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La discusión y aportaciones que en The Yale Law Journal Pocket Part se está ventilando al hilo de los bloggers y la Universidad se ha enriquecido con alguna aportación más. Además de una visión, al fin, algo menos panegírica de lo habitual, me ha llamado la atención, en concreto, el trabajo de Rosa Brooks centrado en analizar qué puede significar para las mujeres dedicadas a la Universidad la era de Internet.
Que en la Universidad, por mucho que haya más alumnas que alumnos, o más o menos los mismos, continúa existiendo un sesgo de género en el profesorado es algo evidente. El motivo es en parte la herencia que arrastramos, pero no sólo. Porque el retraso secular de España en ésta y otras materias ya no es tanto. A la vista está si comparamos las cifras de nuestros claustros con las de otros países con más años en políticas de igualdad (desde los Estados Unidos a la República Federal de Alemania). La cuestión es que, al parecer, entre los centros y sistemas más obsesionados con la excelencia, el porcentaje de mujeres queda estancado, especialmente en lo que se refiere a las posiciones mejor pagadas, cargos directivos o en meros términos de prominencia académica. ¿Subsiste, a pesar de todo, una estructura y organización que hace que en la práctica la igualdad de oportunidades no exista en nuestras Universidades?
Rosa Brooks responde, a mi entender con sensatez, que las causas de esta situación no han de buscarse, a partir de un punto, en la Universidad misma sino en la sociedad. Para lograr dinero, cargos y reconocimiento en la Universidad se requiere tiempo y esfuerzo, amén de otras cosas, y no se trata tanto de que el mundo académico no valore los méritos de las mujeres como que es normal que éstos sean menores en un entorno social que sigue cargándolas con muchas más dedicaciones y ocupaciones al margen del trabajo (ya sea voluntariamente, ya de manera menos libre) que al común de los hombres. El diagnóstico resulta atractivo, por mucho que permita avanzar poco. Aunque, no crean, a más de uno no le parecerá demasiado obvio y preferirá recurrir a la atávica acusación de minusvaloración del trabajo femenino. Aunque yo estoy bastante convencido, a la vista del tiempo que me requieren muchas cosas, que la mayor parte de mis compañeras, dada la vida que llevan, no podrían hacerlas. Y no porque yo sea, ni mucho menos, más capaz*.
A partir de esta constatación, ¿puede Internet ayudar a que la posición de la mujer cambie, a que gane peso en tanto que «género»? Opina Brooks que quizás sí, al menos en la medida en que los blogs e instrumentos equivalentes vayan adquiriendo importancia y modifiquen la manera de hacer algunas cosas y, especialmente, de valorarlas. Parece ser que ganar notoriedad y reconocimiento a través de un cuaderno de bitácora jurídico no supone demasiado tiempo y esfuerzo, que era lo que faltaba a las mujeres para estar en efectiva igualdad de condiciones. De forma que se eliminaría una barrera.
Uno tiene tendencia a pensar que, en el fondo, el efecto principal, si efectivamente así fueran las cosas, no sería tanto igualar a la mujer como empeorar la calidad media del trabajo y de las reflexiones que hacemos. Y no se trata de eso. O no debería. Así que me permito cierto escepticismo con base en mi optimismo: si al final los blogs sirven de algo en este y otros mundos será porque han ido ganando peso los serios, los que están bien hechos, los que requieren esfuerzo, los que suponen un trabajo intelectual riguroso, los que están realizados por gente formada… Y para todo ello seguirá estando en mejores condiciones de partida el que menos obligaciones de otro tipo tenga.
A veces no es que la política sea machista o las formas de seleccionar profesorado sean machistas. Lo que es machista es la sociedad en la que vivimos. Lo que genera desigualdades es el reparto de papeles en el que todos, también las mujeres, participamos. Cada vez, dicho sea de paso, de forma más libre. Lo que no significa, ni mucho menos, que a día de hoy lo sea del todo. Respecto de estas cuestiones viene al caso recordar la desproporción que hay en España, con un gobierno con el mismo número de hombres que de mujeres, entre los Ministros y las Ministras a la hora de contabilizar el número de hijos de unos y de otras. Por no hablar del último Gobierno roji-verde alemán, donde prácticamente todas las Ministras eran solteras o casadas sin hijos. Y es que, parece claro, una dedicación horaria muy exigente es difícilmente compatible con otras ocupaciones como las tareas familiares o domésticas… algo que afecta más, como es normal, a quien más suele estar cargado, en nuestras sociedades, con esos menesteres.
Algo de esto, en el fondo, intuye Rosa Brooks, que reconoce que como haya que dedicar tiempo al blog se nos fastidia la posibilidad igualadora por ella aventurada. En cualquier caso, no deja de tener su gracia que apenas si contempla la posibilidad de que esa dedicación sea para mejorar la calidad de lo escrito, para formarse, para reflexionar… Más bien, a su juicio, el tiempo de más que los hombres (también) pueden dedicar a sus cuadernos es presumible que será empleado en una especie de acoso testosterónico insoportable:
«… while many legal blogs are professional and straightforward, quite a few -including several popular blogs maintained by law professors- share a certain testosterone-driven quality, with bloggers posting multiple times each day, seeking to attract readers by being tendentious and combative as much as by being thougtful and substaantive. Posts and comments on some of the generalist legal blogs can be decidedly nasty, often in gendered ways. As more and more scholarly discussion migrates from the (relatively) civilized realm of the conference hall and the faculty lounge to the blogosphere, where no-holds-barred anonymous speech is permitted and often valued, will blogs be safe spaces for women?»
* De todas maneras, ya veremos en un futuro, si mi vida personal se complica, cómo me las apaño yo para, por muy hombre que sea, sacar todo el tiempo que me gustaría. Porque en mi caso gran parte de la cuestión no es tanto quién hace qué tareas como que, sencillamente, no se hacen: no tengo hijos, ni casi muebles, ni cargas con enfermos…
Aguien ha comentado algo en Discriminación por razón de sexo en la Universidad
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Comentario escrito por Poema — 14 de febrero de 2007 a las 12:25 am