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El ladrillo nuestro de cada día dánosle hoy (con un poquillo de fútbol)

Soy socio del Valencia CF desde hace años y accionista desde su conversión en Sociedad Anónima Deportiva (tengo, en concreto, tres acciones, compradas a 8.000 pesetas de las de entonces). Parece razonable pensar que no he de ser hostil a la entidad y que me alegrará que le vaya bien. Por mucho que, como también es obvio, más como club de fútbol que como empresa, que es lo que es para mí aunque la transformación en SAD, al no haber comprado y mantenido todo el mundo un número equivalente de acciones a las que yo adquirí, permitiera la entrada de ricachones varios que se han hecho con el control del club y lo han convertido de facto en uno más de sus negocios. Estos señores provienen en el Valencia, como en casi cualquier otro club de fútbol en España, del monocultivo nacional por excelencia: Santo Ladrillo. Es la lógica de los tiempos, si copan eléctricas y petroleras, ¿cómo no van a hacerse con los palcos de nuestros estadios?

La llegada del actual presidente del Valencia, Juan Bautista Soler, de la mano de su control accionarial casi absoluto (logrado gracias a la compra, previa intermediación política, del paquete que controlaba el expresidente Paco Roig, otro conocido empresario del ramo), abrió la puerta a la realización de grandes operaciones urbanísticas por parte del Valencia. Las conexiones de los miembros de la actual junta permitían, por lo visto, jugar fuerte esta baza, como en tiempo de Florentino Pérez pudo hacerlo el Madrid. La diferencia es que presidente del Valencia, en su ingenuidad o falta de rubor, no se esconde y alardea de cómo sus contactos y saber hacer en estos negocios de la compraventa especulativa de terrenos a precio de rústico para que luego las autoridades recalifiquen y uno se lleve por sus desvelos y la aportación a la creación de riqueza patria un verdadero potosí: así, en varias ocasiones, se ha jactado de estasr logrando unos pelotazos de órdago en beneficio del Valencia. Obvio es señalar que el hecho de que una entidad como el Valencia esté involucarda facilita enormemente las cosas a estos prohombres enfrascados en sacar adelante al país.

Porque los medios de comunicación, todos y cada uno de ellos, jalean estas actuaciones y a nadie se le ocurre oponer el más mínimo pero. Parece ser que el hecho de que el Real Madrid fuera beneficiario de una operación si cabe más espectacular, trufada de ilegalidades y quiebras a la legalidad urbanística madrileña, justifica todo. Los partidos políticos tampoco se atreven a plantear demasiados óbices, atemorizados ante la posible repercusión electoral de aparecer como contrarios al equipo de fútbol de turno. Pasó ya con el caso del Real Madrid, donde la desaparición de terrenos dotacionales y zonas verdes para dar paso a torres no previstas en el plan se realizó entre los vítores del Gobierno municipal y la Administración autonómica y la encantada y cómplice comparase de la oposición. Está pasando con el Atlético de Madrid. Y pasa con el Valencia.

Por motivos obvios, los desmanes del Valencia CF SAD me son más conocidos. Creo que conviene hablar hoy un poco, aunqye sea superficialmente, de ellos. Más que nada porque están de actualidad, al haber entrado en la fase final, llegado el momento en que los poderes públicos han de certificar su nihil obstat a este enriquecimiento por la vía rápida de una sociedad anónima a costa de todos los ciudadanos, sean ssimpatizantes o no de la misma. Y conviene hacerlo no como administrativista o persona que algo sabe de urbanismo, sino como ciudadano. porque la respuesta a algunos desmanes no ha de venir de los expertos, sino de una reacción cívica basada en el sentido común de la que todos podemos participar ya que no requiere de conocimientos especializados sino de aclarar cuatro o cinco ideas clave.

Al menos, en estos momentos, empieza a caer el muro de silencio. Tímidamente, al fin, algunos miembros de la oposición empiezan a levantar la voz, si bien parece que sólo a título individual ya que el PSPV sigue teniendo pánico a significarse en lo que se entiende y la prensa, haciendo el trabajo sucio, vende como ir «contra el Valencia». Para señalar algo evidente: que al Valencia, como a todos, habrá que exigirle que cumpla con la normativa urbanística que se le aplica a todos los ciudadanos. Es que no es aceptable que se rebajen exigencias para un negocio o para un concreto club por muy importante que sea o por muy beneficioso que sea para la ciudada. Porque, digo yo, si los políticos consideran que el deporte de elite, el fútbol en concreto, ha de estar subvencionado, que lo sea de manera directa y clara, sin apaños ladrillistas de por medio. Y que haya luz y taquígrafos, que se sepa exactamente qué fondos públicos se asignan y que se expliquen los motivos por los que se juzga más adecuado destinarlos a estas actividades y no a otras. En ese caso, pues vale. Pero meter de rondón la finanación pública a partir de la generación de plusvalías urbanísticas en perjuicio de vecinos y de la ciudad, con total opacidad, «porque otros lo hacen» o porque de esta manera parece que es más fácil encubrir el espectacular y lamentable calado de la transferencia de recursos públicos a estas entidades no es algo, sencillamente, que pueda ser aceptado.

