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Cuando hablábamos no hace mucho de la orgía de Decretos-ley en que estamos inmersos ya dije que los contenidos de uno de ellos, el RDL 14/2012, que introduce reformas en nuestros sistema educativo, me interesaban especialmente. Por motivos obvios, dado que me dedico a lo que me dedico. Pero creo que este interés y esta preocupación son comunes a cualquier persona mínimamente concernida por cómo va el país y por su futuro.
La educación debiera formar parte de cualquier palanca de cambio, reforma y mejora que un Gobierno responsable, y más en una situación de crisis como la que vivimos, utilizaría quizás no para tratar de salir cuanto antes del marasmo pero sí, como es obvio, para sentar las bases para que esa salida tenga futuro y se consolide. La educación, como explicaba ayer mismo en una columna publicada en el diario El País en su edición de la Comunitat Valenciana, ha de formar parte de esas reformas estructurales de las que tanto nos hablan y que yo, la verdad, no veo por ninguna parte. Sorprendentemente, al menos por el momento, en materia educativa sólo detecto recortes y más recortes. Y nada más.
REFORMAS ESTRUCTURALES (I)
ANDRÉS BOIX
A estas alturas nos sabemos ya la música. Hay que recortar, liquidar excesos que “no nos podemos permitir”. Y a la vez urge poner en marcha al país por medio de importantes reformas estructurales que nos hagan ser competitivos de nuevo y liberen las energías hasta ahora malgastadas, encauzándolas hacia la creación de riqueza.
La letra, sin embargo, se presenta más complicada de asimilar. Porque por lo visto los excesos, según vamos descubriendo, lo son especialmente en materia de educación y sanidad públicas. Ya se sabe, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. No somos tan ricos como otros y en consecuencia hemos de adaptar a esa realidad nuestra sanidad y educación. Los gastos en infraestructuras absurdas, en comprar fragatas y aviones de guerra de última generación o en recuperar esa tradicional ofrenda floral y fiscal al Dios del ladrillo que es la desgravación por vivienda habitual, en cambio, son consustanciales a nuestras posibilidades y nuestra posición en el mundo. Por lo visto.
Si los detalles en los recortes revelan la cosmovisión de las elites que nos gobiernan, atender a la concreción de las “reformas estructurales” planteadas, esas que se nos reitera una y otra vez que son tan necesarias, lo dice todo sobre este país y las prioridades del puente de mando. Porque, más allá de la enésima reforma laboral que pretende acabar con el paro precarizando (una medicina aplicada varias veces en los últimos 30 años, siempre con los mismos resultados), nada se ha hecho al respecto. Ni se está haciendo. ¿O acaso ven a nuestros gobiernos, tanto el español como el valenciano, muy dedicados a esta labor “estructural”?
Ambas realidades impresentables, recortes de excesos cuestionables y reformas estructurales inexistentes, confluyen señaladamente en la enseñanza. Para sacar al país de la situación en que estamos, según la receta que se nos está aplicando, la educación pública no es parte del remedio, elemento esencial de esas estructuras que han de ser mejoradas, sino lastre y exceso que hay que liquidar. Por lo visto, según el credo de los peculiares responsables en materia educativa que tenemos, la manera de mejorar el sistema es detraerle recursos para así lograr una sana competencia (o algo parecido). No es tan importante en qué condiciones se enseña como que la gente sienta el aguijón de la necesidad. Una visión peculiar, ciertamente, porque si de esos parámetros dependiera lograr grandes resultados España, a la luz de su secular desapego a meter dinero en la enseñanza pública, hace años que estaría dando lecciones al mundo. La realidad es más bien la contraria.
La ventaja de partir de tan bajo, eso sí, es que es muy fácil mejorar y saber qué hay que hacer: copiar a los que mejor lo hacen, que en esto son casi todos en Europa. La receta para esta “reforma estructural” es muy sencilla. Nada mejora tanto a la Universidad como que se meta más dinero en… la enseñanza secundaria. Y nada mejora tanto la calidad de la secundaria como hacer una inversión generosa en… enseñanza primaria. Aquí, en cambio, nos empeñamos en detraer recursos cuando ya invertimos mucho menos que la media europea. Y lo hacemos justamente en mayor medida en primaria y secundaria.
Mañana hay convocada huelga en todo el sistema educativo. Sobran las razones para secundarla.
Andrés Boix Palop es Profesor de Derecho Administrativo en la Universitat de València-Estudi General de València
Quienes leen este bloc saben que no me parece, ni mucho menos, que todo funcione bien en la Universidad española. Es más, no hace tanto estuvimos hablando (caramba que si hablamos, ¡más de 100 comentarios veo que tuvo el desahogo!) por aquí sobre el sorprendente fenómeno de que la crisis, aparentemente, y tras 5 años, siguiera sin llegar a las Universidades españolas, para quienes parecía que ni recortes ni contención eran parte de su mundo cognoscible. De verdadera «burbuja universitaria» definí en su momento ese autismo respecto de la realidad que nos rodeaba en que andábamos instalados. Así pues no pasa nada por reiterarlo: creo, sinceramente, que en la Universidad podríamos recortar. Incluso entiendo que sería bueno que, en ciertas cosas, lo hiciéramos y nos planteáramos qué estamos haciendo y si en verdad es necesario (por ejemplo, en materia de fastos festivo-académicos). Pero una política de reforma universitaria no puede consistir únicamente en meter la tijera, sino que debiera aspirar a cambiar muchas cosas. A reformar la estructura y mejorarla. Para lo que las cuestiones claves no son el dinero y los recursos (tenemos suficiente, no pasaría nada por tener un poco menos, fantástico si tuviéramos más pero en todo caso hay que gastarlo mejor), ni mucho menos.
