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Hoy es uno de esos días en la Universitat de València (y supongo, de hecho, que en otras muchas). O sea, uno de esos días lectivos en los que no hay apenas profesores, apenas alumnos, apenas movimiento… porque en la práctica no hay apenas clases. Ya se sabe, los puentes provocan este efecto. Es «lo normal».
Pero que sea lo normal no quita para que sea lamentable. La imagen es pésima. El ejemplo y lo que del mismo se transmite a los alumnos (porque como dicen los adalides de Bolonia, aquí estamos sobre todo para enseñar actitudes y valores), peores todavía. Y lo más increíble es que esta situación se repite de año en año sin que haya manera de cambiarla. Ni la crisis genera mayor compromiso y responsabilidad. Ni las subidas de tasas. Nada de nada. Un puente es un puente. Y parece casi sagrado.
Es cierto que para un profesor dar clase hoy es difícil. Los alumnos, en primer lugar, tienen una natural y comprensible tendencia a desear tener el menor número de clases posible (supongo que esta tendencia y el jolgorio subsiguiente a que te cancelen una clase debe de tener cierto límite y que cuando empiezas a perder muchas clases por las que has pagado un buen dinero y que son presumiblemente útiles para tu formación y superar los exámenes que te conducen al título pues te enfadas, pero lo cierto es que esta premisa parte de que, en efecto, las clases sean útiles tanto para una cosa como para la otra, lo que quizás esté lejos de ser el caso demasiadas veces). De manera que es «antipático» ser el profesor que da su clase en día de puente. Y nadie quiere ser antipático en estos tiempos que corren, no sea que cuando llegue el ERE en la Universidad se tenga en cuenta, junto con quién era un docente de más éxito (medido, por supuesto, en número de aprobados), quién es más majete. Además, ya se encargan los estudiantes de decirte que nadie más va a dar clase, que los otros profesores han dicho que suspenden las clases correspondientes a su materia y que no van a tener que venir desde no sé dónde sólo para tu asignatura. Sea esto de que hay muchos docentes que toman la iniciativa de cancelar clases cierto o no (personalmente siempre he tenido la sensación de que los alumnos, como haría cualquiera de nosotros en estos casos, exageran respecto de la cantidad de clases que les suspenden de oficio los profesores) el resultado es que, si das clase, tienes alumnos, es verdad, pero también menos asistencia de la habitual. Lo cual añade un elemento de complejidad adicional a la gestión por parte del profesor de la decisión de dar clase. ¿Qué hago con la materia explicada a siete alumnos? ¿La repito resumida otro día? ¿Paso de todo, sigo con el programa y ya se apañarán los estudiantes con los manuales? Todas estas cuestiones se solucionan mucho más fácilmente si, sencillamente, se anula la clase y ya está.
En el fondo, solucionar este tema de forma razonable no debiera ser tan difícil. La Universitat debería programar el calendario académico teniendo en cuenta festivos y puentes, compensando con clases en otras semanas las clases que se habrían tenido que dar en otros días. De este modo, si a lo largo del curso un profesor ha de impartir 90 horas en un curso de Derecho Administrativo de los Puentes y de la Gestión de los Días Festivos, el calendario debería garantizar que haya 90 horas repartidas en suficientes semanas para que ni puentes ni festivos lo dejen en 80. Por muchas razones, que empiezan en que si el curso está diseñado para durar 90 horas, pues por alguna razón será, digo yo (vamos, que se presume que esas horas son las necesarias para dar esa materia) y que acaban en que los estudiantes tienen derecho a recibir 90 horas lectivas (y pagan, cada vez más, por ese número de horas, que ya se reducirán por su cuenta y riesgo -al menos mientras la salvajada boloñesa de la asistencia obligatoria no se generalice del todo- caso de que estén hartos del profesor, de la materia o de la vida universitaria demasiado apegada a silla y pupitre). Parece sencillo, ¿verdad?