El Valencia y su presidente, Juan Soler, alegan que el «pelotazo» (dos, en concreto, uno con la venta previa recalificación del solar del actual campo de Mestalla, otro por medio de la conversión de la entidad en agente urbanizador en el marco de un proyecto de recalificación de suelo no urbanizable para construir su nueva ciudad deportiva y, de paso, no sé cuántas mil viviendas) no es para ellos, sino para el Valencia. Curiosa manera de verlo, teniendo en cuenta que el Valencia es una sociedad anónima cuyos accionistas somos los beneficiarios de semejantes maniobras. Aunque yo tengo 3 acciones y Juan Bautista Soler unos cuantos miles. Por si no se ha dado cuenta a estas alturas alguien, un pelotazo para el Valencia no es algo que le sea ajeno.

Y es que estos constructores, además de ganar notoriedad comprándose clubes de fútbol, pretenden que les salga gratis la cosa. Que haya dinerito para competir con los más grandes, con Abramovich, con independencia de que la actividad lo genere o no. Pero no poniéndolo ellos o los accionistas, que sería lo razonable. A fin de cuentas, quién algo quiere… No, es mucho más sencillo hacerlo a costa de los intereses generales y de la legalidad urbanística. Como en España todo vale. Si estamos consintiendo que se lucre cualquier espabilado con contactos y caradura, ¿por qué no demostrar manga ancha con lo que, a fin de cuentas, nos dicen, es un bello sentimiento?

Pero estos bellos sentimiento necesitan un riego generoso. Y la cosa no da más de sí en el molesto y estricto ámbito de la legalidad. De modo que, necesidad obliga, en la operación de Mestalla se están viviendo cosas tan extravagantes como:
– que el Valencia vaya a lograr a precio de risa un solar dotacional público, gracias a un permuta (ilegal según reiterada doctrina del TS, ya que las permutas han de tener como finalidad la obtención de un solar determinado, no como en este caso, donde lo que se pretende es lo contrario: desprenderse de un solar en concreto)
– que el Valencia aspire a aportar como contraprestación suelo no urbanizable, solicitando al Ayuntamiento que lo recalifique para que alcance un valor equivalente al del solar que los poderes públicos transmiten a la entidad (un caso único de apropiación de la plusvalía urbanística de manera directa y transparente, explicado así, sin tapujos, porque el Valencia lo vale)
– que para computar la edificabilidad de Mestalla se tengan en cuenta sin pudor viales y otros espacios dotacionales del entorno
– que se consienta al Valencia «barra libre», por así decirlo, rebajando las exigencias en materia de dotaciones exigidas para el solar, algo como mínimo inaudito para una recalificación

La verdad es que uno no entiende, si todas estas cosas son admisibles para el Valencia CF SAD, que no se apliquen también al resto de ciudadanos, a los honrados promotores que construyen, que así podrían bajar un poquillo los precios y embolsarse todavía más bveneficios. De eso se trata, ¿no? A cambio los vecinos viviríamos más hacinados y sin equipamientos, pero todo sea por el desarrollo. La cosa se cae por su propio peso. En honor a la verdad ha de decirse, eso sí que algunos excesos, de puro escandalosos y risibles, van puliéndose: la pretensión inicial del Valencia CF de conseguir que todo el nuevo solar fuera calificado como apto para usos de servicios pero pagando como zona verde los diez mil metros cuadrados, más o menos, que iba a ocupar el césped (alegando que era verde, joder, ¿es que no lo véis?) ha acabado siendo olvidada. Si el Valencia quiere tener un solar con una calificación apta para desarrollar servicios al menos que lo pague comom tal. Y, si no, que no pueda rentabilizarlo ni ahora ni en el futuro para estos fines (o que pueda sólo para la parte que se haya valorado como tal).

Pero no por ello es menos escandaloso el sectarismo con el que los medios de comunicación, claramente azuzados por el Valencia, están participando en una maniobra de desinformación e intoxicación. Parece que alzar la voz es delito de lesa patria. Cualquiera que ose cuestionar cualquier pequeño asuntillo relativo a estas operaciones recibe mil y una diatribas por parte de los periodistas del ramo, que están demostrando una acrisolada independencia. Del Valencia y, en los medios de titularidad pública, de sus jefes. Porque si esto se puede aprovechar para dar un estacazo a la oposición, como así está siendo, ¿acaso podrá criticarse que no se desaproveche tan golosa ocasión?

La operación de recalificación de suelo para la nueva ciudada deportiva, al parecer, presenta otros aspectos verbeneros, más en la línea de lo que habitualmente presenciamos en este país con el ladrillo nuestro de cada día (alcaldes con familiares medio beneficiados o con tierras envueltas en el PAI, irregularidades procedimentales varias). Lamentables derivaciones que provocan que nos olvidemos de lo esencial, amnesia consustancial a la contaminación ladrillística que todo lo invade: aquí ya se da por supuesto que lo normal si un constructor se pone a comprar huerta o tierras en zona rústica en grandes cantidades y luego le plantea a un Ayuntamiento construir 10.000 viviendas y el inevitable campo de golf, de forma que el terreno pasa a multiplicar por 10 o por 20 su valor, es que nadie ose siquiera cuestionar la idoneidad de tal aspiración. No digamos si es el Valencia CF SAD quien se pone a la faena de adoquinar el país. En cualquier caso, en tanto que no soy vecino de Riba-roja, la verdad, tengo menos información respecto de las interioridades del proyecto, más allá de esta tara primigenia (que no, ojo, ilegalidad alguna, como ya digo).

