- La Página Definitiva - http://www.lapaginadefinitiva.com -

I Love Escassi

El éxito de un reality-show es el éxito de las oraciones coordinadas adversativas. Un crimen, violación, atraco… solicitar una ayuda pública, llevar un velo o, qué caray, mera presencia en la calle de musulmanes también puede generar hoy en día muchas coordinadas adversativas (“Yo no soy racista, pero…”) pero nunca tantas como un buen reality (“A mí también me parece una porquería, pero…”, “Yo no veo nunca está clase de programas, pero…”, “Yo estaba viendo la BBC en checo, pero hice zapping…”).

‘I love Escassi’ estaba llamado a engrandecer esta forma de articular nuestra lengua, pero su paso por la parrilla ha sido más que discreto en cuanto a audiencia y la polémica que ha generado, gotas de agua en el mar. Bien es cierto que una queja oficial del Instituto de la Mujer es un formidable galardón que te debería aupar hasta un mínimo de trece o catorce puntos de share, pero la competencia es feroz. La ‘Generación Ni-Ni’ de La Sexta o los toxicómanos de ‘El Refugio’ en Cuatro han puesto el listón del atrevimiento de los programadores muy alto. Además, ‘Granjero busca esposa’ ya había explorado esta fórmula con la exitosa variante de emplear seres humanos autóctonos del campo para que los espectadores se rían de su bestialidad y se enternezcan con su sencillez en lugar de molestarse con la arrogancia y el presunto nivel del jinete Álvaro Muñoz Escassi.

Porque uno de los principales motivos del fracaso de este concurso ha sido, a mi entender, su protagonista. El jinete sevillano no es un tipo genuino. Catálogo con patas de frases hechas expresadas despacito, casi entrecortadas, para que parezcan más veraces, Escassi encarna las cualidades menos simpáticas de la imagen que tiene nuestro país del pueblo sevillano. Un nivel intermedio entre él y Jesulín de Ubrique, Rafi Camino, por ejemplo, seguro que hubiera dado mucho más de sí y el espacio hubiese sido mucho más versátil, menos ceremonioso y más propenso a la sorpresa. Pero no. El estilo y la elegancia de Escassi se ha reducido a sus ojos claros, espaldas anchas, tableta abdominal y que se movía con mucho cuidado para no tirar nada.

Pese a todo, el concurso no ha estado exento de momentos estimulantes para los paladares más exigentes y desacomplejados con la televisión. El formato era sencillo. Quince mujeres tenían que competir por el jinete, que se quedaría con sólo una de ellas al término del reality. La cosa empezó bien desde el primer día, pues las concursantes estaban divididas en dos grupos: maduras y jovencitas. Las primeras se pensaban que eran las únicas que estaban concursando, pero al final del primer capítulo aparecían por sorpresa las siete veinteañeras. Las caras del encuentro, un momento estimulante. En esto consiste actualmente la televisión.

Dos chicas concentraron todas las miradas. Kelly, brasileña, “me considero muy liberal y no me importa quitarme la ropa” y Lucía, “terapeuta energética” (sic) y profesora de “esencias florales y body-chi”.

La brasileña, por motivos obvios. En el momento de conocer a Escassi, mientras todas las chicas compartían un ágape con él, se retiró un poco, se quitó la ropa, volvió y se lo llevó para darle un masaje en pelotas. No se habían dado ni dos besos en la presentación. El resto de chicas crucificó con la mirada a su rival y, a la hora de cenar, -porque para echar una peta la mujer española sabe contemporizar y reservarse para el momento más oportuno- le dijeron a Kelly que era un tío, que tenía pene. La brasileña, encolerizada -también entre acusaciones de embriaguez- se desnudó completamente y apretándose los pechos reivindicó su condición de fémina. Una de las jovencitas, ajena a la disputa, ante tamaña escena rompió a llorar y sufrió un ataque de ansiedad. Herida en su orgullo, Kelly abandonó el concurso por su propio pie.

El caso de la terapeuta energética, Lucía, fue el contrario. No se hablaba con nadie. Iba de un lado a otro entre meditación y meditación y Escassi fue claro ante las cámaras con respecto a ella: “No sé por dónde cogerla”. El jinete la despachó en el segundo programa y, tras su expulsión, Lucía, que se había sometido a unas cuantas operaciones faciales, tuvo que ver cómo la mismísima Belén Esteban criticaba y hacía mofa de lo mal que le había quedado la nariz. Lo más cercano al acabose que mis ojos hayan presenciado en este mundo cruel.