Sin embargo, esto que puede ser verdad para la Universidad dista de ser extensible a la educación infantil, primaria y secundaria española (así como a la formación profesional, donde por cierto se empieza a introducir ya en sus ciclos superiores la idea de que no tiene que ser gratuita). España no gasta mucho en educación, sino más bien lo contrario. Nuestro exiguo 5% de PIB dedicado a estos menesteres está muy por debajo de lo que es lo común en el resto de países europeos con los que nos queremos comparar y con los que aspiramos a codearnos. Un dato a tener en cuenta porque si se trata de competir en un mundo globalizado esta cifra dice casi todo. Si inviertes un 4% en educación acabarás compitiendo con los países que meten más o menos ese mismo dinero en formar a sus ciudadanos y seremos, sencillamente, más norte de África (con las actividades productivas propias de ese entorno y un nivel de vida a medio y largo plazo comparable, el nuestro bajando, el suyo subiendo hasta converger) que Europa. Pretender rebajar más aún nuestro presupuesto educativo, partiendo de donde partimos, es ir hacia un decidido suicidio como país y como sociedad. España no es un país que gaste menos que sus socios europeos (siempre midiendo en porcentaje de PIB) en otras materias (por ejemplo, en promoción cultural estatal, defensa, exteriores, policía…). Resulta extraordinariamente llamativo, por ello, que en educación no solo ésta sea la realidad sino que, además, se pretenda, si cabe, dedicar todavía menos recursos al tema. No es un tema de crisis. Es un tema de prioridades. Y a la vista está, números en mano, cuáles son las nuestras. Desgraciadamente.
Como sociedad hemos de plantarnos y exigir una reforma estructural de nuestro sistema educativo. Que incremente la exigencia y la preparación, por supuesto. Pero para hacerlo, en primer lugar, ha de contar con recursos. Estos recursos, como es sabido, son tanto más importantes en los estadios iniciales de escolarización y, además, sus efectos sociales y externalidades positivas se multiplican cuanto más quede garantizada su distribución en todos los niveles y capas sociales. Los costes de oportunidad que supone dejar de invertir en educación para construir autovías o AVEs son inmensos. Enorme la pérdidas de talento, creatividad y posible fuerza productiva que lastrará definitivamente a un país que desatienda una educación que garantice que todo la capacidad disponible entre sus niños pueda florecer con independencia de sus condiciones sociales y económicas.
Para mejorar la situación de cualquier sociedad, y hacerlo además enormemente (aunque sus efectos tarden 15 ó 20 años en notarse) la receta es muy sencilla: garantizar que el sistema educativo público va a tener una gran calidad en la escolarización obligatoria y que además va a llegar a todos los niños del país, con independencia de su origen. Hay muchos países que lo han hecho y los ejemplos de éxito son numerosos. Si en ciencias sociales hay pocas cosas que se acercan a poder ser demostradas con un mínimo de exigencia empírica, ésta sería una de ellas. En todo contexto histórico y temporal, la ecuación es unívoca y muy simple: más dinero y esfuerzos dedicados a formar, sociedad que acaba. E incluso el modo de empleo de ese dinero es más o menos sencillo de identificar a la vista de los numerosos ejemplos que tenemos alrededor. ¡Con lo fácil que es copiar cuando tienes un modelo claro de éxito! Hagámoslo, caramba.
Obviamente, de lo dicho se deduce con bastante claridad qué es lo que habría que hacer para plantear una «reforma estructural» de la educación:
– Inyectar más dinero (y no menos) en primaria y secundaria, para mejorar instalaciones (es obvio que no es lo mismo aprender química con buenos laboratorios que en clases sin pipetas) y para permitir a los profesores dar menos horas de clase y, en consecuencia, darlas mucho mejor (no sólo los profesores, sino también cualquier persona sensata entiende perfectamente que dar 20 horas de clase a la semana es perfectamente posible pero a costa de poner el «piloto automático» y prepararlas más bien poco, mientras que reducir esas horas a 14-15 supone un incremento de calidad notable… un efecto que se da incluso para el profesor más manta, vago e impresentable que podamos imaginar y aunque él no haga nada por provocarlo) a un número de alumnos que es mejor que sea una veintena, para favorecer una atención más cuidada (y poder dedicar más tiempo, por ejemplo, a los que más lo necesiten);
– Garantizar que estas condiciones se pueden ofrecer de forma homogénea en todo el territorio y con independencia de situaciones sociales y económicas, lo que obliga a resolver, al menos en la España actual, dos graves problemas. En primer lugar la financiación autonómica, que ha de solventar los actuales desequilibrios en la financiación, que provoca que unas y otras Comunidades Autónomas reciban en España cantidades muy diferentes de dinero para prestar el mismo servicio. Al menos tendencialmente, todos los niños de España tendrían que tener derecho a que el dinero que invertimos entre todos en su educación sea más o menos el mismo. En segundo lugar, el distorsionador efecto que provoca la escuela concertada, que drena recursos públicos (y permite ampliar el servicio educativo público a bajo coste, sí, eso ya lo sabemos) a costa de incrementar enormemente las desigualdades gracias a todo tipo de exenciones, trampitas y efectos de casta que acaban condicionando el acceso a unos centros u otros y generando dinámicas de teoría de juegos donde la propia selección de los alumnos y la exclusión de otros hace que las condiciones de trabajo en unos centros sean muy buenas, lo que acaba provocando profecías autocumplidas sobre la calidad de la escuela pública y la privada. Dado que es absolutamente inconcebible que en este país nuestro eso pueda arreglarse algún día de forma sensata (por ejemplo, poniéndose los gobiernos que financian serios de verdad con los coles concertados), y al margen de consideraciones de otro tipo (en mi caso políticas y hasta éticas sobre cómo ha de ser y organizarse la labor educativa pública), se impone una decisión puramente pragmática: aunque cueste más dinero hay que eliminar los conciertos y aprovechar parte de los nuevos recursos que tenemos que poner en el sistema educativo en que sea el Estado el que garantice un nivel homogéneo en su educación pública. Acabando con los guettos. Porque no se puede consentir que cada vez más colegios públicos acaben convertidos en aparcamientos de niños problemáticos o que, por ciertas condiciones ajenas a ellos, parte de una peor situación de partida a los que se concentra y a los que se deja a la buena de Dios, a cargo de profesores que han de hacer ímprobos esfuerzos para sacar adelante esas clases en las peores circunstancias. Y a fe que lo hacen, casi siempre, como unos titanes. Sin que la sociedad les reconozca apenas el mérito, porque juzgan los resultados en términos absolutos (y éstos no son demasiado buenos) sin tener en cuenta de qué estamos hablando y poniendo todas las circunstancias en juego.
