Noticias
Análisis
Biblioteca
POLÍTICA 
BOLSA
MASS MEDIA
DEPORTES
CINE
HISTORIA
TEOLOGIA
LITERATURA
CULTURA POPULAR
LA RED
MUSICA
CIENCIA
LIBROS
SEXO

 

Curso Definitivo de Economía Política

4. La globalización y Chiquito de la Calzada

Dos grandes incomprendidos de nuestro tiempo

 

Una de las imágenes más llamativas de las floridas algaradas contra los demonios capitalistas que periódicamente organizan los autotitulados defensores del tercer mundo (de las que la policía y los ciudadanos de las ciudades que han tenido el honor de albergarlas guardarán para siempre un enternecedor recuerdo), es la de los grupos anarquistas reclamando ¡que los gobiernos asuman un mayor control de las personas y las empresas!. Ver a un anarquista exigiendo mayor control estatal, una mayor opacidad de las fronteras a los productos foráneos y protestando porque la humanidad globalizada está adquiriendo más poder de los gobiernos sería como para echarse a reír, si no fuera porque el argumento suele venir acompañado por adoquines de 30x15x20 y 1,5 Kg de peso y en esas condiciones a uno se le quitan las ganas de cachondeo a toda velocidad. Por lo visto, a estos grupúsculos, contagiados por la efervescencia justiciera de sus compañeros de manifa, no les preocupa la escasa coherencia de sus posicionamientos actuales con su tradición doctrinal.

De hecho, no es precisamente la robustez de su armazón analítico lo que distingue a la marea protestona compuesta por especialistas en destrucción de Mc Donald’s, ONG’s ahítas de la nutricia subvención estatal, la sección comunista de la Iglesia Católica y algún pastor de cabras europeo no menos subvencionado —que en aras de una mayor operatividad denominaremos “la vulgata marxisto-solidaria”. En realidad, todos ellos se declaran extraordinariamente preocupados por las desigualdades, los pobres, la explotación infantil, las multinacionales o el calentamiento del globo terráqueo, consecuencias todas ellas atribuidas sin ningún matiz a la puñetera globalización, pero aún no sabemos qué es lo que proponen como alternativa salvo que los gobiernos deben limitar la libertad de mercado. En eso están todos de acuerdo. En realidad, lo que ofende la sensibilidad de la vulgata marxisto-solidaria es que la globalización supone una mayor conexión de los mercados mundiales, y eso es algo intolerable para los que, en última instancia, tienen en su frontal oposición al mercado el principal, si no el único, nexo de unión.

Ajenos al hecho de que después de más de un siglo de batalla en el terreno de las ideas, y sobre todo tras la implosión de las economías de corte socialista, ha quedado demostrado que el mercado es el mejor modo conocido de organizar la economía de forma eficaz para garantizar la prosperidad de los ciudadanos, son incapaces de comprender que esto, que en rigor es una verdad científica plenamente demostrable, es cierto aquí y en todos los sitios, y lo que hace la globalización es precisamente permitir trasplantar aquello que funciona en las economías occidentales al resto de piases que aún no conocen esta forma de organización humana.

“Sí, pero reconozca Usted que el proceso globalizador implica, entre otras cosas, la apertura de fronteras a los productos del tercer mundo, con lo que habrá una gran cantidad de personas que se verán perjudicadas por este tipo de competencia”. Es cierto, pero como se ha demostrado empíricamente, el proceso beneficia a muchísima más gente que la que se puede ver perjudicada de forma puntual, tal y como podemos ver en un simple ejemplo:

Tomemos el caso de la apertura de las fronteras españolas al comercio del cabrito bereber (suponiendo que en el norte de Africa se críe esta especie), de excelente calidad y mucho más barato que el nacional. Los consumidores se beneficiarán de la coexistencia en el mercado de estos dos productos, aunque simultáneamente los criadores españoles verán reducidos sus ingresos ante la competencia del cabrito extranjero. A estos últimos, siguiendo la tradición de Bruselas desde la creación de la PAC, se les compensa económicamente con el fin de que mejoren sus procesos productivos y se hagan más competitivos o directamente cambien de actividad, pero la diferencia entre los muchos que salen ganando (los consumidores en general) y los pocos que pierden (los criadores del cabrito autóctono) es siempre abismal.

