en un país que habla una lengua reconocida mundialmente y con una literatura admirada. Como se ve, nada que ver con la situación del vasco ni la del catalán. Como se puede entender fácilmente, un peligro que de algún modo había que cortar de raíz.


Y lo cortaron. Vaya si lo cortaron. De hecho, ya desde los años cuarenta se habían ido infiltrando en el nacionalismo gallego elementos bastante sospechosos y cercanos al régimen que poco a poco se fueron posicionando en puestos claves con vistas a desarticular ese nacionalismo en ese momento en el exilio, con tendencias izquierdosas ya antes de la Guerra Civil y con un discurso muy peligroso y desasosegante por su posible proyección internacional por medio de un reintegracionismo lingüístico. Esta infiltración buscaba reconvertir y reconducir al nacionalismo gallego a lo que es hoy de mano de Fraga Iribarne: tradicionalismo ñoño, perfectamente integrado en la corriente cultural española y libre de cualquier manifestación cultural superior, o sea crítica, renovadora o innovadora: todo se resume a exaltaciones populares, musicales (la célebre gaiteirada cuando renueva mandato, por ejemplo), gastronómicas, y muchas, muchas verbenas con canciones de toda la vida para satisfacer a una población gallega cada día más envejecida.


A diferencia de Cataluña, que a medida que la dictadura se convertía en dictablanda fue ganando campo para el catalán, y se sabía muy bien lo que querían los nacionalistas para el nacionalismo y ese idioma, en Galicia se sabía muy bien lo que querían los que pretendían desmontar el nacionalismo, que como ya dijimos, volvería reformado en algo muy distinto. La mayor parte de las instituciones lingüísticas, que se formaron tarde mal y arrastro en Galicia, y en la que se habían infiltrado esos elementos extraños, estaban en 1971 a punto de caramelo para hacer lo que se tenía que hacer, con todos los puestos claves copados por estos seres "mixtos", que combinaban dos discursos completamente contradictorios, por un lado la recuperación del gallego y por otro una inquebrantable sumisión a la idea de una adhesión servil a la lengua española, y a la idea, confesada, o rechazada hipócritamente, de que el gallego debía ser una lengua subsidiaria del español, y en definitiva un dialecto. Y eso se proclamó oficialmente en 1983, poco después de que ganase el PP las primeras autonómicas y se aprobase el más restrictivo de los Estatutos de Autonomía.


A esto se le llama actualmente "regeneracionismo", por oposición al "reintegracionismo" del que hablamos antes: los términos son modernos, pero los utilizo de forma convencional para no liarnos. El regeneracionismo parte de algo muy curioso: defiende que ya en la época de los Reyes Católicos, e incluso antes, el gallego y el portugués ya estaban en fase de diferenciación. Ah, vale. Creo que se acaba de cagar la perra. Vamos, lo que están diciendo es que había varios dialectos perfectamente intercomprensibles, pero que sólo haya dos lenguas en potencia se lo sacan de la manga y es subordinar completamente la realidad lingüística a unas fronteras convencionales que sólo existían para los reyes y los administradores. Por si fuera poco esas dos lenguas en potencia tienen un muy distinto destino: una evoluciona como cualquier otra lengua, libre de cualquier influencia que no sea la normal de una lengua que anda por ahí mundo adelante, y la otra se queda "sola frente al peligro" del español, y milagrosamente "resurge" para ser "regenerada" por los simpáticos caballeros españolizantes del ILG (Instituto de la Lengua Gallega) y la RAG (Real Academia Gallega), tomando como modelo... el español, por supuesto.