– Una vez logrados estos dos objetivos, la «reforma estructural» de la educación puede, a continuación, empezar a «exigir» más a los profesores. Por ejemplo, estableciendo incentivos sólo para aquellos que logren excelentes resultados (para lo que habría previamente que evaluar la materia prima con la que cada uno está trabajando) y su influencia en la mejora de sus alumnos. Estableciendo pruebas de nivel por las que deberían pasar los niños cada equis años. Y, por cierto, recuperando para la enseñanza pública la capacidad de dar los títulos que incluso durante el franquismo retuvo siempre, sin permitir a la Iglesia Católica ejercer delegadamente estas funciones públicas. Que los niños que vayan a un colegio privado (no concertado, que debieran desaparecer) al final tengan que pasar una prueba de nivel como antaño no haría mal a nadie. Empezando por la propia escuela privada, que tendría una ocasión inmejorable para demostrar en esas pruebas su excelencia y publicitar sus virtudes. Y a ver si así empezábamos, en materia de enseñanza privada, a desmontar ciertos chiringuitos y separar el grano de la paja, que de todo hay.
Las consecuencias de aplicar un programa de estas características a la educación primaria serían enormemente positivas. Y por ahí habría que empezar. Simplemente con ello el nivel de la secundaria subiría por sí solo. Como cualquier profesor puede atestiguar, el elemento más importante para determinar el éxito de un chico en secundaria es cómo viene de primaria. Por lo demás, y como es obvio, si además seguimos introduciendo medidas similares en esta etapa de enseñanza secundaria y en la posobligatoria los resultados positivos se multiplicarían. Sólo con eso ya no haría ni falta meter dinero en la Universidad. La propia mejora del alumnado, sin tocar nada más, supondría un salto enorme de calidad para nuestro sistema de enseñanza superior.
Obviamente, todo esto cuesta dinero. Y esfuerzos. Pero el Estado y la sociedad, los ciudadanos, estamos muy legitimados para exigir ese trabajo y dedicación adicional a los profesores si previamente nos lo hemos «currado» y hemos inyectado fondos y confianza. De hecho, cualquier profesor motivado rinde más. Pero es evidente que «motivar» no significa poner palos en las ruedas, amenazar con despidos, recortar y dificultar el trabajo confiando en que, en medio de penurias, espabilaremos. Cuando el Estado, o el jefe, o tus padres, te acojonan y amenazan con sustituirte o prescindir de ti, en efecto, se puede lograr una cierta mejora en la «productividad». Pero ésta no deja de ser la estrictamente necesaria para cubrir el expediente. Y si se puede, en justa correspondencia al trato, se tenderá a «hacer como que» o, simplemente, a cubrir el expediente. Una verdadera mejora de la eficiencia pasa por motivar y exigir al profesorado. Pero la vía para ello no es precarizar. Lo que hay que hacer, al revés, es apoyar. Y luego, exigir.
En el fondo nada refleja mejor la realidad de un país que ver a los niños yendo al cole. En Francia, en Alemania, en Italia, en el Reino Unido, en Bélgica, en Holanda, en Finlandia… pasear por las calles de cualquier ciudad por la mañana es ver a niños camino del colegio, mayoritariamente a pie hasta centros cercanos a sus casas, casi todos públicos. Los niños y los padres se mezclan. Hay normalidad. Esta imagen tan normal es un profundo éxito de un país. En España esta estampa la podemos observar, también, muchas mañanas, en un número enorme de centros públicos. Afortunadamente. Pero esos coles tienen en las ventanas, en lugar de dibujos y murales, pancartas quejándose por recortes de todo tipo. Y tenemos demasiados centros donde los niños van en coche, desde otros barrios (síntoma de anormalidad) a centros concertados que atraen demanda pudiente llegada desde donde sea menester. Esa otra imagen es una anomalía y, más allá de la estética, acaba teniendo consecuencias muy profundas y negativas para el país.
