Escenas de caza en la Baja Baviera (Peter Fleischmann, 1969)

Los tiempos para la cinefilia, hay que reconocerlo, se están poniendo difíciles. Cada vez es más complicado destacar en este mundillo porque cada vez hay más cinéfilos. La cinefilia es una suerte de gripe permanente: se contagia durante todo el año. Y no es que sea un fenómeno social sin igual, en absoluto; sucede que existen condiciones para que los cinéfilos salgan por doquier como los caracoles tras la lluvia:

– En primer lugar, el cine es barato. Es mucho más barato que el teatro o un concierto de música (sean Los Planetas o la Sinfónica de Londres la que toque). Es más barato que comprar un CD de música y no es más caro que comprar dos CDs en el top manta. Ir a un cine es más barato que comprar un libro de bolsillo. En definitiva, que sólo existe un producto cultural más barato que el cine: ir a un museo de arte contemporáneo un día festivo. Huelga señalar cuál es la mejor elección entre ambos.

– El cine no tiene por qué hacer pensar. Realmente, si nos ponemos en plan espectador ortodoxo, da lo mismo ir a ver Rambo que A través de los olivos. ¿Cuál es la diferencia? En el fondo, ninguna: una sala oscura, un público emocionado y entregado, una proyección que dura unas dos horas, y luego irse a la cama con una sonrisa de satisfacción por haberlo pasado bien. A la mañana siguiente, cuando nos despertamos, es cuando llega la resaca: entonces es cuando decidimos que Rambo era una película odiosa y que A través de los olivos, un sereno y magistral ejercicio cinematográfico. Hay resacas que sientan bien y resacas que sientan mal.

– Pero el cine permite, además, que hablemos sin tener ni idea. Si vamos a un museo de arte contemporáneo, sólo podemos soltar el chiste de siempre: “Eso también lo sé hacer yo”. Si vemos una ópera, no pillamos ni papa. Y un libro, pues eso, hay que leerlo; vamos, un esfuerzo supremo. La grandeza del cine es que, sólo con ver la película, podemos hablar y hablar: que si la fotografía, que si la interpretación, que si los efectos especiales… los más osados ya hacen referencia a los movimientos de cámara, a los ángulos de planificación o al guión. No tiene importancia no saber nada: sólo hay que describir lo que hemos visto diciendo frases como “es una obra maestra”, “el guión es incoherente”, “la fotografía estaba muy bien” o “la banda sonora es una delicia”.

Ante estas facilidades, no es de extrañar la efervescencia de cinéfilos. Al fin y al cabo, cualquier excusa es buena para ligar. Esto ha generado un problema, y es el de la diferencia de clases. Porque, claro, ante la llegada incesante de nuevos cinéfilos, los viejos no estaban dispuestos a ceder sus torres de poder. Y entonces, estos venerables cinéfilos de toda la vida, se defienden con dos estrategias:

– Utilizar una jerga más disparatada aún. Se llenan las páginas de periódicos y las revistas de sesudos análisis que se pierden en desvaríos lingüísticos. Lo importante es hacer lo mismo que los nuevos expertos en fútbol: utilizar metáforas a discreción.

– Salpicar las crónicas con vivencias propias del crítico. Los venerables cinéfilos siempre hablan de los problemas que han tenido en el hotel que se hospedan cubriendo un festival de cine, o del retraso de los actores a las ruedas de prensa o incluso, sin ningún tipo de decoro, se dedican a exhibir la cantidad de viajes que realizan a lo largo del año a todos los festivales que pueden.