Como ustedes son aún menos especialistas que yo en esta materia, se tendrán que fiar de mí si les digo que el Regeneracionismo es una Mierda con M bien mayúscula. Tampoco es que en reintegracionismo sea una maravilla completa, pero tiene las siguientes ventajas:

-El reintegracionismo tiene las cosas claras: aunque hay varias tendencias distintas dentro de él, por regla general bastante respetuosas entre ellas, está claro que se considera que la "alfosja" del gallego es el portugués. Todo lo que existe en gallego es legítimo, e incluso las palabras españolizadas deben ser respetadas en el hablante que así se expresa. Dentro del reintegracionismo las dos corrientes principales serían: reintegracionismo con norma propia, que se resumiría en la norma ortográfica y gramatical AGAL, que resume los dialectos gallegos y respeta un amplio rango de formas incluso en la flexión verbal; reintegracionismo pleno, o sea considerar la norma culta del gallego el actual portugués. Actualmente, existen las dos versiones, e incluso según me parece la segunda va ganando adeptos.


-El regeneracionismo se hace la picha un lío cada dos por tres. El cúmulo de despropósitos que han cometido los académicos gallegos llenarían varias antologías del disparate. Desde el primer momento que se creó la actual norma regeneracionista se violaron los presupuestos filológicos y los principios que se dijeron que se iban a seguir. Sin ningún criterio sólido se inventan palabras, algunas las toman del portugués (¿cómo? ¿eso no lo hacían los del otro bando?), se inventas supuestas evoluciones del latín al gallego como si no hubiese existido la influencia del español y a veces les salen hipercultismos que chirrían y dan grima como pasar los dientes por una mesa de mármol, y otras curiosamente esa "evolución" coincide exactamente con el español. La mayor parte de las veces se limita a dar por buenas implícitamente cualquier interferencia lingüística del español, empezando por la misma ortografía.


-El reintegracionismo es abierto. Aunque reconoce una variedad estándar o culta, no se cierra a la realidad del gallego. En el uso culto o científico, existiría una norma común con el resto de lo países lusófonos, obviamente, pero en lo literario a nadie se le impediría escribir "Ti colhiches a lura", aunque en el estándar fuese "Tu colheste o calamar", del mismo modo que a nadie en su sano juicio impide a un argentino en sus novelas reflejar el voseo, de modo que pueda escribir "Vós sós un boludo".


-Si los regeneracionistas mandasen también en Argentina, los argentinos a los que se les ocurriese la idea de escribir "Vós sós un boludo" verían cómo el editor los obligaría a cambiar la frase por "Tú eres gilipollas". El regeneracionismo, demostrando cuál es su origen, se embarcó en una cruzada para borrar al reintegracionismo, tradujo el pasado literario a la nueva fe aunque así lo desvirtuase e impuso sus ideas de modo que sólo pudo publicar aquél que se plegase a las normas, pues casi el cien por cien de lo que se publica en gallego es porque existen subvenciones dadas por la Xunta, y si haces algo que no le gusta a la Xunta... no hay dinero. Todas las lenguas tienen un sistema para reflejar el habla popular y otras realidades lingüísticas, menos el gallego, por supuesto. Se puede escribir una novela en español sin puntos ni comas a lo Faulkner, comiéndose sílabas y casi como transcripción fonética de lo que se habla, y si fuese en Nueva York medio en spanglish, y no pasaría nada siempre que tuviese calidad literaria, pero, como decía un amigo mío, si escribes una novela en primera persona en la que el protagonista es reintegracionista, piensa en reintegrado, y todos sus amigos con los que habla son reintegracionistas, no te dan ni un duro para publicarla, porque no está en el "gallego bonito" para el que sí dan subvenciones.

El regeneracionismo es, muy probablemente, la puntilla al gallego. Más allá de criterios filológicos, que nos pueden ilustrar lo que pasa, está el sentido común. Huele muy, pero que muy mal, que el reintegracionismo, mayoritario en su momento, fuese barrido de las instituciones y del sistema educativo por una serie de personajes regeneracionistas, muchos con pasadas y bien documentadas opiniones reintegracionistas, que empezaron a partir de su conversión a copar cátedras y altos puestos culturales, censurando y vetando a sus antiguos compañeros, que aun ahora no los llaman otra cosa que vendidos. También es como para hacerle pensar a uno que la norma regeneracionista fuese aprobada a la chita callando y como a traición, "olvidándose" de llamar a los que tenían derecho a voto y no comulgaban con lo que iba a ser el nuevo orden.