La educación en España necesita una reforma estructural, no recortes. Esa reforma estructural ha de quedar orientada a algo tan fácil como lograr que España pase a ser un país europeo normal, con una educación pública que aspire a ser como la de los demás. En financiación y en hegemonía de lo público. En exigencia y en ratios de alumnos. Y también en esa imagen de cada mañana de los niños yendo al cole por la calle que simboliza como ninguna que un país va bien.
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Como decía al principio, los problemas de la educación obligatoria y de la educación superior en España son muy distintos. Y si en el primer caso los recortes se me antojan una salvajada en el segundo no es que sean plato de gusto, pero si no hay más remedio, y preservando la primaria y secundaria, podrían asumirse… siempre y cuando vayan acompañados de una reforma, de nuevo estructural, del modelo, que entienda de verdad lo que necesita la Universidad (y la FP) en España. Pero de eso, si os parece, hablamos otro día. Porque no hay, de momento, tampoco, buenas perspectivas.
21 comentarios en Recortes y reformas en educación (primaria y secundaria)
Comentarios cerrados para esta entrada.
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El recorte en la universidad probablemente se ha hecho mal. Es, en todo caso, mucho menos duro que en primaria y en secundario. Ahora bien, todos los rectores sabían que debían subirse las tasas, especialmente a los repetidores; pero no se atrevieron. También sabían que convenía distinguir una carrera del profesor docente y del investigador; pero no lo hicieron. Y saben que debe ponerse coto al caos que ha traído consigo los planes de bolonia, con más de 2600 títulos (grados); pero no se atreven. Este pésimo uso (o desuso) de la autonomía universitaria da lugar a que luego nos reformen y no nos guste.
Comentario escrito por settembrini — 22 de mayo de 2012 a las 5:27 pm
Settembrini, creo que tienes razón. O no. No lo sé. Pero vamos, que comparto la mayor parte de lo que dices. Había que subir las tasas, especialmente a los repetidores (alguien en tercera matrícula ha tenido cuatro convocatorias para aprobar) y además, ya puestos, aprobar y aplicar normas serias de permanencia. Y no se hizo porque todas las Universidades tenían fuertes incentivos para obrar en dirección contraria. Personalmente, en cambio, y dado cómo es el sistema español de becas (un desastre que ni garantiza la beca a quien más la necesita ni las gradúa adecuadamente según resultados) no soy muy partidario de subir las primeras matrículas. Aunque es este último un tema donde cabe mucha discusión.
El descontrol con la oferta no tiene nombre. Aunque a mi juicio el principal responsable es el Gobierno que hizo dejación de su responsabilidad al permitir, con la surrealista excusa boloñesa, que no hubiera catálogo de titulaciones ni planes de estudio mínimamente comunes. Y luego, por supuesto, al haber aprobado todo título qe presentara cualquier Universidad. En un entorno regulatorio así de delirante los incentivos, de nuevo, eran los que eran y las Universidades han hecho lo que el marco regulador acababa empujando a hacer. Con el peculiar resultado que Bolonia, reforma que había de favorecer la movilidad en Europa al aproximar sistemas y contenidos, en la práctica ha hecho que ahora sea difícil, incluso, moverse en España dado que cada Universidad tiene grados propios y los contenidos de los comunes pueden variar enormemente.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 22 de mayo de 2012 a las 5:34 pm
Creo que en el caso de los recortes educativos no vale aplicar el principio de Hanlon: «Never attribute to malice that which is adequately explained by stupidity»
Creo que tras las reformas de la cosa educativa, que no son nuevas, hay una deliberada apuesta ideológica. Contra la educación como ascensor social y elemento de integración. Esta apuesta, para los que creemos en la enseñanza pública es ‘maliciosa’, tóxica y nociva. Como escribe hoy mi paisano Trasobares en un magnífico artículo en EPA (http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/el-independiente_758929.html). Es la ideología que hay detrás de los cheques escolares, de la apuesta decidida por los conciertos con escuelas religiosas, de la transferencia de recursos a chiringuitos como la vergonzante Universidad Católica de Valencia, de la crítica que apunta a los profesores como perezosos incompetentes, a los alumnos como asociales y a los padres como irresponsables.
Podemos entrar a discutir si con la educación entre unos y otros la mataron y ella sola agoniza. Los unos con la murga de la educación antiautoritaria, los otros con la de la ‘transmisión de valores cristianos’ y competencias básicas para las necesidades del mercado. El caso es que lo que no entienden nuestras élites es la importancia del conocimiento para afrontar el futuro, de una población educada, con pensamiento crítico, con habilidades y capacidades, pero también aprovechando el talento de todos los sectores sociales.
Muy de acuerdo estoy con el Prof. Boix en la imagen que da un país u otro con sus niños yendo a la escuela. Certifico el respeto y la envidia que da ver a los niños caminando solos con sus mochilas de colorines y reflectantes hacia la escuela del barrio, donde se mezclan clases sociales y colores de piel, los alumnos de los institutos de enseñanzas medias que responden en correcto inglés como segundo idioma, y los estudiantes de universidad con un grado de madurez distinto al que uno puede apreciar en los primeros cursos de nuestras universidades, sobre todo en algunas titulaciones con poco ‘filtro de entrada’.