La siguiente concursante en generar polémica era de nacionalidad rumana. Mikaela, dependienta en una tienda de móviles en Castellón, seis años en España. En una fiesta de disfraces bien regada de alcohol, con las chicas semidesnudas a lo ‘Eyes Wide Shut’, Mikaela se puso a llorar porque Escassi le había dicho que quería salir con ella y a los pocos segundos fijó su atención en otra parte. Las chicas montaron el pollo porque consideraron que eso eran “lágrimas de cocodrilo”. La rumana se hundió, pero el desencuentro sirvió para que de los labios del jinete brotara una de sus frases memorables: “Yo nunca miento, lo que digo puede tener un sentido, dos o tres, pero nunca miento”. Mikaela, tras ser expulsada, fue directa a la portada de Interviu con el título “No fui mercancía sexual”.

Una que sabía bien cuánto miente Escassi es Lara Dibildos, su ex. Fue entrevistada por el programa y sentenció sobre las concursantes: “Me dan pena”. Un testimonio que se equilibró con las palabras de Rafa Mora, vigilante jurado valenciano, concursante de ‘Mujeres hombres y viceversa’, actualmente en ‘Supervivientes’ y asistente a cenas y eventos de la plataforma ‘España 2000’ tal y como se puede ver en la web de la organización, que dijo que Escassi le parecía “un pelele” dominado por tanta fémina. No obstante, una amiga de Lara consultada por quien esto escribe confirmó lo a todas luces evidente: estaba en su salsa. Se trata de un hombre que cuando sale de marcha sale a culminar y punto. Para muestra un botón, a tres días del estreno del reality (que era grabado) las cámaras de ‘Fresa Ácida’ le captaron en una discoteca buscando la culminación de la jugada con una receptiva Arantxa de Benito, ex de José María Gutierrez, ‘Guti’. Un palo para el concurso pues la audiencia supo que a la semana de haber elegido a su princesa ya la estaba presuntamente corneando.

En el ecuador del programa irrumpió con fuerza Sandra. Una chica de dieciocho años que bailó ante el jinete en su habitación con el culo al aire. Yuna, una joven de ascendencia mongola cuyo nombre completo es Oyontchinmeng Dulamsurel, y que vive a caballo entre las eternamente católicas Portugal y Pamplona, se encontraba en la habitación en ese momento y dijo que ella no era así, que eso de bailar a un desconocido aunque le atraiga que no, que eso no le parecía bien. En esa misma gala el sevillano la expulsó ipso facto, por supuesto. Y no era fea.

También por estas fechas, Ainhoa, profesora de preescolar, la chica del ataque de ansiedad con el arrebato de Kelly, seguía llorando tres semanas después. El jinete, haciendo un gran esfuerzo, se vio obligado a darle mimos en privado para que se viniera arriba. Un engorro que quizá tuvo que asumir por mandato de la productora para evitar más abandonos a juzgar por la cara de no me apetece una mierda que tenía.

Y así, más o menos, todo transcurrió con la misma dinámica hasta la final. Escassi se acostó con al menos tres chicas y mostró clara preferencia por la citada Sandra, que le encandiló agitando su culo perfecto en la cara, lo que hacía rabiar a las demás, lo que le obligaba a repetir “Yo siempre digo la verdad” y vuelta a empezar ad nauseam. Aunque el problema fuese que estuvieran todas cenando y él dejara que Sandra le llevara la mano al paquete bajo la mesa, no dejaba de decir su frase y si acaso, que ese tipo de situaciones no es lo que parecían, que se debían a que Sandra, literalmente, al ser la más joven, era la más frágil y sensible y necesitaba un trato especial.

En cualquier caso, salvo algunos momentos de relumbrón, las ocho entregas de ‘I Love Escassi’ fueron un tanto prescindibles hasta la final, que fue droga dura de la buena.

El jinete tenía que cenar con los padres de las tres finalistas. La primera parada fue en Ferrol del Caudillo. Cristina, una rubia del equipo de las maduritas con un carácter de impresión, había logrado sobrevivir tras instigar prácticamente ella sola todas las peleas. Algo que debía excitarla enormemente como para justificar su continuidad en el reality porque se acostó con Escassi y dijo que no le parecía “nada del otro mundo”.