El panorama, como vemos, es desolador. El cinéfilo de a pie se ve sacudido constantemente por estos fenómenos. Sin posibilidad de defensa. Bueno, sí, con una posibilidad: conocer películas desconocidas. Es una herramienta ideal para despuntar de la plebe de cinéfilos, para conseguir llevarse a la chica, asediada por cinéfilos que le exhiben sus conocimientos haciéndose preguntas de nivel como si estuvieran jugando al Trivial Pursuit. Si queremos triunfar, debemos decir que hemos visto una de esas joyas que nadie conoce, pero que cualquier libro especializado cita. La joya de la corona de esta estratagema es la película Escenas de caza en la Baja Baviera (Jagdszenen aus Niederbayern), de Peter Fleischmann. Es ideal, y veamos el porqué:

– Es una película desconocida. La televisión nunca la ha programado, e incluso es dificilísimo (por no decir imposible) verla en filmotecas. No existe, ni siquiera, edición en DVD. Vamos, ni que la única copia hubiera desaparecido de la filmoteca de Belgrado.

– Es una película europea. Si fuera cine americano, ya no sería lo mismo, puesto que estaríamos hablando de un film producido en el país imperialista.

– Su director es Peter Fleischmann. ¿Acaso alguien ha oído hablar de él? Es un cineasta alemán, nacido en 1937, que ha dirigido muy pocas películas. Para completar la información de nuestros alucinados contertulios, podemos recordar que en España se estrenó puntualmente una de sus últimas películas, El poder de un Dios, de 1990, y no en salas de arte y ensayo, no, sino en grandes cines comerciales. Una película original en que incluso aparecía una historia curiosa sobre la invención de la imprenta… No hay que decir más, con eso sobra.

– Es una película en blanco y negro, realizada en 1969 en Alemania. Para vergüenza de todos los cinéfilos presentes, se trata de una película que no es en color, de los años 60, y realizada, por lo tanto, en el momento de las nuevas olas del cine europeo, en este caso concreto, en el del Nuevo Cine Alemán. Con esto demostramos que sabemos que este movimiento va más allá de Fassbinder, Herzog o Wenders. Esto supone un tiro directo al corazón de cualquier cinéfilo, porque estamos hablando de una película que cumple todas las características ideales para ser más que requeteconocida.

– Por si fuera poco, la película trata la historia de la marginación que sufre un chico homosexual en un pequeño pueblecito rural. Encima progre. Una película que habla de marginalidad, que aboga por el respeto a todas las tendencias sexuales, que muestra el fascismo más cercano, que denuncia una situación generalizada y que llega hasta nuestros días…

– Y, para rematar la faena, la película goza en todos los libros de buenas críticas y los expertos más expertosos coinciden en que es una de las películas más importantes del cine alemán.

Esta película es la monda. Prueben y vean cómo no la conoce nadie. No negarán la dedicación de servicio de La Página Definitiva. En una muestra más de generosidad, incluso les podemos aportar un par de datos, no para que comprueben que nosotros sí que la hemos visto, sino para que hagan suyas nuestras propias experiencias. Es decir, que la información que sigue la pueden usar en beneficio propio:

– La película nosotros la vimos a finales de los 80 o principios de los 90 en la pantalla de una cafetería (ya desaparecida esta pantalla) de los cines Albatros de Valencia. Se proyectó un único pase, un jueves por la noche. Fíjense en el detalle: ni siquiera la hemos visto en un cine de versiones originales, sino en la cafetería de uno de esos cines. ¿Existe mayor voluntad de marginalidad?

– El film estaba muy bien. Había un par de secuencias para recordar: la primera, aquélla en que vemos cómo se realiza la matanza de un cerdo mientras se habla del protagonista, el homosexual (los planos de la cabeza rodando conforman una magnífica metáfora); la segunda es la persecución por los bosques de los habitantes del pueblo, tras los pasos del homosexual que huye de un linchamiento (planos magníficos en un paraje bastante áspero, ya que no se trata de ningún bosque frondoso).

En fin, que si estamos en una mesa hablando de cine, y alguien va de listo porque dice que ha visto Trenes rigurosamente vigilados o cualquiera de estas películas, pues nada, soltamos toda la historia de Escenas de caza en la Baja Baviera. Su estatuto social subirá como las cotizaciones de las punto com a mediados de los noventa. A diferencia de estas cotizaciones, las suyas se mantendrán para siempre en alza. Porque Escenas de caza en la Baja Baviera es un valor seguro, con una alta rentabilidad a corto, medio y largo plazo.business translation russianсделать визитки


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