Recuerdo con envidia las intervenciones de políticos de derechas o izquierdas en los debates electorales en Alemania (pude ver el de las últimas elecciones al estado de Renania del Norte-Westfalia) siempre con el mismo discurso: en Europa, puesto que carecemos de recursos naturales u otros privilegios, nuestro mayor capital es el talento de nuestros ciudadanos, y por ello todo lo que se haga por su instrucción, por educarlos, será poco. La máxima prioridad para garantizar el futuro de un país, su viabilidad, es una política educativa que apueste por la calidad para todos, combinada también con una política demográfica inteligente, por cierto.
Comentario escrito por Baturrico — 22 de mayo de 2012 a las 10:06 pm
[…] Andrés Boix Palop, en su blog […]
Pingback escrito por » El blog del aburrido — 22 de mayo de 2012 a las 10:07 pm
Si nos ponemos cínicos y negativos, creo que la apuesta de nuestros gobernantes es tener súbditos capaces de poner ladrillos o cafés, pero nada más. Ese es nuestro modelo económico y productivo. El de un país con la agenda dominada por los intereses de la hostelería y de las constructoras y promotoras, con una economía sumergida notable. Para ello hace falta una población acrítica, infantil e invertebrada, que sea presa fácil para los grupos de presión. Para las élites que gobiernan ahora no necesitamos una universiad pública con un espectro amplio de estudios. Con las CEUs y las Católicas formando abogados y médicos y aún periodistas y algún ingeniero, será suficiente. Todos esos catedráticos y profesores escribiendo cosas como las que escribe el Prof. Boix estorban y aún sobran.
España se hace el harakiri, el País Valenciano ya se lo ha hecho desde hace muchos años, con dinero para la Fórmula 1, para CACSA, y también para el Pilar, las Esclavas, el Corazón de María, los Jesuitas, los Escolapios, los Legionarios de Cristo, y también para la Católica. Y si toca, a tocar los tambores del anticatalanismo o a dar porrazos a los chicos del Luis Vives, según convenga.
Comentario escrito por Baturrico — 22 de mayo de 2012 a las 10:14 pm
¿Para qué quieren nuestras queridas élites ladrilleras, católicas y franquistas una población formada y que sepa leer y escribir? Para nada. Es más, es una molestia. Lo que quieren es un rebaño de analfabetos funcionales cuya idea de la diversión no sea leer un libro. Desde ese punto de vista, la contrarreforma es un éxito absoluto. Son uds. un tanto inocentes.
Comentario escrito por desempleado — 23 de mayo de 2012 a las 9:16 am
Andrés, ¿por qué tienes que convertir cada crítica, por lo demás justificada, de la política de recortes en una denuncia de la supuesta «anormalidad» de España como país Europeo? ¿ Por qué los españoles siempre recurrimos a los tópicos del esperpento y del norte de África cada vez que criticamos a nuestros políticos? Al fin y al cabo, la salvaje oleada de recortes no es algo que esté ocurriendo sólo a nivel nacional, sino que es algo que está ocurriendo a nivel europeo, y que en gran medida nos viene dictado por la UE.
¿ A qué viene la ridícula imagen de los niños yendo al colegio en Finlandia, en Bélgica o en Italia( como si hubieras tenido la oportunidad de ver esas escenas en cada país que mencionas) yendo todos alegremente al colegio público al lado de su casa? Por supuesto uno puede estar en contra de la escuela concertada, pero lo cierto es que España no es el único país europeo que tiene ese tipo de colegios, y que en todos existen colegios privados.
Lo malo con este tipo de tópicos, con esta peremne obsesión en que España es una anomalía en Europa y que su tarea tiene que ser igualarse, es que tenemos un complejo de inferioridad respecto a Europa, a la que le damos un halo de superioridad permanente. No nos extrañemos luego que, cuando la UE nos dicta políticas salvajes y equivocadas no nos defendamos con fuerza, sino que claudiquemos ante su supuesta superioridad.
Comentario escrito por Caesitar — 23 de mayo de 2012 a las 11:24 am
4# Cierto eso que dicen los alemanes con respecto al capital humano como suplente de otros recursos, Baturrico. Por eso dentro de poco, si todo sale como yo lo planeo, espero estar poniendo mi granito de arena en la educación alemana, sirviendo a ese país, para que prospere. Y con el tiempo, lograr la nacionalidad. Deseo morir con pasaporte alemán en el bolsillo, aunque sea hablando su lengua con acento. Lo todavía no sé es por qué se emperran los germanos en aprender un idioma como el español. Pero bueno, para algo que me ha dado este país… La única utilidad del idioma que se me ocurre es el poder pedir garrafón a las generaciones de camareros destinadas a servirles copas en nuestras costas cementadas. Mientras sigan viniendo, claro.
Comentario escrito por Oliveral — 23 de mayo de 2012 a las 12:35 pm
Respondiendo a Caesitar (perdón por meterme), la anomalía española está en la elección de prioridades. En un sistema protestante, donde prima la libertad individual frente a la dilución de culpas colectiva, se sabe que entre las prioridades está el desarrollo personal, la cultura, la educación, la industria y el comercio. En nuestra España el hecho ‘diferencial’ viene de lejos, en la reacción frente al progreso. Nuestra diferencia con el ‘mainstream’ de Centroeuropa está en las prioridades. Si preferimos dar máxima prioridad a la educación y al desarrollo de nuestros ciudadanos, o darla a otros aspectos. Basta con ver la agenda informativa: críticas a los guiñoles que se burlan de los dopados deportistas españoles, desplantes por causa de Gibraltar a las celebraciones britanas, propuestas de cierre de estadio de fútbol por ejercer la sacrosanta ‘freedom of speech’, etc. Prioridades absolutamente rancias. Lejos de las preocupaciones por el modelo energético, por el desarrollo sostenible, por la calidad de la educación, por la productividad o la eficiencia en el desarrollo industrial, por una demografía que haga viable la sociedad: estos temas centran la agenda de muchos países, aunque de vez en cuando se echen al monte populista de echarle la culpa de los problemas al inmigrante. Nuestra ‘singularidad’ está en las prioridades, en el tradicional odio a la intelectualidad, que sigue latente en buena parte de nuestras élites. Y es triste seguir repitiéndolo a principios del s. XXI.