Y es que en toda esta locura colectiva, donde prima la confusión, se invierten de manera extravagante los papeles: el Valencia hace el paripé montando pseudo-concursos que no tiene obligación alguna de organizar, como queriendo dar imagen de transparencia; promete que su Fundación velará por la corrección del proceso; asegura que nadie del Consejo o de la Fundación tendrá nada que ver con las empresas encargadas de la construcción o diseño del nuevo campo… cuando nada de eso es, en puridad, necesario. Ni idea de si lo respetarán o no, pero la mejor o peor gestión de la entidad, dentro de la legalidad, es cuestión que compete, que nos compete, a los accionistas y poco más. Ya nos apañaremos. De momento parece que todas estas promesas son más de cara a la galería que otra cosa, pero bueno, es una cuestión privada en última instancia.

En cambio, donde sí es exigible la máxima transparencia y un exquisito cuidado es en la actuación de los poderes públicos. Así como que defiendan los intereses generales. Y es en esta parcela donde a nadie le preocupa lo más mínimo ni siquiera cumplir mínimamente con las formas. Es más, no parece que su incomodidad por adaptarse al marco jurídico que les viene impuesto sea consecuencia, precisamente, de un exceso de celo sino, más bien, de las dificultades por alcanzar todos los objetivos que buscan los protagonistas de este españolísimo, extraño y nada edificante maridaje entre política, fútbol y especulación inmobiliaria.

ACTUALIZACIÓN DEL 24 DE OCTUBRE: Parece que hoy empieza la prensa valenciana a dar cuenta de algunas reacciones críticas a raíz de la oposición al proyecto y a la recalificación manifestada por Esquerra Unida [1].

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Comments Disabled To "El ladrillo nuestro de cada día dánosle hoy (con un poquillo de fútbol)"

#1 Comment By Xispo On 24 octubre 2006 @ 2:25 pm

Mi más sincera enhorabuena. En un sólo artículo has conseguido enemistarte con los cuatro estamentos más poderosos de la Comunidad Valenciana: Políticos, Constructores, periodistas e integristas futboleros….

#2 Comment By popotez On 25 octubre 2006 @ 12:40 am

Hola:

Apunta a «Más Que Un Club» en la lista de aspirantes a comer ladrillo, el alimento de los campeones.

Por contra, nuevamente existe «Un Caso Único en el Futbol Mundial» en Bilbao, donde el equipo local se niega contra viento y mareo a sacar un porrón de millones por la mítica Katedral.

Saludos,
pep

#3 Pingback By No se trata de hacer leer » Santo Ladrillo en Mestalla (2ª parte) On 27 octubre 2006 @ 12:24 pm

[…] Decíamos hace unos días que llamaba la atención la pasividad de la oposición política en Valencia respecto de los múltiples desmanes urbanísticos que se preparaban en el solar de Mestalla y con respecto a las permuutas y operaciones varias que acompañan a la construcción de un nuevo campo, por parte del Valencia CF SAD, en la ciudad. […]

#4 Comment By javi On 27 octubre 2006 @ 8:39 pm

popota, no te confundas: el «caso único en el fútbol mundial» (del que también soy semi seguidor) no puede dar el pelotazo por la sencilla razón de no ser propietario del campo o el terreno. Es lo que tiene ser pobres y que los ricos del lugar vean al fútbol como cosa más propia de segundones: que el estadio te lo paga la caja local.

La posterior decisión de Azkuna («Donde otros dan pelotazos, nosotros hacemos un parque») es mero electoralismo.

#5 Comment By CESAR On 30 octubre 2006 @ 9:25 am

Estoy leyendo la mayoria de los comentarios y es muy loable el intentar que todo cumpla con algunas de las realidades urbanisticas, pero en el caso del valencia, me parece que hay algo más, concretamente un transfondo politico que inclina la valanza, este proyecto queramos o no es importante para la ciudad, como emblema y como centro deportivos multiusos.

Pero claro hay una tradición en la izquierda valenciana de evitar el progreso de la ciudad y de sus valores principales.Por lo que no me extraña, hay verguenzas que podriamos denunciar bastante más importantes a las que no se suele escuchar.

Me parece que estas recalificaciones se hacen a diario sin interes para la ciudad, y justamente en este caso que sera un emblema para toda la ciudad, la criticamos, es lamentable solo saber disparar en una unica dirección, y mas lamentable dispararse uno mismo, o es que nos interesa más nuestras visiones politicas que nuestra propia ciudad y nuestro propio futuro.

Saludos a todos los guays contra el valencia.