Pero tampoco se crean que el reintegracionismo fue todo amor y alegría: también tuvieron sus errores, radicalizaron su discurso y sencillamente no supieron responden correctamente a la robada de cartera, y se refugiaron muchas veces en un lamentable discurso victimista. También entraron al trapo en la famosa "Guerra de Normativas", muy lesiva para la imagen y el estudio del gallego, que desorientó más si cabe a la población y que hizo ver a los gallegos en general a la cultura gallega como un montón de fanáticos que se cosían a navajazos por una ortografía u otra. También pecaron de cierto elitismo, inherente al mismo postulado filológico defendido que acepta la existencia de una lengua estándar y culta, y probablemente desconfiaron de que el pueblo entendiese sus razones y se dedicaron a imponerlas las pocas veces que tuvieron ocasión de hacerlo.


Otra cosa, más grave, es que todas las predicciones del regeneracionismo y el estado de bienaventuranza que se nos prometía ha quedado en agua de borrajas: no se han iniciado los fértiles intercambios culturales con Portugal, sino que se sigue viviendo de espaldas no ya al "país vecino", como se le llama en toda España, sino al "país hermano", como se dice no pocas veces en Galicia; el gallego no ha dejado de ser el hazmerreír de la clase alta y profundamente anti-gallega de la propia Galicia, que hace del snobismo y de su desprecio a lo gallego un signo de su españolidad (justo al revés de los andaluces), lo que no deja de ser lógico pues ese gallego "regenerado", escrito con ortografía española y con gramática española subyacente igual que el spanglish tiene una gramática subyacente inglesa, no parece otra cosa más que una burda copia del español; y, sobre todo, el regeneracionismo ha fallado en su predicción, contraria al sentido común y a todo conocimiento filológico, de que el gallego tendría un futuro glorioso y "armónico" con el español, y denunciaba a los que no afirmaban lo contrario como alarmistas y nacionalistas, cuando desde los años setenta el reintegracionismo avisó de que el gallego estaba ya en peligro de extinción, y más si se optaba por la vía suicida del regeneracionismo. Pues ahora la UNESCO viene a darles tristemente la razón.


Por si fuera poco, el actual sistema político y literario ha generado una literatura que sería muy amable decir que es un desastre, con sus lógicas excepciones. Es la gallega una literatura en la que, al igual que en el resto del país, sólo impera el enchufismo, el amiguismo, el veto y la mediocridad, subvencionada y halagadora del gobierno de la Xunta aunque algunos autores se disfracen de "críticos oficiales del régimen", como Manuel Rivas o Suso de Toro. No hace falta ser Noam Chomsky para saber que un poder que de verdad merezca ese nombre elige a su propia oposición para que le haga sirva de sparring, y para dar la impresión de que hay "juego limpio". El tradicionalismo españolista y uniformizador que representa la Xunta elige a sus propios adversarios, y en una jugada maestra de doble moral y doble discurso juega sus bazas de modo perfecto: la Xunta aprobó la actual ley de Normalización Lingüística que critican los mismos votantes carpetopetónicos del PP, al que no echan la culpa, sino a los nacionalistas que no aprobaron esa ley, y del mismo modo cualquier actitud defensora del gallego o de la cultura gallega, incluso por parte de la intelectualidad deudora del PP, es criticada desde Madrid y Galicia como si fuera iniciativa de las ramas más duras del nacionalismo gallego. Del mismo modo Fraga no tiene ningún problema para decir en Brasil que "gallegos y brasileiros hablamos el mismo idioma" y luego en casa continuar la caza de brujas contra todo aquél que no comulgue con la idea de que el gallego es un dialecto que tiene que pedirle humildemente al español vocabulario y recursos sintácticos y gramaticales.