Comentario escrito por Baturrico — 23 de mayo de 2012 a las 1:35 pm
Resumiendo mi entrada anterior: que parece que aún estemos en la discusión entre afrancesados y reaccionarios, entre los de Riego y Fernando VII. Ese es nuestro complejo, que queremos ser como Napoleón, y algunos prefieren la España de Felipe II y la del Fernando VII que cerró las universidades y para compensar abrió la Escuela de Tauromaquia.
Comentario escrito por Baturrico — 23 de mayo de 2012 a las 1:37 pm
A Oliveral: muchos alemanes aman a nuestro país, y tienen motivo para hacerlo. Muchos centroeuropeos aman nuestra cultura, en serio. Recomiendo leer el Desvío a Santiago de Cees Nooteboom, con párrafos magníficos sobre nuestro país. Porque aquí, al sur del Pirineo, también hay muchas cosas que merezcan la pena. Como decía mi director de tesis: lo bueno de la naturaleza humana es que incluso en el sitio más cutre que puedas imaginar surgen genios y gente maravillosa. Y nosotros no vivimos en el sitio más cutre. Lo que ocurre es que tenemos un espejo en el que mirarnos, y queremos mejorar. Si España decidió ser Europa y no ser oriental, decididamente, hace siglos, es lógico que optemos por intentar hacer las cosas como los franceses o los alemanes. Pero ellos también pueden aprender muchas cosas de nosotros y de como hemos resuelto algunos problemas y situaciones. No es tan grave. Y lo digo después de muchos años hablando con alemanes de mi país (y alemanes desde el Erasmus de juerga continua hasta el corresponsal y el cámara de la TV alemana, pasando por el turista ocasional, el gastronómico y el lector de universidad).
Como diría Van Gaal, no todo es ‘negatifo’, también hay algo ‘positifo’. Lo que ocurre es que con las crisis se nos ven las costuras y el cutrerío que antes estaba escondido tras los fuegos artificiales.
Comentario escrito por Baturrico — 23 de mayo de 2012 a las 1:44 pm
Nos vamos de la discusión. Muy de acuerdo con el articulista. Hace falta una reforma del sistema. Garantizar que en todos los territorios y en todos los barrios y pueblos los niños tengan acceso a la misma educación de calidad. Suspender los conciertos para optar a un sistema dual, o público puro, o privado puro. Y hacer una reforma consensuada entre todos los partidos y en colaboración con los docentes y los otros ‘agentes’ (estudiantes y padres). Lejos del equilibrio de fuerzas actual, en que el Vaticano al final DIVIDE ET IMPERA.
Una sugerencia: crear una nueva institución con todos los consejeros de educación de las CCAA y el ministerio para garantizar la homogeneidad y del sistema público (si no queremos rescatar las competencias para el estado central) y la calidad y comparabilidad (sí, con reválidas) del sistema educativo privado. Y forzar un acuerdo de homogeneización y mínimos de calidad como el acuerdo de Hamburgo en Alemania (ver detalles en http://www.kmk.org/bildung-schule.html perdón, está en alemán).
Lo mismo deberíamos hacer, por cierto, con el sistema de ciencia y tecnología para todo el estado, con una institución mixta de control y coordinación, y de regulación de la financiación como es la Conferencia Científica Conjunta alemana (ver http://www.gwk-bonn.de/index.php?id=126).
Comentario escrito por Baturrico — 23 de mayo de 2012 a las 2:59 pm
Estuve junto con mi señora en la manifestación del martes en Santander. Ambos estamos ligados al mundillo educativo; ella como contratada doctora en la facultad de Educación y yo por mi parte como interino apagafuegos que tras 5 años de itinerar por toda la región tiene todas las garantías de engrosar las listas del paro el curso próximo gracias a los nuevos recortes y la reforma creativa que nos ha impuesto el sinWertgüenza del Ministro y el maniquí numerario del Opus que por desgracia sufrimos aquí. El consejero Serna ya se ha cubierto de gloria otorgando un concierto a dedo que el anterior gobierno había suprimido a un colegio privado religioso que segrega por sexos, había anunciado la desaparición o posible privatización de las aulas infantiles de 2 años ya que su función es «asistencial y no educatica» y ahora anuncia que ha encargado con dinero público a la Universidad San Pablo CEU un informe para evaluar la calidad de la enseñanza pública en Cantabria.
Conduciendo a la capital vamos escuchando en la radio a media mañana que las cifras oficiales de seguimiento son de un 19%. ¿Será posible? La noticia es tan increible que sin saber lo que nos vamos a encontrar me dió por llamar a nuestra compañera jefa de estudios que estaba de servicios mínimos para que me contase como andaba el patio. De un colegio con 650 alumnos y una cincuentena de profesionales sólo se han presentado los miembros del equipo directivo por no quedarles más cojones y las dos maestras de religión (no las culpo ya que sus lentejas dependen de lo bien que sepan arrodillarse ante el obispo). De los alumnos ni rastro ya que todas las aulas estan vacias.
