La Transición y su doble: el rock y Radio Futura, de Cristina Tango

Decía recientemente Andrés Calamaro en una entrevista dentro de la campaña de promoción de su último disco, que él pertenece a una generación que aprendió a escuchar rock sin entender las letras. Y añadía que compartía el punto de vista de Enrique Bunbury, que opinaba que la gente soportaba más que un cantante dijera “I love you” que “Te quiero”. Partiendo de esta reflexión podríamos llegar a muchos puntos de interés. Uno de ellos sería el revival nostálgico al que estamos asistiendo en la actualidad con el recuerdo de la Movida madrileña. Se organizan diversos eventos, como fiestas de aniversario con un barniz sensiblero para celebrar los aspectos más banales de un movimiento cultural poliédrico. No deja de llamar la atención que en estas revisiones se elija como icono de aquellos años a quien hoy habla de prensa rosa en el programa de Federico Jiménez Losantos. Una “casualidad” que nos indica muy claramente el sesgo elegido para la construcción de una Historia de la Movida, el de la banalidad y el vaciado de sentidos.

Mediante este proceso, se edifica una ilusión, un juego de lloros por el tiempo perdido: según la nueva versión oficial, la Movida fue lo más porque, para empezar, sucedió en Madrid. Y, siguiendo con la retahíla de símbolos, fue un momento de libertad, en que la juventud bohemia bailaba en las cafeterías y discotecas canciones con un cierto toque kitsch, al tiempo que la televisión ofrecía (en programas como La bola de cristal) un reflejo irrepetible de aquellos años. Al final, la Movida parece un movimiento inocente, irreflexivo y ejemplificado en las letras de las canciones de Alaska o Mecano.

El fenómeno fue, por supuesto, más complejo. No todo se redujo siempre a un hedonismo consumista ingenuo, y hubo grupos musicales que plantearon un espacio de reflexión para la emergencia de una identidad cultural tras un largo periodo de oscuridad. En este sentido sobresale Santiago Auserón y el grupo que, en los 80, peleó por la explicación de un proyecto musical que redefiniera las carencias de la educación popular de las generaciones previas. Así se desarrolló Radio Futura, como un intento de construir un sonido propio a partir de la confluencia de las fuentes de la música popular: el rock, claro está, pero sin olvidar las raíces africanas, el son cubano y todos aquellos elementos constitutivos de una cultura fronteriza que pone a España en relación con Latinoamérica para superar anteriores fronteras aislacionistas, para combatir los remanentes de una educación basada en la España imperial y autárquica que desprecia el mestizaje. Porque, aunque parezca mentira (y a los hechos actuales nos remitimos), existen discursos y agentes sociales empeñados en que aquella España no sea cosa enterrada definitivamente en el pasado.

El proyecto de Radio Futura es, así pues, revolucionario en su esencia, visionario en una época en que otros grupos preferían cantar las excelencias de colarse en una fiesta para beber mucha coca-cola y bailar al resplandor de las luces de colores. Y Cristina Tango, profesora en la Universidad de Ginebra y experta en cultura popular, ha sabido leer la importancia del grupo y su incidencia en el contexto de la Transición a la democracia y en el más específico de la Movida madrileña. Radio Futura contaba con el reconocimiento del público y de la crítica, y le faltaba el reconocimiento académico: faltaba un estudio riguroso y completo que abarcase toda la obra de Radio Futura. El mérito del libro de Cristina Tango no es, sin embargo, el de sumarse a la celebración, sino el de sentar unas nuevas bases críticas para entender la relevancia del grupo y aportar una metodología científica que supla las visiones parceladas que suele caracterizar el análisis realizado desde los medios de comunicación.