Sorprendentemente, sin embargo, esta solución no se pone en prácticas por varios motivos. El primero, como es obvio, es el que todos tenemos en mente. A una gran mayoría de profesores y estudiantes tampoco les va del todo mal esto de que los puentes acarreen pérdidas de clases. Es más, yo soy el primero en confesar sin ambages que puestos a que me paguen una cantidad de dinero por tener un número determinado de obligaciones o que me paguen lo mismo pero con menos deberes, apuesto decididamente por lo segundo. Ahora bien, institucionalmente, al margen de lo que nos venga a todos mejor, habría que asumir que se tiene una responsabilidad. Y más o menos todos los tenemos claro. Por lo que estoy casi por asegurar que si no existiera otra dificultad habría un cierto consenso para solucionar el problema en los términos señalados. Pero, por surrealista que parezca, hay otra cuestión que impide hacer este movimiento: la imagen pública de la Universidad y sus profesores, que paradójicamente queda menos dañada con la situación actual (donde oficialmente no hay puente pero las clases no se dan) que si se tomara la muy razonable medida de hacer puente oficialmente y garantizar que las clases se dan. Imaginen el escándalo: ¡la Universidad se va de puente con la que está cayendo!
En realidad, la Universidad no estaría de puente. Estos días son laborables e innumerables actividades seguirían desarrollándose: tutorías, gestión, investigación… como ocurre durante muchos otros días y semanas del año. Simplemente, no serían días lectivos. Pero socialmente esto, al parecer, es imposible de explicar. De modo que así seguimos, en «uno de esos días» de los que tantos tenemos. En gran parte porque un reconocimiento sincero de que en días como hoy no es razonable dar clase y que sería mejor que estos días no fueran lectivos aunque el año académico, a cambio, tuviera que empezar una semana antes y acabar una semana después, al parecer, es mucho más escandaloso socialmente y mucho más difícil de asumir para la imagen pública de la Universidad que tratar de explicar lo mejor sería que las clases se dieran cuando es razonable darlas, que se dieran todas y que las obligaciones de profesores (y correlativos derechos de los alumnos) se respetaran escrupulosamente. Y así seguimos. Este es el país que, para bien o para mal (personalmente creo que para mal en casi todos los casos) tenemos.
14 comentarios en Uno de esos días…
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Es curioso, porque en Francia, que también hay mucho puente, se programa el número de horas de una asignatura y si por los festivos no se cumple ese número de horas, se programan clases de recuperación en cualquier otro momento (aunque la presencia no suele ser obligatoria)
Comentario escrito por craselrau — 02 de noviembre de 2012 a las 10:30 am
Vamos, craseirau, lo normal en cualquier país civilizado.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 02 de noviembre de 2012 a las 10:32 am
Muy de acuerdo en todo, menos en una cosa. Eso de que piensas que cuando los alumnos decimos que otros profes han suspendido las clases debe de ser una exageración, que supongo que dices más porque quieres creer que es así que porquelo pienses de verdad. Porque ya tendido yo que no hace ninguna falta que los alumnos presionemos. Los profesores suelen tomar la iniciativa sin ningún pudor.
Comentario escrito por Universitari — 02 de noviembre de 2012 a las 10:35 am
«la salvajada boloñesa de la asistencia obligatoria…»
Yo es que «flipo» con Bolonia. Lo de la «asistencia obligatoria a las clases» me parece una de las mayores atrocidades (por no decir «cafradas») que se pueden cometer a nivel universitario.
Los próceres que pergeñaron tal medida, tal vez, no tuvieron (la desgracia) de tener que compaginar estudios y trabajo, por los motivos que fueren. Y por ello, tal vez no entiendan que la Universidad debe en este sentido adaptarse al alumnado.
Por supuesto que asistir a las clases es «muncho» mejor, pero si de lo que se trata es de educar a «hombres libres y responsables» lo menos que podemos hacer es tratarlos como críos de instituto.
¿Qué puedes venir? Bien. ¿Qué no? Aquí tienes bibliografía, tutorias y material de apoyo. Y para la que quieras mi e-mail y mi despacho. ¿Tan dificil es?
Yo agradezco haber estudiado con un plan en el que la asistencia no era obligatoria. En serio. Incluso dada la calidad docente de algunos profesores, todavía mas. Una hora dedicada a la lectura de un libro de referencia en tu casa vale mil millones más que un pufo de clase.
Y en cuanto al tema «puentes», abogo por el cambio del festivo al viernes o lunes más cercano y a correr.