En la manifestación hay una nutrida representacion de institutos y colegios, se han sumado varias plataformas estudiantiles, las Asociaciones de padres están presentes, todos los sindicatos con el Stec a la cabeza se han movilizado, y el Departamento de Educación de la Universidad al completo ha asistido también. Si en la anterior convocatoria las autoridades cifraron en 7000 los asistentes (estuvimos sólo los maestros de primaria y secundaria) el martes cifraron en 5000 (?!) cuando probablemente podamos hablar sin exagerar de más del doble y acercándonos al triple, con todo el centro de la ciudad colapsado.
Ante el ERE encubierto en el sector educativo y sanitario luego ves que los medios pasan del asunto de puntillas y se centran en las memeces de Esperanza Aguirre y el partido de Copa… Ayer mismo todos los profesores universitarios recibian un mail del Rector explicando pormenorizadamente el porqué del plante al impresentable demoscópico.
Es increible la cara dura de la clase política y el servilismo de unos medios de comunicación que hacen el papel de vaselina cuando los amos nos soplan en la nuca.
Comentario escrito por Watchman — 24 de mayo de 2012 a las 11:44 am
Bueno, lo primero saludos, hace mucho tiempo que leo LPD pero nunca me había animado a comentar por temor a sufrir un cambio de sexo por generación espontánea en el instante de pulsar el botón de publicar. No sé si hay alguna leyenda urbana al respecto, pero en su caso debería.
Estoy de acuerdo con todo excepto la estampa de los niños yendo a pie a los centros cercanos a su casa, pues dudo que esa imagen cambie en base a las propuestas del artículo.
Yo llevo a mi hija a un colegio muy céntrico y bastante alejado del barrio donde resido, y no la matricularía en el que hay (había, lo cerraron el curso pasado) junto a mi casa ni muerta. La razón no tiene que ver con los medios, ambos son públicos, ni el ratio de alumnos, ni los docentes. El problema es el perfil familiar en uno y otro, que condiciona enormemente la calidad educativa de una manera similar a la que ocurre con los concertados.
Hablo en base a un conocimiento anecdótico, como alumna que fui de una gran variedad de centros, públicos y privados, céntricos y periféricos, en todos los turnos posibles, sobre las ventajas e inconvenientes de los distintos entornos educativos. Pero tampoco hay que ser ninguna eminencia de la sociología para saber que da igual cuánto dinero metas para homogeneizar la educación si no homogeneizas a su vez la distribución geográfica de las capas sociales, que viene dada, fundamentalmente, por el precio de la vivienda (y este por las comunicaciones, los servicios, los núcleos de trabajo y nuestra sacrosanta especulación).
Me he pasado media vida en barriadas y tengo muy claro que si tu vecindario está lleno de madres adolescentes, el colegio en el que amontonan a sus hijos no es el mejor ambiente de aprendizaje, por muchas horas para preparar clases, auxiliares de atención a la diversidad, ordenadores y laboratorios chupiguais que pongas. Eso lo he comprobado una y otra vez en las rarísimas ocasiones que el barrio era dotado de alguna infraestructura importante, como la biblioteca o un polideportivo, que a los dos meses, entre el nulo mantenimiento del consistorio y la labor destructiva de los propios habitantes de la zona, quedaba convenientemente destrozado (bueno, en el caso de la biblioteca no, los libros siguen ahí, relucientes y sin estrenar).
A esto hay que sumar que muchos lugares son meros dormitorios, desprovistos de servicios, que ninguna administración ha osado pisar, mientras el empleo se concentra en el centro de la ciudad, resultando más conveniente tener a tus hijos cerca del mismo, pues al fin y al cabo es ese y no tu casa el lugar donde haces vida.
Bueno, todo este rollo para decir aquello de la gentrificación; que sí, más dinero para primaria y secundaria pero, oiga, es que esto va por barrios.
Comentario escrito por Farándula — 24 de mayo de 2012 a las 2:35 pm
Siento tener que discrepar en el detalle de la estampa de los niños yendo a la escuela. Que es algo que no sólo he visto, sino he vivido en persona y en mi familia. Salir de casa a las 07:45 o 07:50, andar tres calles, hasta el semáforo con un policía municipal de guantes blancos saludando a los niños y parando el tráfico para que crucen la calle y entrando a la escuela. Comedor, extraescolares, y vuelta a casa a las 16:30 o las 17:00. Gratis (la comida no, 2€ al día). Una escuela en un barrio ‘mixto’, con hijos de profesores universitarios, directivos de una compañía de telecomunicaciones, trabajadores manuales, autónomos, madres solteras o inmigrantes que apenas hablaban el idioma local. Una escuela donde unos maestros fantásticos (y mejor pagados que los docentes universitarios de aquí, por cierto) conseguían que los niños con más posibles tirasen de los otros y que una niña turca consiguiese el premio del estado federado a la mejor redacción en alemán. Colegios pensados para integrar y para servir de ascensor social, para aprovechar el potencial de la gente. En un sistema que asigna escuela por distritos, sin apenas opción de irse a otra escuela. Vale, en las barriadas deprimidas empezaba a haber problemas cuando en las clases no se pasaba de un 20% de hijos de nacidos en el país, pero en general, tanto en el medio rural como en el urbano, el sistema era de mucho más éxito que el nuestro. Sin autobuses escolares, sin peajes ni derecho de pernada de las congregaciones religiosas en su concierto, haciendo la vida mejor a sus ciudadanos y dando un futuro a los niños.