El modelo de literatura ofrecido por el reintegracionismo ofrece un panorama muy distinto, pues permite integrar en el canon gallego una de las mejores literaturas del mundo, a la que tendríamos incluso ahora un fácil acceso incluso sabiendo sólo el gallego normalizado. Vamos, que podríamos olvidarnos al amigo de turno del alcalde de no sé dónde o del colega de toda la vida del editor enchufado de turno, y leernos a Eça de Queirós o a Pessoa, uno de los poetas más influyentes del siglo XX. (Una pequeña diferencia, si ustedes se fijan.) De vez en cuando tendríamos que mirar el diccionario, pero anda que no tenemos que hacerlo también leyendo a Borges, a Cortázar o a Quevedo. Miren, sólo por tener acceso a la literatura portuguesa, y librarse del horror que son algunas obras de la literatura gallega, que hay que poner por las nubes como si película española se tratase, valdría la pena el reintegracionismo.


En definitiva el español hace lo mismo, si no algo peor, que el inglés con el español en los Estados Unidos. Igual que es escandaloso que los defensores del spanglish ignoren que el español tiene recursos de sobra en el lenguaje tecnológico y de todo tipo para no tener que pedirlos servilmente al inglés, el gallego tiene de suyo recursos, ortografía y léxico dentro de su propia tradición lingüística como para no tener que pedirle nada al español, que sin embargo, por ley, obliga al gallego a convertirse "de facto" en su dialecto, y a aceptar una paulatina absorción, en una situación mucho más oprobiosa que la que se cierne sobre el español en los Estados Unidos con la doctrina del English Only. La misma chulería de los angloparlantes que miran a los hispanohablantes como pobres hablantes bárbaros de una lengua medio asilvestrada que "lógicamente" tiene que mirarse y copiar de la lengua de Shakespeare, los hispanohablantes miran al gallego, e incluso al portugués, del mismo modo. Aunque sea repetirme, de vergüenza se nos debería caer la cara el quejarnos de que los yanquis sepan tan poco de nosotros, cuando raro debe ser el que allí no sepa al menos que existe la "paei-ya", y que tenemos "bull fighters", mientras que nosotros de un país con el que compartimos el mismo espacio geográfico por no saber, sabemos menos que eso. Por eso es tan gracioso que los portugueses no se sientan especialmente escandalizados como el resto de los europeos de que los americanos no sepan nada de ellos: después de nuestro absoluto abandono y desprecio, no les suena raro que los emperadores del mundo tampoco sepan que existen.


Y ahora que lo pienso, compatriotas españoles: de la moderna Grecia, ¿sabéis algo? Cite un escritor griego moderno, un plato típico, haga un resumen de diez líneas de la moderna historia griega. Y eso que la reina es de allí...


Por desgracia, en lo cultural en general, y en los lingüístico en particular, no ofende el que quiere, sino el que puede, y el que puede siempre quiere.


Y si se preguntan qué es lo que opinan los portugueses de la desaparición del gallego, pues diremos que no les hace ni pizca de gracia. Por suerte para algunos, el dictador Oliveira Salazar era colega de Franco. (Ah, lo olvidaba: que no sabéis que Portugal tuvo su ración de eso. ¿Os suena la Revolución de los Claveles? ¿Grândola Vila Morena de José Afonso?) Pues no, a los portugueses no les hace ni pizca de gracia que en sus mapas lingüísticos, en la mitad del territorio en el que ellos reconocen que nació su idioma, éste vaya a desaparecer.