El libro se divide en tres partes: en una primera, se ofrece un contexto sobre el origen y desarrollo de la música rock durante el franquismo. Aquí destaca la capacidad de síntesis de un texto que explica, con unas pinceladas, los logros y carencias de los distintos grupos de rock españoles de los 50 y 60. No tenemos que olvidar, en este sentido, que el rock se introduce en España a través de las bases militares norteamericanas, lo que le da un curioso origen al nuevo sonido urbano. O, como expresa el propio Auserón, “de las matrices bélicas del capitalismo nace un tipo de poesía urbana” (pág. 139). Son años de dificultades para la expresión cultural, y la llegada de una música cantada en inglés hizo que la juventud percibiera algo revulsivo. En palabras de Tango:

“Lo revolucionario de la llegada del rock a España y su ‘recepción a medias’ fue exactamente el hecho de ser percibido únicamente como un mensaje musical y sonoro, un mensaje portador de dinamismo y vitalidad en un idioma extranjero, un mensaje espontáneo, natural, auténtico y puro nacido de la lucha racial antisegregacionista, portador de anhelos de libertad, y anunciador de nuevas conciencias e identidades sociales, políticas y culturales” (pág. 40). 

La segunda parte analiza el papel de Radio Futura en la creación de una nueva cultura, su influencia en la construcción de una nueva identidad, de un nuevo lenguaje. Auserón apuesta por las letras en español, pero buscando su adecuación a nuevos patrones rítmicos, de tal manera que sus canciones tengan una identidad propia y sean algo más que la traslación de los esquemas propios de la tradición anglosajona. Y descubre que no se trata de trasladar la cultura fronteriza del rock norteamericano a nuestro país, sino de encontrar las fronteras propias, que, en el terreno musical, se hallan en la comunicación con las tradiciones latinoamericanas. Un hallazgo surgido de la indagación de un camino diferente al marcado por la industria musical, de la apertura de nuevos flujos comunicativos (la noción de “contrabando” que emplea Jenaro Talens en el prólogo del libro). El rock latino se vería, así pues, beneficiado por una fijación en todo el continente americano, por una vuelta a las raíces previas al proceso de filtrado emprendido por el rock estadounidense.

Al final del libro se ofrece, en su tercera parte, una extensa entrevista con Santiago Auserón. Esta parte resulta especialmente interesante por dos motivos. En primer lugar porque, lejos de ser una entrevista para fans en que se narran las andanzas cronológicas del personaje, lo que se lee es un diálogo sobre las raíces y significados filosóficos de los textos de Radio Futura. Auserón muestra la conciencia de su trabajo como músico, su reflexión sobre la trayectoria que debía seguir Radio Futura en cada momento, y se le nota a gusto asistiendo, por fin, a una entrevista real, a un debate cara a cara para explicar aquellos años y la vigencia de Radio Futura. Pero, en segundo lugar, la entrevista resulta original en su organización como una parte integrada en el resto del libro. No es, por lo tanto, un apéndice, sino un capítulo que explica y responde a lo que hay en las páginas precedentes. Para ello, Cristina Tango optó por integrar la conversación con Auserón en el proceso de escritura de su libro: la entrevista está realizada cuando la autora ya tiene su planteamiento teórico plenamente armado, pero cuando el libro aún no está finalizado. De tal manera, no renuncia a que las aportaciones de Auserón sean unas aportaciones reales: de hecho, varios fragmentos de la entrevista están incluidos como referencias oportunas en los capítulos anteriores.

El proyecto de Auserón es el de la construcción de una identidad unida a una reflexión social. Radio Futura lucha desde el principio por romper el tabú que señalaban Bunbury y Calamaro y al que hacíamos referencia al principio: al cantar en español con una voz propia, al hacer que se entiendan las letras, el rock español superará la fase pre-dylan y entrará en la concienciación sobre su potencial movilizador. En esa guerra es en la que se está en la actualidad. Frente a la homogeneización política que busca la instauración de una historia oficial de la Transición y todos los movimientos sociales, políticos y culturales que la conformaron (como la Movida), hay que resucitar un aparato teórico para la generación de sentidos. Frente a la verdad oficial de la Transición, discurren discursos paralelos que discuten la versión oficial (de ahí el título del libro: La Transición y su doble). Frente a la banalidad de Alaska y Mecano, el trabajo riguroso de Radio Futura. Y frente a la banalización interpretativa de la crítica de las revistas musicales, ahí queda el trabajo de Cristina Tango. Para sentar unas bases y abrir nuevos caminos en la paupérrima bibliografía sobre rock en español. Porque el tabú del idioma se nota en diversos ámbitos, también en el universitario.google translate norwegian englishtranslate english to espanol


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