Comentario escrito por Garganta Profunda — 02 de noviembre de 2012 a las 10:41 am
Lo de la asistencia obligatoria es cada vez más popular entre los profesores. Por lo visto vivimos más tranquilos pensando que el que vengan a clase porque están obligados es una prueba de lo necesarios que somos y de lo bien que lo hacemos.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 02 de noviembre de 2012 a las 11:39 am
Un servidor de ustedes estudia en la UNED, donde lo de la asistencia no nos afecta. Para según qué grados, es la mejor solución para compatibilizar estudios y trabajo.
Comentario escrito por Borratxo i fí. — 02 de noviembre de 2012 a las 12:07 pm
Por supuesto que sois necesarios…pero no para soltar el mismo «rollete» año tras año.
A mi me hacia mucha gracia cuando venía un profesor a clase, leía (si, leía) sus apuntes en clase y luego todo ufano decía algo así como «mis apuntes están en reprografía» (lo hago por vosotros, que bueno soy).
Acto seguido, servidor de usted, se iba a reprografía (la fotocopiadora de la Universidad para los iletrados), compraba todos los apuntes del año y decidía no aparecer por clase hasta el examen de Junio.
Para que me dicten, me quedo en mi casa. Usted ya me entiende…
Comentario escrito por Garganta Profunda — 02 de noviembre de 2012 a las 12:48 pm
Lo entiendo perfectamente. A mi juicio, es una de las cosas fantásticas de que la asistencia en la Univerasidad no sea obligatoria. Que permite al estudiante juzgar por sí mismo lo que le sirve y lo que no. Y obrar en consecuencia.
La UNED, en efecto, es la solución para quien no puede compatibilizar trabajo y asistencia a clase. Por eso yo lo de la asistencia obligatoria no lo veo tanto un problema respecto de este tipo de estudiantes sino, más bien, como el respecto al exquisito «derecho humano» de poder mandar a la mierda al profesor que te hace perder miserablemente el tiempo.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 02 de noviembre de 2012 a las 12:52 pm
Pero de donde salen ustedes !!!
Andan como dinosaurios hablando de Bolonia, UNED y puentes mientras tiene encima una revolución educativa de dimensiones increíbles. Esta discusión suena tan desfasada.
Comentario escrito por David — 02 de noviembre de 2012 a las 2:45 pm
Jajajaja, David, no te falta razón. Pero a veces lo micro también importa.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 02 de noviembre de 2012 a las 4:11 pm
Ojo cuidao. Lo de las asistencias ya lo controlaban algunos profesores antes de Bolonia, cuando yo estudiaba la carrera. Al parecer les fastidiaba que a su clase no fuera ni el tato porque era un coñazo de no te menees y claro, luego se vengaban en forma de exámen o revisión mortal. Ahora supongo que estarán más tranquilos. Con Bolonia ya no queda tan abrumadoramente patente que son unos paquetes dando clase.
Comentario escrito por Ruboslav — 02 de noviembre de 2012 a las 10:13 pm
Andrñés,
En la universidad de Oviedo cuando yo era representatnte esas cosas ya se planteaban en clases pre-bolonia. Por ejemplo, las fiestas universitarias y locales en fin de semana no iban todas al viernes, sino salteadas al viernes y lunes, para compensar. Hoy en día, con la informática que hay, se puede hacer en dos patadas.
Saludos
Comentario escrito por Quevedin — 02 de noviembre de 2012 a las 10:59 pm
Yo doy clase cuando es lectivo, punto. No es tan difícil, de verdad. Y un falso puente es un día como otro cualquiera, nada de repetir o resumir al día siguiente.
Respecto a la asistencia obligatoria (o incentivada mediante un itinerario de evaluación más asequible), estaría en contra en un contexto de estudiantes adultos. Pero algún caso he vivido, en primero, en el que la libertad absoluta condujo al desastre y una estrategia boloñesa, sólo a un moderado fracaso. Qué triste.
Comentario escrito por Federico Prat — 03 de noviembre de 2012 a las 12:10 am
Vaya, vaya. Tengo que confesar que soy un alumno de cierta Facultad de Derecho de un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme. De 70 hoy hemos pringado 8 alumnos en clase y por supuesto de mala gana, pero nunca había visto todo ésto que comentas desde ésta perspectiva. Supongo que todos estamos tan criados en ésta cultura tan mediterránea del desfase y la mala planificación que a veces nos cuesta entender éstas cosas.
Comentario escrito por Señor Lobo — 03 de noviembre de 2012 a las 1:58 am