Por tanto, así a la chita callando, nos cargamos el gallego, escondemos el cadáver y a otra cosa mariposa, y hacemos como si a la izquierda de nuestro mapa en vez tierra y todo un país tanto o más antiguo que nosotros se encontrase el océano. Del mismo modo, ignoramos su Historia, con lo que entre otras cosas nos aseguramos el no conocer la nuestra del mismo modo que los pérfidos nacionalistas gallegos se quejan de que en un reciente libro de divulgación histórica no se citen las Guerras Irmandiñas (la mayor parte de los españoles ni sospechan que ocurrieron), con lo cual sencillamente no se puede contextualizar las Rebeliones Comuneras de un siglo después, y de ésas se habla hasta aburrir. Yo no me lo explico: será que los castellanos levantándose contra Carlos V vende mucho y tiene morbo, y miles de gallegos destruyendo castillos y fortalezas señoriales en tiempos de los Reyes Católicos no. Y es que es la coña: ni citarlas de pasada, oiga. Es como hablar de Lutero sin citar siquiera a todos los que mucho antes que él habían dicho cosas parecidas, aunque sin tanto éxito de público. Y en ese mismo libro el reino suevo, ni citarlo: total, obviar completamente un reino entero no es tan grave. Y si les hablo de todos los intentos que hizo Portugal por recuperar Galicia, tanto diplomáticos como con incursiones militares, y así unificar estratégicamente la franja territorial del oeste y unificar a todos los hablantes de su lengua, pues me pondrán una cara como si les predico los principios de la cienciología, pero les juro por Snoopy y por la cobertura de mi móvil que existieron.


No hay peor nacionalista que los centralistas: o eres español como a ellos les da la gana y reconociendo tu inferioridad, tu falta de cultura y la poca importancia de tu Historia, o te convierten en nacionalista te guste o no. Y con los gallegos se ha hecho una labor sobresaliente: se les ha enseñado a odiar y despreciar todo lo que son, a burlarse de su acento y a reconocer que las "alfosja" del gallego es el español. Los gallegos van por buen camino.


Pues con eso como con todo: la historia de Galicia, y la de cualquier otra parte de España que no haya sido declarada apta para el consumo del ganado por la Santa Madre Historia Oficial, no existe. Y cualquier intento de hacer señalar que esa historia está ahí, y no ya digo contradice, sino que complementa a la que ya existe... ¡a la hoguera con el hereje nacionalista! Y si se te ocurre comparar las gilipolleces de Sabino Arana con las que va desgranando hoy día en el ABC Carlos Seco Serrano, emocionado al hablarnos de la superioridad moral y ética del noble caballero castellano frente al resto de los habitantes de la Península, pues dicen que de noche aparecen unos hombres de negro y al día siguiente sin saber por qué sientes el impulso irresistible de retractarte de tus palabras y peregrinar de rodillas hasta la calle Génova, y a partir de entonces crees con don Carlos en el sentido providencial de la monarquía y en el sentido espiritual de España guiado por su prístino y católico afán castellano. Si luego les digo que Gregorio Salvador (lo mismo que Carlos Seco Serrano, pero donde pone Historia pongan lengua española) es uno de los mentores de Juan Ramón Lodares, que se empeña en explicar que el pobrecito idioma español es muy bueno muy bueno y que nunca ha atacado a otra lengua, y que se ha ido imponiendo de forma natural sobre las demás sin tener la culpa de ser tan chuliguay, pues no se extrañen. Y es que si seguimos las doctrinas del señor Lodares, lo mejor es callarse y dejar que el inglés se imponga pacífica y naturalmente sobre el español en Estados Unidos, Hispanoamérica y España, y no hacer "demagogias" sobre poder político que impone una lengua, imponer modelos lingüísticos y que las duras leyes del mercado quieren ahorrar haciéndolo todo estandarizado, y al final las leyes que obligan al etiquetado o a que las instrucciones estén en español son un atraso. Si ya lo decía Su Majestad el Rey don Juan Carlos (el del sentido providencial de la Monarquía): "El español nunca ha sido lengua de imposición, sino de encuentro". Ya: como el francés en Argelia. Y si les digo que hace solo un mes en un pueblo de Zamora en el que todavía se habla gallego el director prohibe que se hable gallego y castigó a copiar cien veces a los alumnos "No hablaré gallego en clase", pues será que les estoy mintiendo. Y eso que hay un acuerdo entre la Xunta de Galicia y la Junta de Castilla y León para respetar e incluso impartir alguna clase en gallego, pero ya se ve lo que hay.