La cena en el domicilio de sus padres transcurrió sin sobresaltos hasta que aparecieron las otras dos finalistas, Sandra e Isabel Ibáñez, especialista en el electrónica en paro que había estado años saliendo con un cirujano plástico que le hizo todas las operaciones gratis. Ambas se pusieron a despotricar insultándose en la mesa y Escassi miró al padre de familia que, reuniendo para sí todos los tópicos negros del pueblo gallego, arrugó el rostro y dijo muy bajito casi a punto de llorar: Esto no lo puedo permitir yo. Pero sí que lo permitió, sí, y la tangana que se formó podría haber desencadenado una subida de las pensiones en toda la zona euro de no ser porque Escassi, que es muy cuco, huyó despavorido del lugar.

A continuación le tocó el turno a la familia de Isabel. En Valencia. Isabel estaba preocupadísima. Creía que su familia no tenía el nivel necesario como para acoger a Álvaro en el salón de su casa sin violentarle. Una ansiedad que se traducía en lágrimas. Entretanto, Cristina y Sandra se paseaban por el barrio cogidas del brazo. Dijeron que eso era un “barrio marginal”, que si lo hubieran sabido antes hubieran “venido en chandal”, que ahora entendían por qué Isabel iba siempre en zapatillas. Sin embargo, la visita no fue mal en el hogar de los Ibáñez. El jinete dio un recital de sus mejores frases hechas sobre la humildad, los pobres y los ricos y quién lo es de cuenta corriente y quién de corazón, para con una media verónica tirar por el pasillo, meter a Isabel en su habitación y tirarse en la cama a enrollarse con ella tal y como han hecho toda la vida de Dios los Señores en casa de los siervos con las hijas en edad de merecer.

Pero lo mejor fue la casa de Sandra. En algún punto de Cataluña, Escassi se encontró en una comida con su madre y su abuela. Fue muy agradecido, dijo que el ambiente era frío y que la comida la habían comprado, no cocinado ellas, y que hasta eso era falso (aunque sobre la mesa expresó: ¡Qué rico todo!) pero eso eran tonterías. Lo bueno vino después. A la madre de Sandra le vino al pelo el dicho de por la boca muere el pez. Comentó sin complejos que llevaba años “promocionando a su hija”. Las otras dos finalista sacaron conclusiones mucho mejores. Isabel dijo: “La madre de Sandra está vendiendo a su hija a cualquier precio, le da igual”; Cristina: “Ahora entiendo y puedo decir: pobre niña” Y Escassi reconoció que se había quedado con la sensación de que si él tuviese veinte años más y llegaba con el dinero, se la compraba.

Claro que la madre no sabía que su hija también se había promocionado sola y cuando las otras dos finalistas dijeron que se había tirado cuatro veces a Escassi, se le quedó una cara de sota con inmejorable acabado. Resultado: La abuela llorando y la madre arrepentida de haber metido a su hija en el concurso. Aunque le quedaron fuerzas para marcarse un puñetazo en la mesa y dejar caer ante las rivales de su retoño que tenía un Cadillac y que lo mejor es que Sandra y Escassi se dieran una vuelta con él para acabar con el mal rato. (La señora tenía un negocio de alquiler de coches antiguos -tal vez para turistas-, pero bien que se le llenó la boca diciendo Cadillac en catalán)

En la final, en Roma, Álvaro finiquitó a Isabel en un santiamén porque le llamó hipócrita mientras él desplegaba sus encantos (no se molestó ni en repetir que él siempre dice la verdad) y terminó eligiendo a Cristina como mujer de sus sueños tras haberse magreado con Sandra en un bar la víspera como si partiera para Verdún a la mañana siguiente. El delicioso caos argumental del concurso no se quedó ahí. Cristina, justo antes de saber que había vencido, decía en privado a la cámara llorando que no sabía qué carajo hacía concursando ahí. Ahora la prensa gallega se esfuerza por mostrar que siguen juntos, que en realidad se quieren. Pero los espectadores sabemos la verdad, no somos tontos: el único amor posible y verdadero que pudo surgir en el concurso fue entre una mujer cerca de los cuarenta, desencantada con la vida y con cierta desapetencia creciente hacia los hombres, y una chica muy joven, juguetito roto en manos de sus ambiciosos padres, que está harta de que le digan lo mona que es y sólo desea cortarse mal el pelo y no volverse a maquillar jamás, el precioso amor, juliomedemadas aparte, entre Cristina y Sandra.батареи отопления какие лучше цены [1]pr продвижение сайта москва [2]