Es cierto que en los países con escuela exclusiva o predominantemente pública la estratificación acaba por ser geográfica. Al final la gente se agrupa en barrios ricos, mixtos o pobres, también atraída por la fama y calidad de sus escuelas, que se va retroalimentando. Este efecto es espectacular en la costa oeste de EEUU (escuelas de titularidad municipal), y la gente llega a hacer cuentas de lo que les cuesta de más el alquiler en una buena zona frente a las tasas de un colegio privado que de el nivel equivalente al público de la zona ‘buena’.
Aún así, si nos quedamos en la economía social de mercado centroeuropea y escandinava, a pesar de que la tendencia sea hacia una separación mayor en los niveles de renta, encontramos el éxito de un sistema de integración social, en que se mezclen unos y otros.
Yo provengo de un colegio público en una barriada de una gran ciudad, y los gitanillos y los niños de familias desarraigadas eran un problema, pero muchos de aquellos niños hoy son profesores de universidad, de instituto, médicos de la SS, maestros o ingenieros emigrados. De aquellos hijos de gente venida en aluvión desde los pueblos salió algo. Me pregunto qué saldrá de todos los inmigrantes y de la gente de familias desestructuradas de nuestras escuelas públicas actuales. Y cuánto estarán dispuestas a aguantar las familias de clase media-baja de aquí, si cada vez les cobran más por los libros, la ortodoncia, las medicinas, el comedor, las extraescolares, los imprevistos, y los peajes de las monjitas y los frailes que son el mal menor frente a esa ‘gente’ de la pública de la esquina, cuándo la gente se empezará a hartar de verdad.
Comentario escrito por Baturrico — 25 de mayo de 2012 a las 7:42 am
@Baturrico, estoy muy de acuerdo con que se está contra la idea de la educación como ascensión social. Solo que esto empezó claramente con la LOGSE, e incluso antes, cuando se suprimió la autoridad del profesor y la exigencia en el rendimiento a los alumnos, aparte de todos los desastres en los temarios…
Por cierto, la imagen que has puesto de los otros países me dice que no los conoces mucho…, en Bruselas mismo hay una grandísima carencia escolar, conflictos lingüísticos, y con los colegios europeos «de élite» para los funcionarios de la comisión, donde, si no eres funcionario, y hay plazas, puedes inscribir a tu niño en primaria por unos 12000 al año como mínimo….
El cesped del vecino es siempre más verde…
Comentario escrito por asertus — 25 de mayo de 2012 a las 9:08 am
A Asertus, en Bruselas sé que las cosas no están tan bien, por los compañeros que han trabajado junto (no en) la Comisión. Conozco mejor Alemania y sé de los compañeros en Suecia y los Países Bajos. Y también allí hay conflictos y quejas (por ejemplo, el sistema dual/triple de la educación secundaria alemana «congela» las clases sociales de una manera que preocupa bastante a los políticos de todos los signos). El césped en otro lado siempre es más verde. Pero gusta ver que en algunos sitios tienen un jardinero que lo cuida y lo mima y quiere que crezca, y molesta ver que hay jardineros que le echan cemento encima o lo quieren arrasar o llenar de piedras o privatizar.
Comentario escrito por Baturrico — 25 de mayo de 2012 a las 1:46 pm
Muchas gracias por los comentarios. Estoy unos días casi sin posibilidad de conexión. La semana que viene comento cosas al hilo de lo que habéis escrito porque la verdad es que hay muchas cosas importantes sobre las que hablar. Pero vamos, que estoy muy de acuerdo en general con Baturrico. Y que es verdad que la cosa va por barrios, pero en España, o al menos en Valencia, barrios «buenos», medios y «malos» están mezclados y juntos. Lo que facilita que se pueda jugar con la zonificación para mezclar poblaciones sin problemas. Es una cosa bastante común en España que facilita mucho esto. Gracias de nuevo.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 26 de mayo de 2012 a las 6:51 am
Ooops… donde dije «Costa Oeste» quería decir «Costa Este» en la entrada #15. En Oregón y California las cosas son distintas a Nueva Inglaterra o la zona de Washington-Baltimore-Philadelphia o (más radical) Virginia o Georgia. Me refería a estos últimos.
Comentario escrito por Baturrico — 26 de mayo de 2012 a las 8:15 pm
Hola, perdón por comentar aquí sin venir a cuento con nada del artículo pero me gustaría preguntar tu opinión sobre el tema de la campaña de recaudación de fondos para encausar a Rato…
La verdad es que a priori me parece una gran idea (de hecho, creo que es lo que tendrían que hacer los partidos políticos no sólo en este caso si no en ambitos comarcales y denunciando la corrupción sistémica). Pero claro, yo de leyes no tengo ni idea y no se si al final esto no será darse contra una pared con una iniciativa sin fundamento ni perspectivas de salir adelante…
Comentario escrito por Veps — 06 de junio de 2012 a las 1:22 pm
Hombre, que ha movido el cotarro está claro. Y que puede ser un mecanismo de «liberar» la acción popular del actual secuestro a que está sometida a manos de partidos, sindicatos y asociaciones más o menos partidistas, también. O sea, que no hay nada que me parezca mal del tema. Otra cosa ya es que la acción penal en este (o en cualquier otro caso) para fructificar tiene que tener base, lograr pruebas, etc. Pero eso creo que, en paridad, es otro tema.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 04 de julio de 2012 a las 8:39 am