Joder, esta gente consigue que la sociolingüística funcione como un diodo. Es para cagarse: los mismos conceptos que utilizan para defenderse de la agresión del inglés en España y en el resto del mundo, luego les dan la vuelta, los niegan y se burlan de ellos si los demás los utilizan en su contra. Y digo yo que si se acepta la teoría de que el pez grande se come al chico, pues... es en los dos sentidos, y puedes ser tú el pez chico si aparece uno más grande que tú. No se puede ser tan machote a la hora de "dar", y luego chillar como una maricona a la hora de "tomar". Y lo más gracioso es que dentro del discurso de glorificación del español, y las profecías de su futuro estelar apenas si tienen críticas internas, cuando canta a la legua y se ve que se apoya exclusivamente en la presión demográfica de masas iletradas que buscan ganarse la vida, en un ideal de la Gran Hispania que recuerda sospechosamente a discursos expansionistas de principios del siglo XX en Alemania, y en una santificación de "lo latino", "lo hispano", como necesariamente bueno y superior a otras culturas: somos espontáneos, tenemos sabrosura, hacemos la siesta, tenemos calidad de vida (¿a que me cago en la madre de alguien?), y todas esas macanas. Y no deja de ser curioso que estos mismos sectores, tan orteguianos siempre, sean los que luego no tengan más argumento que la presión de la masa, la fuerza del número, e igualmente llamativo es que los mismos que ven con orgullo la inmigración de esas masas incultas y pobres que buscan su sustento, y que fantasean con que eso conlleve a una recuperación, al menos simbólica, de esa Hispania irredenta que es Florida y California, sean los mismos patriotas constitucionales de derechas de toda la vida que arrugan la nariz como si estuviesen oliendo mierda al pensar en los inmigrantes que siguen llegando a España, y que amenazan nuestra sacra unidad política, religiosa y cultural; los mismos que, me jugaría la vida, cuando mandan a sus hijos a estudiar a los Estados Unidos a aprender inglés los prefieren ver en un bonito barrio wasp antes que cerca de nuestros hermanos hispanos.


Lodares y otros, lo que más jode, es que realmente tienen razón en todo lo que dicen, pero siempre se las apañan para arreglarlo al final y arrimar el ascua a su sardina. Tiene toda la razón Lodares al decir que dentro del bloque anglófono Shakespeare no es más que un bonito símbolo que preside una procesión de intereses, pero se olvida bien de decir que Cervantes (y el muy cenutrio es capaz de llamar a los hispanohablantes "cervantinos", tiene huevos la cosa), no sería más que lo mismo en la fantasía de académicos, miembros del Instituto Cervantes, escritores y e intelectuales que sueñan con un mundo del Mañana-Mañana en el que la Humanidad entera nos mirará asombrada y sentirá un vivo deseo de aprender la lengua en la que se escribió El Quijote. Pero en realidad no es más que codicia, búsqueda de honores y de protagonismo, y escritores fantaseando en ventas millonarias como Stephen King.


Nuevamente, e igual que discutí en el artículo "Pearl Harbor", envidia y afán de substitución, y de reivindicación de lo que seguimos creyendo que debería ser nuestro, y un grave desvarío que fantasea con una historia alternativa en la que nunca perdimos lo que fue nuestro, lo que debe ser nuestro: la supremacía que ahora usurpan otros. Por eso es coherente el discurso de todos estos pájaros, las leyes de la lingüística nos apoyan incluso cuando no nos dan la razón, y a no ser que uno sea adepto a esa secta canta ópera ver el mundo que describen estos señores, una situación en la que siempre tienen la razón, toda acción suya se basa en la generosidad y en seguir el destino inevitable que nos espera, mientras que todo impedimento en conseguir ese destino fantasioso es obra de bárbaros, enemigos tanto internos (los nacionalistas), como externos (el resto del mundo). Y lo peor es que este discurso soterrado, que cada día se siente más seguro y empieza a aflorar, se muestra también en ciertos revisionismos históricos claramente enfocados, y lavados en profundidad de ciertas etapas de nuestra Historia. Pero eso en otro artículo.