Pero lo más molesto del movimiento globofóbico es su empeño en hacer creer que los que estamos a favor de la globalización somos unos jodidos insolidarios, mientras que los que entregan su vida por mantener las limosnas internacionales y las políticas proteccionistas son la reencarnación melenuda de la Madre Teresa de Calcuta con piercing, tatuajes y camisetas del Che. Y eso no. Porque llamarnos egoístas a gente como usted y como yo, que además de bellísimas personas pagamos religiosamente los impuestos que financian las cuchufletas de esta batahola de megaconcienciados y sus viajes de turismo solidario vía ONG’s, me parece, como mínimo, una falta de educación. Y además esto no es más que llevar la moral al terreno intelectual (“como a mí me preocupan mucho los pobres, tengo razón”), táctica profusamente empleada por los movimientos de izquierda que con el asunto del trabajo infantil alcanza cotas inusitadas, como veremos a continuación.

EL TRABAJO INFANTIL

Cualquier simpatizante de la vulgata marxisto-solidaria que se precie, está de acuerdo en prohibir las importaciones y aún promover el boicot a las empresas que contratan niños en sus fábricas del tercer mundo. Y se quedan tan anchos.

Incapaces de un razonamiento que atraviese la epidermis del tópico, ignoran que los niños que son forzados a dejar de trabajar en Nike no van a ir en su lugar a la escuela con su mochilita y el donut, sino que con toda probabilidad serán empleados en otros trabajos peor remunerados o directamente acabarán en la prostitución infantil. En último análisis, el trabajo infantil es un problema económico y cuando el hambre es el primer problema, los padres no pueden permitirse el lujo de enviar a los niños al colegio, sino a tratar de ganar algo con lo que remediar la miseria familiar. La educación sale rentable a largo plazo, pero la gente que pasa hambre a diario no puede esperar.

La solución, por tanto, hay que encontrarla en el terreno económico: hacer que a los padres de los niños del tercer mundo les resulte más rentable enviar a los niños al colegio que a trabajar. En este contexto, Brasil inició un programa de escolarización mediante el cual pagaba a los padres un pequeño salario por cada niño que enviaban a la escuela (no podían faltar más de un 10% de horas lectivas y además tenían que aprobar), cuyo ejemplo se está siguiendo también en otras zonas deprimidas del planeta. Esto, obviamente, es solamente una solución a corto plazo, pues para acabar definitivamente con el trabajo infantil el único camino viable es el crecimiento económico (nuestros abuelos saben de esto más que nosotros, puesto que empezaron a trabajar desde muy niños, precisamente para que sus nietos no tengan que hacerlo).

Pero en todo caso, si algo es seguro es que la prosperidad económica que acabe con esa lacra no va a llegar entregando dinero a fondo perdido a las mafias políticas de los países del tercer mundo, que como alguien dijo, “es la mejor manera de transferir el dinero de los pobres del primer mundo a los ricos del tercero”, sino haciendo que la globalización llegue efectivamente a esos lugares donde actualmente “ni está ni se le espera”.

Y con este breve pero intenso apunte acabamos nuestro pequeño cursillo de emergencia para convertirse en un puto neoliberal; una obra llamada a revolucionar las conciencias de la alegre muchachada de las manifas globofóbicas y demás cuchufletas marxistoides. Pero aunque la grandeza de nuestra psique justificaría sobradamente un ejercicio intelectual de esta envergadura, no sería justo dejar de mencionar a aquellos autores que han enriquecido nuestro conocimiento en materia económica y que han inspirado estas magníficas páginas a mayor gloria del capitalismo imperialista, lo que haremos en un inminente epílogo dedicado al material bibliográfico indispensable para todo neoliberal.


De paso les proporcionamos a todos Ustedes un breve vademecum de lecturas relacionadas con la ciencia económica, con las que enriquecer las horas nocturnas que transcurren desde la cena familiar hasta el inicio de Crónicas Marcianas. Porque, como dijo El Guerra (el torero), “hay gente pa tó”.

Pablo