En definitiva, lean esto si quieren ver cómo el mismo Lodares dice verdades como puños bien mezcladas con burradas que le valdrían perder el título universitario si lo que dijese fuese contrario a la doctrina del Santo Oficio Histórico:

www.paginadigital.com.ar/articulos/2003/2003prim/literatura/esp4-2pl.asp. Como se puede comprobar, y tal como ya dije, se contradicen que da gusto: proclaman un futuro glorioso, pero reconocen que las bases para asentar ese futuro son más bien inexistentes. Eso sí: no les falta esperanza, ni ilusión. Como a la lechera del cuento. No quiero ser cruel, pero a este paso si tenemos que esperar por una posición económica de los países hispanohablantes que garantice la realización de lo que el español es potencialmente por su importancia geográfica y su peso demográfico, le puede dar tiempo al birmano a ser la nueva lengua dominante, y al español en haberse dispersado en una docena de lenguas por muchas grapas y cinta adhesiva que le pongan los académicos.


Por eso no debemos olvidar lo que realmente busca un discurso en particular, cuando quiere llegar a la población. La Real Academia Española, el Instituto Cervantes y los intelectuales del patriotismo constitucional no dicen mentiras, pero dicen verdades de manera que mucha gente no está capacitada para comprender, o facilitan que se malinterprete lo que oye pues se le ofrece de manera poco clara o ambigua. Y un discurso ambiguo (que no es cierto ni falso, sino todo lo contrario) tiene una clara finalidad: que resalte y cale la parte de él que el oyente está predispuesto a aceptar. No podemos decir que esas instituciones y esos grupos de opinión mientan, pero los dos actúan en sinergia: las primeras exponen la realidad científica y fijan la doctrina, y los segundos la popularizan y la deforman un poco, lo suficiente para que el mensaje se invierta y se produzca el efecto deseado que consiste en obviar lo negativo y sobredimensionar lo positivo. De ahí que luego aparezca gente que piensa, sin recordar muy bien de dónde ha sacado la idea, que en los Estados Unidos se habla ya tanto inglés como español (lo he oído más de una vez y en distintos sitios), que el español es ya casi la primera lengua del mundo (la tercera o cuarta, nenes, y va que chuta, aunque los criterios para calcular eso a veces son de lo más curioso), o que se celebre que el cateto de Almodóvar dijese cuando lo de "¡Peeeeeeedrooooo!" que los americanos ya podían ir teniendo más hijos, que o si no los hispanos los íbamos a sobrepasar en poco tiempo en su propio territorio. No sé cómo, la verdad: o teniendo ochenta hijos por pareja, o dejando casi vacía Sudamérica, porque o si no... Como se ve, si uno desvaría histórica o filológicamente malo será que a uno le llamen la atención, mientras lo que diga no choque con el discurso dominante.


Por cierto: la segunda lengua más hablada es el hindi, con un potencial demográfico acojonante, que la India lleva camino de superar a China como nación más poblada del mundo, y ya ven ustedes lo que pinta el hindi en el mundo.


Ustedes mismos: si se creen las películas que les cuentan, luego no se quejen de lo que les pueda pasar.


Del mismo modo que hay una conciencia histórica, hay una conciencia lingüística, y por regla general ninguna de las dos se suele utilizar para nada bueno. La conciencia lingüística es reconocerse a uno mismo como hablante de una lengua en particular, y tal como se ha hecho con los gallegos, ni se reconocen como lusófonos ni como gallegos.


Tampoco debemos olvidar que, por mucho que las ciencias del lenguaje nos guíen en las definiciones de lengua y dialecto, la conciencia histórica guía a la lingüística y la conforma la mayor parte de las veces. Política y geoestratégicamente los múltiples dialectos del árabe quedan abarcados por una lengua escrita porque así a ellos les conviene de momento, y ya está. Punto pelota. Del mismo modo el gallego no conviene que sea parte del portugués, sino un dialecto fácilmente absorbible por el español, y ya está. Punto pelota. No reconocerlo es pura filfa y limpiar conciencias, tanto por los españoles que no quieren oír hablar de estos temas y miran a otro lado como muchos gallegos que viven del cuento en un sistema cultural subvencionado y de lo que les va cayendo "mientras les dure", y los que vengan detrás y se encuentren un páramo, que se jodan.


Los asuntos lingüísticos, por referirse a un campo tan íntimo de nosotros como personas y como integrantes de un grupo social, son cualquier cosa menos fáciles de abarcar, y muchas de veces de una complejidad tal que es muy difícil emprender un análisis serio e imparcial. Pero no se preocupen: en los periódicos y en muchos otros sitios lo arreglan todo con un par de descalificaciones y poco más, y a casa a divertirse. Precisamente la manipulación de todos estos temas se basa lo mismo que la manipulación histórica: mantener a la gente en la ignorancia y ofrecer poco más que un resumen sesgado y tendencioso, especialmente a través del mismo sistema educativo y los medios de comunicación. La otra opción es leer tochos infumables como éste, que a saber si yo no se la he querido colar a ustedes o no, y si se han fijado porque he sido bueno y no les he mandado deberes para casa y no pongo bibliografía, pero podría haberlo hecho y quedarme tan ancho.


Y por poner otro ejemplo de malentendidos por desconocimiento y cerrilidad extremas, la batalla entre el catalán y el valenciano, que si tú eres mi dialecto y te impongo mis rasgos propios, reacción por el otro lado, nunca, malandrín, somos totalmente diferentes, ahora te voy a explicar mi período de gloria histórica y literaria, ahora hago esto, contraataco por ahí. Y es que no hay dos casos iguales: tenemos lo que es básicamente la misma lengua, hay una intercomprensión fácil, pero no hay claramente un foco de normas establecido y aceptado desde un tiempo histórico, sino dos. Tanto nacionalismo y tanto nacionalismo, pero luego quieren copiar el modelo de lengua a partir del español, con un único foco de normas y luego los demás que se conviertan en dialectos, les guste o no. ¡Joder, copiad del neerlandés, que tiene dos dialectos estandarizados codominantes, y se llevan más o menos bien! ¡Unos lo llaman Hollands, y los otros Vlaams, y hala, holandeses y flamencos tan colegas, cada uno en su casa y Dios en la de todos! Pero no: a ver quién jode más a quién: tú hablas catalán, ciudadano del País Catalán del sur, y me cago en tu puta madre, polaco, que somos una lengua independiente, y fuimos reino que vosotros no pasasteis de condado. Si en el fondo yo creo que a unos y a otros les va la marcha, y lo que les mola es discutir. Lo triste es que Lodares y sus amigos están al lado mirando, y se parten de risa. Hasta el modelo neerlandés no es malo para el gallego, y podría servir de ejemplo para una norma que, sin coincidir plenamente con la del portugués, sea compatible con él.


Pero no sé para qué me esfuerzo: comparar teorías, plantear distintas opciones, buscar el origen de los problemas, tomarse las cosas con una cierta distancia e incluso criticar los propios postulados... ¿A quién le importa esas cosas a estas alturas?


De todos modos me doy por satisfecho si con la lectura de este artículo les han quedado claras dos cosas:


1º El gallego no es más que un dialecto del español.
2º Las portuguesas tienen bigote.

Santiago

 
La Radio Definitiva